
La fauna silvestre y el régimen hidrológico


Ocho especies de venados están presentes en Colombia. En la depresión Momposina sus poblaciones están muy reducidas por la presión de la cacería y las inundaciones.
La fauna de la depresión Momposina se ha adaptado al cambio estacional en el nivel de las aguas de sabanas, ciénagas, zapales, arroyos, ríos y caños, ambientes en donde las poblaciones de los distintos grupos de animales prestan múltiples servicios ecosistémicos. Es tal su diversidad en esta vasta región, que solo en el Complejo Cenagoso de Ayapel se han registrado 31 especies de mamíferos, 194 de aves, 53 de herpetofauna, 46 de peces, 55 de invertebrados acuáticos, 113 del zooplancton.
Los invertebrados
Aunque la mayoría de los insectos son polinizadores que contribuyen al mantenimiento de la biodiversidad, algunos se alimentan de carroña haciendo así su aporte al reciclaje de nutrientes y a la formación del suelo, y otros son controladores de las plagas que afectan los brotes de las plantas cultivadas. Los macroinvertebrados, que participan en el ciclo de nutrientes y en la descomposición de la materia orgánica en el agua, forman parte de la red trófica acuática como presa de peces, anfibios, reptiles y aves.
Los invertebrados incluyen todas las especies de artrópodos, moluscos y anélidos, entre otros filos, y constituyen el grupo de animales más numeroso del mundo, y del que Colombia tiene alrededor de 300 000 especies, de las cuales 3877 son mariposas —el país con mayor cantidad de ellas— y 7000 son escarabajos. Los invertebrados, que no hacen desplazamientos tan amplios como las aves y los mamíferos, desarrollan su ciclo de vida en microhábitats que encuentran en el agua, los sedimentos, suelos, troncos de árboles en descomposición, hojarasca, o vegetación arbórea, arbustiva y herbácea de las zonas ribereñas y de los bosques.
Debido a la cantidad de agua que fluye o permanece estancada en la depresión Momposina, y a la variedad de ecosistemas terrestres, esta zona es propicia para el crecimiento de muchas especies de invertebrados; hay tantos y tan variados, que en el un inventario de biodiversidad del área de la ciénaga de Zapatosa, realizado por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y Ecopetrol, se clasificaron 8 órdenes y 14 géneros de macroinvertebrados —organismos acuáticos de 0,5 mm, o más, que incluyen insectos, moluscos, crustáceos y anélidos—, algunos de los cuales pasan una parte de su vida, o todas sus etapas, en sistemas lóticos —como ríos, arroyos y caños—, y otros en sistemas lénticos, como ciénagas; se les encuentra tanto en los litorales de estos cuerpos de agua, en donde hay vegetación ribereña, como en las raíces de las plantas acuáticas, en los depósitos de hojarasca, en las rocas o en troncos sumergidos que tienen abundante materia orgánica.
Otro estudio del Instituto Humboldt, la Universidad de Córdoba y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) caracterizó los humedales de La Mojana y registró 67 macroinvertebrados acuáticos y 68 invertebrados terrestres, entre ellos 32 mariposas y 10 escarabajos, algunos de los cuales se alimentan de insectos muertos o en descomposición, de excrementos, de frutas podridas y de hongos.

Estos chinches o chuzas chupan la fruta del piñón y las semillas de la ceiba bruja; se caracterizan por el olor nauseabundo que desprenden cuando alguien los agarra.

Las ciénagas son criaderos de juveniles de bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), una especie migratoria cuya supervivencia depende de los cambios en los niveles de los ríos y de su comunicación con los caños y las ciénagas.
Los peces
En la depresión Momposina los peces ayudan a mantener la dinámica y estructura de los ecosistemas acuáticos; tienen un rol fundamental en las cadenas tróficas, y muchos de ellos, al migrar, contribuyen al flujo de carbón y de energía entre diferentes hábitats de los ríos y ciénagas.
Con 1616 especies, Colombia es el segundo país del mundo, después de Brasil, en cantidad de peces de agua dulce. Una publicación reciente del Instituto Humboldt y la Universidad de Antioquia recoge varios estudios sobre los peces de la gran cuenca del Magdalena-Cauca, catalogada como la tercera en especies de peces en el país —233 pertenecientes a 7 órdenes y 33 familias, de las cuales 158 son endémicas—, después de las de los ríos Amazonas y Orinoco, que poseen 775 y 728 especies respectivamente. El Magdalena Medio y los cursos medio y bajo del Cauca son las subcuencas con mayor riqueza.
El mismo libro identifica 4 gremios tróficos en la cuenca: (i) detritívoros, que se alimentan de plantas en descomposición, fango, bacterias, hongos y algas asociadas con las raíces de las plantas sumergidas y con otros sustratos duros; el bocachico se ubica en este grupo, pues cuando está en las ciénagas se alimenta del tapete microbiano del fango, y cuando migra hacia el Magdalena y sus afluentes lo hace del que está en las rocas y los troncos; (ii) omnívoros, que comen todo tipo de recursos; (iii) planctófagos, que comen los microorganismos del plancton, y (iv) carnívoros, el grupo más rico en especies, que se nutren de todos los invertebrados, algunos peces y otros vertebrados.
Al estudiar los hábitos de 132 especies, los investigadores encontraron que algunas prefieren los ríos y quebradas para vivir, mientras que otras permanecen en las ciénagas; sin embargo, los desbordes de agua de los ríos sobre sus planicies de inundación, por debajo de los 300 msnm, hacen muy similar la composición de los peces en los dos ecosistemas. Es por eso que las ciénagas de la depresión Momposina conectadas con los ríos son las que presentan mayor oferta de alimento y más diversidad de especies, varias de ellas endémicas y migratorias. Las orillas de las ciénagas y los sitios cercanos a los caños que las conectan con los ríos son los hábitats más ricos en peces.
Los trabajos científicos realizados en la cuenca han permitido comprobar que el pulso hidrológico del río Magdalena es definitivo para la sobrevivencia de los peces, especialmente de los migratorios, como el bocachico y el bagre, que salen de las ciénagas cuando se está terminando la época de aguas bajas y comienzan a remontar la corriente en abril, cuando se inicia la temporada de lluvias, hasta llegar a los afluentes del Magdalena, donde desovan. Una vez que las larvas han eclosionado, emprenden su viaje de regreso ayudadas por la corriente. En ese momento forman parte del ictioplancton, elemento fundamental de la cadena alimenticia. Aguas abajo los embriones deben ingresar a alguna ciénaga, pues de lo contrario morirán en el río; estos ambientes se convierten entonces en refugio y criadero de los juveniles, hasta que se repite el ciclo al llegar la segunda sequía del año.
Para que la reproducción se perpetúe es indispensable que haya un flujo suficiente de agua para la deriva de los embriones; que se mantenga la conexión entre el río, los caños y las ciénagas; y que las variaciones climáticas sean estacionales, pues los peces obedecen a señales del ambiente para salir de las ciénagas, remontar la corriente y desovar.
Aunque en las plazas de mercado solo se encuentran unas cuantas especies de importancia comercial, los sistemas cenagosos de la región albergan una gran riqueza que los pobladores ribereños conocen bien: se trata del alcalde, el chupe, el coroncoro y el zapatero, nombres locales de algunos peces que solo se consumen cuando hay escasez de los más apetecidos, pues su «cáscara» es dura. Al coroncoro, que tiene un gran valor nutricional, antiguamente lo pescaban buceando para sacarlo de las cuevas del río, sin importar el riesgo que significaba la presencia de caimanes; sin embargo, hoy casi no se encuentra, debido a la pesca con trasmallo y a la siembra de alevinos de la mojarra barbona, que se alimenta de sus huevos.
Otros peces como el barbudo, el capitanejo, el bagre blanquillo, el bagre pintado —o bagre tigre— y el bagre sapo son clasificados popularmente como «peces con cuero», mientras que una tercera categoría taxonómica local es la de los peces con escama, que incluye: vizcaína, bocachico, agujeta, chango, pincho, viejita, pechona, chui, dorada, doncella, moncholo y mojarra de las variedades amarilla, barbona, pámpano, lora y colorada. Entre estos se encontraba el sábalo, pero se dice que hace muchos años no lo volvieron a ver. En julio, cuando la sequía es intensa, en el municipio de Pijiño del Carmen (Magdalena) se celebra el Festival del Bocachico, en el que se les rinde homenaje a sus pescadores.
Los lugareños conocen bien los movimientos, lugares preferidos y hábitos alimenticios de estas especies; por ejemplo, dicen que la mojarra amarilla se queda en las ciénagas cuando el agua comienza a bajar, a diferencia de la dorada, que baja por los caños desde mediados de diciembre hasta mediados de enero, y es entonces cuando aprovechan para pescarla. También se ha podido ver que la mojarra negra se encuentra en las ciénagas y pozos grandes rodeados de sombra, cerca de ríos con mucha corriente, en tanto que la mojarra amarilla se sumerge cerca de las «patas» de los árboles que están a la orilla de la ciénaga.
Las aves
Con 1966 especies registradas, Colombia es el país del mundo con mayor riqueza de aves; ellas desempeñan una función muy importante en el mantenimiento de la integridad de los ecosistemas, especialmente en la polinización, la dispersión de semillas y el control de poblaciones de insectos, invertebrados acuáticos, peces, artrópodos, lombrices, y pequeños y grandes vertebrados. La estructura y composición de las comunidades de aves que viven en la depresión Momposina se relacionan con la posibilidad que tienen de beneficiarse con los recursos que ofrecen los caños, ciénagas, bosques, herbazales y otras áreas abiertas como los potreros, en donde pueden encontrar gran variedad de insectos en ciertas épocas del año. Aunque en la región no existe un inventario de su riqueza, sí se han hecho algunos conteos departamentales o locales que pueden ser un punto de referencia. Por ejemplo, se han registrado 377 especies en Sucre; 158 en 8 transectos que se hicieron en los zapales del corregimiento de San Marcos; 105 en la zona rural del municipio de Chimichagua (ciénaga de Zapatosa, 26 068 hectáreas), y 194 en la ciénaga de Ayapel.

El martín pescador de collar (Megaceryle torquata) es el más grande de los martines pescadores americanos. Se observa solo o en parejas, posado sobre ramas a orillas de los ríos y ciénagas, donde se zambulle para pescar.

El águila pescadora (Pandium haliaetus) es un ave rapaz migratoria de amplia distribución en el mundo; se destaca por tener un dedo reversible que le facilita capturar peces resbaladizos.
Las aves migratorias
Muchas de las aves que se observan en los humedales de la depresión Momposina son migratorias provenientes de distintas latitudes del continente americano o de otras regiones del país. Actualmente sus desplazamientos se conocen bastante bien gracias al uso de geolocalizadores, que permiten determinar el momento de partida, la ruta, las escalas, la flexibilidad en su rutina de vuelo y los cambios tanto en la temperatura como en las precipitaciones y en la disponibilidad de recursos a medida que avanzan. Los investigadores han advertido que el cambio climático les está dificultando a estas aves predecir la estacionalidad en la oferta de recursos; al alterarse los patrones de las temperaturas y las precipitaciones, y al aumentar la frecuencia y la intensidad de los eventos climáticos extremos, ellas necesitarán mayor flexibilidad en sus rutinas migratorias para mantener sus poblaciones.
En estas ciénagas se han registrado al menos 86 especies migratorias, que equivalen al 46 % de las registradas en el país, lo que ratifica la importancia de la depresión Momposina como hábitat temporal, pues allí encuentran abundante alimento, refugio, zonas de percha y descanso.
La mayoría de las aves migratorias que hacen escala en la depresión Momposina tienen sus criaderos en Estados Unidos y Canadá; comienzan a viajar en otoño para escapar de las bajas temperaturas y de la escasa oferta alimenticia de los inviernos boreales, y pasan por Centroamérica y las Antillas hasta llegar al norte de Suramérica; algunas hacen escala en Florida, Cuba, México, Puerto Rico, La Española o Panamá antes de llegar a su destino en estos humedales. Otras, como el águila pescadora, una de las rapaces de mayor distribución en el mundo, pueden volar en forma continua entre 12 y 22 horas, y en muchas ocasiones cruzan sin problema cientos de kilómetros sobre aguas abiertas. También se ha podido establecer que la reinita estriada, o chipe gorrinegro, que vive en la parte más septentrional de Norteamérica, puede volar sin interrupción más de 2000 km en dos o tres días.
Muchas de las aves migratorias viajan en bandadas, como los pitirres —o siriríes— y las golondrinas; la mayoría se alimentan de insectos que capturan mientras vuelan, en los árboles o en la superficie del agua. Muchos paseriformes —como el chipe amarillo y la reinita del manglar— complementan su alimentación con crustáceos y arañas. El sirirí gris, o pitirre abejero, come insectos y lagartijas, además de semillas y frutos rojos. El turpial, u oropéndola de Baltimore, incluye en su dieta artrópodos, néctar y frutas de plantas silvestres y cultivadas.
En primavera, cuando están de regreso a casa, algunas —como la hermosa reinita cabecidorada— se dejan ver en los zapales de La Mojana y luego se dirigen a Estados Unidos y Canadá para aparearse y tener preparados sus nidos en mayo.
Dentro de las aves de la zona austral de Suramérica, que se acercan a la línea ecuatorial durante la estación no reproductiva, se destaca la tijereta sabanera, un ave que cría en el centro del subcontinente, cuando allí las temperaturas son altas y los insectos abundan, y luego migra hacia el norte de la región para coincidir con la temporada de fuertes precipitaciones, tal vez porque entonces la oferta alimenticia es más rica.
Las aves endémicas
Algunas de las aves de la depresión Momposina son endémicas del norte de Colombia —como la guacharaca caribeña—, o casi endémicas, puesto que solo se encuentran en el norte del país y en el occidente de Venezuela, como el chavarrí y el colibrí esmeralda pico rojo.
La guacharaca caribeña habita en la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta, en la cuenca del río Sinú y en la parte baja de los ríos Cauca y Magdalena. Esta ave de la familia Cracidae, que vive en grupos de 6 a 12 individuos en los bosques secos y matorrales que están cerca de ríos y manglares, ha sido declarada Objeto de Conservación en el área de Chimichagua, lo mismo que el colibrí esmeralda pico rojo, que vive en bosques secos, zonas arbustivas y zonas de bosques muy degradados, en donde se alimenta de flores.
El chavarrí es un ave voluminosa que puede alcanzar los 3 o 4 kilos; se encuentra sola o en grupos de hasta 4 individuos en los playones o cerca de las orillas de los ríos y ciénagas, a veces perchada sobre las copas de los árboles de matarratón, yarumo o campano, y se alimenta de los brotes blandos y verdes de las plantas acuáticas suculentas o de plantas cultivadas cerca de las ciénagas. En la isla de Mompox, donde la consideran como irritable y agresiva, los cazadores la capturan por su carne, y si encuentran sus huevos se los llevan para hacerlos empollar por una gallina y criar los polluelos, ya sea para la venta o el consumo doméstico. En el Libro rojo de aves de Colombia está clasificada como amenazada, en la categoría de «Vulnerable», especialmente por la pérdida de su hábitat, la cacería y la colecta de sus huevos. Se estima que sus poblaciones, que en Colombia no superan los 10 000 individuos, están decreciendo.

El chavarrí (Chauna chavaria) es una especie casi endémica del norte de Colombia y Venezuela. Se alimenta de plantas acuáticas, las cuales también le sirven para construir sus nidos, en donde ponen entre dos y siete huevos.

Las hembras del gallito de ciénaga (Jacana jacana) son más pesadas y dominantes que los machos y compiten entre ellas para acumular varias parejas. Los machos se encargan de incubar los huevos y de alimentar los polluelos.
Las aves acuáticas
Entre las aves acuáticas sobresalen los patos y las garzas que viven en ríos, caños y ciénagas, como el barraquete, la viudita, el pisingo y el pato, en sus variedades mono, yuyo, aguja, real y cucharo. La mayoría de estas aves se alimentan de peces, insectos, crustáceos y moluscos, y algunas, como el pato real, también consumen arroz, por lo cual se convierten en enemigos de los agricultores, que han llegado a envenenarlas. En los trabalenguas y coplas populares se hace énfasis en las particularidades de los patos, y en las canciones infantiles se les atribuyen comportamientos maternales.
El término «garzas» designa localmente distintas especies como la garza blanca, la morena y la azul, el paco-paco, el garcipolo, la garcita bueyera o el coyongo. Sus poblaciones, que son muy comunes en los playones de la isla de Mompox —en donde buscan los peces que mueren en las pozas que se secan en el verano—, se vieron amenazadas a principios del siglo pasado por el uso de sus plumas en sombreros y estolas, y hoy les afecta tanto la desecación de los humedales —donde se alimentan de plantas acuáticas, peces, insectos y otros invertebrados— como la cacería.
Los mamíferos
Estos animales aportan a la conservación de la diversidad vegetal, dispersan semillas, modifican el hábitat, aceleran la reincorporación de nutrientes y biomasa a los suelos, actúan como polinizadores y controlan poblaciones de insectos y vertebrados; los de menor tamaño sirven de presa a carnívoros mayores, incluyendo a los felinos, que son indicadores del estado de conservación de los bosques.
El Sistema de Información sobre Biodiversidad en Colombia (sib) clasifica 543 especies de mamíferos (62 endémicas) pertenecientes a 14 órdenes, 50 familias y 214 géneros, y encuentra la mayor riqueza en el orden Chiroptera (murciélagos), con 217 especies, seguido de Rodentia (roedores) con 137.
Entre las especies registradas en la Caracterización de los humedales de la región de La Mojana se encuentran: puma, ocelote, manatí, nutria, ponche, mono aullador, marteja, ñeque, conejo, armadillo, zorra chucha, zarigüeya ratón, ardilla, mapache cangrejero y 15 especies de murciélagos. La mayor riqueza de mamíferos se observó en los períodos de aguas altas o cuando estaban comenzando a bajar, con el 77 % de las especies registradas, en tanto que durante la temporada de aguas bajas las especies disminuyeron al 45 %, lo que evidencia la estrecha relación entre la dinámica hidrológica y la presencia de fauna silvestre. Los mamíferos más abundantes, presentes a lo largo de todas las temporadas, fueron los monos aulladores, el mapache cangrejero y el murciélago frutero común.
Otras especies registradas en la depresión Momposina son: jaguar, oso hormiguero, osito perezoso, mico tanto de noche caribeño como maicero, mono marimonda, tití cabeciblanco, zorro acuático, guagua, venado y puercoespín arborícola. Entre las endémicas de Colombia están: capuchino de frente blanca, rata espinosa arborícola colombiana, rata espinosa de Boyacá, tití cabeciblanco y conejo (Sylvilagus sanctaemartae). El jaguar, el tatabro y la danta han perdido la mayor parte de su hábitat, por lo cual se consideran extinguidos en algunas localidades, en donde se dice que huyeron para la montaña.

El ponche (Hydrochoerus isthmius) vive en grupos en los humedales, donde llevan un estilo de vida parcialmente acuático. Sus narinas están en la parte superior de la cabeza, para que cuando salgan del agua a respirar pasen desapercibidos.

Durante la temporada de anidación, que va de mediados de enero a junio, las iguanas (Iguana iguana) construyen sus nidos a orillas de los ríos o de las ciénagas. Iguana hembra juvenil.
La herpetofauna
Los anfibios y reptiles que constituyen la herpetofauna desempeñan un papel importante en la cadena trófica. Las tortugas controlan poblaciones de plantas acuáticas, algas, insectos, renacuajos y alevinos que forman parte de su dieta; a su vez, los huevos son consumidos por aves y mamíferos, los juveniles sirven de alimento a aves rapaces e iguanas, y los adultos son presa de babillas, lobos polleros, cánidos y felinos. Además, generan bioturbación de los suelos cuando cavan para poner los huevos, se entierran para pasar el verano, o buscan su alimento en la tierra. Su papel en el flujo de energía y nutrientes en los cuerpos de agua y en el mantenimiento de la calidad del agua es importante para la estructura y dinámica de los ecosistemas. Los reptiles, por su parte, cuando son neonatos controlan poblaciones de invertebrados, y en edades adultas, de peces y roedores; algunos estimulan el desarrollo vegetal al comer las hojas de los árboles y dispersan semillas cuando consumen sus frutos.
Los anfibios dependen más de la humedad para sobrevivir y reproducirse que los reptiles, que están recubiertos de escamas queratinizadas que los protegen de la deshidratación, y depositan sus huevos en medios secos y terrestres. Colombia es el segundo país del mundo en riqueza de especies de anfibios (883) y el quinto en reptiles (743); sin embargo, el último estado del arte de Urbina et al. (2023) indica que aún faltan muchos estudios sobre ecología y conservación de algunos grupos como las cecilias, las salamandras y las culebrillas ciegas.
Entre los anfibios existen distintos órdenes, uno de los mejor representados en la depresión Momposina es el Anura, que incluye una gran variedad de sapos y ranas. En Chimichagua, dentro del área de la ciénaga de Zapatosa, el Instituto Humboldt y Ecopetrol encontraron 15 especies de 4 familias: Bufonidae, Hylidae, Leptodactylidae y Ranidae. Entre ellas están la ranita amarilla, la rana platanera, la rana túngara, el sapito carretero y el sapo rojo. En el corregimiento de El Botillero, aledaño a la ciénaga de Chilloa en el municipio de El Banco, se reportaron 20 especies, 19 de las cuales eran del orden Anura y una del Gymnophiona. En los humedales de La Mojana, el Instituto Humboldt y la Universidad de Córdoba clasificaron 16 especies de anfibios, cuya abundancia y localización fue variando a lo largo del año por los cambios en los niveles del agua.
En los 3 estudios se analizaron respectivamente 18, 26 y 16 especies de reptiles que se clasifican en 4 órdenes, 3 de ellos representados en la depresión Momposina: Crocodylia, Squamata y Testudines. El orden Crocodylia incluye grandes predadores semiacuáticos como el caimán y la babilla; el Squamata (escamosos) incluye lagartos, camaleones, iguanas, serpientes y culebrillas ciegas, y el Testudines (tortugas) está compuesto por especies de tronco ancho y corto, y sus órganos internos están protegidos por un caparazón al que se adhiere su columna vertebral; sus especies son muy sensibles a la temperatura externa y se desplazan lentamente, lo cual las hace especialmente vulnerables a alteraciones ambientales y a la predación por parte de otros animales y de los humanos.
Crocodylia: los grandes reptiles
El caimán y la babilla son los dos grandes reptiles presentes en la depresión Momposina. El caimán es sin duda el más imponente y el que genera mayor sensación de peligro para los pobladores, que no dudan en sacrificarlo, pues además de su carne, sus huevos y su aceite son altamente apreciados. En 1509 el cronista español Fray Pedro Simón contaba que en Mompox se sacrificaban 30 000 cocodrilos al año para obtener un aceite ideal para alumbrar las galerías de las minas de oro y los barcos que cruzaban el Atlántico.
La falta de investigaciones hace difícil precisar el tamaño de la población de caimanes en Colombia y su estado de conservación; lo que sí se sabe es que el área potencial para esta especie, que está por debajo de los 500 msnm, es de 221 464 km² según los estudios hechos por Sergio A. Balaguera-Reina, de la Universidad Texas Tech y sus colegas del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Panamá. Sin embargo, dado que una gran parte está transformada, la zona efectivamente habitable se reduce a 10 856 km² de cuerpos de agua y 61 286 km² de zona terrestre de amortiguamiento.
En la depresión Momposina todavía se les ve escondidos en las playas, en los remansos de los ríos, en las ciénagas, en madrigueras subterráneas o en montículos de hojarasca en descomposición. Las hembras excavan huecos en las playas arenosas o en los montes cercanos a las orillas de los ríos para depositar sus huevos, y en cada postura pueden quedar más de 40 huevos que tendrán que esperar entre 75 y 90 días para eclosionar, según el grado de exposición al sol. Los neonatos se agrupan en aguas someras bajo el cuidado materno y se alimentan de insectos, cangrejos, anfibios y pequeños peces; los adultos incluyen en su dieta peces, crustáceos, moluscos, iguanas, babillas y mamíferos. En cinco años, un juvenil puede alcanzar 1,5 m de largo y al llegar a la edad adulta puede medir 5 o 6 m si es un macho y 4 m si es una hembra. Como depredador que está en la cima de las cadenas alimenticias, el caimán contribuye a controlar poblaciones de algunos mamíferos, peces y anfibios, y a mantener la estructura y la funcionalidad de los ecosistemas.
La babilla habita los ríos, caños y ciénagas de corrientes lentas. Este reptil diurno, presente desde México hasta Brasil, llama la atención de los campesinos por su inteligencia y por la fuerza de sus mandíbulas. Se alimenta de peces, moluscos, anfibios, animales que viven en los bosques de ribera y carroña; son indicadores de la presencia de otros animales y de la calidad del agua. Las babillas preparan sus nidos con material en descomposición en los bosques de ribera. Desovan durante todo el año y el período de incubación es de 73 a 75 días.

La babilla (Caiman crocodilus) es un reptil carnívoro que habita en las madreviejas y otros humedales de tierras bajas. Los machos alcanzan a medir 2,5 m y las hembras, que hacen sus nidos con vegetación seca y barro, llegan a 1,4 m.

Este guataquí hembra (Basiliscus basiliscus) no tiene el crestón que distingue al macho. En el día forrajea cerca a los ríos, caños y ciénagas, y en la noche se percha en la vegetación circundante para protegerse de los depredadores.
Squamata: los pequeños reptiles
La iguana es una de las especies más conspicuas en la depresión Momposina; tiene un amplio rango de distribución en América, pues se la puede encontrar desde México hasta Paraguay, lo mismo que en algunas islas del Caribe. En la edad adulta vive en lo alto de los árboles y de juveniles en arbustos, y solo baja para trasladarse de un lugar a otro, beber agua o poner sus huevos sobre suelos arcillosos o arenosos de áreas soleadas y abiertas; la temporada de anidación va de enero a junio, y en cada nidada ponen unos 29 huevos que tienen un éxito de eclosión alto si logran evitar el pisoteo del ganado. Estos herbívoros, que cumplen una importante función en el ecosistema como dispersores de semillas, se ven en grupos cerca de los ríos y ciénagas; sin embargo, la densidad de su población en la depresión Momposina es baja, según estudios realizados en áreas protegidas donde su hábitat no se ha transformado.
Además de la iguana, este orden está representado por muchos camaleones y lagartos, entre ellos: lagartija metálica, lagarto, abaniquillo colombiano de la hierba, anolis de Gaige, lobo pollero, lagartija azul, lagarto coliazul, túqueca, machorrito y gecko en sus variedades cabeza amarilla, doméstico manchado y cola de nabo.
Las serpientes también son muy variadas en la región; entre ellas están: bejuca, látigo, de tierra rayada, falsa boa, coral falsa, mapaná de agua, bejuquilla, mapaná rabiseco, terciopelo, coral macho, falsa mapaná y boa en sus variedades de árbol común y arco iris; además de las culebras jueteadora, bandeada, bejuquilla verde y encendida de Cálico.
Testudines: las tortugas
En Zapatoca y Villa de Leyva se han encontrado los fósiles más antiguos de tortugas en Colombia; representan especies que vivieron hace unos 130 millones de años, pero su origen en el mundo se remonta a finales del Triásico, hace 220 millones de años. De esos antiguos reptiles que habitaron el planeta han sobrevivido 322 especies: 7 marinas y 315 continentales. Colombia, con 33 especies (5 marinas y 28 terrestres o de agua dulce), es el séptimo país del mundo en riqueza de tortugas junto con Myanmar (Birmania) y Vietnam, y el segundo en Suramérica después de Brasil.
Las tortugas continentales de Colombia pertenecen a 7 familias: Podocnemididae, Emydidae, Geoemydidae, Testudinidae, Chelydridae, Kinosternidae y Chelidae, la más rica en especies, con 8 de ellas. De las 28 continentales, 3 son endémicas: la inguenza del Chocó en el Pacífico, la montañera o carranchina en el Caribe, y la del río Magdalena en el Caribe y en la cuenca del Magdalena. La región del país más rica es la cuenca del Amazonas, con 15 especies, seguida de la cuenca del Orinoco con 14, la región Caribe con 11, la región Pacífico con 7 y la cuenca del Magdalena con 8.
En la depresión Momposina se han encontrado 7 especies: la tortuga montañera o carranchina, el tapaculo o culitapa, la del río Magdalena, la hicotea o galápago, el morrocoy, la palmera y la chibirí.
La montañera o carranchina, de la familia Chelidae, es pequeña, vive en pozos, quebradas, arroyos y corrientes lentas con vegetación; en la noche se desplaza por los cuerpos de agua donde se alimenta de caracoles, crustáceos, insectos acuáticos, renacuajos, ranas, alevinos y pequeños peces, aunque a veces consume material vegetal. Cuando sale del agua busca refugio en la hojarasca, en las raíces de los árboles o de matorrales espinosos. Sus huevos son depredados por la zorra manglera y el lobo pollero, los juveniles por aves acuáticas y de presa, y los adultos por la babilla y pequeños carnívoros.
La tapaculo o culitapa, de la familia Kinosternidae, tiene dos subespecies: Kinosternon leucostomum leucostomum y K. leucostomum postinguinale, ambas presentes en la región. En su edad adulta no mide más de 17 cm y tiene caparazón liso y abombado de color café oscuro o café amarillento. Al igual que la montañera, es nocturna y omnívora pues se alimenta de invertebrados, pequeños vertebrados, partes de plantas y carroña; prefiere vivir en aguas mansas y fangosas, y durante el día se esconde bajo las ramas que caen al agua o en los huecos de las riberas, donde se protege de predadores como cocodrilos, babillas, lobos polleros, águilas y halcones.
Otra tortuga de la familia Kinosternidae presente en la depresión Momposina es la chibirí, de caparazón oval con color que varía de café claro a negro y permanece en aguas oscuras y pozos alejados de los grandes ríos; los machos tienen una cola larga y prensil con una espina terminal semejante a la de un escorpión. Produce pocos huevos, pero tiene más nidadas durante el año; es carnívora y carroñera pero también consume frutos, semillas, flores y plantas acuáticas. Los adultos son depredados por grandes felinos, aves rapaces y lechuzas.
La palmera u orito es una tortuga de la familia Geoemydidae que tiene una amplia distribución en Colombia por debajo de los 500 msnm. Su caparazón, de 29 cm, es ovoide y de color negro, parduzco u oliva oscuro, y sus patas son amarillas con líneas y manchas negras. Habita caños, ciénagas, arroyos, ríos y pantanos y se refugia entre raíces y hojarasca o bajo la vegetación acuática; se alimenta de plantas acuáticas, pero sale a buscar pasto, semillas y frutas. Sus nidadas tienen entre 1 y 3 huevos, y el período de incubación registrado en cautiverio ha sido de 85 a 141 días.
La tortuga del río Magdalena, de la familia Podocnemididae, está distribuida en las cuencas de los ríos Sinú, San Jorge, Cauca y Magdalena. Las hembras pueden alcanzar los 8 kilos de peso, y su caparazón 50 cm. Su hábitat son los ríos, caños, ciénagas y sus planos de inundación, donde se la ve asoleándose, sola o en grupos, sobre los barrancos, playas y árboles caídos, y aunque en sus estómagos se han encontrado restos de insectos y caracoles, se considera herbívora. Anida en los meses secos y en cada postura deposita entre 10 y 40 huevos que se incuban en un promedio de 59 días a una temperatura alredeor de 32,8 °C, la cual incide en el tamaño, la conformación y la tasa de crecimiento de los neonatos durante sus primeros meses de vida. Muchas veces sus nidos son infestados por hongos e insectos o son depredados por lagartos, perros y cerdos.
La morrocoy pertenece a la familia Testudinae y se encuentra en el Caribe, en la cuenca del Magdalena, en el Orinoco y en el Pacífico. Su caparazón puede alcanzar los 51 cm, es alto y abombado, de fondo negro, con machas amarillas, naranjas o rojizas en medio de cada escudo vertebral. Es diurna y terrestre, vive en el bosque seco tropical y ocasionalmente en los bosques húmedos, en donde se alimenta de frutos del bosque, flores y otras partes de las plantas; también puede consumir insectos, lombrices, caracoles, hongos y carroña. Es considerada como una gran dispersora de semillas. Se sabe que entra en celo durante los meses de lluvias —abril a junio—, que presenta de 2 a 5 posturas por temporada, y que en cada nidada pone de 2 a 7 huevos. Esta tortuga estiva durante todo el verano, ya sea bajo el fango, las piedras o la vegetación, o escondida en madrigueras.
La hicotea o galápago, de la familia Emydidae, tiene una cabeza grande y caparazón verde brillante con manchas negras en cada escama marginal; vive en cuerpos de agua permanentes con poca corriente o en ciénagas y pantanos, y su alimentación es omnívora. Cuando llega el verano comienza a salir del agua para depositar sus nidadas en los suelos húmedos de las orillas de las ciénagas; en cada nido pone entre 1 y 22 huevos, con un promedio de 9, pero casi la mitad serán depredados, y de los que quedan apenas un poco más del 50 % logra eclosionar después de 52 días. El éxito reproductivo depende en buena medida de la temperatura del nido, y es mayor cuanta más alta sea la temperatura; esta también influye en el sexo, pues cuando es de 31,7 °C en promedio, es muy probable que todas sean hembras, que al llegar a la edad adulta serán más grandes que los machos —pueden alcanzar 35 cm de longitud y 7 kg de peso—. Los nidos y huevos tienen depredadores como los cerdos, que son capaces de olfatearlos cuando empieza el desarrollo embrionario, y los olores emitidos por los flujos de las hembras y los huevos son más evidentes. El lobo pollero, el armadillo, el cusumbo, las garzas, la babilla y las aves rapaces también se deleitan con las nidadas.

En nuestro planeta han sobrevivido 322 especies de tortugas. En Colombia se han identificado 28 tortugas continentales, de las cuales 3 son endémicas. Tortuga del río Magdalena (Podocnemis lewyana), endémica de Colombia y catalogada «En Peligro» por la uicn.