El
océano Pacífico baña las costas colombianas
a lo largo de 1.350 km, desde la desembocadura del río
Mataje —latitud 1º30´ N, longitud 82º00´
W—, límite fronterizo con la república
del Ecuador, en el sur, hasta un punto en la costa acantilada
del departamento del Chocó, límite con la
República de Panamá —latitud 7º10´
N, longitud 77º40´ W—. El Pacífico
es, por lo general, un mar calmo en esta región
ecuatorial, con olas de largo período que provienen
la mayor parte del tiempo del occidente-noroccidente y
presentan alturas entre 1,5 y 2,5 m; estas olas rara vez
se encrespan en el mar abierto, pero pueden descargar
gran cantidad de energía cuando arriban al litoral.
Las mareas son semidiurnas —dos pleamares o pujas
y dos bajamares o quiebras cada 24 horas y 50 minutos—,
con rangos mareales entre 3,5 y 4,5 m.
La morfología costera a lo largo del litoral es
variada y contrastante. En líneas generales se
distinguen dos regiones cuyo límite se encuentra
en Cabo Corrientes. Hacia el norte, la costa es predominantemente
montañosa y las estribaciones de la serranías
del Baudó y de Los Saltos se precipitan sobre el
mar formando acantilados rocosos, interrumpidos por ensenadas
y bahías con playas arenosas; al sur, el paisaje
costero predominante es de amplias llanuras aluviales
y formaciones deltaicas.
El clima en general es húmedo y cálido,
con una alta pluviosidad que alcanza su máximo
nivel en el sector comprendido entre Cabo Corrientes y
el municipio de Bahía Solano, donde las precipitaciones
sobrepasan los 5.000 mm anuales y los días con
lluvia superan los 280 al año. El régimen
pluvial en la parte sur del litoral más cercano
al ecuador, tiene una tendencia bimodal, con dos períodos
lluviosos —enero a marzo y octubre a diciembre—;
en el norte se presenta generalmente un solo periodo,
pero más prolongado —marzo a octubre—.
La vertiente del Pacífico colombiano tiene una
extensión de 76.852 km2, que equivalen
al 6,7% del territorio continental del país y está
conformada por más de 200 ríos que a pesar
de ser de trayecto corto, en su mayoría son bastante
caudalosos y transportan grandes cantidades de sedimentos;
la descarga total de los ríos que drenan la vertiente
se estima superior a los 9.000 m3 de agua por
segundo y 96 millones de toneladas de sedimentos por año.
Los principales ríos que desembocan en las costas
del Pacífico son San Juan, Patía, Baudó,
Mira, Micay, Dagua, Anchicayá, Yurumanguí,
Naya, Sanquianga, Guapi, Iscuandé y Mataje, cuyas
desembocaduras se localizan todas en la zona meridional
de la región. La mayoría ha desarrollado
deltas
que en casos como el del San Juan son individuales, mientras
que en otros, como el del Patía, son múltiples
y en su desarrollo participan varios sistemas fluviales.
EL DELTA
DEL RÍO SAN
JUAN
Con un promedio de 2.550 m3 de agua por segundo
y 16 millones de toneladas de sedimentos por año,
el San Juan es no sólo el más caudaloso
de los ríos de la vertiente pacífica de
Colombia, sino también de todos los ríos
que desembocan en el Pacífico suramericano. Su
cuenca,
separada en el norte de la del río Atrato por una
cadena de montañas de escasa elevación,
está ubicada entre la Cordillera Occidental y las
colinas bajas del litoral pacífico; tiene una superficie
de 16.400 km2 y recibe precipitaciones del
orden de 7.000 a 9.000 mm por año, las más
elevadas de toda América. El río tiene una
longitud de 352 km y por la margen izquierda recibe las
aguas de sus principales afluentes —Paimadó,
Tamaná, Munguidó, Sipí, Currupí,
Copomá y Calima—.
El delta
del San Juan está en el extremo meridional del
litoral del departamento del Chocó. La planicie
deltaica tiene una extensión cercana a los 8.000
km2 y está conformada por canales distributarios
flanqueados por bosque húmedo tropical, pantanos
de manglar, planos lodosos y cordones de playa. La configuración
del delta
es compleja, pues se trata de un sistema mixto en el que
tienen la misma importancia la influencia fluvial, la
del oleaje y la de las mareas. La deposición de
los sedimentos transportados por el río es evidente
en la zona estuarina aledaña a las bocas, donde
el oleaje suspende parte del material y lo redistribuye
a lo largo del litoral formando depósitos secuenciales
que constituyen cordones de playa y barreras arenosas.
La línea de costa del frente deltaico forma un
arco suave de 51 km de longitud entre las desembocaduras
de los distributarios Togoromá, al norte, y San
Juan o Choncho, al sur, aunque en algunos sectores aledaños
a las bocas se acumulan sedimentos que forman islas barrera
y espigas; la mayor parte de la costa es de carácter
erosivo, por lo que tiende a retroceder.
El delta
se divide en dos sectores: un plano deltaico superior
y otro inferior. En el primero se separan los tres canales
distributarios principales, el San Juan o Choncho, el
Chavica y el Cabeceras o Charambirá y la vegetación
dominante es la de una densa selva húmeda. El inferior
se caracteriza por la presencia de plataformas marinas
de escasa profundidad, extensos bajos lodosos que quedan
expuestos durante la marea y un conjunto de islas barrera
y cordones de playa en el frente deltaico; además,
se originan dos nuevos distributarios, el Cacagual y el
Togoromá y numerosos canales de marea que hacen
evidente la existencia del estuario.
Como es característico en los deltas
del Pacífico colombiano, el del San Juan presenta
una amplia variedad de ambientes biológicos condicionados
por la dinámica geomorfológica y el gradiente
espacial agua dulce-salada y su intrusión en los
suelos. La vegetación emergida muestra una zonación
muy característica, desde la playa del frente deltaico
hacia tierra adentro, donde unas especies son reemplazadas
por otras debido al cambio gradual o súbito en
las condiciones del suelo. En la parte trasera de las
playas, por encima de la línea de pleamar, aparece
la vegetación pionera que coloniza en primera instancia
el sustrato arenoso; son principalmente plantas herbáceas
halófitas
que soportan condiciones adversas como el rocío
de agua salada, la inestabilidad del suelo y la escasez
de nutrientes; junto a estas hierbas, aparecen también
la caña brava, plantas reptantes, como la batatilla,
que contribuyen a consolidar la arena de las dunas y evitan
que sean arrastradas por el viento.
En la parte más elevada de la cresta de la playa
se encuentra la primera vegetación arbustiva, representada
por yarumos, hobos, majaguas, tapacubos y esporádicamente
palmas de coco. Detrás de esta franja, en dirección
a los canales estuarinos o de marea, localmente llamados
esteros, predominan plantas típicas de la zona
de transición hacia la asociación florística
que bordea los esteros como la palma naidí y el
nato y sobre los suelos encharcados de los bancos de sedimentos
que franjean los canales de marea internos, crecen principalmente
arbustos de sapotolongo, nato, mangle rojo, machare y
palma naidí.
Los manglares en los deltas
del Pacífico rara vez se desarrollan en el litoral
marino; generalmente se extienden sobre los planos de
lodo que son inundados por la marea, en los esteros protegidos
del oleaje o detrás de las islas barrera. En el
delta
del San Juan existen unas 10.000 hectáreas de manglar,
donde están bien representadas dos especies de
mangle rojo, además del blanco, el negro, el piñuelo
y el nato. Detrás del manglar, donde el nivel del
suelo es más elevado y no está expuesto
a inundación fluvial, comienza la selva húmeda
tropical, que es la vegetación natural terrestre
de las partes bajas de la vertiente del Pacífico.
En terrenos bajos detrás del manglar, donde cesa
la influencia marina —allí el efecto de la
marea no es perceptible y las aguas salobres no alcanzan
a penetrar—, éste es reemplazado por helechales
y bosques de pantano de agua dulce en los que predominan
las palmas de naidí y zancona y árboles
de regular talla como sajo, machare y sande.
Además de los playones intermareales de lodo en
los canales y bocas, en el frente deltaico quedan emergidas
durante la bajamar amplias extensiones de playas arenosas.
Éste es el hábitat de algunos invertebrados,
la mayoría de los cuales viven enterrados entre
el sedimento, como almejas, gusanos y pequeños
crustáceos; la piangua prefiere los planos lodosos
adyacentes al manglar en los esteros. Cuando la playa
es inundada por la marea, los peces buscan allí
su alimento escarbando en el sedimento y cuando el mar
se retira, son las aves playeras —chorlitos, gaviotines
y garzas— y los cangrejos fantasma, de viva coloración
rojiza, los que aprovechan la oferta alimenticia de esta
zona.
El delta
del San Juan es un área con baja densidad de población
humana, la cual se concentra en varios caseríos
accesibles únicamente por vía acuática.
Los escasos y pequeños poblados que existían
a comienzos del siglo XX sobre el litoral del delta
fueron arrasados por un tsunami en 1906. Actualmente,
en el plano inferior del delta habitan a lo sumo 2.000
personas afrodescendientes, en los caseríos de
Charambirá, Isla del Mono, El Choncho, Cacagual,
Togoromá, Playita, Venado y San José de
Pichimá, cuya principal actividad económica
es la pesca artesanal; en el Choncho y la Isla del Mono
la extracción de madera y los aserraderos son también
actividades importantes.
En el plano superior del delta
predomina la población indígena de la etnia
waunana, en cuya lengua el río San Juan es llamado
Dochadó o Docharamá. El principal poblado
del resguardo es Puerto Pizario, situado unos 20 km aguas
arriba de la desembocadura del brazo San Juan; es una
comunidad conformada por alrededor de 200 habitantes que
viven en casas de madera con techos de zinc, llamadas
localmente tambos. Sus medios de subsistencia son la pesca,
la caza, la agricultura, la tala de árboles y la
fabricación de artesanías; se destaca la
cestería elaborada en palma de werregue teñida
de negro y naranja. Cuando escasea el dinero, intercambian
productos con las comunidades vecinas: la papachina se
cambia por pescado, el banano por piangua, la miel por
cangrejo y la gasolina por borojó y piña.
La riqueza ambiental de la cuenca
del río San Juan, al igual que la riqueza cultural
de los pueblos que la han habitado ancestralmente, aún
se conserva gracias al aislamiento del área, a
los patrones de poblamiento y a las relaciones de la gente
con su entorno. Según la opinión de connotados
naturalistas, la cuenca
baja del San Juan, incluyendo su delta, es probablemente
una de las regiones más biodiversas del planeta
y seguramente también de las más lluviosas,
condiciones que le confieren a la región características
excepcionales.
LOS ESTUARIOS
DE LAS BAHÍAS DE MÁLAGA
Y BUENAVENTURA
Contiguas al margen sur del plano deltaico del río
San Juan, en el departamento del Valle del Cauca, se encuentran
las bahías de Málaga y Buenaventura, dos
profundas escotaduras de la línea de costa, orientadas
en sentido nororiente-suroccidente, que se originaron
por el hundimiento de dos valles debido a la actividad
tectónica de las fallas geológicas que cruzan
el área, una de las cuales discurre en el mismo
sentido y es responsable de que la costa que separa ambas
bahías —el istmo de Pichindé—
se haya levantado formando un litoral de acantilados que
se precipitan hacia el mar.
Bahía Málaga ocupa un área de alrededor
de 130 km2, con una profundidad promedio de
12 a 15 m; posee un conjunto de islas e islotes, la mayoría
reunidos en el archipiélago de La Plata. Desde
el punto de vista hidrográfico, la parte interna
de la bahía se asimila a un estuario bien mezclado
debido a los 4 millones de metros cúbicos de agua
dulce que en promedio le aportan diariamente multitud
de quebradas y riachuelos que allí desembocan,
varios de los cuales caen en cascadas por los acantilados.
Manglares de borde y bosque húmedo tropical son
la vegetación que rodea a Bahía Málaga
y que crece también sobre las islas. En el litoral,
los manglares y los planos lodosos predominan en la parte
interna, mientras que en la externa, se entremezclan terrazas
elevadas, planos lodosos, playas de arena y rocas y acantilados
formados por rocas sedimentarias blandas que, en las áreas
más expuestas al oleaje, son fácilmente
erosionadas; en la parte baja de estos acantilados habita
una multitud de invertebrados marinos —bivalvos,
erizos y gusanos— que excavan sus galerías
en la roca y contribuyen a erosionarla. En los manglares
y planos lodosos del interior de la bahía suele
congregarse gran cantidad de aves marinas y playeras,
tanto residentes como migratorias, que encuentran allí
refugio y una excelente oferta de alimento.
En las aguas de la bahía se han contabilizado más
de 230 especies de peces y 12 de mamíferos acuáticos;
entre estos últimos se destacan la ballena jorobada
o yubarta, cachalotes y orcas. Todos los años,
entre julio y septiembre ingresan las ballenas hasta el
fondo de la bahía para dar a luz; se estima que
alrededor del 12% de las que luego viven en el hemisferio
sur nacen allí, por lo tanto, es crucial la preservación
de los valores naturales de Bahía Málaga.
En torno a ésta habitan de manera dispersa algunas
comunidades indígenas de las etnias Embera, Waunana
y Noanama que combinan actividades de pesca ribereña
con la caza y agricultura de subsistencia; la población
afrodescendiente se concentra en el archipiélago
de La Plata y en el costado occidental de la bahía
funciona una Base Naval de la Armada Nacional, comunicada
con Buenaventura por una carretera. En la actualidad hay
una controversia entre los que abogan por la construcción
de un puerto mercante de aguas profundas en la parte interna
de Bahía de Málaga y los conservacionistas,
que exaltan los valores naturales y la importancia del
área para la protección de la biodiversidad.
La Bahía de Buenaventura tiene 21 km de largo,
11 de ancho y una profundidad promedio de 10 m; su entrada,
conocida con el nombre de la Bocana, está demarcada
al sur por Punta Soldado y al norte por Punta Bazán,
distantes entre sí por escasos 1.600 m. Aparte
de varios riachuelos y quebradas que desembocan en la
bahía, en el costado suroriental afluyen las aguas
de los ríos Dagua y Anchicayá, que aportan
en conjunto alrededor de 427 m3 de agua dulce
por segundo y son los principales responsables de la turbidez
de las aguas del estuario. En la desembocadura de ambos
ríos se han formado pequeñas planicies deltaicas,
con amplios bajos lodosos e islas de manglar que resultan
de la acumulación de sedimentos.
En la parte suroriental, la columna de agua tiende a estratificarse
debido a la afluencia de aguas fluviales, en tanto que
a lo largo del canal navegable y la costa noroccidental,
las condiciones de salinidad y temperatura son más
homogéneas entre la superficie y el fondo. Por
lo tanto, la Bahía de Buenaventura en su totalidad
es considerada como un estuario
parcialmente mezclado.
Exceptuando la costa noroccidental, flanqueada por acantilados
de 10 a 15 m de altura, el litoral es bajo, con extensas
planicies intermareales parcialmente cubiertas por mangles.
Cerca de La Bocana se han desarrollado playas y barras
arenosas cuya morfología es modelada por las corrientes
de marea; las aves playeras y los cangrejos ermitaños
y fantasmas son allí los organismos más
abundantes. Los manglares son bien desarrollados y están
compuestos prácticamente por todas las especies
de mangle existentes en el Pacífico colombiano,
las cuales se distribuyen de acuerdo con el nivel mareal,
la exposición al oleaje, la salinidad, la topografía
y el tipo de suelo. Estos manglares son el hábitat
de un sinnúmero de organismos, tanto terrestres
como marinos; orquídeas y bromelias se asientan
sobre las ramas superiores, en tanto que sobre los troncos
y las raíces pululan varias especies de cangrejos,
gasterópodos y ostras. En los fondos lodosos abundan
almejas, pianguas y cangrejos violinistas.
La extensión de los manglares se ha reducido notoriamente
en las últimas tres décadas, inicialmente
debido a la tala de mangle rojo para la extracción
de taninos utilizados para la industria marroquinera y
posteriormente a por la adecuación de tierras agrícolas
y construcción de estanques para la acuicultura.
El estuario de Buenaventura es rico en recursos pesqueros
que la población explota artesanalmente; entre
los principales productos están los bagres de mar,
los róbalos y las lisas, además de jaibas,
camarones, langostas, pianguas, ostras y almejas. Estos
recursos se ha visto drásticamente reducidos debido
a la contaminación de las aguas por los desechos
urbanos y la descarga de sustancias tóxicas, especialmente
metales pesados, a través de las aguas del río
Dagua.
En la parte más interna de la bahía se encuentra
la isla de Cascajal, que además de formar parte
de la ciudad de Buenaventura, alberga el puerto marítimo
que moviliza anualmente el mayor volumen de carga del
país. La ciudad y el puerto, a pesar de que ofrece
grandes posibilidades, han experimentado un acelerado
pero desordenado crecimiento con consecuencias sociales
y ambientales muy negativas.
EL DELTA
DEL PATÍA: UN
LABERINTO DE ISLAS
Y ESTEROS
El Patía es el río más largo de la
vertiente pacífica, no sólo de Colombia
sino de toda Suramérica. Nace en las faldas del
volcán Sotará, en el Macizo Colombiano,
y su recorrido se extiende a lo largo de 400 km, de los
cuales los últimos 90 son navegables. Fluye inicialmente
en dirección sur, entre las cordilleras Central
y Occidental que atraviesa por la depresión de
la Hoz de Minamá y desciende por la cordillera
para adentrarse en la llanura del Pacífico, donde
recibe su principal afluente, el río Telembí
y desemboca en el Pacífico a medio camino entre
la Bahía de Buenaventura y la frontera con Ecuador.
Su cuenca
de drenaje cubre aproximadamente 23.000km2
y vierte al Pacífico alrededor de 1.290 m3
de agua por segundo.
Si bien, el Patía es uno de los ríos más
caudalosos de los que desembocan en esta área y
por ello el delta recibe su nombre, otros ríos
importantes, Guapi, Iscuandé, Tapaje, Satinga y
Sanquianga, entre otros, aunque de tramo más corto,
vierten también grandes cantidades de agua y sedimentos
en esta área, contribuyendo significativamente
al desarrollo del complejo deltaico más extenso
del país; el río Guapi con 357, el Iscuandé
con 213 y el Tapaje con 175 m3 de agua por
segundo adicionales. Se trata en realidad de un delta
múltiple formado por la fusión de varias
planicies deltaicas de diferente edad; la parte norte
del plano deltaico es la más antigua, en tanto
que hacia el oriente se encuentran los sectores progresivamente
más recientes. En otras palabras, el delta
en su conjunto ha experimentado una migración paulatina
en sentido nororiente–suroccidente causada en parte
por los movimientos de las placas tectónicas.
El complejo deltaico tiene una extensión aproximada
de 2.000 km2 y abarca más de 120 km
de línea de costa desde la Bahía de Guapi
hasta Punta Cascajal, en el extremo noroccidental de la
Bahía de Tumaco. La franja norte del delta está
sometida a subducción o hundimiento y sus lóbulos
aún emergidos se resisten a la fuerte erosión
y están cubiertos por densos manglares. Numerosos
canales de marea y brazos estuarinos penetran hasta 15
km en el interior del delta
y forman un entreverado laberinto de islas y zonas pantanosas;
las costas del sector occidental y sur del delta están
conformadas por una serie de islas barrera, con pantanos
y manglares que se anteponen al intrincado sistema de
barras y depósitos fluviales que han dejado abandonados
los cauces del río Patía.
La construcción del denominado canal Naranjo, a
comienzos de la década de 1970, realizada por madereros
de la región para hacer navegable el río
durante la época de sequía, causó
la desviación del cauce del Patía hacia
el Sanquianga, lo que provocó un aumento desproporcionado
en el caudal de este último, actualmente denominado
Patianga; el flujo de agua que tenía el canal antes
de la obra se incrementó casi cien veces después
de la ampliación. Desde entonces, las costas del
sur del delta y la parte norte de la Bahía de Tumaco
se encuentran sometidas a fuerte erosión y retroceden
alrededor de medio metro por año. Bocas de Satinga,
un caserío de 3.000 habitantes, ubicado a orillas
del río Sanquianga, ahora se ve regularmente inundado
por las crecientes de este río, que es más
caudaloso desde que el Patía le tributa gran parte
de su caudal. Otro caserío, Salahonda, situado
sobre la boca de uno de los distributarios del Patía,
ha decaído considerablemente en importancia debido
a la erosión de la costa y a la pérdida
de navegabilidad del río, lo que ha obligado a
sus habitantes a trasladarse a otros poblados.
El delta
del Patía en su totalidad es una región
afectada por subsidencia
cosísmica, es decir, que experimenta hundimientos
debido a los movimientos sísmicos que ocurren con
cierta frecuencia. En diciembre de 1979, un fuerte sismo
que afectó la parte meridional del Pacífico
colombiano causó un hundimiento de más de
1 m de gran parte de la costa del delta
y el tsunami que siguió al sismo dejó más
de 150 personas muertas en esta región.
Los manglares del plano deltaico del Patía son
los más extensos del país, con alrededor
de 100.000 hectáreas, más de una tercera
parte del total de los del Pacífico colombiano,
que forman una amplia franja que bordea la costa y que
en algunos sectores alcanza hasta 30 km de ancho, distancia
hasta la cual se percibe la influencia de la marea alta,
que represa el flujo del río hacia su desembocadura.
Los manglares son densos y alcanzan alturas hasta de 45
y 50 m, lo cual los convierte en los de mayor biomasa
por unidad de área de todo el hemisferio occidental;
en ellos están presentes los mangles rojo, negro,
blanco, piñuelo y jelí.
Detrás del manglar aparecen los bosques de pantano
que todavía reciben la influencia salina, conocidos
como natales debido a la predominancia del nato o mangle
nato; éste se suele mezclar con otras especies
arbóreas como el machare, el sande, el carbonero,
el sapolongo y la palma naidí. Detrás de
éstos se encuentran los bosques encharcados o de
pantano de agua dulce, llamados localmente guandales,
donde, además de algunas especies del natal, aparecen
el sajo, los cuangares o jindíes y el tangare.
La fauna de los manglares y de los bosques pantanosos
aledaños es muy diversa, especialmente la de insectos,
anfibios, reptiles, aves y mamíferos. En los esteros
que rodean el manglar abundan las jaibas y otros cangrejos,
camarones, almejas, ostras, pianguas, caracoles, peces
y garzas. En las playas expuestas del frente deltaico
abundan las aves y anida gran cantidad de tortugas marinas,
especialmente la golfina y la negra.
La población asentada en el delta
del Patía, en su gran mayoría de raza negra,
vive en caseríos y poblados dispersos pertenecientes
a un municipio del departamento del Cauca y a seis de
Nariño. Las poblaciones más importantes
son Guapi —Cauca—, Iscuandé, El Charco,
Bazán, Mulatos, Mosquera, San Juan de la Costa
y Salahonda —Nariño—, que concentran
unas 40.000 personas.
Algo menos de 3.000 habitantes —7,5% del total—
vive en una veintena de pequeños caseríos
aislados y dispersos a lo largo de las riberas de los
ríos y caños cerca de las bocas. Con excepción
de Guapi, comunicada por vía aérea con el
interior del país, los demás poblados y
caseríos son accesibles únicamente por vía
acuática. El terreno pantanoso y la densidad de
la vegetación rara vez permiten la apertura de
caminos, por lo que toda la movilización de personas
y mercancías se realiza en embarcaciones.
Las actividades de la población allí asentada
se relaciona con el ejercicio de la pesca artesanal, la
recolección de moluscos y crustáceos asociados
al manglar, la extracción de productos forestales
y la agricultura de subsistencia. Las comunidades negras
cultivan en pequeñas parcelas, a veces distantes
de los caseríos, arroz, plátano, banano,
coco, chontaduro, yuca, papachina, maíz, yuca y
frutales; los hombres ejercen la pesca individual o en
grupos organizados según los recursos que ofrezcan
los ríos, el estuario o el mar; emplean atarrayas,
redes de enmalle o trasmallos, chinchorros, atajos, esterados,
calandros y otra serie de aparejos y se transportan en
potrillos, que son pequeñas canoas de madera y
a veces en canoas a motor. Las principales captura son
el bagre de mar o alguacil, la cardume, el ojón,
los pargos, el róbalo o gualajo, la sierra y la
lisa. Las mujeres laboran en las parcelas familiares o
se desplazan regularmente a los esteros y playas para
recolectar cangrejos, —halachos, jaibas, tasqueros—
y moluscos —ostras, pianguas, piaquiles—.
En general, estas comunidades cuyas costumbres se remontan
a sus ancestros africanos, han aprendido a moldear su
cultura en estrecha relación con el entorno natural.
Del manglar y los bosques de pantano aprovechan la madera
para la construcción de sus viviendas y para elaborar
sus embarcaciones y utensilios de trabajo; el manglar
les provee también la leña y la materia
prima para la producción de carbón vegetal.
Algunos poblados se han especializado en la construcción
de viviendas, otros son astilleros artesanales donde se
diseñan pequeñas canoas o potrillos, botes
y hasta barcos pesqueros y madereros de tamaño
mediano; también existen caseríos especializados
en la producción de carbón, la cual se hace
en hornos, para después empacarla en bultos, transportala
y comercializarla en Tumaco y otras poblaciones vecinas.
Una gran porción de la parte central del plano
deltaico del Patía, incluyendo las bocanas de los
ríos Tapaje, La Tola, Amarales y Sanquianga, así
como las islas, esteros y playas aledañas, es protegida
por el Parque Nacional Natural Sanquianga, que en sus
80.000 hectáreas, guarda una representativa muestra
de playas, manglares, natales y guandales de esta región.
EL ESTUARIO
DE LA BAHÍA DE TUMACO
La Bahía de Tumaco se localiza entre los deltas
del Patía y el Mira y es la más extensa
de la costa pacífica de Colombia, con 480 km2
aproximadamente. Es una bahía abierta, de poca
profundidad —máximo 30 m— y la dinámica
de sus aguas está fuertemente influenciada por
las mareas.
El litoral norte y este de la bahía consiste en
planos lodosos intermareales y acantilados verticales
de 10 a 40 m de altura formados por rocas sedimentarias
blandas y sometidos a la acción erosiva del mar.
El extremo sureste de la bahía, su parte más
interna, se caracteriza por la presencia de pequeños
deltas
lobulados con planos intermareales poblados de manglares.
El litoral del sur consta de una serie de islas barrera
y bajos dispuestos paralelamente a la línea de
costa, los cuales, aunque muy lentamente, son transportados
desde la parte noroccidental del frente deltaico del río
Mira hacia el interior de la Bahía de Tumaco, de
manera semejante a como lo hacen las dunas de arena en
el desierto. Estas islas son bastante inestables, que
continuamente se erosionan por el lado donde enfrentan
la corriente, pero crecen por el lado contrario de ésta.
La mayor parte de la ciudad de Tumaco se emplaza sobre
dos de las islas de mayor tamaño: La Viciosa y
El Morro. Los bajos arenosos situados frente a ellas han
protegido la ciudad de los devastadores tsunamis que impactaron
estas costas en 1902, 1906 y 1979.
Detrás de las islas y en la parte más interna
de la bahía desembocan algunos arroyos que reducen
ostensiblemente la salinidad de las aguas costeras superficiales
y crean condiciones estuarinas en los canales y esteros.
La acumulación de depósitos aluviales hace
que los planos de lodo intermareales avancen lentamente
hacia el centro de la bahía, al ser colonizados
por el manglar se convierten en terrenos consolidados.
Los esteros rodeados de manglar del interior de la bahía
son extraordinariamente productivos y en ellos, los pescadores
artesanales y las piangüeras obtienen buena parte
de los recursos para su sustento; la piangua es vendida
en su mayoría a comerciantes ecuatorianos. La productividad
del estuario ejerce influencia sobre al resto de la bahía
y el mar adyacente; ello se refleja en la abundancia de
recursos pesqueros que son aprovechados por los pescadores
artesanales y por flotas pesqueras. La pesca industrial
de camarón se efectúa en la Bahía
de Tumaco con embarcaciones que lo hacen con redes de
arrastre que rastrillan los fondos entre 8 y 20 m de profundidad.
La explotación forestal se ha desarrollado principalmente
en torno a la utilización de la madera de mangle
para la producción de carbón y desafortunadamente,
amplias extensiones han sido removidas para la construcción
de estanques para el cultivo comercial de camarones.
EL DELTA DEL
RÍO MIRA
El río Mira nace y hace la mayor parte de su recorrido
en territorio ecuatoriano. Su curso tiene una longitud
total de 360 km, 88 de los cuales corresponden a su trayecto
final en territorio colombiano antes de desembocar en
Cabo Manglares, a unos 30 km del límite costero
entre ambos países. Su cuenca
hidrográfica cubre 24.000 km2, de los
cuales 4.800 km2 son de Colombia; la mayor
parte de la cuenca
abarca regiones selváticas y poco pobladas. El
río vierte al mar unos 537 m3 de agua
por segundo.
La planicie deltaica del Mira es un prisma de acreción
relativamente antiguo —Plioceno-Pleistoceno—
que abarca una extensión de 1.600 km2,
una tercera parte de los cuales corresponde aproximadamente
al delta más reciente. Éste se encuentra
delimitado al oriente por terrazas y colinas sedimentarias
y al norte por la amplia llanura pantanosa que bordea
el margen sur de la Bahía de Tumaco. Al parecer,
durante el Holoceno,
el delta
reciente del Mira ha ido progradando progresivamente hacia
el suroccidente desde la Bahía de Tumaco.
La parte norte de la costa del delta
está expuesta a los embates del fuerte oleaje y
se caracteriza por la presencia de islas barrera arenosas
muy estrechas, las cuales están permanentemente
sometidas a la erosión por el oleaje y antepuestas
a los manglares. Las situadas más hacia el noroccidente,
son lenta pero constantemente trasladadas en dicha dirección
hacia el interior de la Bahía de Tumaco por efecto
de la corriente de deriva litoral, razón por la
cual son terrenos muy inestables.
La morfología costera revela que el delta
está influenciado principalmente por la acción
compartida del oleaje y los sedimentos del río.
No obstante, la presencia de varios caños distributarios,
canales de marea y una franja de manglar que en algunos
lugares se interna hasta 7 km tierra adentro, atestiguan
el efecto no despreciable de las mareas. Detrás
de la franja de manglares, como suele ser la regla en
los deltas del Pacífico colombiano, se extienden
los bosques de pantano natal, guandal, naidizal, según
la especie arbórea dominante.
Desde la ciudad de Tumaco hasta el límite con Ecuador,
a lo largo de la costa deltaica y en la desembocadura
de las bocanas, hay una docena de dispersos caseríos
levantados sobre pilotes de madera, cada uno con 80 a
500 habitantes, en su gran mayoría de raza negra.
Candelillas de la Mar —poblado fronterizo con el
Ecuador—, Chontal, Congal, Bocananueva, Milagros-Frontera,
Cabo Manglares, Terán, Bajo Terán, Tortuga,
Papayal, Vaquería y El Polvorín. La población
masculina se dedica a la pesca artesanal; algunas mujeres
a la recolección de piangua y otras a cuidar las
parcelas localizadas en los firmes o partes de terreno
más elevadas, donde se cultivan cacao, coco, aguacate,
mango y otros frutales. En Terán y Tortuga se elaboran
artesanías de totora, una gramínea con cuyas
fibras se confeccionan esteras, canastos y petates.
Los poblados y caseríos localizados en la costa
del delta del río Mira, especialmente Candelillas
del Mar, Milagros y Cabo Manglares, dada la inestabilidad
de los terrenos sobre los que están asentados,
han experimentado repetidas veces los efectos de terremotos
y maremotos, que han obligado en algunos casos a la reubicación
de las viviendas en áreas vecinas, lo que deja
ver la extraordinaria adaptación de sus habitantes
a la continua evolución del sistema litoral y deltaico.