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El agua que cae y se estrella contra rocas dispuestas sin orden, teñidas con matices de verdes, ocres y amarillos, es una hermosa manifestación de la naturaleza. Caño Cristales, Serranía de La Macarena.
En una caída de agua se pone de manifiesto la enorme energía que puede adquirir el agua por la fuerza de la gravedad.
Caída de agua en forma de cuenco o palangana. Las Tres Marías, Bahía Málaga, Valle del Cauca.
Cascada con peldaños estrechos en la Reserva de Aguas de Manizales.
Caída en forma de cordón, Sierra Nevada de Santa Marta.
 
CAPÍTULO 2

LA BELLEZA DE LO SIMPLE

 

Un salto, una catarata o un raudal —los más comunes de los que conocemos— son simplemente agua sometida a la más primitiva e implacable de las fuerzas de la naturaleza: la gravedad. La dinámica de la corriente, que se precipita entre riscos de diversas alturas y se estrella contra rocas dispuestas sin orden aparente y teñidas con matices de verdes, grises y ocres, conforma uno de los espectáculos más fascinantes de la naturaleza. Además, en una caída de agua se manifiesta de manera más clara que en los ríos, los lagos o el mar, la enorme fuerza que se oculta tras cada pequeña gota de agua, que al actuar con la gravedad, logra producir algo tan grande y poderoso.

¿QUÉ TAN ALTA, QUÉ TAN LARGA, QUÉ TANTA AGUA?

Más allá de los conceptos de física hidráulica que explican y analizan los procesos asociados con las caídas de agua, es imposible hallar una definición adecuada del fenómeno, que satisfaga a la comunidad científica y a los amantes y fanáticos de las cataratas, cascadas, saltos y otras manifestaciones de las caídas de agua. Esto resulta extraño, si se piensa en la importancia que tienen estos lugares para la salud, el bienestar, la estética del paisaje, la generación de energía y el turismo, entre otros.

Según una definición poco fundamentada, una corriente de agua que se precipite desde una altura de por lo menos tres metros, por una pendiente de al menos 30 grados, es una caída de agua, pero ésta sólo es interesante y se destaca, si es lo suficientemente alta, larga y empinada y si tiene suficiente agua. Ante un espectáculo de la naturaleza como éste, cada persona puede resolver si merece el calificativo de catarata, salto, raudal o caída de agua.

Existe una enorme variedad de caídas de agua, tanto que no hay dos de ellas que sean iguales. Para clasificarlas y categorizarlas, algunos parten de los factores que les dan origen, otros del volumen de agua involucrado, otros de la altura y muchos se basan en los rasgos geométricos o en su valor escénico.

La categorización de las caídas, basada exclusivamente en la cantidad de agua que se precipita, aunque es en cierta forma la aproximación más científica, deja de lado consideraciones estéticas y escénicas, que, aunque subjetivas, son componentes cruciales para calificar este espectáculo de la naturaleza. El sistema clasificatorio basado en el volumen de agua fue ideado hace unos años por el norteamericano Richard H. Biesen y está diseñado primordialmente para torrentes con un fuerte componente vertical —cuando la mayor parte del caudal de agua cae libremente—. No tiene, por consiguiente, aplicación en caídas escalonadas, ni en las que el escarpe tiene poca inclinación o en las que la diferencia de altura es escasa con respecto a su longitud, como son los rápidos, los raudales, los toboganes y otras categorías.

El sistema mencionado establece la categoría de una caída de agua mediante una serie de operaciones matemáticas que calculan el volumen de agua, e involucran el caudal de la corriente, la altura de la caída, el tiempo que tarda una gota cayendo y la constante de la aceleración de la gravedad. El logaritmo natural del volumen promedio de agua —en términos de metros cúbicos— es cotejado con una escala de 1 a 10. Por ejemplo, las cataratas del Niágara, en Norteamérica, corresponden a la categoría 10, las del río Rin, en Suiza, a la 8 y el salto del Ángel, en Venezuela, a la 7.

IMPONENTES, PINTORESCAS

Aunque desde el punto de vista técnico-científico carece de toda fundamentación, la clasificación de las caídas de agua a partir de su geometría resulta muy apropiada si se pretende ahondar en los aspectos estéticos. Sin embargo, es preciso asumir la subjetividad inherente al hecho de que los criterios que se utilizan estén basados en la mera inspección visual y por lo tanto puedan generar desacuerdos y controversias. Esta clasificación reconoce una diversa gama de caídas de agua, pero cada cascada presenta sus particularidades y en ocasiones puede catalogarse en dos o más tipos.

  • Salto: el agua se precipita verticalmente sin tocar gran parte de la pared.
  • Cola de caballo: el torrente de agua tiene gran altura y se expande gradualmente en anchura durante la caída, manteniendo contacto con la cara de la pared en la mayor parte del trayecto.
  • Abanico: similar a la cola de caballo, pero el agua se desliza por la pendiente manteniendo consistentemente contacto con la pared y el caudal adopta un forma más trapezoidal.
  • Cuenco o palangana: el agua cae en un pozo más o menos circular, amplio y profundo; a veces se presentan dos o más caídas de agua sucesivas con sus respectivos pozos.
  • En escalera o escalonada: el torrente cae a lo largo de una pared más o menos vertical pero escalonada, con dos o más peldaños.
  • Segmentada: el torrente de agua se divide en dos o más segmentos que caen paralelamente, debido, por lo general, a la presencia de rocas que sobresalen en la cornisa o en la zona superior del escarpe. Esta categoría no es muy clara, pues en condiciones de bajo caudal el torrente puede concentrarse en un único cauce.
  • Cascada: el agua desciende por una superficie inclinada pero no del todo vertical; a veces presenta varios peldaños estrechos, dispuestos a manera de escalinata, lo que la puede asimilar a la categoría anterior.
  • Velo de gotas o de llovizna: un caudal muy pequeño se descuelga por una pared formando una cortina de gotas o hilos de agua que escurren sobre su superficie y se transforman en goteras al interceptar salientes de roca o vegetación.
  • Rectangular o de bloque: caída de agua clásica, que representa usualmente el desborde de un río relativamente ancho sobre un escarpe vertical de poca altura; por lo general, el ancho es mayor que la altura.
  • Catarata: similar a la rectangular o de bloque, pero de dimensión y caudal mucho mayores, a veces descomunales; suelen presentarse a lo largo de escarpes rectos o curvilíneos de decenas y cientos de metros de longitud que separan dos planos suavemente inclinados; el río a veces se ensancha y desparrama antes de la caída, de modo que la catarata puede ser segmentada en dos o más caídas.
  • De talud o de pedregal: el agua fluye a lo largo de una pendiente con rocas sueltas que se han acumulado en la base de un escarpe; generalmente se presentan en combinación con otra de las categorías.
  • Deslizadero o rodadero: el agua fluye sobre una pendiente relativamente poco pronunciada y lisa, formando una lámina poco turbulenta.
  • Cordón: un pequeño caudal de agua que se descuelga desde una altura considerable por una pendiente más o menos vertical y forma un chorro delgado.
  • Rápido: corrientes de agua de mediano caudal que se aceleran ante un cambio en la pendiente del cauce y cuyo flujo es en gran medida interferido por bloques de piedra que crean turbulencia.
  • Raudal: similar al rápido, pero el volumen de agua comprometido es mucho mayor y su cauce más amplio.
  • Tobogán: el caudal se encajona y es forzado a fluir a través de un canal estrecho donde el agua es eyectada a gran presión; más que una caída, es un raudal.

La clasificación de los torrentes según la magnitud visual es resultado de apreciaciones subjetivas. Fue acuñada recientemente por el norteamericano Greg Plumb en su Catálogo de caídas de agua de ciertas regiones de los Estados Unidos y consiste en una escala logarítmica de 10, construida con base en la altura, el ancho, el volumen y la inclinación de la pendiente. Cada incremento de 10 en la escala, representa el doble en espectacularidad. Así por ejemplo, una caída de categoría 90 duplica en espectacularidad a otra de categoría 80.

Según este sistema, las caídas más altas y con mayor caudal tienen una calificación alta en la magnitud visual. Por el contrario, las caídas con escaso caudal o de paredes menos inclinadas obtienen calificaciones bajas, debido a que poseen o exhiben poca fuerza.

La calificación según el valor escénico es relativamente simple, pero le da gran peso a la estética del medio paisajístico donde se encuentra el torrente. De ese modo, les resta valor a aquellas caídas que, aunque imponentes por su caudal, altura o sonoridad, no son estéticamente muy atractivas debido a que el desarrollo de infraestructura o la contaminación han transformado sustancialmente o degradado su entorno natural. Este sistema emplea cinco categorías para establecer la calificación:

  • Altura: una caída puede obtener hasta 30 puntos, tres por cada 23,3 m de incremento en altura; caídas de más de 700 m de altura reciben automáticamente 30 puntos.
  • Ancho: un torrente recibe hasta 10 puntos por la anchura de la masa de agua que cae, uno por cada 50 m.
  • Escena: una caída obtiene hasta 20 puntos por su localización y los atributos paisajísticos de sus alrededores; es una categoría totalmente subjetiva.
  • Grandiosidad: una caída recibe hasta 20 puntos por la sensación de grandiosidad o imponencia que trasmite; corresponde, en cierta forma, a la calificación por Magnitud Visual.
  • Volumen: una caída obtiene hasta 20 puntos, uno por cada 100 m3/seg de incremento en el caudal; ríos con caudales superiores a 2.000 m3/seg obtienen automáticamente 20 puntos.

DISRIBUCIÓN DEL AGUA Y DE LAS CORDILLERAS

La distribución de las caídas de agua no es uniforme; de hecho, en grandes extensiones de algunos continentes no existen o son muy raras estas manifestaciones de la naturaleza. Es necesario que coincidan un terreno de topografía quebrada y una corriente de agua. Relativamente grandes porciones de la superficie terrestre son áreas desérticas o semidesérticas, donde las caídas de agua no existen. Las regiones polares, cubiertas por hielo, y las planicies y llanuras de zonas bajas son también poco favorables para el desarrollo de caídas de agua. No obstante, con excepción de la Antártida, éstas están presentes en todos los continentes.

La Tierra contiene un total de 1,39 billones de kilómetros cúbicos de agua, aproximadamente, de los cuales tan solo el 2,5% es agua dulce. Menos del 0,2% del agua dulce está presente en ríos y lagos, ya que la mayor parte se encuentra en los casquetes polares, en depósitos subterráneos y en la atmósfera. Además, en nuestro planeta las precipitaciones en forma de lluvia o nieve están desigualmente distribuidas, tanto espacial como temporalmente. Por ejemplo, Suramérica recibe alrededor del 26% de las lluvias que caen sobre los continentes, y el 78% de éstas lo hacen sobre la cuenca amazónica. Las precipitaciones en Asia representan el 36% mundial, en Europa el 8%, en América del Norte y Central el 15%, en África el 11% y en Australia y Oceanía menos del 5%. Un promedio de 317.000 m3 de agua están disponibles anualmente en cada kilómetro cuadrado de tierra, pero las variaciones son muy marcadas entre continentes; así, mientras que el promedio en Suramérica es de 672.000 m3 al año, en África es de tan solo 134.000 m3. A su vez, los promedios continentales enmascaran en gran medida las grandes variaciones que existen en el interior de ellos, entre los distintos países y aún en el interior de éstos últimos.

Complementariamente, existen en muchas áreas grandes variaciones temporales en la pluviosidad y en la cantidad de agua que fluye por las corrientes, de una estación a la otra o de un año al otro. En la India, por ejemplo, el 90% de las lluvias anuales cae durante los cuatro meses de duración de los monzones, entre junio y septiembre. Los caudales de algunos grandes ríos de Asia, como el Ganges y el Mekong, como también los de varios de África y América del Sur, varían ostensiblemente a lo largo del año.

Por otro lado, la distribución de las cordilleras y montañas tampoco es homogénea sobre la tierra, como tampoco la de las fallas y otros rasgos geológicos que crean los gradientes de altitud necesarios para que se presenten caídas de agua. Sin embargo, aunque la cantidad de torrentes que fluyen por terrenos de fuerte inclinación es mucho mayor en regiones surcadas por grandes cordilleras, como Los Andes, el Himalaya, los Alpes y Escandinavia, la mayoría de las caídas más conocidas en el mundo por su altura, caudal y espectacularidad escénica se hallan en montañas aisladas o en parajes en los que la topografía predominante es relativamente plana y están alejados de grandes masas montañosas.

LAS CAÍDAS DE AGUA MÁS FAMOSAS DEL MUNDO

Existe un selecto grupo de caídas del agua que compiten por ocupar los primeros lugares en el escalafón mundial de los atributos y características medibles y objetivas, como la altura, el caudal y la anchura. No obstante, también hay un sinnúmero de ellas que rivalizan por ostentar el primer lugar en belleza, majestuosidad e imponencia, por ser la más pintoresca o la más fotogénica, atributos estos de carácter subjetivo.

El Salto del Ángel, llamado en lengua indígena Kerepakupai-merú —cayendo desde lo más profundo—, es la caída de agua más alta del mundo. Se localiza en el Parque Nacional Canaima, en el suroriente de Venezuela, y se precipita desde una altura de 978 m, la mayoría en caída libre, desde una empinada meseta conocida como el Auyantepuy o La montaña del diablo, una estructura erosionada de la antiquísima formación geológica de Roraima. Fue bautizada en memoria del aviador Jimmy Ángel, quien en 1937 aterrizó su aeroplano sobre la meseta. La existencia de la caída de agua se considera una paradoja, pues no es producida por una corriente de drenaje convencional, sino que es generada por las copiosas lluvias que caen desde una nube de condensación que está casi permanentemente estacionada sobre la meseta. El Salto del Ángel y el Auyantepuy están generalmente inmersos en la bruma producida por la nebulización del agua durante la caída, por lo que el lugar adquiere una atmósfera misteriosa. En inmediaciones del Auyantepuy se encuentran otras mesetas aisladas similares o tepuyes, desde cuyas alturas se descuelgan otros saltos de agua igualmente imponentes, aunque de menor altura: Golondrina, Del Sapo, Ucaima, Wadaima y Hacha, entre otros.

Otras caídas de agua que se destacan por su gran altura son las cascadas de Tugela, en el Parque Nacional Royal Natal de la provincia sudafricana KwalaZulu-Natal, de 948 m y cinco peldaños, el Salto de Gocta, en Perú, de 771 m y con doble torrente, la cascada múltiple de Kjelfossen, en el valle de Nærøy, en Noruega, de 755 m y el salto triple de Yosemite, en California, USA, de 739 m.

Entre las caídas de agua más amplias o anchas del mundo, en tal caso denominadas cataratas, se destaca la de Iguazú —“agua grande”, en lengua guaraní—, localizada en el límite fronterizo entre Brasil y Argentina; se extiende 2.700 m a lo largo del canto de un escarpe de unos 80 m de altura por el que fluye el caudal del río Iguazú que lleva un torrente de aproximadamente 1.700 m3 por segundo y está dividido en dos secciones por la isla San Martín.

Las cataratas de Victoria, llamadas originalmente Mosi–oa–Tunya —humo que truena— por los nativos de la tribu Kololo, se sitúan entre Zimbawe y Zambia, en África. Allí, el caudal del río Zambezi, que es de aproximadamente 1.000 m3 por segundo, se explaya por un cauce de 1.700 m de ancho y se descuelga por una pared vertical de 108 metros de altura, dentro de una estrecha garganta; la neblina producida por esta caída puede apreciarse a varios kilómetros de distancia.

Las cataratas del Niágara —“trueno de agua” en lengua iroquesa— son generadas por el río del mismo nombre que comunica dos de los Grandes Lagos de América del Norte, en la línea que divide los estados de Ontario, Canadá y Nueva York, Estados Unidos; estas cataratas están separadas en tres secciones: la Herradura, del lado canadiense y las Lupas Americanas y el Velo de Novia, del lado estadounidense. El caudal total es de 2.400 m3 por segundo y la Herradura es la catarata de mayor volumen, la más alta —53 m— y la más ancha —790 m—, en tanto que la caída de las otras dos no sobrepasa los 30 m de altura y tiene 320 m de ancho.

Puede decirse que las que fueron las caídas de agua más caudalosas del mundo están actualmente extintas, pues dejaron de existir hace algunas décadas debido a la construcción de grandes obras de ingeniería para aprovechamiento hidráulico. Los Saltos del Guairá o Saltos de Sete Quedas, la más caudalosa de las caídas de agua conocida, consistían en una serie de siete grandes cataratas principales y otras 11 menores formadas por el río Paraná, entre Paraguay y Brasil, por las que se precipitaban cerca de 50.000 m3 de agua por segundo hasta que, en 1982, toda el área fue inundada para la construcción de la represa de Itaipú.

Las caídas de agua de mayor caudal en la actualidad son los raudales Inga y Chutes de Livingstone, del río Congo, en África, por donde discurren caudales promedio de 42.476 y 35.000 m3 por segundo por largos trechos, con 96 y 40 m de desnivel, respectivamente. Sin embargo, las verdaderas caídas de agua —con gradiente vertical mucho más pronunciado— de mayor caudal, son las cascadas segmentadas de Khone, formadas por el río Mekong, en Laos, Asia, por cuya pendiente de 21 metros de altura se precipita un volumen de agua promedio de 11.610 m3 por segundo. De lejos le siguen el Salto Pará del río Caura, afluente del Orinoco, en el Estado de Bolívar, Venezuela, con 3.500 m3 por segundo, y las cataratas del Niágara, con sus 2.400 m3 por segundo.

 
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