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CAPÍTULO 4

HUANCAYO O
EL
ALTO MAGDALENA

 

La cuenca alta del río Magdalena recibe el aporte de varios afluentes que nacen en ambientes muy variados de las cordilleras Central y Oriental, en los cuales se conforman unidades ecosistémicas que van desde las nieves perpetuas, hasta cálidos desiertos. El Macizo Colombiano, el Nudo de los Pastos, el piedemonte andino, el valle alto del Magdalena, el desierto de la Tatacoa, el complejo volcánico Ruíz-Tolima y los rápidos de Honda son los más destacados.

EL MACIZO COLOMBIANO Y EL NUDO DE LOS PASTOS

Una de las formaciones geológicas más importantes de los Andes colombianos, que conforma una sola unidad orográfica localizada al sur del país, entre los departamentos de Cauca, Huila, Caquetá, Putumayo y Nariño, comprende el Macizo Colombiano y el Nudo de los Pastos, lugares donde se ramifica la cordillera andina y cuyas alturas varían entre los 2.600 y 4.700 msnm.

En el Macizo Colombiano, en dirección suroccidente nororiente, sobresalen los páramos de Cutanga, el Letrero, Las Papas, el Apio y el Buey y los volcanes nevados de Sotará, Huila y la sierra de Los Coconucos. En el Nudo de los Pastos, se destacan los cerros de Bordoncillo y Juanoy y los volcanes Galeras, Doña Juana y Petacas.
La mayor parte del área surgió durante el Pleistoceno y corresponde a la formación Popayán, que consta de lavas, cenizas aglomeradas, ignimbritas —rocas derivadas de ceniza volcánica—, tobas y depósitos fluviolacustres intercalados. Esta formación evidencia una serie de episodios volcánicos de gran intensidad, que tuvieron lugar durante el tectónico y el Cuaternario —entre 5 millones y 10.000 años— y ocupa una gran extensión del departamento del Cauca, sobre la vertiente occidental de la cordillera Central, que incluye la planicie de Popayán y se prolonga por el sur hasta el departamento de Nariño.

Los depósitos de ignimbritas parecen ser anteriores al levantamiento final de los Andes y probablemente provienen de los volcanes de la sierra de Los Coconucos y de un grupo de volcanes alineados en sentido noroccidente-suroriente, que incluye el Sotará, Sucubún, San Alfredo y el volcán del páramo del Letrero o Cutanga; un estratovolcán deformado por acción de una erosión de origen glacial, con una altitud de 4.000 msnm, base de unos 15 km de diámetro y una gran caldera ocupada por el páramo de Las Papas, donde se encuentran la laguna de La Magdalena, el páramo del Letrero y la laguna de Los Andes.

ESTRELLA HIDROGRÁFICA

El Macizo Colombiano y el Nudo de los Pastos constituyen las estrellas hidrográficas más importantes del país, un reservorio de agua que deriva su potencial hídrico de la densa masa nubosa que impera en las cúspides durante unos 320 días al año. En la zona hay gran cantidad de lagunas, entre las que se destacan las de La Cocha, Cumbal, Patascoy, La Aguada, Angelina, Sucumbún, La Magdalena, Cuasiyaco, Santiago, El Buey, Granacas y San Rafael; también nacen cinco de los ríos más importantes del país, los cuales toman tres direcciones diferentes: el Magdalena y el Cauca van hacia el norte, a la vertiente Caribe; el Caquetá y el Putumayo corren hacia el suroriente, a la vertiente Amazónica y el Patía se dirige hacia el suroccidente, a la vertiente del Pacífico.

El río Magdalena, es la corriente de agua más importante del país; nace en el departamento del Huila, en la laguna de La Magdalena, localizada en el extremo suroccidental de una pequeña planicie del páramo de Las Papas, conocida como el valle de Las Papas o páramo de Las Letras, a 3.685 msnm. En el área de influencia del Macizo, el Magdalena recibe el aporte de los ríos Majuas, Blanquito, Mazamorras, Bordones y Páez.

Subordinado a la cuenca del Magdalena y como su principal tributario, el río Cauca nace en el páramo de Sotará, departamento del Cauca, a muy corta distancia de la laguna de La Magdalena. Ha habido una constante confusión sobre su origen; incluso en la Colonia se llegó a creer que nacía en la misma laguna de La Magdalena y por esta razón la cordillera Central fue denominada La Isla. Hasta hace poco se afirmó que su nacimiento tenía lugar en la laguna del Buey, pero realmente nace a 3.280 msnm al suroccidente de aquella laguna, en el flanco suroccidental del cerro del Cubilete, en la depresión La Josefita. Recibe afluentes importantes en la zona del Macizo, como los ríos Negro, Vinagre y Piedras.

El río Patía se forma a partir de la unión de los ríos Quilcacé y Timbío en el departamento del Cauca y dentro del área de influencia del macizo recibe afluentes importantes como el Piedras, Esmita, Guachicono, Mayo, Juanambú y las quebradas Cangrejo, Cazasapos y Matacea.

En el departamento del Cauca, en el cerro de Peñas Blancas, adyacente al páramo de Las Papas, nace el río Caquetá, en la confluencia de las quebradas Peñas Blancas, Las Lajas y Lagunaseca, a 3.850 msnm; el río Putumayo tiene su nacimiento en el Nudo de los Pastos, en los cerros de Bordoncillo y Juanoy en el departamento del Putumayo; recibe la corriente de los ríos Guineo, Blanco-Cristales, Juisanoy, Alguacil, San Juan y Guamués que nace en la laguna de La Cocha y es considerado como su tributario más importante.

Del Macizo Colombiano y del Nudo de los Pastos se desprenden dos sistemas hídricos considerados como un macrosistema o una gran unidad orográfica. En el Macizo nacen cuatro ejes fluviales que se distinguen porque su régimen de lluvia es de tipo monomodal: los meses de junio a agosto corresponden al período húmedo, con el 40% de la escorrentía al año, mientras que los meses secos van de septiembre a marzo, sin que en estos se disminuya sustancialmente su volumen de agua, gracias a la acción de los páramos húmedos. El segundo sistema es el del Nudo de los Pastos, donde nacen el Putumayo y el Guaitara, que vierten sus aguas en el Amazonas y el Pacífico respectivamente. Los ríos que aportan al Pacífico tienen su nacimiento en el conjunto de nevados Chiles y Cumbal y su régimen hidrológico es similar al del sur, donde los meses secos son agosto y septiembre y mayo es el de mayor rendimiento. Por el costado oriental el régimen es monomodal, semejante al que se presenta en la cuenca del río Caquetá, donde el período húmedo es de abril a julio y el seco de septiembre a marzo.

FLORA

La cuenca del Alto Magdalena, antes de emprender su descenso hacia la parte alta del cálido valle, presenta varios ecosistemas: las nieves perpetuas, el superpáramo, el páramo y la selva húmeda del piso térmico frío.

En el piso nival, debido a sus condiciones extremas, es prácticamente nula la vida vegetal. Entre los 4.400 y 4.000 msnm se inicia el super páramo, cuya cobertura es muy escasa y está caracterizada por algunos arbustos como el palmiche, el senecio, pequeñas hierbas y algunos musgos y líquenes.

En la franja entre los 4.000 y 3.600 msnm, se encuentran los páramos propiamente dichos, cuya función hidrológica se centra en la captación, recepción, almacenamiento y regulación del agua, por lo que de ellos depende, en buena medida, la existencia de la cuenca. Se encuentran corredores continuos de páramos que arrancan desde el Macizo Colombiano y se desplazan en sentido longitudinal por todas las cúspides de la cordillera. En este ambiente se presentan extensos pajonales que alcanzan los 1,30 m de altura, con dominio del género Calamagrostis, mezclados con otras gramíneas y abundantes fraylejones de la especie Espeletia hartwegiana, así como con algunos chusques. En las turberas aparecen diversos musgos, principalmente del género Sphagnum, y algunas especies que forman almohadillas compactas o cojines como Distichia muscoides y Azorelia peduncuiata. Hacia las partes elevadas se encuentra el chocho y la vegetación leñosa se reduce a arbustos de escaso porte.


En la zona de transición hacia el bosque andino empiezan a aparecer los achupallales, nombre con el cual se conoce a las bromelias terrestres, principalmente del género Puya, las cuales se encuentran en elevaciones de 3.600 a 3.400 msnm, en sitios encharcados. Hacia los 3.000 msnm aparece un bosque de pequeño porte con profusión de orquídeas terrestres y epífitas.

El bosque húmedo de piso frío y el andino se caracterizan por presentar una gran diversidad de especies, entre las cuales se destacan el laurel de cera, el cucharo, el arrayán, el guayabo, el mortiño, el guamo, el hojecueche, el pino colombiano, el azuceno, la quina, el manzano o manzanito, el cubo, la nasua, el candelo, el higuerón, la palma de cera, el palmiche, el corozo, el calabacillo, el estoraque, el motilón, el macos y el mandure.

La selva húmeda del piso frío se extiende desde los 3.000 hasta unos 2.600 msnm. Ésta, también llamada bosque andino, tiene un dosel promedio de 15 a 20 m, que decrece con la altitud; en los parajes más escarpados se encuentran bosques achaparrados de porte pequeño, que aparecen dispersos en el paisaje, como manchas.

FAUNA

Entre la fauna más destacada del Macizo Colombiano se encuentra el oso de anteojos; este es uno de los pocos lugares donde subsiste una población importante de este gigantesco mamífero que tiene hábitos básicamente vegetarianos. Se observan también la chucha o raposa y cuatro especies de primates —mono churuco, mono cotudo, maicero y mico nocturno o tutamono—, que habitan en las partes más bajas de los bosques. En la variada fauna de la zona se destacan los lobos, comadrejas, chucuríes, cusumbos, pumas, tigrillos, conejos de páramo, ratones silvestres, venados, venados conejo —el venado más pequeño del mundo, muy primitivo—, danta lanuda, negra o de páramo —especie de tapir en vía de extinción— y varias especies de murciélagos.

En la región hay más de 150 especies de aves; en las partes más altas del macizo se encuentran patos, —sobresale el pato de los torrentes—, el cóndor, el águila de copete, el curuquinga —ave carroñera de páramo— y las pavas andinas. Una de las aves más bellas de la región es sin lugar a dudas el gallito de roca o tunquí, que comparte su hábitat con cucaracheros, chiguacos, alondras, carpinteros, yátaros, colibríes y azulejos, entre muchos otros.

Abundan también en los ambientes húmedos los anfibios anuros —ranas o sapos— entre los que vale la pena destacar el Atelopus ebenoides, especie endémica. Tal vez el único pez nativo es el pescado negro, endémico de los ríos de las montañas de la cuenca del alto Cauca.

EL HOMBRE

En medio de montañas, protegida por desfiladeros y por los cañones que forman la cuenca alta del Magdalena, conocida por los pobladores prehispánicos como Huancayo o Guancayo —río de las Tumbas en lengua Yanacona— se encuentran algunas de las manifestaciones más refinadas y originales de América, testimonio de grupos humanos que alcanzaron un alto grado de civilización. La cultura más destacada que se estableció en esta zona fue la de San Agustín; muy poco se sabe acerca de los orígenes de este pueblo de extraordinarios artífices, que habitó un área de aproximadamente 500 km2, cuyas altitudes varían entre los 1.500 y 2.000 msnm, en los actuales municipios de San Agustín, San José de Isnos y Saladoblanco, en el departamento del Huila. Este pueblo, que habitó la región entre el 545 a. C. hasta el siglo XII de nuestra Era, desapareció sin dejar evidencia alguna de su forma de vida, aunque se supone que fueron agricultores —cultivaban yuca, maíz, maní y frutas— y su vida se desarrollaba bajo un estricto orden jerárquico militar y religioso.

Alcanzaron un sorprendente grado de desarrollo técnico que se manifestó en su impresionante estatuaria: adoratorios, santuarios y sarcófagos monolíticos ligados siempre al culto a los dioses y a los muertos y a una mitología que conformó un universo coherente de creencias, rituales y prácticas religiosas. Fabricaban cuchillos, buriles y raspadores con piedra dura y obsidiana, para tallar grandes bloques de piedra volcánica, como la Fuente Sagrada de Lavapatas, labrada en el lecho de un río, que representa serpientes, lagartos, salamandras, monos y figuras humanas.

Muchos de los grandes bloques de piedra fueron arrastrados hasta los lugares donde se celebraban sus actos rituales y los principales temas de sus obras eran dioses masculinos y femeninos asociados al culto del sol, la luna y las fuerzas de la naturaleza; dioses tutelares, deidades de la fecundidad y de la creación; sacerdotes, shamanes, guerreros y grandes dignatarios, todos asociados a animales ancestrales y simbólicos, que como el jaguar, tenían poderes y atributos intrínsecos. Una de las expresiones de mayor valor arquitectónico eran los templetes funerarios, complejos levantados en piedra y cubiertos con tierra en forma de montículo, con tumbas dolménicas —con forma de mesa de piedra—; las lajas que las cubrían estaban sostenidas por postes o figuras escultóricas.

La cultura de Tierradentro, localizada en los actuales municipios de Inzá y Belalcázar y en especial en los alrededores de San Andrés de Pisimbalá, fue descubierta por soldados de la expedición de Sebastián de Belalcázar a comienzos del siglo XVI. La zona fue ocupada sucesivamente por diversos grupos humanos que a pesar de sus diferencias debieron de estar unidos por elementos culturales comunes; fueron pueblos agricultores que habitaron las sierras y los valles de la cordillera Central, entre el volcán Puracé y el nevado del Huila. La región más importante desde el punto de vista arqueológico, es la parte oriental, habitada en la actualidad por los indígenas paeces.

La expresión más importante de esta zona, desde el punto de vista arqueológico y artístico, fueron los hipogeos o recintos funerarios subterráneos de grandes dimensiones y decorados totalmente en su interior, donde se hacían los entierros secundarios. Estas tumbas, únicas en América, se excavaban en los filos de las montañas; los más importantes descubiertos hasta hoy, están en las cercanías de San Andrés de Pisimbalá.

La cámara del hipogeo, en general de forma oval con cubierta abovedada, se sostiene en dos o tres columnas y los muros pueden tener nichos. En los hipogeos, decorados con líneas rectas y rombos y figuras antropomorfas y de animales, guardaban el ajuar funerario que acompañaba a los muertos en su viaje al más allá.

La expedición de Sebastián de Belalcázar, Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, llegó desde Pasto a la región del Macizo Colombiano y en diciembre de 1536 Belalcázar fundó la ciudad de Popayán. En 1537 Francisco García de Tovar partió de esta ciudad, pasó por el valle de Coconuco a lsnos y descubrió el alto valle del Magdalena. En ese momento la vertiente occidental del Macizo estaba ocupada por varias tribus: los guambianos, también llamados silvianos, que actualmente se encuentran en la población de Silvia, los colindares, los puracés de familia lingüística Chibcha, en la región de Puracé; los coconucos en el valle del Coconuco; los popayán, en el valle del mismo nombre y los papallatas, que ocupaban el valle y el páramo de Las Papas y la loma de Los Humos. En la vertiente oriental habitaban los paeces, que ocupaban la región de Tierradentro, desde las estribaciones del nevado del Huila y el valle del río Páez, hasta el curso medio y bajo del río La Plata; los guanacos en la región del páramo de Guanacas; los yalcones en el alto río La Plata; los cambis, otongos, ohocos, oporapas y mayas —designaciones que aún conservan dos tributarios de la margen izquierda del río Magdalena—, en las serranías de los ríos La Plata y Magdalena; los moscopanes e itopoes, en el oriente del páramo de Las Papas; los quinchanas, en la margen derecha del tramo inicial del Magdalena y los mulanes y culata —posiblemente los mismos mulales que hicieron parte del conjunto de tribus que recibió el nombre de Andaquíes—, en el río Mulale.

Durante la Conquista y la Colonia, se fueron despoblando vastos sectores debido a la usurpación gradual de las tierras cultivables por parte de los españoles, lo que condujo al repliegue de los indígenas hacia los bosques y los páramos. En la actualidad subsisten varios resguardos indígenas como el de los paeces, localizado en los alrededores del volcán Puracé y el de los guambianos, en la población de Silvia, entremezclados con los colonos, que al introducir nuevas formas de vida y crear nuevas necesidades, han contribuido a la aculturación de estas etnias.

ÁREAS PROTEGIDAS

En el Macizo Colombiano se localizan varias áreas protegidas y unidades de conservación, como el Parque Nacional Natural Puracé, el Parque Nacional Natural Nevado del Huila, el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos y los parques arqueológicos de San Agustín y Tierradentro.

El Parque Nacional Natural Puracé tiene una extensión de 83.000 ha y comprende el área del Macizo de Almaguer o Macizo Colombiano y la Sierra de Los Coconucos. La existencia de más de 50 lagunas, así como el nacimiento de cuatro de los principales ríos del país el desierto de la Tatacoa. —Magdalena, Caquetá, Cauca y Patía—, le dan el calificativo de Estrella Hidrográfica Colombiana. Comprende los municipios de Almaguer, Puracé, San Sebastián y Sotará en el departamento del Cauca y La Argentina, La Plata, San José de Isnos, Salado blanco y San Agustín, en el departamento del Huila. Sus alturas están entre los 2.600 a los 5.000 msnm.

El Nevado del Huila en el Parque Nacional que lleva su nombre se considera una de las formaciones más altas de Colombia —5.365 msnm—; su casquete glacial, que es al mismo tiempo un volcán, tiene un área de 158.000 ha y forma parte de los municipios de Páez, Toribío y Corinto en el Cauca; Ataco y Ríoblanco en el Tolima y Teruel, Iquira, Palermo y Neiva en el Huila. La reserva posee alturas entre los 2.600 y los 5.500 msnm.

El Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos abarca 29.000 ha, localizadas en el extremo sureste del departamento del Huila, en jurisdicción del municipio de Acevedo y sobre la vertiente occidental de la cordillera Oriental. Esta área constituye la primera reserva erigida como Parque Nacional Natural, con el propósito de conservar un conjunto de cuevas de gran valor geológico y faunístico, pues en ellas se encuentra el hábitat propio del guácharo. El Parque se enmarca en la parte alta del valle del río Suaza, tributario del Magdalena.

DEL VALLE AL DESIERTO DE LA TATACOA

Al bajar de las altas montañas el río se introduce en la vasta planicie aluvial que enmarcan las cordilleras Central y Oriental. Desde Neiva, hasta Honda, sus características se modifican ligeramente al pasar por ecosistemas que varían entre secos, húmedos y cálidos. En este segmento de la cuenca alta sobresale el desierto de La Tatacoa, por ser único en su género dentro de los refugios secos del país, pero especialmente por ser uno de los pocos lugares donde se puede observar la más extraordinaria cantidad de fósiles paleontológicos, los cuales registran antiguos períodos geológicos y permiten que se pueda leer la historia de las más antiguas manifestaciones faunísticas y florísticas del país.

Este refugio árido localizado en el municipio de Villavieja, a 38 km de Neiva, permite ver cómo, al finalizar el Cretáceo —hace 65 millones de años—, en una fase inicial del ciclo tectónico andino, se produjo el levantamiento de la cordillera Central y el consecuente alejamiento de los mares, para generar el territorio que ocupa el actual valle del Magdalena.

La vegetación predominante es del tipo herbáceo y arbustivo y las familias más destacadas son las cactáceas, conocidas localmente como arepo, cardón, pitahaya roja y cabecenegro. Este enclave de piso cálido se caracteriza por tener gran afinidad con otros refugios secos de la Gran Cuenca del Magdalena, como Sogamoso, la Candelaria, Villa de Leyva, el cañón del río Chicamocha y otras zonas áridas del país, como los cañones de los ríos Dagua, Juanambú y Patía. Su flora muestra claras afinidades con la del cinturón árido pericaribeño, así como con áreas desérticas de México y Ecuador, valles interandinos de Perú y Bolivia, el noroccidente argentino e incluso con parte de Uruguay y el sur del Brasil. Es muy probable que muchos elementos de esta flora lograran una vasta dispersión cuando se dieron condiciones climáticas considerablemente más secas que las actuales, donde la humedad relativa del aire es de 60 al 65%, la elevación promedio es de 440 msnm y las estaciones lluviosas se presentan de abril a mayo y de octubre a noviembre y la estación seca, de julio a septiembre.

Esta zona árida se ha mantenido a través del tiempo; el hallazgo de amonites —fósiles de moluscos cefalópodos— permite establecer su período de formación hace 340 millones de años, mientras que el descubrimiento de Toxodon, Coprolites, Deinoterios, Notoungulata, Astropotherildae e Interatherildae, evidencia su existencia durante el Triásico, el Jurásico y el Cretáceo —hace entre 225 y 70 millones de años— y la presencia de desdentados como el megaterio —perezoso gigante— y el gliptodonte —armadillo gigante— revela su permanencia durante el Pleistoceno, hace 600 mil años.

El sitio de mayor interés paleontológico está localizado sobre la microcuenca de la quebrada La Venta un afluente de Las Lajas. Los contenidos litológicos de los sedimentos encontrados, evidencian que se originaron en zonas montañosas del sur y el occidente y luego fueron arrastrados hacia allí.

EL COMPLEJO VOLCÁNICO TOLIMA-RUIZ

En el corazón de Colombia, sobre el eje de la cordillera Central, se presentan cinco cumbres nevadas que llegan a más de 5.000 msnm y sirven como divorcio de aguas entre las cuencas del Cauca y el Magdalena. Este eje volcánico ha sido desde hace mucho tiempo uno de los mayores contribuyentes al caudal de las cuencas medias de los dos ríos, así como proveedor de nutrientes y minerales, generados a través de la escorrentía propia de sus empinadas laderas.

El nevado del Ruíz o Mesa de Herveo, la principal geoforma del complejo, cuya altitud sobrepasa los 5.300 msnm, es un volcán de tipo escudo que cubre unos 200 km2; su cráter principal es el Arenas, que tiene 760 m de diámetro y 200 de profundidad y posee dos cráteres adventicios, La Olleta y el Alto de la Piraña. Durante los últimos siglos el volcán ha hecho erupción en varias oportunidades; las más catastróficas fueron la del 12 de marzo de 1595, relatada por el cronista Fray Pedro Simón; la del 19 de febrero de 1845, cuando un alud de hielo y lodo bajó por los valles de Lagunilla y Santo Domingo y llegó hasta Ambalema y la del 13 de noviembre de 1985 cuya avalancha sepultó la población de Armero.

Al sur del Ruíz se encuentran el nevado de Santa Isabel —4.950 msnm— y el Paramillo de Santa Rosa —4.600 msnm—, volcanes inactivos; el nevado del Cisne —4.700 msnm—, que presenta un domo basáltico y andesítico y el nevado del Tolima —5.200 msnm—, que tiene un cono simétrico, compuesto por capas de lava y roca que permanecen cubiertas por nieves perpetuas desde los 4.700 msnm. Este volcán que tiene una forma simétrica perfecta y sus laderas tienen una pendiente del 38%, presentó actividad en 1825, 1826 y 1943. Los indígenas pijaos y panches le dieron el nombre de Tolima, que en lengua Karib significa nieve suprema.

Durante el Pleistoceno el nivel de los glaciares descendió hasta los 3.000 msnm y alcanzó a cubrir unos 860 km2, su máximo desarrollo. Hace 14.000 años empezaron a intercalarse períodos cálidos y fríos que ocasionaron retrocesos y avances de las nieves y a partir de 1845 han sufrido un deshielo continuo; actualmente sólo conservan casquetes permanentes el Ruíz, el Santa Isabel y el Tolima, con un total de 36 km2.

En los valles y laderas de la vertiente del Magdalena, aún subsisten entre los 2.500 y 3.200 msnm, bosques andinos con abundancia de especies entre las que sobresale la Palma de Cera, árbol emblemático de Colombia y la palma más alta del mundo, que alcanza alturas hasta de 60 m. Entre la fauna característica de este ecosistema se destacan las aves y en especial el perico, el colibrí o chivito de páramo, el loro de fuertes, la cotorra o loro de Branicki, la cotorra de palmeras y los tominejos. En el complejo volcánico hay una reserva natural: el Parque Nacional Natural Los Nevados, que tiene un área de 38.000 ha localizadas en los municipios de ViIlamaría, Caldas; Salento, Quindío; Pereira y Santa Rosa de Cabal, Risaralda y Casa Blanca, Villahermosa, Líbano e Ibagué, Tolima. El Parque ocupa la parte más alta de la cordillera Central —la más elevada de las tres cadenas andinas de Colombia— y en su territorio se encuentran cinco cráteres o cuellos volcánicos, en su mayoría inactivos, varias lagunas, como la Verde y la del Otún, algunas fuentes termales y muchas zonas de páramo.

LOS RAUDALES DE HONDA

En Honda, a 600 km de su nacimiento, el río llega a una altitud de 450 msnm y presenta un escalonamiento pronunciado, con una pendiente de más del 5%, que marca el final de la cuenca alta. Con su llegada a este punto, la turbulencia del Magdalena aumenta y las aguas tienen que sobrepasar y evadir las grandes rocas que forman un gran peldaño insuperable para la navegación; este raudal llamado el Salto Negro, que también recibe las aguas frescas del río Gualí, nacidas en el complejo volcánico del Ruíz, ha hecho imposible la continuidad de la navegación y prácticamente ha dividido la geografía y la historia del país en dos.

La fundación de Honda se hizo teniendo muy en cuenta los requerimientos de la conquista, en el mejor lugar para conectar a Cartagena de Indias con Santa Fe de Bogotá; se buscaba hacer la mayor parte del recorrido por el río, para unir por el camino más corto, remontando los Andes, la capital con el resto del mundo. El raudal dejó entonces detenidas en el tiempo al resto de poblaciones situadas hacia el sur, que eran bañadas por el río.

Esta barrera hidrogeológica solo es superada por muchas de las especies de peces que remontan el río para desovar durante los tres primeros meses del año — subienda— y luego inician su descenso durante abril y mayo, para buscar nuevamente las aguas cálidas del Caribe y de las ciénagas de la vasta llanura de la parte baja del río —bajanza—.

Cuando crece el caudal del río y empieza a anegar los espejos de agua que encuentra a lo largo de su curso medio y bajo, se movilizan las poblaciones estacionales de peces, que de una u otra forma inician ciclos de procreación, crianza y migración. Entre las especies más características de esta porción de la cuenca hay peces cartilaginosos y óseos; algunos se encuentran en otras cuencas como las del Sinú, el San Jorge y hasta el Atrato y otros son endémicos.

La ictiofauna suramericana es las más diversa y rica a nivel mundial, con más de 4.000 especies y 60 familias. Colombia posee cerca de 3.500 especies de peces, de las cuales más de 380 son aprovechadas económicamente. En el Magdalena se han registrado 146 especies de peces y 98 moluscos; el río se caracteriza por la abundancia de barbos —peces de la familia de los bagres, o peces bigotudos como el capitán—. Durante las capturas de la subienda, en los rápidos de Honda aparecen rayas, cacheguas, bagres cazones, bagres gallegos, pejesapos, guabinas, rengues, capaces, capitanes, doncellas, bobos, sanguijuelas, sangraderas, raspa canoas, cuchos, corroncorros, matacaimanes, capaníes, vizcaínos, patalós, bocachicos, cofuntas, moínos, sabaletas, tolombas, juanviejos, dentones, caloches, caballos, sábalos, saltones, curbinatas, mojarras y cochejas, entre otros.

 
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