Los
páramos de Colombia, en algún momento de su
historia estuvieron ocupados por los hielos de la última
glaciación y su relieve actual está conformado
por el conjunto de geoformas que resultaron de fuerzas internas
como la orogenia, el plegamiento, el desarrollo de fallas
geológicas, el vulcanismo y el peso de las grandes
masas de los glaciares que dieron origen a profundos valles.
ZONIFICACIÓN GEOMORFOLÓGICA
La zonificación geomorfológica de los páramos
colombianos corresponde, ante todo, a las grandes unidades
del relieve y en segundo lugar, a las unidades climatológicas
ocasionadas por el gradiente altitudinal. En el piso glaciar
y periglaciar se destacan más las características
morfológicas generadas por las condiciones climáticas
actuales y en el piso de modelado glaciar heredado, las
ocasionadas por las glaciaciones del pasado.
El relieve, que fue modelado durante el período Cuaternario,
unos 600.000 años atás, por procesos de orogénesis,
recientemente ha tenido cambios superficiales debido a factores
climáticos a escala terrestre, a cambios en la vegetación
y, finalmente, a los que ha introducido la actividad humana
a nivel local y global.
EL AMBIENTE DE LOS GLACIARES
Los glaciares o nevados constituyen por sí solos
un piso y no hacen parte del páramo; tienen alturas
superiores a 4.800 msnm —con fluctuaciones entre 200
m y 400 m— y se caracterizan por la presencia de casquetes
glaciares.
Además del proceso de hielo–deshielo diario,
el retroceso de los glaciares implica una dinámica
de fusión en los bordes, que da origen al nacimiento
de hilos de agua que, junto con las pequeñas acumulaciones
detríticas, forma la margen periglaciar. Los glaciares
retroceden un promedio de 10 a 18 m por año —de
1 a 3 hectáreas por casquete—; los que pierden
mayor cantidad de hielo son, la Sierra Nevada de Santa Marta,
la del Cocuy y el Nevado del Ruiz. Este constante retroceso
obedece, además del calentamiento global, a que las
precipitaciones de nieve, que luego se convierten en hielo,
son inferiores a la cantidad de hielo que se funde; el balance
acumulación–ablación es entonces negativo.
EL AMBIENTE DE MONTAÑA PERIGLACIAR
Este piso es perceptible a partir de los 3.800 msnm y se
va haciendo más evidente al aproximarse al borde
de los glaciares, a 4.800 msnm; también se presenta
en áreas que tienen las condiciones climáticas
necesarias, pero que no tienen nevados.
En este ambiente son comunes los procesos locales de acumulación
de hielos; la gelifracción o ruptura de las rocas,
debido a que el agua que ha penetrado en sus fisuras, al
congelarse y aumentar su volumen las fractura; la descamación
o desprendimiento de delgadas láminas de roca por
cambios térmicos en su superficie; el escurrimiento
nival; la formación de pipkrakers —agujas de
hielo en los materiales finos del suelo— que levantan
algunas partículas de suelo unos milímetros
y al descongelarse forman suelos estriados o rizados y los
taludes de microgelifracción o canales de disolución.
LAS MONTAÑAS CON HERENCIAS GLACIARES
Se encuentran entre los 3.000 y 3.800 msnm, con variaciones
altitudinales de carácter local, relacionadas con
la topografía —descienden más en las
pendientes suaves—. Son el resultado de la glaciación
pleistocénica que dio origen a cubetas de socavamiento,
valles glaciares en forma de U y morrenas que conformaron
una topografía suave y ondulada.
Los procesos que modelaron este piso son: escurrimientos
bajo la superficie del suelo con pequeños hundimientos
y posterior arrastre del suelo; depósitos lacustres
y fluvioglaciares que se encuentran en depresiones y pequeños
derrumbes en las morrenas laterales. También se observan
grandes rocas de cientos de toneladas dispersas en los valles,
evidencia de la actividad glaciar en el pasado.
EL CLIMA EN LOS ANDES COLOMBIANOS
Desde una perspectiva de ecología planetaria, la
Tierra que depende de la energía solar, funciona
como la gran «máquina térmica».
Capta la energía solar, la invierte y la transforma
en procesos dinámicos y de organización de
la vida. El calentamiento desigual y la rotación,
ponen en movimiento las grandes masas de aire y generan
los ciclos atmosféricos. A escala continental, se
observa una gran variedad climática en los Andes
tropicales, relacionada con los gradientes y tendencias
climáticas altitudinales, latitudinales y patrones
pluviométricos. Colombia se halla bajo la mayor influencia
del hemisferio norte —vientos
alisios— y en menor escala, del hemisferio sur.
El movimiento de la Zona Intertropical de Convergencia —ZITC—,
determina que las diversas masas de aire —ecuatorial
continental, ecuatorial pacífica y ecuatorial norte—
y su confluencia en Colombia, generen los períodos
o estaciones de lluvia y sequía. El efecto del desplazamiento
de la ZITC genera una doble onda pluvial anual sobre el
sector cordillerano y una temporada sencilla o única
sobre las llanuras. En enero las masas de aire se desplazan
al sur y ocasionan una temporada de lluvias hacia el sur
del ZITC, mientras que en el norte causan una estación
seca que afecta la casi totalidad del territorio colombiano,
principalmente en las llanuras del Caribe, la Orinoquia
y la Amazonia.
Al moverse la ZITC hacia el norte —6 a 8° Norte—,
a mediados del año, la masa de aire ecuatorial continental
cargada de la humedad proveniente de las llanuras de la
Orinoquia y de la Amazonia, genera un período lluvioso
en el Caribe y en el norte del país y una tendencia
seca hacia el sur. El comportamiento global de estas grandes
masas de aire sobre el continente y sobre las montañas,
determina la distribución temporal de las lluvias
en los páramos colombianos; los patrones orográfícos
locales se producen de acuerdo con la orientación
de las vertientes con respecto a la dirección de
las masas cargadas de humedad.
PATRONES DE DISTRIBUCIÓN DE LAS LLUVIAS
En los páramos colombianos se pueden distinguir dos
grandes modalidades de reparto temporal de lluvias: el monomodal
y el bimodal.
En el régimen monomodal o biestacional, la estación
seca está determinada por el invierno del hemisferio
norte; es el más frecuente en los trópicos
y se caracteriza por presentar un período de lluvias
máximas, generalmente a mitad de año entre
abril y noviembre, seguido de uno de pocas lluvias a finales
y a comienzos del año, entre diciembre y marzo. Las
consecuencias ecológicas de la biestacionalidad hídrica
inciden en los ritmos térmicos diarios, puesto que
en la época seca se producen mayores oscilaciones
diarias de temperatura y los máximos valores de insolación
y radiación, con una amplitud media anual de temperatura,
menor de 3°C se manifiestan en la vertiente oriental
de la cordillera Oriental y norte de la región andina.
En el sur del país este régimen biestacional
presenta la estación seca de junio a septiembre,
determinada por el invierno austral que produce amplitudes
térmicas mayores, entre 3 y 7°C.
El régimen bimodal o tetraestacional, también
denominado ecuatorial, se caracteriza por presentar dos
épocas de lluvias, generalmente de marzo a mayo y
de septiembre a noviembre, intercaladas con dos períodos
de poca lluviosidad: el primer período seco o de
verano, la época de menores aportes hídricos
en el año, va desde diciembre hasta febrero; la segunda
estación seca, a mitad de año, entre junio
y julio es muy corta y de poca intensidad y se conoce como
«veranillo de San Juan»; ocurre en las regiones
septentrional, central y meridional de los Andes colombianos.
Las vertientes de la cordillera Occidental que miran al
Pacífico corresponden más a un régimen
isohídrico, donde las precipitaciones se distribuyen
regularmente a lo largo del año. Las principales
consecuencias ecológicas del régimen bimodal
se relacionan con la intercalación de períodos
libres de lluvia, en los que se presentan días despejados
con fuerte insolación y calor durante el día
y temperaturas muy bajas durante la noche, con épocas
de lluvia en las que casi no hay insolación. En los
páramos más secos, el balance hídrico
puede ser negativo, en contraste con los páramos
húmedos, en los cuales las estaciones secas no constituyen
épocas deficitarias; por lo tanto se genera un balance
hídrico positivo todo el año.
VERTIENTES SECAS Y VERTIENTES HÚMEDAS
Los sectores paramunos de la cordillera Oriental, expuestos
a las masas de aire ecuatorial continental; los páramos
de la cordillera Occidental a barlovento de las masas de
aire procedentes del Pacífico y los del norte del
país a barlovento de las masas de aire del norte,
tienden a ser más húmedos que los situados
a sotavento de las mismas masas.
En las regiones tropicales la altitud determina la variación
del clima, la vegetación y la geomorfología.
De acuerdo con su posición, los flancos de las cordilleras
presentan una disimetría en la humedad, causada por
las diferencias altimétricas de las crestas cordilleranas,
la exposición a los vientos húmedos y la altura
de los valles interandinos de la llanura del Pacífico
y del piedemonte llanero. Por regla general, reciben menos
lluvia los flancos cordilleranos interiores bajos —valles
de los ríos Cauca y Magdalena— y las cumbres
de las cordilleras, mientras que las partes medias tienen
valores pluviométricos más altos; los flancos
exteriores son los más lluviosos; entre estos, el
exterior de la cordillera Occidental presenta los mayores
valores medios anuales —cerca de 11.000 mm—.
En cuanto a la temperatura, todos los flancos tienen un
gradiente diferente, pero son más cálidos
los interiores de las cordilleras Occidental y Oriental.
Los páramos en Colombia son fríos, húmedos,
están casi siempre cubiertos por niebla, reciben
frecuentes precipitaciones y tienen fuerte influencia de
los vientos. En ellos se alternan días fríos
con neblina y lluvia con días despejados y soleados,
pero durante las noches ocurren nevadas frecuentes. Hay
páramos secos con precipitaciones entre 623 y 1.196
mm, húmedos con precipitaciones entre 1.197 y 3.500
mm y pluviales con precipitaciones superiores a 3.500 mm.
Las lluvias son mayores en los páramos del sur y
disminuyen en los del norte. Hacia el sur los páramos
húmedos entran en contacto con las formaciones de
vegetación de la puna de los Andes secos, denominada
la jalca peruana.
PULSOS DE INSOLACIÓN Y RADIACIÓN
En la zona ecuatorial el sol genera una intensa radiación
durante todo el año y los días y las noches
tienen igual duración. La insolación anual
varía de acuerdo con el espesor de la atmósfera,
la limpieza o transparencia de la misma, la nubosidad, la
humedad atmosférica y las características
reflectivas de la superficie. La máxima insolación
se presenta en los desiertos subtropicales y en las altas
montañas, lugares donde se combinan los diferentes
factores que minimizan las pérdidas por reflexión
y absorción.
La cantidad de energía que llega a una región
está dada en función de su latitud y la cantidad
de radiación que realmente recibe está influenciada
por las características de la atmósfera; durante
la época seca se presentan la radiación e
insolación máximas y durante los períodos
lluviosos la mínima. Con cielo despejado, la reflexión
y absorción combinadas pueden llegar a ser del 20%,
por lo que al suelo le llega el 80% de la energía.
Bajo condiciones nubladas, la reflexión puede ser
del 60% y con intensa nubosidad puede haber una pérdida
del 80% de la radiación entrante. Los páramos
ecuatoriales tropicales están sujetos, por lo tanto,
a dos pulsos anuales de mayor radiación en las épocas
de verano y a dos pulsos mínimos, durante los inviernos.
Trabajos recientes de investigación revelan además
el carácter pulsante de la insolación y la
radiación en el páramo; durante un mismo día
se pueden presentar horas o instantes de altísima
luminosidad, que alternan con momentos muy nublados, en
los cuales la cantidad de energía solar que llega
a la superficie es mínima. Este carácter pulsante
influye en las temperaturas y es una de las mayores limitaciones
para el desarrollo de las especies vegetales.
DISTRIBUCIÓN DE LOS PÁRAMOS DE COLOMBIA
Desde la perspectiva de la ecología continental,
los páramos —en un sentido estricto—,
están situados en el sector norte de la cordillera
de los Andes, en Venezuela, Colombia y Ecuador, países
que tienen muchas afinidades ambientales, florísticas
y faunísticas. Esta cordillera —la formación
orográfica más larga del mundo y la segunda
más alta después del Himalaya—, tiene
7.000 km de longitud entre la Patagonia en Chile y la isla
Trinidad en Venezuela; su altura media es de 3.800 msnm
y su máxima elevación se encuentra entre Chile
y Argentina, en el volcán nevado Aconcagua —6.959
msnm—; tiene su mayor anchura entre Perú y
Bolivia —800 km— y su promedio es de 360 km.
Los Andes colombianos se levantan como una gran barrera,
donde las condiciones climáticas de los páramos
varían según se encuentren en uno u otro lado
de sus vertientes. Los que están en las exteriores,
tienen mayor humedad que los que se encuentran próximos
a los valles interandinos y los que se localizan en los
valles transversales están sujetos a una fuerte sequía.
La zona ecuatorial tropical de los Andes presenta una zonación
altitudinal que produce una disminución de la temperatura
media de aproximadamente 0,6 °C por cada 100 m de altitud,
con alguna ligera diferencia entre las vertientes —0,52
en la occidental y 0.66 °C en la oriental —; a
4.800 msnm se presenta una temperatura casi constante o
isotermia de 0°C.
En los estudios realizados recientemente por James Luteyn
y Orlando Rangel, acerca de la distribuciòn de los
páramos en Colombia, se estima que de la superficie
total del país —1.141.748km2—,
los páramos y el piso nival ocupan un 2,58%.
PÁRAMOS DEL EJE VOLCÁNICO DEL SUR
DEL PAÍS
Al penetrar a Colombia, la cordillera de los Andes se divide
en dos grandes ramales en el Nudo de los Pastos, departamento
de Nariño, donde, en las cercanías de los
volcanes de Chiles —4.761 msnm—, Cumbal —4.850
msnm—, Azufral —4.070 msnm— y Galeras
—4.276 msnm—, se presentan más de 70
localidades paramunas con grandes arenales formados por
depósitos de cenizas volcánicas y otros materiales
piroclásticos.
Uno de los principales ejes volcánicos del sur del
país lo constituye la Sierra Nevada de los Coconucos,
que en una extensión aproximada de 7 kilómetros
cuenta con más de ocho volcanes activos, los cuales
tienen grandes áreas de superpáramo desprovistas
de vegetación, por encima de los 3.900 msnm. En el
Macizo Colombiano, localizado entre 1° 40´ y 2°
30´ de latitud norte, la cordillera da origen a la
cordillera Oriental. Dicha región, con una extensión
de 3.800 km2, tiene una gran capacidad de captación
de agua, por lo cual se le ha dado el calificativo de «Estrella
fluvial colombiana»; en sus páramos nacen los
ríos Magdalena, Caquetá, Cauca, Patía
y varios de sus afluentes.
PÁRAMOS DE LA CORDILLERA OCCIDENTAL
Esta cordillera tiene cerca de 1.200 km de longitud y cubre
una superficie de más de 76.000 km2; su
máxima altura se encuentra en los Farallones de Cali
—4.280 msnm— y la mínima, en la gran
depresión denominada la Hoz de Minamá —380
msnm—, que le abre paso al río Patía
hacia el océano Pacífico; su altura media
es de 2.000 msnm. En el Nudo de Paramillo se subdivide en
varias serranías —Abibe, Ayapel, San Jerónimo,
El Aguila y Las Palomas—, las cuales van disminuyendo
de altura y desaparecen cerca de la costa Caribe. Presenta
112 localidades con páramos, entre los que se destacan
los de Para-millo —3.960 msnm—, Frontino —4.080
msnm—, cerro Caramanta —3.800 msnm—, cerro
Tamaná —4.200 msnm—, cerros de Roldanillo
—3.650 msnm— y Farallones de Cali —4.400
msnm—, entre otros. Por el efecto de las corrientes
provenientes del océano Pacífico, los páramos
localizados hacia la vertiente occidental son los más
húmedos.
PÁRAMOS DE LA CORDILLERA CENTRAL
La Central, la más antigua de las tres cordilleras
colombianas, separa las cuencas hidrográficas de
los ríos Cauca y Magdalena, cerca de cuya confluencia
desaparece, tras formar la serranía de San Lucas.
Alcanza una longitud de 800 km y cubre una extensión
aproximada de 110.000 km2; es la más alta
y masiva, con una altura media de 3.000 msnm y su máxima
elevación está en el volcán nevado
del Huila —5.365 msnm—. Presenta cerca de 135
localidades paramunas y en su parte media se destacan los
picos nevados del Quindío o de Las Palomas —4.550
msnm—, Tolima —5.215 msnm—, Santa Isabel
—5.100 msnm— y Ruiz —5.320 msnm—;
todos son antiguos volcanes, algunos de ellos aún
activos. La vertiente occidental, que recibe alguna influencia
del océano Pacífico, es más húmeda
que la oriental.
PÁRAMOS DE LA CORDILLERA ORIENTAL
La cordillera Oriental, la más ancha y también
la más reciente, cubre una extensión de 130.000
km2 y alcanza una longitud de 1.200 km; tiene
una altura media de 3.000 msnm y su pico más elevado
es el Alto Ritacuva —5.493 msnm— en la Sierra
Nevada del Cocuy o de Guicán. En su parte media presenta
algunos altiplanos, entre ellos la Sabana de Bogotá,
los valles de Ubaté–Chiquinquirá y Tundama.
Después se prolonga en varios cordones paralelos,
para bifurcarse en su porción terminal en dos ramales,
uno de los cuales penetra en Venezuela y el otro se dirige
al noroeste, para formar la serranía de los Motilones
o de Perijá y los Montes de Oca, que luego de disminuir
su altura desaparecen en la península de la Guajira.
Tiene aproximadamente 450 localidades descritas como páramos;
algunos de los más conocidos son: el páramo
de Sumapaz —3.820 msnm— uno de los más
extensos, el páramo de Chingaza —4.100 msnm—,
páramo de Guerrero —3.300 msnm—, Sierra
Nevada del Cocuy —5.493 msnm—, páramo
de Guántiva —4.326 msnm— y páramo
del Almorzadero —4.093 msnm—.
PÁRAMOS DE LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA
Este macizo aislado de la cordillera de los Andes, la montaña
de litoral más alta del mundo, contiene la región
de páramos más septentrional de Colombia.
Su extensión es de 17.000 km2 y en ella
se hallan los picos nevados más elevados del país,
Bolívar —5.770 msnm—, Simons —5.560
msnm— y Colón —5.750 msnm— y cuenta
con 50 localidades paramunas.