La
gran diversidad geográfica de la cuenca del Magdalena
configura regiones naturales en las que durante más
de quince siglos, diversos grupos humanos han creado su
propia forma de adaptarse al medio.
Muchos de sus pobladores pertenecientes a la cultural
fluvial del Magdalena, aún conservan tradiciones
ancestrales heredadas de los Karib-Arawak, como la construcción
estratégica de sus casas sobre palafitos cerca
del río, las parcelas de cultivos de pancoger dependientes
de las aguas del Magdalena, la utilización de la
piragua, la pesca diaria y el sombrero vueltiao en fibra
vegetal. Sin embargo, en los espacios planos transformaron
el entorno selvático en praderas para la ganadería
y en inmensas plantaciones de arroz y algodón,
con lo que han generando enormes trastornos ecológicos.
DESARROLLO DEL ALTO MAGDALENA
Algunos pueblos aborígenes como los paeces de Tierradentro
o los coyaimas y natagaimas del piedemonte andino, lograron
sobrevivir al proceso de aculturación posterior
a la conquista y colonización españolas,
gracias a que se establecieron en resguardos; pero otras
etnias desaparecieron o se mezclaron con los colonos que
arribaron a la región en busca de oro y de indígenas
para trabajar en las minas, las haciendas y los obrajes.
Además de las encomiendas que se repartían
la mano de obra, durante la colonia se fundaron pueblos
para el adoctrinamiento, como Timaná en 1538 y
ciudades como sede del gobierno, que para el caso del
Alto Magdalena fue Neiva en 1539. Otras fundaciones se
localizaron en puntos intermedios de los caminos reales
que comunicaban con la Gobernación de Popayán
y el occidente del país, como La Plata (1550),
Ibagué (1550) y Coyaima (1540).
El territorio del norte del Tolima dependía del
corregimiento de Mariquita, fundado en 1551 en una región
rica en yacimientos de oro y plata, cuya explotación
le dio prosperidad durante toda la colonia. Otra villa
importante fue Honda, fundada en 1560, que por su localización
se convirtió en el principal puerto del interior,
a donde llegaban por el río las mercancías
de España, que luego se transportaban por los caminos
reales hacia Santa Fe de Antioquia, Santa Fe de Bogotá,
Popayán y Quito; también fue el puerto de
embarque de las riquezas americanas hacia Europa.
Los indígenas ribereños, casi todos de filiación
lingüística Karib, opusieron una feroz resistencia
y atacaron las poblaciones “blancas” del valle
y a los viajeros y comerciantes que transitaban por el
río o por caminos reales. Fue entonces cuando los
conquistadores, al mando de Don Juan de Borja, establecieron
fuertes militares construidos con todas las especificaciones
tecnológicas dictadas por la Corona, desde donde
dieron golpes certeros a la población pijao comandada
por el Cacique Calarcá, en una campaña militar
que se prolongó por quince años, entre 1710
y 1725.
Alrededor de estas primeras fundaciones militares en las
vastas extensiones del valle, antes dominadas por indios
panches y pijaos, se establecieron hacendados, encomenderos,
comerciantes, mineros y artesanos españoles. Con
la paulatina disminución de la población
aborigen aumentó el mestizaje y a partir de las
capillas de las grandes haciendas, que adquirieron el
rango de curatos, surgieron poblados como Yaguará
(1734), Espinal (1760), Chaparral (1769), Alpujarra (1771),
Guamo (1772), Carnicerías (1774), Palermo (1774),
Ambalema (1776), Ataco (1778) y Cunday (1794).
La expansión del cultivo de tabaco se generalizó
entre el campesinado indio y mestizo en la margen occidental
del río Magdalena, entre las poblaciones de Coello
y Honda, ciudad que desplazó a Mariquita en el
siglo XVIII de su condición de centro económico
y administrativo provincial, debido a que allí
se establecieron, hacia 1780, la Real Fábrica de
aguardiente y las oficinas del ramo de tabacos.
La pauta de poblamiento en 1810, definía claramente
la forma de ocupación de la zona plana de tierra
caliente desde Honda hasta Neiva, donde se consolidó
el concepto de calentano, una forma especial de vida que
cobijaba tanto a la población rural como a la de
los núcleos urbanos.
En 1824 se creó el nuevo ordenamiento territorial
republicano, que consistía en departamentos, provincias
y cantones. El departamento de Cundinamarca estaba integrado
por las provincias de Bogotá, Antioquia, Neiva
y Mariquita; bajo la jurisdicción de Neiva quedaron
los cantones de Purificación, La Plata y Timaná
y bajo la de Mariquita, los de Honda, Ibagué y
La Palma.
A mediados del siglo XIX la principal arteria de comunicación
del país era el río; entre Neiva y Honda
navegaban chalupas, piraguas y champanes y desde Honda
hasta la costa Atlántica, buques a vapor; los puertos
se comunicaban con el interior por medio de caminos coloniales
y a partir de estos se desarrollaron diversos frentes
de colonización.
La explotación y comercialización de la
quina, entre 1850 y 1875 aceleró los procesos de
colonización de la cuenca alta del Magdalena, al
establecer cinco frentes: sobre la franja occidental de
la cordillera Oriental se crearon el de Icononzo a Alpujarra,
el de Colombia a Algeciras y el de Gigante a Suaza y en
el Macizo Colombiano, por la vertiente oriental de la
cordillera Central, el de San Agustín a Santa María
y el del Alto de la Churruca al río Guarinó.
Entre 1875 y 1905 el territorio entre Colombia y Algeciras
se convirtió en el principal eje comercial, cuando
la extracción del caucho era la actividad económica
fundamental de esta parte del país. Entonces el
sur del alto Magdalena, principalmente las poblaciones
de San Agustín, Pitalito, Isnos y La Plata, estrecharon
sus lazos culturales y económicos con el Cauca
y Nariño.
En 1861 el general Mosquera incorporó las provincias
de Mariquita y Neiva al Estado Soberano del Tolima, que
al convertirse en 1886, en el departamento del Tolima,
conservó sus límites territoriales. La Ley
46 de 1905 creó el departamento del Huila y Neiva
e Ibagué se ratificaron como centros de las actividades
sociales, económicas y políticas del valle
del alto Magdalena; Chaparral, cuya población estaba
integrada por los descendientes de los indígenas
pijaos de Natagaima, Coyaima, Ortega y Purificación,
se convirtió en el centro aglutinador de las zonas
planas y de ladera del sur de Ibagué y la zona
plana entre Honda y Neiva se desarrolló con base
en las grandes haciendas ganaderas. La importancia que
adquirió Honda por el fortalecimiento de la navegación
a vapor, comenzó a declinar debido a la construcción
de los ferrocarriles hacia finales del siglo XIX, especialmente
cuando se estableció la línea La Dorada,
Ambalema.
La gran ola colonizadora antioqueña de mediados
del siglo XIX, que dio origen a cultura cafetera, se dirigió
al sur por la cuenca del río Cauca y un movimiento
tardío incursionó en las tierras cálidas
que miraban hacia el Magdalena. Surgieron entonces poblaciones
como Manzanares (1860), Pensilvania (1866), Marulanda
(1877), Victoria (1879), Marquetalia (1880), Samaná
(1884) y La Dorada (1886); algunos colonos llegaron al
norte del Tolima y fundaron Cajamarca en 1916, muy próxima
a Ibagué; posteriormente se crearon Santa Elena
(1940), Roncesvalles (1944) y otros poblados del centro
y sur del Tolima, en los que también intervinieron
boyacenses y cundinamarqueses.
Toda esta amalgama de culturas, cuyos fundamentos y visiones
eran diversas, le imprimió un carácter especial
a los habitantes del valle alto del río; gente
recia, emprendedora y devota del terruño y de la
tradición, cuya idiosincrasia se manifiesta a través
de sus fiestas, comida, mitos y folclor.
En el Tolima y el Huila ribereño, la religión,
el mito y la historia se confunden y aparecen personificaciones
masculinas y femeninas relacionadas con las culturas indígenas
y con el río, como La Madremonte, la Patasola,
el Bracamonte, el Hojarasquín del Monte, el Patetarro,
el Mohán y la Llorona, seres legendarios que se
encuentran en los caminos, lagunas, riachuelos y cuevas.
La tradición católicas también es
muy fuerte; sus celebraciones más importantes son
las del Corpus, San Juan y San Pedro.
DESARROLLO DEL MAGDALENA MEDIO
Esta parte del río, poblada más tardíamente
que el resto de la cuenca, estuvo dominada por los grupos
Karib que subsistieron hasta mediados del siglo XIX, cuando
poco a poco se diluyeron entre colonos antioqueños,
cundiboyacenses, caldenses y santandereanos, con los que
conformaron el complejo cultural fluvial y minero del
río Magdalena.
El Magdalena Medio ha tenido una tradición minera
importante, particularmente en la zona de confluencia
del río Cauca, donde a finales del siglo XVII llegaron
a algunos de los cauces que habían sido explotados
desde la época prehispánica, muchos peones
y esclavos cimarrones, en busca de alternativas para la
extracción artesanal de oro, en la época
en que Mariquita decayó como epicentro económico
y minero.
A partir de 1750 se dieron cambios notorios en la economía
regional, cuando antiguos funcionarios, comerciantes y
mineros, se desplazaron hacia las áreas ricas en
recursos madereros y minería y después de
explotarlas las destianaron a la producción agropecuaria
e iniciaron las grandes plantaciones de cacao, arroz y
algodón que abastecieron los mercados de Antioquia,
Mompox y Cartagena. En el proceso de colonización
de los municipios de La Dorada en Caldas, Puerto Boyacá
en el occidente de Boyacá y Puerto Triunfo, Puerto
Nare, San Luis, San Francisco, La Danta y San Miguel de
Sonsón en Antioquia, se establecieron las grandes
haciendas de los terratenientes, junto con las pequeñas
parcelas de campesinos.
El oro, el ganado, los cueros, la pesca, el cacao, el
tabaco, el anís y las mercancías importadas
de España —vino, telas, ropas de lujo, aceites,
hierro—, llegaban en champanes y canoas a Honda,
convertida en paso obligado y sitio de encuentro del río.
Pero la verdadera oportunidad del Magdalena Medio se dio
con el establecimiento de la navegación a vapor
a finales de la década de 1830 y del auge de las
exportaciones de tabaco a Europa y a los Estados Unidos,
durante la década de 1840.
La construcción de los ferrocarriles a finales
del siglo XIX y comienzos del XX, el surgimiento de los
enclaves petroleros, especialmente los de La Texas en
el sector de Barrancabermeja, desde 1919 y el establecimiento
de las grandes haciendas ganaderas a partir de 1964, le
imprimieron a esta parte del río una dinámica
propia y un desarrollo sin precedentes.
La población ribereña posee una cultura
y unos hábitos muy arraigados que se relacionan
con la vida cerca del agua; generalmente construyen sus
viviendas paralelas al río, para aprovechar mejor
las vegas de inundación y utilizar las islas para
sembrar arroz. Su sustento se basa en la tradición
agropecuaria y aunque la pesca forma parte importante
de su dieta, es una labor secundaria, excepto cuando se
presentan las subiendas y las bajanzas y la actividad
impone un nuevo ritmo al quehacer cotidiano.
Los pobladores del Magdalena Medio están acostumbrados
a su independencia y a obedecer solamente las normas que
les impone el río; sin embargo, como ocurre en
la cuenca baja y en casi todos los grandes ríos
del mundo, las viviendas y algunos cultivos son arrasados
por las crecientes durante los inviernos; la ley de la
naturaleza es la que se impone sobre las estrategias del
hombre para explotar su medio.
Otra fuente de riqueza natural que estuvo ampliamente
ligada a la vida del calentano fue la explotación
de los bosques, que en la actualidad prácticamente
han desaparecido debido a que las densas selvas que cubrían
buena parte de la región, se han convertido en
potreros para la ganadería y los cultivos intensivos,
importantes renglones de la economía local.
En la actualidad los centros urbanos más importantes
son La Dorada, Puerto Boyacá y Barrancabermeja,
lugares donde conviven las culturas ribereña, arriera
e industrial, impulsoras del desarrollo regional.
DESARROLLO DEL BAJO MAGDALENA
En la zona plana e inundable se desarrolla una cultura
que conjuga elementos ribereños, cienagueros y
anfibios, que se manifiestan en el mito del hombre-caimán,
personaje ligado a los habitantes del Bajo Magdalena,
desde Mompox hasta la Ciénaga de Santa Marta y
de todo el corredor del Canal del Dique.
El origen de esta cultura se remonta a los grupos indígenas
malibués, zenúes y chimilas, sobre los que
la Corona Española estableció una dominación
«señorial» mediante la imposición
de las encomiendas, los resguardos, el concierto agrario
y la esclavitud; paralelamente se desarrolló una
verdadera contracultura popular mestiza y anfibia, que
ofreció resistencia mediante las rebeliones de
los indígenas y la creación de los palenques,
donde se organizaban los esclavos que huían de
sus amos.
Durante el siglo XVIII la región se organizó
en torno a los puertos marítimos de Cartagena y
Santa Marta y al puerto fluvial de Mompox, que más
tarde con el cambio del curso del Magdalena perdió
su importancia; la influencia de Cartagena disminuyó
y la navegación a vapor por el río, iniciada
a mediados del siglo XIX, que sustituyó las piraguas
y los champánes, impulsó la creación
de nuevos puertos. Estas circunstancias permitieron el
surgimiento de Barranquilla y Magangué como los
nuevos epicentros urbanos.
Desde mediados del siglo XIX, vastas zonas de la región
Caribe fueron adecuadas para la explotación de
banano, añil, cacao, quina y tabaco; se talaron
los mejores bosques de la Sierra Nevada y los de las orillas
del río Magdalena, para satisfacer la demanda de
madera de los barcos que necesitaban alimentar sus calderas.
Entre 1870 y 1890 se fundaron Marcazo y el Rosario en
la Sierra Nevada, con el propósito de establecer
centros de abastecimiento de leña.
Las plantaciones de caña de azúcar y tabaco
impulsaron el desarrollo de la zona de Atanquez y se generó
un afán exportador que condujo al monopolio de
la ruta fluvial y de los mercados, a lo largo de la cuenca
del Magdalena. Barranquilla se convirtió entonces
en el foco de crecimiento regional y la clase política
costeña se empeñó en convertirla
en el puerto fluvial y marítimo más importante
de la costa Caribe con la construcción de un gigantesco
terminal.
Entre 1915 y 1935 la costa Caribe y en particular los
sectores vinculados a las economías relacionadas
con el río Magdalena, presionaron al gobierno nacional
para que definiera los proyectos de búsqueda y
explotación de hidrocarburos a lo largo de la cuenca
baja y así atraer la inversión extranjera
para desarrollar la región. Durante este tiempo,
por lo menos una docena de compañías norteamericanas
incursionaron en el proceso de prospección petrolera,
pero el petróleo, a diferencia de los que pensaron
muchos, no consolidó la infraestructura portuaria,
ni aumentó la red vial o férrea.
Debido al aumento de la demanda de carne en el interior
del país, en las sabanas costeras a partir de Montería
y Sincelejo, se desarrolló una ganadería
intensiva. También se fomentó la inversión
extranjera para impulsar los cultivos de banano, que ampliaron
las fronteras agrícolas hacia las llanuras de los
ríos Sinú, San Jorge y las estribaciones
de la Sierra Nevada de Santa Marta. La prosperidad económica
de la región se manifestó en una creciente
demanda de mano de obra que atrajo la inmigración
durante los años 20 y 30 del siglo XX.
A partir de los años 50 se impulsó la construcción
de una vía paralela al río Magdalena y de
otra que bordea la costa Caribe, se erigió el corredor
ferroviario que iba desde el centro del país hasta
la Costa Atlántica y se establecieron aeropuertos
y rutas aéreas por todo el territorio, lo que redujo
la utilización de la red fluvial y portuaria del
río.
En la actualidad, la cultura de esta parte de la cuenca,
denominada costeña, se caracteriza por ser en extremo
diversa, pues está compuesta por indígenas,
afroamericanos, españoles e incluso árabes,
turcos, libaneses y una gran cantidad de hebreos. Esta
diversidad cultural se manifiesta en sus expresiones folclóricas:
la música, la danza, las celebraciones como el
Festival de Música Caribeña, el Festival
Vallenato, y el carnaval de Barranquilla, el más
significativo y auténtico del país.
La leyenda más popular de las regiones aledañas
al río Magdalena es la del hombre caimán,
una deidad de las aguas y de la fertilidad de las ciénagas,
relacionada con los caimanes, reptiles que fueron muy
comunes en los playones y en los humedales del río,
hoy prácticamente extintos por la destrucción
de hábitats, la caza indiscriminada y la contaminación.
EL CANAL DEL DIQUE
La obra más importante de la ingeniería
española, después de las fortalezas defensivas
de Cartagena, fue el Canal del Dique. La idea de su construcción
se remonta al 23 de octubre de 1649, cuando el Cabildo
de Cartagena tomó la decisión de hacer un
canal que permitiera la comunicación fluvial entre
la ciudad y el río Magdalena, puesto que, para
el puerto más importante del Imperio en América,
era vital un acceso directo al río que eliminara
el peligro de remontarlo por la desembocadura en embarcaciones
sin motor.
Con la participación de 2.000 indígenas
se inició la ejecución de la obra el 19
de enero de 1650. El Canal del Dique quedó localizado
en el extremo norte de los Montes de María, entre
Calamar, población que dista 95 km por río
de Barranquilla y Cartagena; tiene una longitud de 115
km y pasa por un gran número de ciénagas,
algunas de las cuales subsisten en estado natural, otras
fueron modificadas y rectificadas y otras simplemente
fueron desecadas.
El Canal se subdivide en tres tramos: el Alto Canal del
Dique, que comprende los primeros 33 km desde Calamar
y en cuya margen izquierda se encuentran las ciénagas
Los Negros y Jobo y en la derecha el embalse del Guájaro.
El Medio Canal del Dique, entre el km. 33 y el 80 donde
está el estrecho Rocha-Correa, limita por la margen
izquierda con los complejos cenagosos Capote, Tupe y Zarzal,
las ciénagas Matuya, Maríalabaja, Carabalí
y La Cruz y por la derecha con las ciénagas La
Ceiba y La Luisa, junto con el complejo de Aguas Claras,
donde se encuentran la Cienaguita y Floral. El último
tramo, el Bajo Canal del Dique, entre el estrecho Rocha-Correa
y la desembocadura en las bahías de Cartagena y
Barbacoas, presenta en su margen izquierda las ciénagas
Palotal, La Honda, Biojó y La Florecita y en la
derecha la ciénaga de Juan Gómez. Del Dique
se desprenden tres brazos: el Caño Correa, a los
81 km de Calamar, que desemboca en el Caribe y a los 100
y 107 km están el caño Matunilla y el Lequerica,
que desembocan en las bahías de Barbacoas y Cartagena.
Desde su construcción hasta nuestros días
se han llevado a cabo diferentes obras y modificaciones
en el sistema lagunar y en la canalización que
conforman el Dique, que lo han convertido en un viaducto
fluvial artificial que demanda continuas obras de acondicionamiento
y mantenimiento para contrarrestar la hidrodinámica
propia de las aguas y el arrastre de los sedimentos que
trae el Magdalena.
Entre 1848 y 1884 se realizó la primera rectificación,
a cargo del ingeniero norteamericano G.M. Totten, la cual
dio origen a un canal de 8 km dotado de compuertas, entre
la ciénaga Sanaguaren y el río Magdalena.
En 1894 se construyó una vía férrea
entre Calamar y Cartagena, pero la obra, a pesar de los
inmensos costos que representó, no tuvo la utilidad
esperada. Entre 1915 y 1923 el coronel retirado Vanderburgh
realizó los estudios para tener un canal navegable
durante todo el año, entre el río y la ciénaga
de Matuna y para 1927 podían navegarlo embarcaciones
de más de 100 toneladas. La firma The Foundation
Company realizó entre 1923 y 1930 un trabajo de
rectificación y dragado en el que se removieron
cerca de 11 millones de metros cúbicos de material
y en 1934 se hizo el corte de Paruica con el fin de conectar
la ciénaga de Matullina con el caño del
Estero, obra que permitió la llegada de agua dulce
a la bahía de Cartagena por el sitio de Pasacaballos,
precisamente en el sitio por donde actualmente se comunica
la bahía con el río.
Entre 1950 – 1952 la Standard Dredging suprimió
la conexión con la ciénaga de Matunilla,
para mantener la desembocadura en Pasacaballos. El canal
fue nuevamente rectificado entre 1981 y 1985 por el consorcio
Layne Dredging y Sanz & Cobe Ltda; en esa oportunidad
se dragaron 19 millones de metros cúbicos y se
redujeron las curvas de 93 a 50. Durante 1985 y 1992 se
realizaron dragados de mantenimiento, se reforzaron los
espolones de las zonas de sobreancho y se construyeron
los espolones de encauzamiento en la desembocadura de
Pasacaballos.
En la actualidad el Dique se usa para el transporte de
equipos, materiales y principalmente petróleo y
carbón. Las políticas sobre su manejo han
variado debido a los costos del dragado permanente y a
los daños ambientales que el excesivo volumen de
sedimentos arrastrados por el Canal, generan en la bahía
de Cartagena y en las Islas del Rosario. Las espigas que
se han formado en la bahía de Cartagena ponen en
riesgo la navegabilidad del canal de acceso a la bahía.
El Canal del Dique también se utiliza para abastecer
de agua potable a la población de Cartagena y para
satisfacer la demanda del Distrito de Riego de María
la Baja, construido en el año de 1950, cuya área
productiva es de 16.800 ha.
LA PRODUCCIÓN ACTUAL DE LA CUENCA
Muchos de los procesos productivos de Colombia se llevan
a cabo en la cuenca del Magdalena, cuyos principales tributarios
son los ríos Cauca, San Jorge, Sogamoso, Cesar,
Saldaña, Lebrija, Carare, Nare y Negro. La cuenca
más grande de Colombia comprende 128 municipios
y corresponde a la zona más densamente poblada
del país; tiene una superficie total de 256.000
km2.
De acuerdo con los estudios de Cormagdalena e IDEAM, entre
1970 y 1996 la dinámica productiva del sector agrario
ha venido disminuyendo en la cuenca, al pasar de tasas
de crecimiento de 4.5% en los años sesenta, a 2.9%
en los ochenta y 2.2% en los noventa. Al comparar su aporte
al PIB entre valores constantes y valores corrientes,
se observa que disminuye mucho más en precios corrientes
que en constantes, especialmente desde los años
noventa; esto significa que su contribución al
ingreso nacional disminuye a un ritmo mayor que el de
disminución de la producción. Según
este mismo estudio, la productividad de los cultivos con
ventajas agroecológicas ha mejorado, pues estos
tienen acceso a mercados con mejores márgenes de
rentabilidad, como el azúcar, el aceite de palma
y el banano. Las áreas agrícolas que perdieron
competitividad se convirtieron en rastrojos o en tierras
para la ganadería extensiva. Los cultivos de ciclo
corto ocupan superficies promedio de 1.700.000 ha distribuidas
entre los valles interandinos, la zona del Caribe y las
vertientes de los altiplanos y generan aproximadamente
360.000 empleos. De las áreas productivas de la
gran cuenca del Magdalena, el 61% está dedicado
a cultivos tradicionales campesinos y el 27% a productos
altamente tecnificados, como café, arroz, algodón
y banano.
La actividad pesquera efectuada en el río Magdalena
es principalmente artesanal y estacional, con tres períodos
de pesca al año: subienda, mitaca y bajanza. En
la cuenca del río Magdalena es donde hay una mayor
producción pesquera dentro de las aguas continentales
del país. Se estima que unos 25 mil pescadores
realizan faenas de aprovechamiento hidrobiológico,
aunque se observan, como en el caso de la agricultura,
tasas de reducción significativa —hasta 16%
anual desde 1984—, especialmente para capturas de
bocachico, bagre pintado, nicuro y pácora.
La pesca en el río y sus ciénagas perimetrales
se hace en forma artesanal. En la cuenca baja hay espejos
de agua y humedales con más de 100.000 ha; en el
curso medio hay 20.000 y en la cuenca alta 1.200 ha, de
las cuales se extraen promedios de 2.500 toneladas entre
los meses de abril y agosto. Los principales mercados
para la comercialización del producto son Barrancabermeja,
Puerto Wilches, Puerto Berrio y Honda.
En la cuenca del Magdalena, ECOPETROL y las Compañías
Asociadas extraen entre el 17% y 18% de los hidrocarburos
que se producen en el país. Las reservas petrolíferas
de Colombia se localizan en 15 cuencas sedimentarias que
abarcan 84 millones de hectáreas, de las cuales
tan solo el 20 % se ha explorado. Debido al incremento
en las cantidades de crudo extraídas, que han pasado
de 440 mil barriles al comienzo de la década del
90, a 800 mil barriles en 1999 y a la deficiente actividad
exploratoria, las reservas de petróleo han sufrido
una notable disminución.
En 1998 se transportaron 1.371,6 kilo barriles diarios
de crudo por la red de viaductos de 14.144 km de longitud
que tiene Colombia. Los oleoductos —4.870 km—
transportaron 103.691.000 de barriles a las refinerías,
mediante las siguientes líneas: oleoducto de Ocensa,
línea Cusiana-Coveñas; oleoducto de la Asociación
Cravo Norte, línea Caño Limón-Coveñas;
oleoducto del Alto Magdalena, línea, Tenay-Vasconia;
oleoducto de los Llanos, línea Apiay-La Belleza
y oleoducto Colombia, línea Vasconia-Coveñas.
La mayoría de estas atraviesan parte de la cuenca
del Magdalena.
El país cuenta con doce campos de producción
de gas, que se localizan en cuatro regiones: Costa Atlántica,
Santander, Llanos Orientales y Huila-Tolima, lo que demuestra
el papel importante de las cuencas sedimentarias del Magdalena.
GENERACIÓN HIDROELÉCTRICA
En 1979 el potencial de generación eléctrica
del país se estimó en más de 90.000
MW y para el 2000 la capacidad instalada efectiva era
de 12.014 MW, de los cuales 8.159 MW eran hidroeléctricos
y 3.855 MW térmicos —936 MW por carbón,
2.827 por gas y 92 MW por fuel oil—. Muy pocos países
en el mundo pueden mostrar un potencial hidroeléctrico
tan rico como Colombia, sin estimar el que ofrecen las
reservas de los ríos Orinoco y Amazonas. Actualmente
el país cuenta con 2.166 MW instalados, la mayor
parte de los cuales se producen en la gran cuenca del
Magdalena, donde además hay otros 4.018 MW, que
generarán las centrales eléctricas proyectadas
y en construcción.
Los más importantes proyectos sobre el río
Magdalena son:
BETANIA (Neiva, Huila). Se trata de una central hidroeléctrica
que utiliza los caudales del río Magdalena por
medio de una presa de 90 m de altura y una central a su
pie. En este lugar el área de drenaje es de 13.570
km2 y el caudal promedio de 445 m3/seg.
La presa crea un embalse con un volumen total de 2.200.000.000
m3, que vierten a un canal abierto de 40 m
de ancho, controlado por compuertas y diseñado
para una descarga máxima de 12.000 m3/seg;
además, dispone de un vertedero auxiliar de tipo
de dique fusible, con una capacidad de descarga adicional
de 9.000 m3/seg. La casa de máquinas
tiene 4 unidades tipo Francis de 127.5 MW cada una, para
un total de 510 MW.
SALDAÑA-PALMALARGA. Este proyecto localizado en
el departamento del Tolima, 10 km aguas abajo de la población
de Ataco, comprende una presa de 136 m de altura, con
una central a su pie. El volumen del embalse es de 6.000.000.000
m3 y el área inundada de 117 km2;
la captación se hace por dos entradas que alimentan
dos tuberías, cuya longitud es de 400 m y su diámetro
de 7 m. La central tiene una capacidad de 480 MW, generados
por 4 unidades tipo Francis de 120 MW cada una.
LAS MESITAS-LA GUACA. El río Bogotá, ayudado
por una serie de embalses en su parte plana, ha proporcionado
a la capital y al departamento casi la totalidad del fluido
eléctrico que consume. En sus cuatro centrales
se generan 550 MW, distribuidas así: Canoas, 50;
El Salto, 120; Laguneta, 80 y El Colegio, 300.
RÍO LA MIEL I y II. Este proyecto aprovecha las
aguas del río La Miel y está localizado
en el municipio de Norcasia, Caldas, a 45 km de La Dorada.
Sobre el lecho del río se construyó la presa
Pantágoras, con 188 m de altura —la más
alta del mundo elaborada en concreto—, para crear
el embalse de Amaní, que tiene capacidad para almacenar
571 millones de m3, con los que se generan
396 MW. El proyecto La Miel II, pendiente de realizarse
hasta que se evalúen los resultados de La Miel
I, generará 230 MW adicionales y tendrá
un caudal de 26 m3/seg.
CENTRALES HIDROELÉCTRICAS PROYECTADAS
Dentro de las obras hidroeléctricas proyectadas
a corto plazo para el aprovechamiento de caudales en tributarios
del río Magdalena encontramos:
NARE-PLAYAS. Aprovechará las aguas de los ríos
Guatapé y Nare. La presa tendrá una altura
de 66 m y creará un embalse de 115.000.000 de m3.
La captación se alimentará por un túnel
de 4,5 km de longitud y en la central serán instaladas
tres unidades tipo Francis con capacidad de 80 MW cada
una, para un total de 240 MW.
RIO SOGAMOSO. Para esta central se ha proyectado una presa
de 299 m de altura, con un volumen total de embalse de
13.200.000.000 de m3. Se alimentará
por 4 túneles de 400 m y la central tendrá
4 unidades tipo Francis con capacidad de 425 MW cada una,
para generar un total de 1.700 MW.
SOGAMOSO–FONCE. Comprende 4 presas: la primera,
sobre el río Mogoticos, con una altura de 60 m
y un embalse de 255.000.000 dem3; la segunda
sobre el río Taquiza, con altura de 60 m y un embalse
de 147.000.000 de m3; la tercera sobre el río
Pienta, con altura de 57 m y embalse de 106.000.000 m3.
por último, la presa del río Fonce, con
altura de 60 m y un volumen de embalse de 37.000.000 de
m3. Las aguas captadas alimentarán un
túnel de conducción de 30 km de longitud
y la central estará equipada con 5 unidades tipo
Pelton, con capacidad de generar 120 MW cada una, para
un total de 600 MW.
HONDA. (Tolima-Cundinamarca). El proyecto utilizará
los caudales del río Magdalena por medio de una
presa de 100 m de altura. En el lugar, el área
de captación es de 52.000 km2 y el caudal
medio de 1.500 m3/seg. El proyecto creará
un embalse con volumen total de 20.000.000.000 m3,
de los cuales parte se utilizará en la regulación
de caudales y tendrá una central superficial con
una capacidad para generar 1.400 MW.
AMOYÁ. (Cañón de la Hermosas, Chaparral-Tolima).
Localizada en la vertiente oriental de la cordillera Central,
al noroccidente del casco urbano del municipio de Chaparral.
El Proyecto generará 78 MW en dos turbinas-generadores,
que operarán a filo de agua utilizando un caudal
de 18 m3/s. Este proyecto se encuentra en la
etapa de cierre financiero por parte de Hidroger e Isagen
y se considera el primero en Colombia con carácter
de generador de bienes y servicios ambientales, cuya aplicación
ha sido aprobada por el Fondo Prototipo de Carbón,
de la Convención de Cambio Climático.
UNA CUENCA CON FUTURO
El río Magdalena fue el principal testigo del progreso
de Colombia. A sus riberas llegaron los primeros pobladores
y allí empezaron a crear sus hábitos sedentarios;
numerosas tribus indígenas desarrollaron sus culturas
y dejaron testimonio de su forma de entender la vida y
la muerte; la conquista española entró por
el río y lo utilizó como la única
vía de comunicación del interior con el
resto del mundo; el crecimiento de la nación durante
la república se fundamentó en el transporte
por el Magdalena y en la riqueza de su cuenca. Ahora se
utilizan medios y rutas de transporte diferentes, pero
el río y su gran cuenca continuarán siendo
fuente de vida y riqueza y también de futuro, porque
su potencial como medio de transporte, como recurso energético
y como proveedor de agua y alimento es incalculable. Es
por esto que la recuperación del río Grande
de La Magdalena y la preservación de los valiosos
ecosistemas de su cuenca ayudarán a garantizar
nuestra propia subsistencia.