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CAPÍTULO 7

POBLAMIENTO Y DESARROLLO DE LA CUENCA

 

La gran diversidad geográfica de la cuenca del Magdalena configura regiones naturales en las que durante más de quince siglos, diversos grupos humanos han creado su propia forma de adaptarse al medio.

Muchos de sus pobladores pertenecientes a la cultural fluvial del Magdalena, aún conservan tradiciones ancestrales heredadas de los Karib-Arawak, como la construcción estratégica de sus casas sobre palafitos cerca del río, las parcelas de cultivos de pancoger dependientes de las aguas del Magdalena, la utilización de la piragua, la pesca diaria y el sombrero vueltiao en fibra vegetal. Sin embargo, en los espacios planos transformaron el entorno selvático en praderas para la ganadería y en inmensas plantaciones de arroz y algodón, con lo que han generando enormes trastornos ecológicos.

DESARROLLO DEL ALTO MAGDALENA

Algunos pueblos aborígenes como los paeces de Tierradentro o los coyaimas y natagaimas del piedemonte andino, lograron sobrevivir al proceso de aculturación posterior a la conquista y colonización españolas, gracias a que se establecieron en resguardos; pero otras etnias desaparecieron o se mezclaron con los colonos que arribaron a la región en busca de oro y de indígenas para trabajar en las minas, las haciendas y los obrajes. Además de las encomiendas que se repartían la mano de obra, durante la colonia se fundaron pueblos para el adoctrinamiento, como Timaná en 1538 y ciudades como sede del gobierno, que para el caso del Alto Magdalena fue Neiva en 1539. Otras fundaciones se localizaron en puntos intermedios de los caminos reales que comunicaban con la Gobernación de Popayán y el occidente del país, como La Plata (1550), Ibagué (1550) y Coyaima (1540).

El territorio del norte del Tolima dependía del corregimiento de Mariquita, fundado en 1551 en una región rica en yacimientos de oro y plata, cuya explotación le dio prosperidad durante toda la colonia. Otra villa importante fue Honda, fundada en 1560, que por su localización se convirtió en el principal puerto del interior, a donde llegaban por el río las mercancías de España, que luego se transportaban por los caminos reales hacia Santa Fe de Antioquia, Santa Fe de Bogotá, Popayán y Quito; también fue el puerto de embarque de las riquezas americanas hacia Europa.

Los indígenas ribereños, casi todos de filiación lingüística Karib, opusieron una feroz resistencia y atacaron las poblaciones “blancas” del valle y a los viajeros y comerciantes que transitaban por el río o por caminos reales. Fue entonces cuando los conquistadores, al mando de Don Juan de Borja, establecieron fuertes militares construidos con todas las especificaciones tecnológicas dictadas por la Corona, desde donde dieron golpes certeros a la población pijao comandada por el Cacique Calarcá, en una campaña militar que se prolongó por quince años, entre 1710 y 1725.

Alrededor de estas primeras fundaciones militares en las vastas extensiones del valle, antes dominadas por indios panches y pijaos, se establecieron hacendados, encomenderos, comerciantes, mineros y artesanos españoles. Con la paulatina disminución de la población aborigen aumentó el mestizaje y a partir de las capillas de las grandes haciendas, que adquirieron el rango de curatos, surgieron poblados como Yaguará (1734), Espinal (1760), Chaparral (1769), Alpujarra (1771), Guamo (1772), Carnicerías (1774), Palermo (1774), Ambalema (1776), Ataco (1778) y Cunday (1794).

La expansión del cultivo de tabaco se generalizó entre el campesinado indio y mestizo en la margen occidental del río Magdalena, entre las poblaciones de Coello y Honda, ciudad que desplazó a Mariquita en el siglo XVIII de su condición de centro económico y administrativo provincial, debido a que allí se establecieron, hacia 1780, la Real Fábrica de aguardiente y las oficinas del ramo de tabacos.

La pauta de poblamiento en 1810, definía claramente la forma de ocupación de la zona plana de tierra caliente desde Honda hasta Neiva, donde se consolidó el concepto de calentano, una forma especial de vida que cobijaba tanto a la población rural como a la de los núcleos urbanos.

En 1824 se creó el nuevo ordenamiento territorial republicano, que consistía en departamentos, provincias y cantones. El departamento de Cundinamarca estaba integrado por las provincias de Bogotá, Antioquia, Neiva y Mariquita; bajo la jurisdicción de Neiva quedaron los cantones de Purificación, La Plata y Timaná y bajo la de Mariquita, los de Honda, Ibagué y La Palma.

A mediados del siglo XIX la principal arteria de comunicación del país era el río; entre Neiva y Honda navegaban chalupas, piraguas y champanes y desde Honda hasta la costa Atlántica, buques a vapor; los puertos se comunicaban con el interior por medio de caminos coloniales y a partir de estos se desarrollaron diversos frentes de colonización.

La explotación y comercialización de la quina, entre 1850 y 1875 aceleró los procesos de colonización de la cuenca alta del Magdalena, al establecer cinco frentes: sobre la franja occidental de la cordillera Oriental se crearon el de Icononzo a Alpujarra, el de Colombia a Algeciras y el de Gigante a Suaza y en el Macizo Colombiano, por la vertiente oriental de la cordillera Central, el de San Agustín a Santa María y el del Alto de la Churruca al río Guarinó. Entre 1875 y 1905 el territorio entre Colombia y Algeciras se convirtió en el principal eje comercial, cuando la extracción del caucho era la actividad económica fundamental de esta parte del país. Entonces el sur del alto Magdalena, principalmente las poblaciones de San Agustín, Pitalito, Isnos y La Plata, estrecharon sus lazos culturales y económicos con el Cauca y Nariño.

En 1861 el general Mosquera incorporó las provincias de Mariquita y Neiva al Estado Soberano del Tolima, que al convertirse en 1886, en el departamento del Tolima, conservó sus límites territoriales. La Ley 46 de 1905 creó el departamento del Huila y Neiva e Ibagué se ratificaron como centros de las actividades sociales, económicas y políticas del valle del alto Magdalena; Chaparral, cuya población estaba integrada por los descendientes de los indígenas pijaos de Natagaima, Coyaima, Ortega y Purificación, se convirtió en el centro aglutinador de las zonas planas y de ladera del sur de Ibagué y la zona plana entre Honda y Neiva se desarrolló con base en las grandes haciendas ganaderas. La importancia que adquirió Honda por el fortalecimiento de la navegación a vapor, comenzó a declinar debido a la construcción de los ferrocarriles hacia finales del siglo XIX, especialmente cuando se estableció la línea La Dorada, Ambalema.

La gran ola colonizadora antioqueña de mediados del siglo XIX, que dio origen a cultura cafetera, se dirigió al sur por la cuenca del río Cauca y un movimiento tardío incursionó en las tierras cálidas que miraban hacia el Magdalena. Surgieron entonces poblaciones como Manzanares (1860), Pensilvania (1866), Marulanda (1877), Victoria (1879), Marquetalia (1880), Samaná (1884) y La Dorada (1886); algunos colonos llegaron al norte del Tolima y fundaron Cajamarca en 1916, muy próxima a Ibagué; posteriormente se crearon Santa Elena (1940), Roncesvalles (1944) y otros poblados del centro y sur del Tolima, en los que también intervinieron boyacenses y cundinamarqueses.

Toda esta amalgama de culturas, cuyos fundamentos y visiones eran diversas, le imprimió un carácter especial a los habitantes del valle alto del río; gente recia, emprendedora y devota del terruño y de la tradición, cuya idiosincrasia se manifiesta a través de sus fiestas, comida, mitos y folclor.

En el Tolima y el Huila ribereño, la religión, el mito y la historia se confunden y aparecen personificaciones masculinas y femeninas relacionadas con las culturas indígenas y con el río, como La Madremonte, la Patasola, el Bracamonte, el Hojarasquín del Monte, el Patetarro, el Mohán y la Llorona, seres legendarios que se encuentran en los caminos, lagunas, riachuelos y cuevas. La tradición católicas también es muy fuerte; sus celebraciones más importantes son las del Corpus, San Juan y San Pedro.

DESARROLLO DEL MAGDALENA MEDIO

Esta parte del río, poblada más tardíamente que el resto de la cuenca, estuvo dominada por los grupos Karib que subsistieron hasta mediados del siglo XIX, cuando poco a poco se diluyeron entre colonos antioqueños, cundiboyacenses, caldenses y santandereanos, con los que conformaron el complejo cultural fluvial y minero del río Magdalena.

El Magdalena Medio ha tenido una tradición minera importante, particularmente en la zona de confluencia del río Cauca, donde a finales del siglo XVII llegaron a algunos de los cauces que habían sido explotados desde la época prehispánica, muchos peones y esclavos cimarrones, en busca de alternativas para la extracción artesanal de oro, en la época en que Mariquita decayó como epicentro económico y minero.

A partir de 1750 se dieron cambios notorios en la economía regional, cuando antiguos funcionarios, comerciantes y mineros, se desplazaron hacia las áreas ricas en recursos madereros y minería y después de explotarlas las destianaron a la producción agropecuaria e iniciaron las grandes plantaciones de cacao, arroz y algodón que abastecieron los mercados de Antioquia, Mompox y Cartagena. En el proceso de colonización de los municipios de La Dorada en Caldas, Puerto Boyacá en el occidente de Boyacá y Puerto Triunfo, Puerto Nare, San Luis, San Francisco, La Danta y San Miguel de Sonsón en Antioquia, se establecieron las grandes haciendas de los terratenientes, junto con las pequeñas parcelas de campesinos.

El oro, el ganado, los cueros, la pesca, el cacao, el tabaco, el anís y las mercancías importadas de España —vino, telas, ropas de lujo, aceites, hierro—, llegaban en champanes y canoas a Honda, convertida en paso obligado y sitio de encuentro del río. Pero la verdadera oportunidad del Magdalena Medio se dio con el establecimiento de la navegación a vapor a finales de la década de 1830 y del auge de las exportaciones de tabaco a Europa y a los Estados Unidos, durante la década de 1840.

La construcción de los ferrocarriles a finales del siglo XIX y comienzos del XX, el surgimiento de los enclaves petroleros, especialmente los de La Texas en el sector de Barrancabermeja, desde 1919 y el establecimiento de las grandes haciendas ganaderas a partir de 1964, le imprimieron a esta parte del río una dinámica propia y un desarrollo sin precedentes.

La población ribereña posee una cultura y unos hábitos muy arraigados que se relacionan con la vida cerca del agua; generalmente construyen sus viviendas paralelas al río, para aprovechar mejor las vegas de inundación y utilizar las islas para sembrar arroz. Su sustento se basa en la tradición agropecuaria y aunque la pesca forma parte importante de su dieta, es una labor secundaria, excepto cuando se presentan las subiendas y las bajanzas y la actividad impone un nuevo ritmo al quehacer cotidiano.

Los pobladores del Magdalena Medio están acostumbrados a su independencia y a obedecer solamente las normas que les impone el río; sin embargo, como ocurre en la cuenca baja y en casi todos los grandes ríos del mundo, las viviendas y algunos cultivos son arrasados por las crecientes durante los inviernos; la ley de la naturaleza es la que se impone sobre las estrategias del hombre para explotar su medio.

Otra fuente de riqueza natural que estuvo ampliamente ligada a la vida del calentano fue la explotación de los bosques, que en la actualidad prácticamente han desaparecido debido a que las densas selvas que cubrían buena parte de la región, se han convertido en potreros para la ganadería y los cultivos intensivos, importantes renglones de la economía local.

En la actualidad los centros urbanos más importantes son La Dorada, Puerto Boyacá y Barrancabermeja, lugares donde conviven las culturas ribereña, arriera e industrial, impulsoras del desarrollo regional.

DESARROLLO DEL BAJO MAGDALENA

En la zona plana e inundable se desarrolla una cultura que conjuga elementos ribereños, cienagueros y anfibios, que se manifiestan en el mito del hombre-caimán, personaje ligado a los habitantes del Bajo Magdalena, desde Mompox hasta la Ciénaga de Santa Marta y de todo el corredor del Canal del Dique.

El origen de esta cultura se remonta a los grupos indígenas malibués, zenúes y chimilas, sobre los que la Corona Española estableció una dominación «señorial» mediante la imposición de las encomiendas, los resguardos, el concierto agrario y la esclavitud; paralelamente se desarrolló una verdadera contracultura popular mestiza y anfibia, que ofreció resistencia mediante las rebeliones de los indígenas y la creación de los palenques, donde se organizaban los esclavos que huían de sus amos.

Durante el siglo XVIII la región se organizó en torno a los puertos marítimos de Cartagena y Santa Marta y al puerto fluvial de Mompox, que más tarde con el cambio del curso del Magdalena perdió su importancia; la influencia de Cartagena disminuyó y la navegación a vapor por el río, iniciada a mediados del siglo XIX, que sustituyó las piraguas y los champánes, impulsó la creación de nuevos puertos. Estas circunstancias permitieron el surgimiento de Barranquilla y Magangué como los nuevos epicentros urbanos.

Desde mediados del siglo XIX, vastas zonas de la región Caribe fueron adecuadas para la explotación de banano, añil, cacao, quina y tabaco; se talaron los mejores bosques de la Sierra Nevada y los de las orillas del río Magdalena, para satisfacer la demanda de madera de los barcos que necesitaban alimentar sus calderas. Entre 1870 y 1890 se fundaron Marcazo y el Rosario en la Sierra Nevada, con el propósito de establecer centros de abastecimiento de leña.

Las plantaciones de caña de azúcar y tabaco impulsaron el desarrollo de la zona de Atanquez y se generó un afán exportador que condujo al monopolio de la ruta fluvial y de los mercados, a lo largo de la cuenca del Magdalena. Barranquilla se convirtió entonces en el foco de crecimiento regional y la clase política costeña se empeñó en convertirla en el puerto fluvial y marítimo más importante de la costa Caribe con la construcción de un gigantesco terminal.

Entre 1915 y 1935 la costa Caribe y en particular los sectores vinculados a las economías relacionadas con el río Magdalena, presionaron al gobierno nacional para que definiera los proyectos de búsqueda y explotación de hidrocarburos a lo largo de la cuenca baja y así atraer la inversión extranjera para desarrollar la región. Durante este tiempo, por lo menos una docena de compañías norteamericanas incursionaron en el proceso de prospección petrolera, pero el petróleo, a diferencia de los que pensaron muchos, no consolidó la infraestructura portuaria, ni aumentó la red vial o férrea.

Debido al aumento de la demanda de carne en el interior del país, en las sabanas costeras a partir de Montería y Sincelejo, se desarrolló una ganadería intensiva. También se fomentó la inversión extranjera para impulsar los cultivos de banano, que ampliaron las fronteras agrícolas hacia las llanuras de los ríos Sinú, San Jorge y las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. La prosperidad económica de la región se manifestó en una creciente demanda de mano de obra que atrajo la inmigración durante los años 20 y 30 del siglo XX.

A partir de los años 50 se impulsó la construcción de una vía paralela al río Magdalena y de otra que bordea la costa Caribe, se erigió el corredor ferroviario que iba desde el centro del país hasta la Costa Atlántica y se establecieron aeropuertos y rutas aéreas por todo el territorio, lo que redujo la utilización de la red fluvial y portuaria del río.

En la actualidad, la cultura de esta parte de la cuenca, denominada costeña, se caracteriza por ser en extremo diversa, pues está compuesta por indígenas, afroamericanos, españoles e incluso árabes, turcos, libaneses y una gran cantidad de hebreos. Esta diversidad cultural se manifiesta en sus expresiones folclóricas: la música, la danza, las celebraciones como el Festival de Música Caribeña, el Festival Vallenato, y el carnaval de Barranquilla, el más significativo y auténtico del país.

La leyenda más popular de las regiones aledañas al río Magdalena es la del hombre caimán, una deidad de las aguas y de la fertilidad de las ciénagas, relacionada con los caimanes, reptiles que fueron muy comunes en los playones y en los humedales del río, hoy prácticamente extintos por la destrucción de hábitats, la caza indiscriminada y la contaminación.

EL CANAL DEL DIQUE

La obra más importante de la ingeniería española, después de las fortalezas defensivas de Cartagena, fue el Canal del Dique. La idea de su construcción se remonta al 23 de octubre de 1649, cuando el Cabildo de Cartagena tomó la decisión de hacer un canal que permitiera la comunicación fluvial entre la ciudad y el río Magdalena, puesto que, para el puerto más importante del Imperio en América, era vital un acceso directo al río que eliminara el peligro de remontarlo por la desembocadura en embarcaciones sin motor.

Con la participación de 2.000 indígenas se inició la ejecución de la obra el 19 de enero de 1650. El Canal del Dique quedó localizado en el extremo norte de los Montes de María, entre Calamar, población que dista 95 km por río de Barranquilla y Cartagena; tiene una longitud de 115 km y pasa por un gran número de ciénagas, algunas de las cuales subsisten en estado natural, otras fueron modificadas y rectificadas y otras simplemente fueron desecadas.

El Canal se subdivide en tres tramos: el Alto Canal del Dique, que comprende los primeros 33 km desde Calamar y en cuya margen izquierda se encuentran las ciénagas Los Negros y Jobo y en la derecha el embalse del Guájaro. El Medio Canal del Dique, entre el km. 33 y el 80 donde está el estrecho Rocha-Correa, limita por la margen izquierda con los complejos cenagosos Capote, Tupe y Zarzal, las ciénagas Matuya, Maríalabaja, Carabalí y La Cruz y por la derecha con las ciénagas La Ceiba y La Luisa, junto con el complejo de Aguas Claras, donde se encuentran la Cienaguita y Floral. El último tramo, el Bajo Canal del Dique, entre el estrecho Rocha-Correa y la desembocadura en las bahías de Cartagena y Barbacoas, presenta en su margen izquierda las ciénagas Palotal, La Honda, Biojó y La Florecita y en la derecha la ciénaga de Juan Gómez. Del Dique se desprenden tres brazos: el Caño Correa, a los 81 km de Calamar, que desemboca en el Caribe y a los 100 y 107 km están el caño Matunilla y el Lequerica, que desembocan en las bahías de Barbacoas y Cartagena.

Desde su construcción hasta nuestros días se han llevado a cabo diferentes obras y modificaciones en el sistema lagunar y en la canalización que conforman el Dique, que lo han convertido en un viaducto fluvial artificial que demanda continuas obras de acondicionamiento y mantenimiento para contrarrestar la hidrodinámica propia de las aguas y el arrastre de los sedimentos que trae el Magdalena.

Entre 1848 y 1884 se realizó la primera rectificación, a cargo del ingeniero norteamericano G.M. Totten, la cual dio origen a un canal de 8 km dotado de compuertas, entre la ciénaga Sanaguaren y el río Magdalena. En 1894 se construyó una vía férrea entre Calamar y Cartagena, pero la obra, a pesar de los inmensos costos que representó, no tuvo la utilidad esperada. Entre 1915 y 1923 el coronel retirado Vanderburgh realizó los estudios para tener un canal navegable durante todo el año, entre el río y la ciénaga de Matuna y para 1927 podían navegarlo embarcaciones de más de 100 toneladas. La firma The Foundation Company realizó entre 1923 y 1930 un trabajo de rectificación y dragado en el que se removieron cerca de 11 millones de metros cúbicos de material y en 1934 se hizo el corte de Paruica con el fin de conectar la ciénaga de Matullina con el caño del Estero, obra que permitió la llegada de agua dulce a la bahía de Cartagena por el sitio de Pasacaballos, precisamente en el sitio por donde actualmente se comunica la bahía con el río.

Entre 1950 – 1952 la Standard Dredging suprimió la conexión con la ciénaga de Matunilla, para mantener la desembocadura en Pasacaballos. El canal fue nuevamente rectificado entre 1981 y 1985 por el consorcio Layne Dredging y Sanz & Cobe Ltda; en esa oportunidad se dragaron 19 millones de metros cúbicos y se redujeron las curvas de 93 a 50. Durante 1985 y 1992 se realizaron dragados de mantenimiento, se reforzaron los espolones de las zonas de sobreancho y se construyeron los espolones de encauzamiento en la desembocadura de Pasacaballos.

En la actualidad el Dique se usa para el transporte de equipos, materiales y principalmente petróleo y carbón. Las políticas sobre su manejo han variado debido a los costos del dragado permanente y a los daños ambientales que el excesivo volumen de sedimentos arrastrados por el Canal, generan en la bahía de Cartagena y en las Islas del Rosario. Las espigas que se han formado en la bahía de Cartagena ponen en riesgo la navegabilidad del canal de acceso a la bahía.

El Canal del Dique también se utiliza para abastecer de agua potable a la población de Cartagena y para satisfacer la demanda del Distrito de Riego de María la Baja, construido en el año de 1950, cuya área productiva es de 16.800 ha.

LA PRODUCCIÓN ACTUAL DE LA CUENCA

Muchos de los procesos productivos de Colombia se llevan a cabo en la cuenca del Magdalena, cuyos principales tributarios son los ríos Cauca, San Jorge, Sogamoso, Cesar, Saldaña, Lebrija, Carare, Nare y Negro. La cuenca más grande de Colombia comprende 128 municipios y corresponde a la zona más densamente poblada del país; tiene una superficie total de 256.000 km2.

De acuerdo con los estudios de Cormagdalena e IDEAM, entre 1970 y 1996 la dinámica productiva del sector agrario ha venido disminuyendo en la cuenca, al pasar de tasas de crecimiento de 4.5% en los años sesenta, a 2.9% en los ochenta y 2.2% en los noventa. Al comparar su aporte al PIB entre valores constantes y valores corrientes, se observa que disminuye mucho más en precios corrientes que en constantes, especialmente desde los años noventa; esto significa que su contribución al ingreso nacional disminuye a un ritmo mayor que el de disminución de la producción. Según este mismo estudio, la productividad de los cultivos con ventajas agroecológicas ha mejorado, pues estos tienen acceso a mercados con mejores márgenes de rentabilidad, como el azúcar, el aceite de palma y el banano. Las áreas agrícolas que perdieron competitividad se convirtieron en rastrojos o en tierras para la ganadería extensiva. Los cultivos de ciclo corto ocupan superficies promedio de 1.700.000 ha distribuidas entre los valles interandinos, la zona del Caribe y las vertientes de los altiplanos y generan aproximadamente 360.000 empleos. De las áreas productivas de la gran cuenca del Magdalena, el 61% está dedicado a cultivos tradicionales campesinos y el 27% a productos altamente tecnificados, como café, arroz, algodón y banano.

La actividad pesquera efectuada en el río Magdalena es principalmente artesanal y estacional, con tres períodos de pesca al año: subienda, mitaca y bajanza. En la cuenca del río Magdalena es donde hay una mayor producción pesquera dentro de las aguas continentales del país. Se estima que unos 25 mil pescadores realizan faenas de aprovechamiento hidrobiológico, aunque se observan, como en el caso de la agricultura, tasas de reducción significativa —hasta 16% anual desde 1984—, especialmente para capturas de bocachico, bagre pintado, nicuro y pácora.

La pesca en el río y sus ciénagas perimetrales se hace en forma artesanal. En la cuenca baja hay espejos de agua y humedales con más de 100.000 ha; en el curso medio hay 20.000 y en la cuenca alta 1.200 ha, de las cuales se extraen promedios de 2.500 toneladas entre los meses de abril y agosto. Los principales mercados para la comercialización del producto son Barrancabermeja, Puerto Wilches, Puerto Berrio y Honda.

En la cuenca del Magdalena, ECOPETROL y las Compañías Asociadas extraen entre el 17% y 18% de los hidrocarburos que se producen en el país. Las reservas petrolíferas de Colombia se localizan en 15 cuencas sedimentarias que abarcan 84 millones de hectáreas, de las cuales tan solo el 20 % se ha explorado. Debido al incremento en las cantidades de crudo extraídas, que han pasado de 440 mil barriles al comienzo de la década del 90, a 800 mil barriles en 1999 y a la deficiente actividad exploratoria, las reservas de petróleo han sufrido una notable disminución.

En 1998 se transportaron 1.371,6 kilo barriles diarios de crudo por la red de viaductos de 14.144 km de longitud que tiene Colombia. Los oleoductos —4.870 km— transportaron 103.691.000 de barriles a las refinerías, mediante las siguientes líneas: oleoducto de Ocensa, línea Cusiana-Coveñas; oleoducto de la Asociación Cravo Norte, línea Caño Limón-Coveñas; oleoducto del Alto Magdalena, línea, Tenay-Vasconia; oleoducto de los Llanos, línea Apiay-La Belleza y oleoducto Colombia, línea Vasconia-Coveñas. La mayoría de estas atraviesan parte de la cuenca del Magdalena.

El país cuenta con doce campos de producción de gas, que se localizan en cuatro regiones: Costa Atlántica, Santander, Llanos Orientales y Huila-Tolima, lo que demuestra el papel importante de las cuencas sedimentarias del Magdalena.

GENERACIÓN HIDROELÉCTRICA

En 1979 el potencial de generación eléctrica del país se estimó en más de 90.000 MW y para el 2000 la capacidad instalada efectiva era de 12.014 MW, de los cuales 8.159 MW eran hidroeléctricos y 3.855 MW térmicos —936 MW por carbón, 2.827 por gas y 92 MW por fuel oil—. Muy pocos países en el mundo pueden mostrar un potencial hidroeléctrico tan rico como Colombia, sin estimar el que ofrecen las reservas de los ríos Orinoco y Amazonas. Actualmente el país cuenta con 2.166 MW instalados, la mayor parte de los cuales se producen en la gran cuenca del Magdalena, donde además hay otros 4.018 MW, que generarán las centrales eléctricas proyectadas y en construcción.

Los más importantes proyectos sobre el río Magdalena son:

BETANIA (Neiva, Huila). Se trata de una central hidroeléctrica que utiliza los caudales del río Magdalena por medio de una presa de 90 m de altura y una central a su pie. En este lugar el área de drenaje es de 13.570 km2 y el caudal promedio de 445 m3/seg. La presa crea un embalse con un volumen total de 2.200.000.000 m3, que vierten a un canal abierto de 40 m de ancho, controlado por compuertas y diseñado para una descarga máxima de 12.000 m3/seg; además, dispone de un vertedero auxiliar de tipo de dique fusible, con una capacidad de descarga adicional de 9.000 m3/seg. La casa de máquinas tiene 4 unidades tipo Francis de 127.5 MW cada una, para un total de 510 MW.

SALDAÑA-PALMALARGA. Este proyecto localizado en el departamento del Tolima, 10 km aguas abajo de la población de Ataco, comprende una presa de 136 m de altura, con una central a su pie. El volumen del embalse es de 6.000.000.000 m3 y el área inundada de 117 km2; la captación se hace por dos entradas que alimentan dos tuberías, cuya longitud es de 400 m y su diámetro de 7 m. La central tiene una capacidad de 480 MW, generados por 4 unidades tipo Francis de 120 MW cada una.

LAS MESITAS-LA GUACA. El río Bogotá, ayudado por una serie de embalses en su parte plana, ha proporcionado a la capital y al departamento casi la totalidad del fluido eléctrico que consume. En sus cuatro centrales se generan 550 MW, distribuidas así: Canoas, 50; El Salto, 120; Laguneta, 80 y El Colegio, 300.

RÍO LA MIEL I y II. Este proyecto aprovecha las aguas del río La Miel y está localizado en el municipio de Norcasia, Caldas, a 45 km de La Dorada. Sobre el lecho del río se construyó la presa Pantágoras, con 188 m de altura —la más alta del mundo elaborada en concreto—, para crear el embalse de Amaní, que tiene capacidad para almacenar 571 millones de m3, con los que se generan 396 MW. El proyecto La Miel II, pendiente de realizarse hasta que se evalúen los resultados de La Miel I, generará 230 MW adicionales y tendrá un caudal de 26 m3/seg.

CENTRALES HIDROELÉCTRICAS PROYECTADAS

Dentro de las obras hidroeléctricas proyectadas a corto plazo para el aprovechamiento de caudales en tributarios del río Magdalena encontramos:

NARE-PLAYAS. Aprovechará las aguas de los ríos Guatapé y Nare. La presa tendrá una altura de 66 m y creará un embalse de 115.000.000 de m3. La captación se alimentará por un túnel de 4,5 km de longitud y en la central serán instaladas tres unidades tipo Francis con capacidad de 80 MW cada una, para un total de 240 MW.

RIO SOGAMOSO. Para esta central se ha proyectado una presa de 299 m de altura, con un volumen total de embalse de 13.200.000.000 de m3. Se alimentará por 4 túneles de 400 m y la central tendrá 4 unidades tipo Francis con capacidad de 425 MW cada una, para generar un total de 1.700 MW.

SOGAMOSO–FONCE. Comprende 4 presas: la primera, sobre el río Mogoticos, con una altura de 60 m y un embalse de 255.000.000 dem3; la segunda sobre el río Taquiza, con altura de 60 m y un embalse de 147.000.000 de m3; la tercera sobre el río Pienta, con altura de 57 m y embalse de 106.000.000 m3. por último, la presa del río Fonce, con altura de 60 m y un volumen de embalse de 37.000.000 de m3. Las aguas captadas alimentarán un túnel de conducción de 30 km de longitud y la central estará equipada con 5 unidades tipo Pelton, con capacidad de generar 120 MW cada una, para un total de 600 MW.

HONDA. (Tolima-Cundinamarca). El proyecto utilizará los caudales del río Magdalena por medio de una presa de 100 m de altura. En el lugar, el área de captación es de 52.000 km2 y el caudal medio de 1.500 m3/seg. El proyecto creará un embalse con volumen total de 20.000.000.000 m3, de los cuales parte se utilizará en la regulación de caudales y tendrá una central superficial con una capacidad para generar 1.400 MW.

AMOYÁ. (Cañón de la Hermosas, Chaparral-Tolima). Localizada en la vertiente oriental de la cordillera Central, al noroccidente del casco urbano del municipio de Chaparral. El Proyecto generará 78 MW en dos turbinas-generadores, que operarán a filo de agua utilizando un caudal de 18 m3/s. Este proyecto se encuentra en la etapa de cierre financiero por parte de Hidroger e Isagen y se considera el primero en Colombia con carácter de generador de bienes y servicios ambientales, cuya aplicación ha sido aprobada por el Fondo Prototipo de Carbón, de la Convención de Cambio Climático.

UNA CUENCA CON FUTURO

El río Magdalena fue el principal testigo del progreso de Colombia. A sus riberas llegaron los primeros pobladores y allí empezaron a crear sus hábitos sedentarios; numerosas tribus indígenas desarrollaron sus culturas y dejaron testimonio de su forma de entender la vida y la muerte; la conquista española entró por el río y lo utilizó como la única vía de comunicación del interior con el resto del mundo; el crecimiento de la nación durante la república se fundamentó en el transporte por el Magdalena y en la riqueza de su cuenca. Ahora se utilizan medios y rutas de transporte diferentes, pero el río y su gran cuenca continuarán siendo fuente de vida y riqueza y también de futuro, porque su potencial como medio de transporte, como recurso energético y como proveedor de agua y alimento es incalculable. Es por esto que la recuperación del río Grande de La Magdalena y la preservación de los valiosos ecosistemas de su cuenca ayudarán a garantizar nuestra propia subsistencia.

 
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