Además, se observan otros tres tipos de vegetación:
las sabanas arboladas y arbustivas de los planos aluviales,
que crecen sobre suelos arenosos y están cubiertas
por el pasto Mesosetum y arbolitos de Licania;
las sabanas abiertas y arbustivas de terrazas que van
de bajas a medias y están compuestas por especies
herbáceas de las familias Rapateáceas y
Erioculáceas mezcladas con pequeños árboles
de laurel y saladillo y las sabanas abiertas de altillanura,
de suelos arenosos y pantanosos, habitadas por Rapateáceas,
como la flor de Inírida, planta reconocida para
el uso ornamental, que debido a su cosecha intensiva en
estado silvestre, está amenazada de extinción;
sin embargo, gracias a los estudios adelantados por el
Jardín Botánico El Cubarro, se pudieron
establecer los procedimientos para cosechar la flor de
Inírida de invierno y la flor de Inírida
de verano.
Otro recurso de gran importancia en el extremo oriental
de la Orinoquia colombiana es el bosque de chiqui–chiqui,
conocido localmente como «fibrales» o «piasabales»,
que ha sido utilizado tradicionalmente por las comunidades
indígenas de curripacos y puinaves, para la elaboración
de escobas y cepillos. El Instituto de Estudios Ambientales
para el Desarrollo, ha investigado la disponibilidad,
las áreas y las formas de extracción de
esta especie para determinar su potencial económico.
Esta palma sólo crece en un tipo de bosque de la
cuenca alta de los río Negro y Orinoco, en Colombia,
Brasil y Venezuela y se desarrolla sobre suelos arenosos
muy pobres, por lo que se debe hallar la forma de obtener
productos no maderables de esos bosques, para garantizar
su conservación.
De acuerdo con el estudio, se calculó que el total
de la superficie aprovechable es de 435.000 ha y se detectó
que los fibrales sobre suelos arenosos son más
escasos —377 individuos por hectárea—
que sobre suelos arcillosos —602—. El análisis
económico permitió establecer los costos
de extracción por actividad y una valoración
del recurso en términos de la población
beneficiada, que ascendió en 1996 a 369 familias,
las cuales obtienen alrededor de 500 toneladas de fibra
natural por año, cifra que contribuye a destacar
la importancia de este producto, que ayuda a la supervivencia
económica y da mayor autonomía a las comunidades
indígenas que lo aprovechan, al tiempo que contribuye
a la preservación de sus culturas, de su acervo
de conocimientos y beneficia la conservación del
bosque tropical.
LOS TEPUYES
De acuerdo con el geógrafo Otto Huber, la Guayana,
como región, está dividida en cuatro provincias:
la Guayana Oriental, que corresponde a las tierras bajas
desde el oriente de Venezuela hasta la Guayana Francesa;
la Guayana Central, que incluye las áreas submontanas
y montanas del territorio venezolano, principalmente entre
los 300 y 1.500 msnm; la Provincia Pantepui, que corresponde
a las cumbres que están por encima de los 1.500
msnm; y la Guayana Occidental, que abarca las tierras
bajas y serranías aisladas del oriente colombiano,
el suroccidente venezolano y el norte brasilero.
Buena parte de los complejos ecosistemas de la región
sur y suroriental de la Orinoquia colombiana, están
constituidos por extraordinarios afloramientos graníticos
de serranías y mesetas de la provincia de la Guayana
Occidental, desgastados por la erosión; se encuentran
desde cerros muy erosionados y de poca altura, hasta elevados
complejos que alcanzan 2.000 m o más de altura.
En medio de la selva amazónica emergen verdaderas
islas de paredes casi verticales que forman tres grande
conjuntos: los cerros del andén Orinoqués,
los cerros y serranías de la Amazonia de transición
y la serranía de La Macarena.
CERROS Y SERRANÍAS
DEL ANDÉN ORINOQUÉS
Corresponde a varios cerros de poca altura localizados
en el extremo oriental de Guainía, a corta distancia
al sur de Puerto Inírida; en las dos riberas del
río, que se elevan de 100 a 200 m sobre el terreno,
se destaca el conjunto de cerros de Mavecure, el Mono
y Pajarito, tepuyes cuya forma ha sido fuertemente erosionada
y presenta contornos con laderas suaves, que están
rodeados en su base por una cobertura boscosa discontinua,
de poca altura —10 a 15 m—, con árboles
y palmas emergentes del género Syagrus,
en los lugares donde se han acumulado suelos arenosos
más profundos y bien drenados. Las áreas
abiertas y con suelos superficiales, soportan matorrales
dispersos y esclerófilos y en las planicies, sobre
sustrato rocoso, se forman pequeños pantanos con
vegetación graminoide, arbustos y varillales, especies
características de las caatingas; sobre los escarpes
rocosos la vegetación prospera solamente en las
reducidas depresiones del terreno, que acumulan arenas
y nutrientes.
En la condiciones más extremas, sobre la roca desnuda,
se encuentran plantas xerófilas, con su metabolismo
especializado en tolerar grandes fluctuaciones de temperatura,
déficit hídrico y limitación por
nutrientes; se destacan las familias de las Bromeliáceas,
Cactáceas, Agaváceas, algunas orquídeas
y la extraña familia Velloziaceae, capaz de tolerar
la extrema desecación; muy pocos arbustos esclerófilos
se adaptan a este ambiente. En las rocas, donde las fluctuaciones
de temperatura oscilan entre 30 y 60 ºC, se desarrollan
algunos líquenes y organismos microscópicos
como las cianobacterias epilíticas y endolíticas,
que además de degradar la roca producen nutrientes
como el nitrógeno, el cual captan de la atmósfera.
La roca de superficie oscura, aparentemente inhóspita,
es lavada por las lluvias y los nutrientes son arrastrados
hasta los suelos arenosos que soportan la escasa vegetación.
Otro conjunto de cerros con características similares
se encuentra en el Parque Nacional Natural El Tuparro,
en el departamento de Vichada. Este conjunto de cerros
es más bajo y el basamento granítico del
escudo Guayanés, donde se desarrollan parches de
vegetación graminoide y matorrales esclerófilos
dispersos sobre sustratos arenosos, aflora en muchos lugares;
en algunos sectores se presenta sobre ambientes pantanosos
y en otros sobre arenas excesivamente drenadas. El clima
y la flora del sector tienen una fuerte influencia de
las sabanas estacionales de la altillanura.
CERROS Y SERRANÍAS
DE LA AMAZONIA DE TRANSICIÓN
En dirección oriente–occidente se encuentra,
en primer lugar, la sierra de Caranacoa, que hace parte
de la Reserva Natural de Puinawai y tiene un área
de 1.092.500 ha. El nombre de la sierra es un vocablo
indígena que en la cosmogonía puinave hace
referencia a los cerros que dieron origen a la humanidad.
Sobre el basamento granítico del escudo Guayanés
se encuentra una amplia planicie con alturas entre 200
y 400 m, cuyo sector norte forma parte de la vertiente
del río Inírida, que drena al Orinoco; del
otro lado del río se encuentran los cerros Cangrejo,
Rayado y Tigre, que emergen de la selva como «inselbergs»
o cerros islas.
Los primeros estudios florísticos de estas selvas
revelan su enorme diversidad, con 678 especies de más
de 307 géneros y 104 familias, de las cuales, las
que tienen el mayor número de especies son las
Leguminosas —74—, seguidas de las Rubiáceas
—49— y las Melastomatáceas —37—.
La vegetación abierta corresponde a la de la sabana
amazónica sobre suelos arenosos, donde predominan
las Ciperáceas, Eriocauláceas, Xiridáceas
y Juncáceas; de especial interés son las
Rapateáceas, Haemodoráceas y Bromeliáceas
que crecen sobre sustratos rocosos. Una formación
vegetal común es la de los caatingales o bosques
bajos pantanosos que circundan las sabanas.
La región también se caracteriza por la
gran diversidad de aves y mamíferos, grupo que
presenta cerca de 180 especies, de las cuales siete son
primates. La zona es muy importante para la conservación
de grandes mamíferos amenazados de extinción,
como las dantas, los venados, el oso palmero, el armadillo
gigante u ocarro y la nutria o perro de agua.
Unos 200 kilómetros hacia el occidente, en el departamento
de Guaviare, se encuentra la sierra de Tunahí,
que forma la Reserva Nacional Natural Nukak, un área
protegida de 855.000 ha. En el sector norte de la reserva,
donde nacen varios afluentes de aguas negras que forman
el río Inírida, hay un complejo de formaciones
rocosas del Precámbrico, que presentan diferentes
mesas y picachos escarpados donde afloran areniscas cuarcíticas
estratificadas de la formación Araracuara, que
no sobrepasan los 700 m de altitud; en estos ambientes
crecen, sobre suelos arenosos bien drenados, bosques bajos
y achaparrados, con arbustos de hojas esclerófilas.
En las planicies bajas de las vegas aluviales del río
Inírida crece una exuberante selva inundable con
especies maderables como el caimo y el cabo de hacha.
En otros sectores de terrazas altas se desarrolla una
selva no inundable, sobre suelos bien drenados. La reserva
constituye un refugio para los indígenas nukak,
grupo del que no se tuvo noticia hasta 1998.
Cerca a San José del Guaviare, entre otros cerros
y mesas tepuyanas bajas está la serranía
de La Lindosa, una formación muy erosionada que
presenta afloramientos rocosos de poca altura, rodeados
por tierras muy transformadas por la presión colonizadora.
SERRANÍA DE LA MACARENA
La Macarena es el tepuy más oriental del escudo
de las Guayanas; presenta una longitud de aproximadamente
120 km y entre 20 y 40 km de ancho y en algunos sectores
puede alcanzar una altitud de más de 2.000 m; es
el más cercano a la cordillera Andina, de la cual
lo separan tan sólo 10 km.
En esta serranía convergen elementos de la flora
y fauna Andina, de la Amazonia, de la Guayanense y de
la Orinoquia, razón por la cual ha sido considerada
como un «enclave biogéográfico»
de gran valor. Hace parte del Parque Nacional Natural
Serranía de La Macarena, creado en 1989, con una
superficie de 630.000 ha, el cual está integrado
a un área de manejo especial, de 3´500.000
ha, comprendidas además por el Parque Nacional
Natural Cordillera de Los Picachos y el Parque Nacional
Natural Tinigua. Esta gran área integra los ecosistemas
de la montaña Andina con los de la Amazonia y la
Orinoquia; sin embargo, la colonización del piedemonte
y del río Duda en el sector oriental de La Macarena
ha conducido a la desaparición de la selva, que
ha sido fragmentada y convertida en potreros para la ganadería.
La estructura geológica de la serranía de
La Macarena es compleja y por tener altitudes que superan
los 2.000 m, permite la existencia de diferentes ecosistemas.
Las selvas altimontanas con elementos florísticos
andinos de bosques achaparrados de encinos, se encuentran
a una altitud en la que son frecuentes las neblinas y
la alta humedad, lo que favorece el epifitismo y el desarrollo
de un estrato herbáceo y musgoso abundante. También
hay bosques bajos de gaquillos de los géneros Clusia
y Tovomita, con un sotobosque rico en hierbas
y heliconias. En el extremo norte, en las cimas del piso
medio, se presentan bosques sobre suelos más profundos
y arcillosos, que soportan grandes árboles de abarco,
que tienen un metro de diámetro y alturas de 20
a 30 m.
En el extremo sur, sobre los afloramientos rocosos de
mesetas que ascienden hasta los 1.300 m, se desarrollan
bosques bajos y matorrales achaparrados; en este ambiente,
con elevadas temperaturas y déficit de nutrientes
y de agua, surgen plantas especializadas como la Vellozia
macarenensis, endémica de la región
y la bromelia terrestre del género Navia.
Estas dos especies tienen en común que no requieren
del suelo para subsistir o conseguir nutrientes, porque
han desarrollado la capacidad de tomarlos de la lluvia;
la Vellozia lo hace a través de un sistema
de raicillas que salen del ápice de la planta y
la Navia se aprovecha de su capacidad de almacenar
agua. La principal estrategia de estas especies es su
alta tolerancia a la desecación; pueden subsistir
en condiciones de marchitamiento extremo, mediante sofisticados
mecanismos ecofisiológicos similares a los de la
especie africana de la misma familia del género
Xerophyta, que se desarrolla en ambientes tropicales
semejantes. También han generado mecanismos de
tolerancia al fuego y después de los incendios
reverdecen y estimulan la floración tomando los
nutrientes de las cenizas.
En los suelos totalmente arenosos, algunas especies han
desarrollado estrategias carnívoras, como ocurre
en plantas del género Drosera, cuyas hojas
rojizas tienen múltiples tentáculos glandulosos
que secretan un mucílago para atraer y capturar
diminutos insectos que luego son digeridos por la secreción
de enzimas; de esta manera compensan los nutrientes que
no se encuentran en el sustrato y pueden subsistir en
un lugar donde aparentemente es imposible que haya vida.