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CAPÍTULO 8
LA RECUPERACIÓN DE
UN GIGANTE
Los
primeros pobladores que se asentaron en las riveras del
río Magdalena desarrollaron la horticultura de
la yuca y el maíz, inventaron la cerámica
y mejoraron los artefactos para las faenas de pesca; sin
embargo nunca llegaron a deteriorar el ambiente gracias
a su baja densidad de población y al respeto que
tenían por la naturaleza.
En épocas recientes la cuenca ha concentrado la
mayor parte de la población colombiana. Las comunidades
indígenas que habitaron el Macizo Colombiano, el
altiplano cundiboyacense, la depresión momposina,
el complejo de ciénagas del Dique, la Cienaga Grande
y la Sierra Nevada de Santa Marta, tuvieron altas densidades
de población y más tarde, durante la etapa
colonial, ciudades como Mompox, Mariquita, Honda y Neiva
fueron los centros que impulsaron el desarrollo económico
del virreinato. En la actualidad, la cuenca está
habitada por más de 34 millones de personas —el
80% de la población del país—.
A lo largo de los siglos los habitantes han transformado
el entorno con sus actividades extractivas y productivas
y han alterado más del 70% de sus hábitats
naturales, el 25% de estos se encuentra medianamente alterado
y menos del 5% aún conserva sus características
originales.
El análisis de la distribución de la ocupación
humana y de sus actividades económicas, muestra
una clara tendencia hacia el incremento de la población
y la concentración en núcleos urbanos, lo
cual agudiza el impacto sobre los ecosistemas. Las descargas
de efluentes de industrias y de alcantarillados y los
vertimientos de residuos sólidos y de aguas sin
tratamiento, ocasionan el deterioro de la calidad del
agua. Más del 80% de las cabeceras municipales
se abastecen de quebradas o arroyos y no cuentan con sistemas
de tratamiento ni formas para almacenar el agua, por lo
que enfrentan el riesgo de perder la continuidad del abastecimiento.
Con base en proyecciones a 15 y 25 años y en el
supuesto de que no se pongan en práctica medidas
de conservación y ordenamiento ambiental, un alto
porcentaje de los municipios y poblaciones urbanas llegarán
a tener alto grado de desabastecimiento; se estima que
para el año 2025 y en condiciones hidrológicas
secas, 115 municipios con una población total de
24 millones de habitantes, sufrirán por la escasez
de agua.
En el año 2000 la generación estimada de
residuos en la cuenca fue de 6.376.077 toneladas, —
87% del total del país—; las ciudades con
mayor producción fueron: Bogotá, Medellín,
Cali, Barranquilla, Pereira, Bucaramanga, Cartagena, Santa
Marta, Manizales y Sincelejo. Estas ciudades presentan
una tendencia al aumento en la cantidad de residuos, que
en el 2050 podría ser de 12.367.454 toneladas.
Aunque las ciudades más importantes del país
han implementado plantas de tratamiento como la del Salitre
en Bogotá, San Fernando en Medellín y Cañaveralejo
en Cali, cerca del 90% de los municipios de Colombia carecen
de esta tecnología.
Otros factores que afectan la calidad del agua son la
lixiviación de los rellenos sanitarios, los derrames
de hidrocarburos y la contaminación industrial
por descargas de grasas, aceites, solventes, plomo, cromo,
mercurio, cadmio y cianuro. Una de las actividades que
produce mayor contaminación es la extracción
de oro que se realiza principalmente en el bajo Cauca,
Córdoba y el sur de Bolívar; se estima que
en 1996 se usaron 108 toneladas de mercurio, de las cuales
el 50% pasaron a las ciénagas cercanas; 235.4 toneladas
de cianuro y 48.3 millones de toneladas de residuos sólidos,
de los cuales el 53.5% se enterraron y el 46.5% se descargó
en corrientes y ciénagas cercanas a los sitios
de explotación.
Los procesos utilizados en la extracción del petróleo
y sus derivados, alteran el contenido de oxígeno
disuelto —esencial para las formas de vida acuáticas—,
así como la salinidad y la temperatura del agua.
Los efectos ambientales de la producción y distribución
de hidrocarburos se manifiestan especialmente en la zona
del Bajo Magdalena, en las ciénagas Talaigua, Zenón
y El Limón de la Depresión Momposina; en
el complejo cenagoso de San Silvestre, cerca de Barrancabermeja
y cerca de las axplotaciones del Magdalena Medio y Alto.
Otro grave problema de la cuenca del Magdalena es el de
la contaminación producida por herbicidas —plaguicidas
y fungicidas—, que afectan tanto las aguas superficiales
como las subterráneas. El uso intensivo de estos
compuestos, conlleva serios riesgos para los recursos naturales
y para la salud humana puesto que son sustancias químicas
altamente tóxicas y carcinógenas que pueden
llegar a alterar el sistema reproductor de las especies.
El altiplano cundiboyacense, Huila, Tolima, Cauca, Valle
del Cauca, el Eje Cafetero y las zonas cenagosas de Fundación
y Cesar, son los sectores donde se registra mayor uso de
plaguicidas.
Colombia utiliza la mayor cantidad de fertilizantes por
hectárea de toda la América Latina, con
un total de 94 kg por hectárea, mientras que el
promedio es de 59 kg y en países como Argentina
llega a 11, lo cual demuestra la alta participación
de la agricultura en los procesos de degradación
ambiental y enfatiza la necesidad de dar prioridad a las
medidas preventivas y correctivas relacionadas con la
producción agropecuaria.
En la cuenca también se presentan procesos importantes
de desertización, erosión y remoción
en masa, que resultan del uso ineficiente del medio natural.
De 274,464.4 Km2, el 21%, es decir 58,056 Km2
se han convertido en zonas áridas. Cerca de un
5% —3.038 km2— de esta zonas tienen
un índice de escasez de nutriente entre alto y
medio alto y para el año 2025 se pronostica que
el área desertizada será de 22.701.
La tala de los bosquea de galería para convertirlos
en pastizales, ha contribuido en gran medida a la inestabilidad
de los suelos y diques ribereños, especialmente
en el Alto y Medio Magdalena, donde predomina una topografía
con pendientes altas, susceptibles de deslizamientos.
La situación forestal en la cuenca Magdalena-Cauca
ha soportado una explotación que condujo al empobrecimiento
de los bosques naturales. Los mayores centros madereros
están en los departamentos de Nariño, Valle,
Chocó, Antioquia, Bolívar y Santander. Otra
causa de la pérdida de cobertura vegetal, tiene
que ver con los cultivos ilícitos, realizados a
costa de la deforestación de ecosistemas relictuales.
La cuenca del Magdalena vierte al mar entre 140 y 250
millones de toneladas de sedimentos cada año, generados
por las cargas propias del río y por la erosión,
estimada en 330 toneladas por hectárea al año.
La carga de sedimentos es elevada; está afectando
la navegabilidad en algunos tramos del río y contribuye
a la degradación de ecosistemas naturales de gran
importancia biológica, como las ciénagas
y los arrecifes coralinos.
En el alto Magdalena, en Neiva, la carga de sedimentos
es del 10% del total de lo que el río vierte al
mar; a la altura de Honda es de cerca del 34% y en la
Depresión Momposina es del 66% al cual se le suma
el 34% aportado por el Cauca.
Durante el quinquenio 1979-1983, la producción
pesquera en los tres principales centros de la cuenca
del Magdalena fue de 14.225 toneladas métricas,
la más intensa realizada en aguas continentales
colombianas; Barrancabermeja aportó 30%, El Banco
35% y Magangué 35%. Sin embargo, la producción
de bocachico, uno de los principales recursos, que en
1978 fue de 38.256 toneladas, descendió en 1999
a 5.963 toneladas y en la actualidad se estima que no
superará las 3.500.
La pesca ha colapsado por la captura indiscriminada, la
obstrucción del sistema ciénaga-río,
la contaminación de las fuentes hídricas
y la construcción de embalses en riachuelos y quebradas,
especialmente fabricados por ganaderos y agricultores,
lo que obstaculiza los flujos naturales de agua. Así
mismo, la actividad pesquera basada en la explotación
simultánea de todas sus especies no es sostenible,
ya que desconoce las diferencias en las tasas de crecimiento
y mortalidad de cada especie y las condiciones óptimas
bajo las cuales se pueden desarrollar.
El Magdalena concentra el 80% de la movilización
de carga fluvial del país —2 millones de
toneladas por año— y del transporte de pasajeros
—600 mil—. Sin embargo, el sistema ha perdido
confiabilidad por la falta de inversión para la
utilización del río como vía de transporte;
se ha reducido su competitividad frente a otros medios,
a pesar de su reconocido potencial para tranportar a bajo
costo, mercancías de gran volumen o peso, lo que
se han traducido en una disminución gradual de
la carga transportada por el río, que ha pasado
del 6% de la carga total del país en 1970, al 1%
en la actualidad.
Para afrontar esta situación, se requieren grandes
esfuerzos en dragado y mantenimiento de las instalaciones
portuarias fluviales. Las soluciones deben encaminarse
a mantener la navegabilidad, a garantizar la permanencia
del ciclo de sus niveles y de los humedales asociados,
a atender el suministro de agua a los acueductos y a la
agroindustria de la región y a reducir al máximo
las descargas de sedimentos de fondo y en suspensión
a los estuarios.
En caso de que no se planifique con base en un modelo
de desarrollo sostenible, que reconozca la complejidad
del entorno natural, se puede repetir el caso de la Cienaga
Grande de Santa Marta, en la cual se cometió uno
de los mayores actos de destrucción del equilibrio
ecológico; a mediados del siglo XX se arrasaron
más de 300.000 ha de manglares y por lo tanto se
destruyó la más grande despensa piscícola
del país, para construir una carretera que taponó
todos los pasos de agua mar-ciénaga, lo cual obligó
a implementar el proyecto de restauración más
grande y complejo de toda la región, que tomó
más de diez años y su costo fue de 30.000
millones de pesos.
POLÍTICAS PARA LA RECUPERACIÓN DEL
RÍO MAGDALENA
El río Magdalena ha sido objeto de permanentes
evaluaciones y proyectos de desarrollo de la infraestructura.
Desde el punto de vista institucional se ha intentado
encontrar un esquema que permita atenuar los serios procesos
de deterioro de la cuenca y plantear esquems para su recuperación
a largo plazo.
En 1960 se creó la Corporación Autónoma
Regional del Valle del Magdalena para proteger y fomentar
el uso sostenible de bosques, agua, tierra y peces en
los departamentos que tienen riveras sobre el río
Magdalena. Sin embargo, la reducida asignación
presupuestal no permitió que la ésta cumpliera
con sus responsabilidades y finalmente fue liquidada,
lo que dio origen al Inderena, entidad que de 1969 a 1991,
tampoco logró resolver los problemas que afectaban
a la mayoría de recursos naturales y ambientales
de la cuenca.
La Constitución de 1991 creó la Corporación
del Río Grande de la Magdalena, Cormagdalena, que
incluye en su área de jurisdicción 115 municipios
ribereños con cerca de 5 millones de habitantes.
La Corporación tiene bajo su responsabilidad áreas
comunes con 11 departamentos y 13 Corporaciones Autónomas
Regionales.
A partir de la Ley 99 de 1993 se dispuso que el Ministerio
del Medio Ambiente sería el rector de la política
ambiental y las Corporaciones Autónomas Regionales,
en cuya jurisdicción hay municipios ribereños
del río Magdalena, ejercerían sus funciones
en coordinación con Cormagdalena y serían
sus delegatarias para garantizar el adecuado aprovechamiento
y preservación del medio ambiente, los recursos
ictiológicos y los demás recursos naturales
renovables de la cuenca fluvial.
En 1995 el Departamento Nacional de Planeación
formuló el plan para la recuperación y manejo
del Río Grande de La Magdalena, que buscaba mejorar
sus condiciones de navegabilidad, mantener la pureza y
la cantidad de las aguas, recuperar los recursos ictiológicos
y conocer sus características y dinámicas,
con el fin de mejorar la calidad de vida de los habitantes
ribereños.
Para recuperar la navegación permanente por el
Magdalena, el Gobierno Nacional propuso entregar en concesión
el mantenimiento del río en el trayecto Barrancabermeja-Calamar,
junto con los accesos al Mar Caribe por el Canal del Dique
y por la ruta Calamar-Barranquilla y estudiar la posibilidad
de entregar en concesión el tramo de 100 km entre
Puerto Berrío y Barrancabermeja. Las inversiones
contemplaban el dragado de 6.1 millones de m3 de sedimentos.
Esta labor se complementaría con el cierre de 125
brazos secundarios para encauzar el río y darle
la profundidad necesaria en aquellos puntos considerados
críticos.
Para avanzar hacia un proceso de mejoramiento gradual
de la calidad del río, la Corporación cofinanció
proyectos de saneamiento ambiental que contemplaron el
manejo y disposición final de residuos líquidos
y sólidos en los núcleos urbanos ribereños
que generaban los mayores índices de contaminación
en el río.
Para contrarrestar el deterioro pesquero del río
el Instituto Nacional de Pesca Artesanal, Inpa, fue comisionado
para ampliar la capacidad de generación, transferencia
y adopción de tecnologías encaminadas a
lograr una sostenibilidad en la producción. En
consecuencia, se hicieron algunos esfuerzos por fortalecer
la investigación para evaluar los sistemas de pesca
y se concentraron los esfuerzos hacia el ordenamiento,
caracterización, monitoreo y uso de dichos recursos
en el río Magdalena.
En el 2002 el Ministerio del Medio Ambiente implantó
la Política Nacional para humedales interiores
de Colombia. Su gestión requiere una aproximación
integral basada en criterios ecológicos, sociales,
económicos y culturales. Por su gran fragilidad
y por el efecto que pueden llegar a tener sobre otros
ecosistemas con los cuales tienen relaciones estructurales
y funcionales, es vital la aplicación del principio
de precaución.
Instituciones como el Ideam y la Universidad Nacional
realizaron una serie de estudios de caracterización
y diagnóstico que Cormagdalena define como «Estudio
de demanda y plan para la recuperación del transporte
fluvial en el río Magdalena».
Los estudios consideran que es económicamente factible
el desarrollo de la navegación fluvial en el tramo
comprendido entre Barranquilla y Cartagena, hasta Caucasia
en el río Cauca y Puerto Salgar en el río
Magdalena, con una extensión de 1.195 km. También
establece que el río Magdalena tiene una capacidad
potencial máxima de transporte de 550 millones
de toneladas al año, como vía navegable,
lo que equivale a siete veces la carga que en la actualidad
se moviliza por carretera, estimada en 81.0 millones de
toneladas.
De las propuestas consideradas para reactivar la navegabilidad
del río Magdalena, la más favorable permitiría
incrementar el flujo actual de 2.1 de toneladas al año
a seis millones de toneladas, en el transcurso del primer
año. A su vez, los puertos de Barrancabermeja,
Puerto Berrío, La Dorada y Puerto Salgar estarían
en capacidad de superar el movimiento de carga actual
del área portuaria de Barranquilla.
La condición básica para atraer parte de
la carga que en la actualidad se moviliza por carretera,
hacia el transporte fluvial, es la de garantizar a los
dueños o responsables de la carga —productores
o comerciantes—, la utilización del río
durante las 24 horas, los siete días a la semana.
Debe asegurarse el servicio fluvial de transporte bajo
buenas condiciones de confiabilidad, seguridad y el suministro
de servicios portuarios de calidad, como embarque, descargue
y almacenamiento, con especificaciones semejantes a las
que ofrecen los puertos fluviales de los países
desarrollados.
Para garantizar la navegabilidad del río es necesario
estabilizar el canal navegable mediante obras de ingeniería
y dotar de un sistema complementario de información
en tiempo real de las condiciones de navegación:
niveles, calados, posición del canal navegable,
que permitan su tránsito sin contratiempos.
Entre los aspectos más sobresalientes sugeridos
en los estudios para el ordenamiento y la zonificación
ambiental de la cuenca, llevados a cabo por Cormagdalena
y el Ideam en el 2002, se postula que se debe:
Fortalecer
los sistemas y el suministro de información sobre
los procesos naturales y su interacción con los
procesos socioeconómicos y culturales, para fundamentar
la toma de decisiones en la planificación y en
la política ambiental, social y económica.
Fortalecer los centros urbanos con ventajas comparativas
a nivel nacional, con el fin de mejorar la calidad de
vida de la población y minimizar las diferencias
existentes entre grandes metrópolis y ciudades
intermedias.
Desarrollar e implementar modelos de predicción
de niveles para navegación, en los tramos más
críticos, modelos hidráulicos para conocer
la distribución de los caudales a lo largo del
río y canales navegables y predecir los cambios
estacionales en el tiempo; modelos morfológicos
para la predicción de los cambios físicos
del cauce, socavación y depositación; modelos
físicos de erosión para determinación
de la pérdida de suelo y producción de sedimentos
en cuencas.
Implementar
programas de conservación en zonas identificadas
como de alta prioridad para alta montaña, humedales
y ecosistemas basales.
Establecer un sistema de evaluación permanente
del balance entre oferta, demanda y uso de los recursos.
Elaborar los estudios detallados de disponibilidad de
agua para los municipios ribereños, cuya fuente
de abastecimiento es diferente a los ríos Magdalena
y Cauca.
Evaluar y promover la adecuación de los sistemas
de acueducto de los municipios ribereños, para
disminuir el riesgo de desabastecimiento de las poblaciones
en épocas de estiaje y de fenómenos extremos
como el del niño.
Evaluar la vulnerabilidad de la población y la
infraestructura física, a los fenómenos
de remoción en masa, especialmente en la cuenca
Alta. Estudiar las cuencas Alta y Media en relación
con el fenómeno de inundaciones súbitas
e implementar modelos hidrológicos que soporten
los programas de prevención y avisos tempranos
a la comunidad para evitar pérdidas humanas y económicas.
Orientar las acciones para garantizar la sostenibilidad
del recurso agua y de las actividades que de él
dependen. Conservar y mejorar la oferta y disponibilidad
de agua mediante el ordenamiento del uso de los recursos
naturales y del recurso hídrico en particular.
Establecer lineamientos regionales para la formulación
de políticas, planes y programas de recuperación,
conservación y fomento de las especies de fauna
silvestre.
Desarrollar políticas de uso y explotación
sostenible tendiente a mejorar la economía de la
región, con base en la oferta minera de suelos
y tierras.
Promover investigaciones tendientes a mejorar las técnicas
actuales de aprovechamiento del recurso suelo —como
agricultura tecnificada— con el objeto de minimizar
el impacto adverso sobre los suelos y reducir los procesos
de degradación como desertización, erosión,
compactación y salinización, entre otros.
Para el sector rural se requiere implementar modelos de
desarrollo compatibles con las características
de sus ofertas ambientales, que estimulen la producción
interna de alimentos, la reforestación tanto de
conservación como de producción —bajo
el criterio de zona especial de manejo en el Magdalena
Medio—, la ampliación de los bienes intermedios
para la industria y por ende del empleo, los ingresos
de la población y la seguridad alimentaria, complementados
con la recuperación del recurso ictiológico
tradicional (nicuro, bagre, capaz, bocachico) con políticas
operativas de regulación, conservación y
apoyo integral a los pescadores.
Reorientar la actividad agropecuaria hacia modelos sostenibles,
mediante la identificación de cultivos aptos para
la zona, que incorporen las ventajas agroclimáticas
propias de la región y que ofrezcan viabilidad
económica y social.
Evaluar desde el punto de vista de la hidrología,
los proyectos de obras orientados a mantener la navegación,
de acuerdo con la probabilidad de obtener una condición
de estado constante y permanente de los canales navegables.
Fomentar
la implementación efectiva de las políticas
ambientales y el seguimiento a la normatividad ambiental
para mejorar la gestión y el acatamiento a ésta,
en el manejo de residuos, vertimientos y emisiones, orientados
a minimizar su generación, maximizar el aprovechamiento,
y garantizar las condiciones técnicas para su control
y disposición final.
El río Magdalena, que ha sido durante siglos el eje
del desarrollo económico y de la integración
social y cultural del país, debe ser, en adelante,
no solo un recuerdo que se evoca a través de imágenes,
de relatos de viajeros y de producción de riqueza,
sino una meta para alcanzar la integración de todos
los colombianos, una posibilidad desarrollo real que afiance
nuestro sentido de pertenencia y que impulse un verdadero
bienestar espiritual y material, basado en la valoración
de nuestra propia identidad.
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