
Los zapales son bosques con especies herbáceas, arbustivas y arbóreas resistentes a las inundaciones, que amortiguan las crecidas del río y sirven de refugio a una gran variedad de animales.
El agua y el bosque, escenarios de vida


Los ñeques y las guatinajas son grandes consumidores de los frutos del árbol conocido como bala de cañón (Couroupita guianensis), que también es utilizado para hacer los listones de los corrales. Esta especie es común en los bosques secundarios como los que se encuentran en la reserva El Garcero,
en la isla Margarita.
Con una superficie terrestre de 1 141 748 km², Colombia es el segundo país del planeta en biodiversidad, gracias a su historia geológica y a su privilegiada posición geográfica en el norte de Suramérica, rodeada por el océano Pacífico y el mar Caribe, y atravesada de sur a norte por tres ramales de la cordillera de los Andes. La complejidad de su geografía se manifiesta en cinco regiones naturales —Pacífica, Amazonia, Andina, Orinoquia y Caribe—, cada una de ellas con características particulares en cuanto a relieve, hidrografía, suelos, clima, vegetación y fauna. Esta diversidad de ambientes hace de Colombia el lugar del mundo con mayor diversidad de aves (1950 especies), anfibios (1087), mariposas (3877) y orquídeas (4600), y en el contexto del Neotrópico es el país que alberga la mayor diversidad de especies de helechos (1643), musgos (976) y líquenes (1700); además registra 26 000 especies de plantas con flores, casi el mismo número que posee Brasil en un territorio siete veces más grande.
La región Caribe, con 589 360 km² de superficie marítima y 132 244 km² de área terrestre, presenta 54 ecosistemas que van desde zonas desérticas, en la península de La Guajira, hasta bosques superhúmedos, en el sur de las cuencas altas de los ríos Sinú y San Jorge. La caracterización de estos ecosistemas se ha logrado gracias al estudio tanto de la composición y estructura florística como de la fisiografía, la precipitación y la altitud sobre el nivel del mar. Entre estos se destacan los manglares, los matorrales y herbazales semidesérticos, los cardonales, los bosques secos estacionales con follaje caedizo, los bosques secos que incluyen vegetación ribereña de planicie, los bosques húmedos, los bosques muy húmedos y los bosques superhúmedos pluviales. Esta variedad ecosistémica y la riqueza de su biodiversidad son factores que permiten la continuidad de los procesos ecológicos.
La depresión Momposina alberga diversos ecosistemas que le otorgan una gran adaptabilidad frente a los cambios generados por la variación en los flujos de agua, entre los cuales se destacan los acuáticos propios de las ciénagas y los bosques húmedos situados en las franjas de transición entre los cuerpos de agua y las tierras que los bordean. El ambiente está en permanente cambio debido a los ciclos de las inundaciones y las sequías, y por lo tanto la flora y la fauna que habitan allí se han adaptado perfectamente a estas situaciones extremas.
Cuando se presenta el fenómeno de La Niña, desde el aire toda la depresión Momposina se ve como un único humedal con pequeños parches de tierra firme con algo de vegetación y lugares en donde se levantan las cabeceras de los municipios y de algunos poblados. Por el contrario, un sobrevuelo durante El Niño permite diferenciar con claridad los distintos complejos cenagosos como los de Ayapel, San Marcos, Pijiño y Zapatosa; los caños que conectan los ríos con las ciénagas; las terrazas altas utilizadas para la construcción de viviendas, ganadería o cultivos de palma africana; los zapales donde crecen bosques multiestratificados con especies resistentes a las inundaciones; las islas, los albardones y bancos de arena que el río ha formado con el arrastre de sedimentos; y los herbazales que crecen sobre los playones dejados por las ciénagas al contraerse, pero que aún conservan la humedad.
Los complejos cenagosos de la depresión Momposina prestan servicios ecosistémicos de regulación, mantenimiento y aprovisionamiento, además de los relacionados con la tradición cultural. Los primeros se refieren a su capacidad para dosificar el flujo hídrico, pues al almacenar agua cuando los ríos se desbordan, controlan sus caudales y evitan las inundaciones aguas abajo; meses después, durante la sequía, descargan las aguas que retuvieron y así mantienen la humedad necesaria para la vegetación.
Además, en estos extensos humedales se filtran y depuran contaminantes y se decantan y depositan los sedimentos que vienen de las partes altas de los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge, con lo cual se mejoran sustancialmente las condiciones del agua utilizada por la población que vive aguas abajo de Magangué. No menos importante es la función de estos ecosistemas como estabilizadores de microclimas, puesto que las vastas planicies inundadas regulan la temperatura y la humedad y se convierten en sumideros de carbono por la gran productividad de las plantas que fijan el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, y por la baja descomposición de la materia orgánica en los suelos inundados.
Los humedales regulan la red trófica y el balance de nutrientes; son zonas de producción primaria y de exportación de biomasa, y sirven como áreas de refugio y alimento para especies residentes, visitantes y migratorias, especialmente aves acuáticas. También son espacios de reproducción, desove, crecimiento y alimentación de peces, los cuales cumplen importantes tareas de regulación y mantenimiento: transforman la materia orgánica que llega con las aguas servidas de los caseríos; redistribuyen los sustratos a través del forrajeo y el desove; transportan nutrientes, carbono, minerales y energía desde las planicies inundables hasta los tributarios del cauce principal; controlan plagas y enfermedades transmitidas por vectores, y evitan el crecimiento excesivo de nutrientes en el agua, a través del consumo de algas y plantas acuáticas.
Entre las funciones de aprovisionamiento de los humedales se destacan: la oferta de agua para el consumo doméstico y para los sistemas de riego de las zonas agrícolas; la presencia de pastos y agua para el ganado que es traído de las tierras altas durante la temporada seca, y la oferta de alimento, especialmente de peces para el consumo humano, lo cual contribuye a la seguridad alimentaria y a la economía familiar. De todas las especies presentes en la cuenca del Magdalena-Cauca, 65 se pescan para el consumo y 40 se comercializan como ornamentales; sin embargo, 5 especies, todas ellas migratorias, son las que dominan la composición de la producción pesquera en la cuenca; las más importantes son el bocachico y el bagre rayado.
Es importante destacar algunos servicios ecosistémicos culturales: las ciénagas son vías de comunicación que permiten el transporte de pasajeros y carga en embarcaciones de poco calado; además son espacios para el ecoturismo, el descanso y el disfrute espiritual, y fuente de inspiración para cuentos, leyendas, coplas, cantos, trabalenguas, rondas infantiles y otras expresiones de la tradición popular. Se ha demostrado que durante el trascurso de miles de años, los seres humanos han podido aprovechar los recursos que ofrece el ecosistema y construir modos de vida ajustados al régimen hidrológico del Magdalena y sus afluentes.
La complejidad de la depresión Momposina permite comprender cómo las especies —desde los microorganismos que componen el plancton de las ciénagas, hasta los animales que están en lo más alto de la cadena trófica— se acoplan al pulso de las aguas.
La biota planctónica de las ciénagas
Cientos de especies, muchas de ellas microscópicas, garantizan la alta productividad biológica de todos los complejos cenagosos de la depresión Momposina. Investigaciones realizadas en la ciénaga de Ayapel por científicos de los grupos gaia y GeoLimna, de la Universidad de Antioquia, han permitido reconocer la importancia de estos ecosistemas para el funcionamiento de la cadena trófica.
El sistema cenagoso de Ayapel, que tiene conexión con el río San Jorge, es el más grande de la región de La Mojana y recoge las aguas tanto de las quebradas Quebradona y Escobillas como de los caños Trejos, Muñoz y Don Matías. Está localizado entre los 150 y los 22 msnm y tiene un área de captación de 1500 km². En temporada de aguas altas su espejo puede alcanzar los 145 km2, y en aguas bajas se reduce a 40. Se halla en una zona de bosque húmedo tropical, en donde hay un período de lluvias de abril a noviembre y uno seco de diciembre a marzo; el promedio de pre- cipitaciones oscila entre los 2000 y 2500 mm anuales.
Ayapel es un sistema de aguas poco profundas que se caracterizan por ser cálidas, turbias, con sedimentos suspendidos y deficiencias de nitrógeno y otros nutrientes. Los organismos que viven en los caños y ciénagas de este humedal son afectados a lo largo del año por variaciones en la conexión entre las ciénagas, las quebradas que las alimentan y el río San Jorge, el principal curso de agua con el que se comunican a través del río Caño Grande. Los cambios en el nivel de las aguas, en la velocidad de las corrientes y de los vientos, en las condiciones ambientales, y en las relaciones dentro y entre las comunidades planctónicas, provocan alteraciones en los ciclos de producción, consumo y reproducción de dichos organismos.
El fitoplancton es el subconjunto de organismos del plancton con capacidad de producir su propio alimento y realizar la fotosíntesis. Estos organismos que están en la base de la cadena trófica ofrecen nutrientes a muchas otras especies. Buena parte del ensamblaje fitoplanctónico de Ayapel está compuesto por cianobacterias, es decir bacterias que contienen clorofila, tienen una alta capacidad de suspensión, baja herbivoría por el zooplancton, y muy buena tolerancia a las deficiencias lumínicas. Se han encontrado más de 40 especies del fitoplancton, a las que habría que sumar las algas epifíticas, que se desarrollan sobre otros vegetales u objetos y desempeñan una función muy importante como indicadoras de la calidad del agua, gracias a que pueden acumular grandes cantidades de contaminantes
El zooplancton o plancton animal está constituido por orga- nismos que ocupan un lugar intermedio en la cadena trófica, pues se alimentan de materia orgánica ya elaborada proveniente del fitoplancton, de las bacterias, del mismo zooplancton o de organismos descomponedores. Este tipo de plancton participa en la recirculación de nutrientes, al transferir detritos y bacterias a niveles tróficos superiores. El ensamblaje zooplanctónico está compuesto principalmente de rotíferos, que tienen características oportunistas y una gran habilidad para filtrar bacterias y fitoplancton de tamaño pequeño.

Desde los microorganismos que componen el plancton de las ciénagas, hasta los animales que están en lo más alto de la cadena trófica, las especies de la depresión Momposina están perfectamente acopladas a los niveles cambiantes del agua a lo largo del año.

Cuando las aguas bajan las plantas acuáticas quedan expuestas al sol, se descomponen en los playones y aportan nutrientes al suelo donde los campesinos sembrarán cultivos de ciclo corto, o donde el ganado se alimentará de los herbazales.
Buchón de agua (Eichhornia crassipes).
Las plantas acuáticas y el perifiton
Las plantas acuáticas y el perifiton son la causa de la elevada productividad biológica de las ciénagas que en ocasiones son muy extensas; dichas plantas cubren vastas áreas de los espejos de agua y los caños y desempeñan un papel importante en la depuración del agua, en el reciclaje de nutrientes y en la formación de biominerales; además ofrecen una diversidad de microhábitats y nutrientes para las especies zooplanctónicas. En Ayapel predominan cuatro especies de plantas, conocidas vulgarmente como taruya: Eichhornia azurea, E. crassipes, E. heterosperma, y Oxycaryum cubense. Algunas de ellas flotan sobre la superficie, en tanto que otras se adhieren a algún sustrato. Al descender el nivel de las aguas quedan en los playones expuestas al sol, y al descomponerse aumentan los nutrientes del suelo, donde comienzan a crecer pastos naturales que son alimento para el ganado. A partir de enero los campesinos siembran allí algunos cultivos que deberán recoger en marzo, antes de que comiencen las inundaciones.
El perifiton es una comunidad compleja de hongos, algas, bacterias, animales y detritos orgánicos e inorgánicos; se adhiere a un sustrato vivo o muerto y es esencial en los procesos de transferencia de energía, materia e información a través de las cadenas tróficas; además le ofrece una gran cantidad de nutrientes al bocachico, que raspa las superficies sobre las que se ha adherido.
Los bosques de las planicies inundables
El paisaje de la depresión Momposina semeja a un mosaico de coberturas naturales y transformadas: a los ríos, ciénagas, caños, pantanos, herbazales, bosques inundables y bosques de tierra firme se suman pastizales para el ganado, arrozales, cultivos de pancoger y plantaciones de palma africana. Desde la ciénaga de Zapatosa hasta Ayapel, las coberturas acuáticas son las que presentan mayor continuidad, extensión e integridad ecológica, en tanto que los herbazales, arbustales y bosques de galería, fragmentados y dispersos, ocupan parches de menor extensión.
En la depresión Momposina se identificaron 7 biotopos —o espacios geográficos— cuyas condiciones son óptimas para el desarrollo de las especies animales y vegetales propias de la región. La identificación fue hecha por la fundación ecológica Neotrópicos, creada hace más de tres décadas con el objetivo de brindarles protección a estos espacios. Los biotopos identificados son:
- Albardones mayores, o diques naturales amplios: se encuentran a lo largo de los cauces de los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge; allí hay bosques húmedos tropicales bien desarrollados y diversos.
- Orillares activos: son lomos y depresiones alargadas y estrechas intercaladas a lo largo de los cauces mayores; allí se encuentran bosques aluviales de desarrollo pobre o moderado y un mosaico de estados sucesionales pioneros o tempranos.
- Playones o napas de desborde: están ligeramente inclinados hacia las ciénagas, y allí se presenta una transición: de bosque húmedo tropical en áreas altas, a bosque bajo de dosel abierto en las partes bajas.
- Basines y ciénagas de las partes más bajas de la planicie aluvial: allí hay principalmente vegetación herbácea de pantano, herbáceas flotantes y leñosas.
- Caños: predominan la vegetación herbácea de pantano, las comunidades flotantes y el bosque húmedo tropical.
- Terrazas según el nivel de drenaje: puede haber un bosque tropical deciduo (que pierde parcialmente su follaje en verano) bien desarrollado, diverso y de lento crecimiento, o un bosque de pantano.
- Estribaciones de las serranías de San Lucas y Perijá: allí crece un bosque tropical deciduo, denso, diverso y bien desarrollado, con una transición a espinares hacia el norte y nororiente.
En el Garcero, una reserva de la sociedad civil de 600 hectáreas situada en una zona de bosque húmedo tropical, entre los brazos de Mompox y de Loba, 40 kilómetros aguas abajo de El Banco, están representados muchos de estos biotopos con distintas coberturas vegetales, entre las cuales se encuentran bosques secundarios, rastrojos altos, mezcla de rastrojos de distintos niveles de altura, pastos cubiertos de sedimento y zonas de pantano.
En el interior de la Reserva se han registrado más de 150 especies de árboles, 43 de arbustos, 60 de lianas, 13 de epífitas, 82 de plantas acuáticas o hidrófilas y 104 hierbas y especies con otros hábitos y 6 especies de palmas arborescentes de la familia de las arecáceas. En el bosque se encuentran árboles como campano, orejero, guayabo león, piñón, guacamayo, guásimo, roble pintacanillo, naranjuelo, aceituno, higo amarillo, mamón, cañandonga, peronilo, ceiba majagua, guamo mojonero y ceiba tolúa. Entre las palmeras se destacan la amarga, la uva lata, el corozo y la palma de vino; las lianas y bejucos trepan por los árboles hasta el dosel, donde florecen y fructifican; las herbáceas son temporales y dominantes en los playones durante el estío.
De las especies arbóreas, 15 son representativas de bosques climácicos, es decir que han alcanzado un estadio avanzado de sucesión. Este bosque sirve como zona de refugio, alimentación y reproducción de la fauna silvestre, la cual incluye 183 especies de aves, 54 de mamíferos, 47 de reptiles y 21 de anfibios.
En Chimichagua (ciénaga de Zapatosa), en un paisaje similar con un área de 26 068 ha, se elaboró el Catálogo de biodiversidad para la Región Caribe. Allí se detectaron pequeñas franjas de vegetación boscosa adaptadas a las fluctuaciones de las lluvias; además predominan los palmares de palma lata, el mangle bobo y el mangle, y detrás de estas formaciones vegetales crecen algunas especies de tierra firme que toleran la inundación, incluyendo árboles de hasta 20 m de altura, entre ellos: samán, guacamayo, palosanto, tananeo, mamón, mico payandé, bajero y pico e’loro. Los arbustos pertenecen a una gran variedad de familias y especies, como el anín, el cordoncillo, la cresta de gallo y el majuaguito.
Los bosques de tierra firme crecen en estrechas galerías y poseen especies como balaústre, chaparro y sangregallo, y algunos árboles que alcanzan entre 18 y 30 m de altura como el tomasuco y el bijo, entremezclados con una variedad de palmares de la palma de vino y pequeños grupos de palma estera y maguengue. En los bordes de los playones y cuerpos de agua aislados hay franjas de buchones de agua que flotan en la superficie o que están arraigadas al fondo y algunas leguminosas como el clavito, el rabo de alacrán y el huevo de gato. Los investigadores registraron 407 especies, así: 204 de plantas, 105 de aves, 40 de peces, 20 de mamíferos, 18 de anfibios y 20 de reptiles. De ellas, 23 están en condición de «objetivos de conservación» a escala regional, y otras 31 están en la misma condición, pero particulares al área de estudio.
Los pobladores de La Mojana llaman «zapales» a las zonas planas o cóncavas pantanosas cuya vegetación —especialmente herbácea— está adaptada a estas condiciones. Se trata de espacios cuya extensión fluctuante constituye una zona de transición entre el hábitat terrestre y el acuático, y en donde se encuentran diversos animales de caza. El término se retomó en la obra Caracterización ecológica de los humedales en la región de La Mojana, coeditada en 2018 por el Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt y la Universidad de Córdoba, la cual presenta los resultados del trabajo de investigadores del Instituto, quienes hicieron una caracterización muy completa de la dinámica temporal y espacial de los zapales de un sector de San Marcos (Sucre) y de otro de Ayapel.
Los científicos definieron los zapales como pantanos o humedales boscosos de agua dulce, en donde hay bosques pantanosos, bosques inundados estacionalmente o pantanos arbolados sobre suelos inorgánicos, cuyos arbustos son escasos y los árboles son resistentes a las sequías y a las inundaciones. En general, presentan especies que han logrado desarrollarse en suelos cubiertos de agua en los que el oxígeno libre es escaso o inexistente. En las zonas donde la inundación se prolonga por más tiempo predomina el mangle o cantagallo, que coexiste con otras plantas, como las trepadoras, los bejucos y los líquenes, que apoyan la regulación hídrica y la disponibilidad de nutrientes; dado que el suelo es poco estable, algunas especies han desarrollado raíces tabulares y zancos para fijarse.
Según las características del sustrato se encontraron distintas especies vegetales dominantes, entre las que se pueden mencionar: campano, chengue, guarapero, bijao platanillo, suán, higuerón, cantagallo, uvero, guarumo, coco olleto, ceiba amarilla, caracolí, orejero, bonga, mora, vara blanca, pepo y uva lata.
Estas áreas de interfaz entre sistemas terrestres y acuáticos son decisivas en la cadena trófica y desempeñan un papel importante como zonas de refugio, cría y alimentación de anfibios, reptiles, mamíferos, peces y aves, que por su movilidad pueden usar estos ambientes, aportar materia orgánica y contribuir al equilibrio trófico.
Muchos de los mamíferos de los zapales, como el jaguar, ejercen control sobre otras poblaciones y algunos son dispersores de semillas o polinizadores de muchas plantas, aunque en este aspecto los anfibios, reptiles y peces son los grupos más característicos.
En los zapales de La Mojana los investigadores registraron 437 especies de plantas, así: 185 herbáceas (151 terrestres, 17 emergentes, 10 flotantes, 4 enraizadas y 3 sumergidas), 113 árboles, 61 bejucos, 59 arbustos, 10 epifitas y 9 palmas.
En cuanto a la fauna, hallaron 264 especies: 28 de peces, 47 de herpetofauna (15 ranas, 14 lagartos, 15 serpientes, 2 tortugas y 1 cocodrilo); 158 aves y 31 mamíferos, de los cuales el 48 % eran murciélagos.

El desarrollo y la riqueza florística de los bosques varía entre los distintos biotopos de la depresión Momposina: albardones mayores, orillares activos, playones, caños, terrazas y colinas en las estribaciones de las serranías de San Lucas y Perijá. En áreas relativamente pequeñas se encuentra vegetación de tierra firme al lado de bosques inundables y plantas acuáticas.