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de la Colección Ecológica del Banco de Occidente:
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CAPÍTULO 3
VERTIENTE ANDINA
DEL ORINOCO
Durante
el período que va del Plioceno inferior al medio,
ocurrió el levantamiento final de la cordillera
Oriental y quedó conformada la vertiente andina
de la Orinoquia colombiana, que presenta un mosaico de
ambientes, desde las cumbres nevadas y paramunas de las
montañas, hasta el piedemonte llanero.
El eje montañoso de la cordillera comienza al norte
con la Sierra Nevada del Cocuy, la parte más alta,
con masas glaciares y un relieve que guarda las huellas
de los deshielos del pasado; hacia el sur y con una altitud
menor, se encuentran los macizos paramunos de Chingaza
y Sumapaz, cuyas cimas de 4.000 a 4.500 msnm no permiten
la conservación de los nevados; sin embargo, en
sus escarpes se pueden observar formas del modelado glaciar.
Después de estos páramos la cordillera pierde
altitud y forma una depresión en La Uribe, para
luego levantarse en la Cuchilla de Los Picachos —3.800
msnm—, punto que marca el extremo sur de la vertiente
andina de la Orinoquia. Este sector de elevada pluviosidad,
con valores cercanos a 5.000 mm de precipitación,
es muy diferente del resto de la vertiente, pues su formación
geológica ocurrida en el Precámbrico, hace
unos 1.200 millones de años, es tan antigua como
la de la sierra de La Macarena; en dicho sector nacen
los afluentes del verdadero «alto Orinoco»
que dan origen al caudaloso río Guayabero, corriente
que después de 1.000 km, desemboca en el río
Orinoco.
La altitud es el principal factor regulador de los cambios
de clima y de la organización espacial de las grandes
formaciones vegetales de la vertiente andina, así
como de la repartición de los tipos de suelos.
De acuerdo con las observaciones de los investigadores
Jean-Claude Thouret y Antoine M. Cleef, entre otros, en
la vertiente andina de la Orinoquia se puede identificar
la siguiente zonificación altitudinal:
Piso glaciar y periglaciar, de
5.350 a 4.800 msnm
Alta
montaña ecuatorial andina fría, de 4.800
a 3.200 msnm
Media montaña ecuatorial andina húmeda,
de 3.200 a 2.000 msnm
Baja montaña ecuatorial andina cálida,
de 2.000 a 500 msnm
EL
PISO GLACIAR
Sólo en 1938 se dio a conocer la singular belleza
de los picos de la Sierra Nevada del Cocuy, Chita o Güicán,
cuando Erwin Kraus la escaló por primera vez y
estableció las alturas de sus principales picos:
de sur a norte se destacan el Pan de Azúcar —5.160
m—, el Púlpito del Diablo —5.120 m—,
el Cóncavo —5.250 m—, el San Pablín
Sur —5.180 m—, el San Pablín Norte
—5.200 m—, el Picacho —5.030 m—,
el Ritacuba Blanco —5330 m— y el Ritacuba
Negro —5.300 m—, entre otros. Hacia la vertiente
que mira a los Llanos Orientales los escarpes abruptos
y de paredes casi verticales impiden retener los glaciares;
en cambio, en la vertiente occidental que mira al cañón
del río Chicamocha, donde la pendiente es más
suave y extensa, los glaciares se acumulan y se conservan
mejor.
La fluctuación climática en este piso es
poco conocida; en general, de los 3.900 msnm hasta el
borde inferior de los glaciares, la temperatura media
es de 0 hasta 6 °C, pero presenta fuertes fluctuaciones
diarias que pueden llegar a los 15 °C y alcanzar temperaturas
mínimas del orden de -2 °C a -6 °C; las
nevadas son frecuentes, así como la congelación
del agua en las madrugadas y su fusión el mismo
día o el siguiente.
EL CAMBIO
CLIMÁTICO
Como consecuencia del cambio climático global,
en las últimas décadas el Cocuy ha sufrido
un acelerado proceso de pérdida de sus glaciares,
aspecto que incide en los ecosistemas de la angosta franja
del superpáramo, donde probablemente las especies
no tengan suficiente «tiempo ecológico»
para adaptarse y tiendan a desaparecer o a ser reemplazadas
por otras comunidades de los pisos adyacentes. Actualmente
se observa un avance de los prados paramunos de menor
altitud, hacia el superpáramo.
Tras muchos años de monitorear el comportamiento
de los picos nevados, el profesor Antonio Flórez
ha podido establecer que los glaciares pierden un promedio
anual de 1 a 3 hectáreas. Esta rápida fusión
obedece a que las precipitaciones de nieve, que luego
se convierten en hielo, son inferiores a la cantidad de
hielo que se funde; es decir, el balance acumulación/ablación
es negativo y por esto, el límite inferior del
glaciar sube entre 10 y 18 m cada año. El deshielo
genera el nacimiento de hilos de agua en los bordes glaciares,
y arrastra pequeñas acumulaciones de rocas, arenas
finas y materia orgánica.
UN TEJIDO
VEGETAL INCIPIENTE
SOBRE LA ROCA
Al desaparecer el hielo queda la roca desnuda, o bien,
bloques de rocas dispersas o formando arcos, en algunos
casos con acumulaciones de arenas que se han enriquecido
con cenizas procedentes de la actividad volcánica
de los últimos tiempos; entonces se presenta un
espacio libre que es colonizado por microorganismos de
flora y fauna que, especialmente adaptados para tolerar
condiciones extremas del medio ambiente, inician un proceso
de sucesión primaria.
En pequeñas depresiones de la roca se forman pozos
superficiales de agua que quedan sujetos a las fluctuaciones
diarias de congelamiento, descongelamiento y evaporación;
estos pantanos, que pueden alcanzar entre 1 y 2 m2 de
superficie, se convierten en un «caldo de cultivo»
para grupos de algas cianofíceas de consistencia
muscilaginosa y para otros microorganismos, los cuales,
a partir de la captura de nutrientes de la atmósfera,
la lluvia y los minerales de la roca, producen una delgada
capa de materia orgánica que sirve como sustrato
para ser colonizado por musgos y hepáticas capaces
de tolerar la sequía, el encharcamiento, la alta
radiación y las fuertes fluctuaciones térmicas
que se presentan durante el día.
Se requieren cientos de años para que a partir
de la roca desnuda algunos líquenes se incrusten
en su superficie y lentamente, con el crecimiento de los
musgos, formen una capa muy delgada de materia orgánica
suficiente para rellenar las grietas y oquedades e inmovilizar
los sustratos arenosos. Las condiciones físicas
no permiten mayor desarrollo de vegetación por
fuera de las grietas, fisuras o nichos rocosos, donde
se establecen algunas plantas endémicas como el
litamo real; con el tiempo se deposita una mayor cantidad
de materia orgánica que permite el establecimiento
del frailejón Espeletia cleefii, que crece
rodeado de un pequeño parche de musgos y gramíneas.
Al lado del desarrollo de esta vegetación también
se consolida una cadena trófica de consumidores,
principalmente de artrópodos, que se refugian en
la gruesa capa de hojas secas del frailejón; también
el conejo de páramo encuentra un buen abrigo en
los nichos rocosos para protegerse del águila paramuna.
A menor altitud, las areneras movedizas de las morrenas,
a pesar de que son un poco estériles, lentamente
son colonizadas por la reventadera, una planta muy rústica
con hojas coriáceas y reducidas que protege sus
tallos entre el sustrato arenoso y le da consistencia
al suelo movedizo, lo que permite que lleguen otras plantas
colonizadoras como las gramíneas.
LA ALTA
MONTAÑA FRÍA
La vertiente oriental de la cordillera Oriental, a partir
de los 3.200 m de altitud y hasta el límite de
la zona periglaciar a 4.800 msnm, corresponde a la región
de vida del páramo. Debido a los vientos húmedos
procedentes de los Llanos Orientales, la principal característica
climática de estos páramos es la elevada
humedad atmosférica y la frecuencia de nieblas.
En este flanco de la cordillera el patrón de lluvias
es de tipo unimodal —típico patrón
llanero— en el que el período de máxima
pluviosidad se presenta generalmente entre abril y noviembre,
seguido de uno de menores lluvias a finales del año;
entre enero y marzo, hay un corto verano.
Durante la época glacial del Pleistoceno , los páramos
de esta cadena montañosa estuvieron unidos y formaron
una gran zona paramuna que abarcaba desde la cordillera
de Mérida en Venezuela, hasta el extremo sur de
Sumapaz; este extenso y húmedo corredor biológico
permitió la formación de varias especies
de frailejones y la distribución desde su centro
de radiación en los páramos de Santander,
Norte de Santander y Táchira, hasta el extremo
sur del país y norte de Ecuador.
Después de 10.000 años, los cambios climáticos
han reducido las áreas de páramo a las cumbres
montañosas por encima de 3.000 m de altitud. En
esta angosta franja de la vertiente andina de la Orinoquia
se presenta un gradiente ambiental, en el que se pueden
identificar los siguientes subpisos:
Páramo alto o superpáramo: 4.200 a 4.800
msnm
Páramo propiamente dicho: 3.500 a 4.200 msnm
Páramo bajo o subpáramo: 3.200 a 3.500
msnm
EL SUPERPÁRAMO
El superpáramo es el piso bioclimático que
está a mayor altitud en las altas montañas
de los Andes tropicales ecuatoriales; es una zona de transición
entre el páramo propiamente dicho y la zona nival,
donde ocurren heladas cada noche y los suelos que apenas
se están formando son poco evolucionados.
En la Sierra Nevada del Cocuy el superpáramo se
presenta entre 4.500 y 4.800 msnm y forma áreas
aisladas muy reducidas en la serranía de los Órganos
en el macizo de Chingaza —4.120 msnm— y en
el Pico Nevado en el páramo de Sumapaz —4.200
msnm—. Este aislamiento permitió el desarrollo
de especies endémicas como las pequeñas
hierbas de árnicas del género Senecio,
o algunas especies de litamo del género Draba.
Entre las plantas arbustivas que se han adaptado perfectamente
a estas gélidas tierras está la colepavo,
un pequeño arbusto semileñoso de las Asteráceas,
con hojas aplanadas, reducidas y apretadas, cuya principal
estrategia de supervivencia consiste en refugiarse entre
pequeños nichos de las rocas, lo que le permite
aprovechar el calor acumulado por éstas.
En general, la vegetación del superpáramo
tiene escasa presencia de arbustos y se encuentra dispersa
sobre afloramientos rocosos, suelo desnudo, arenas y cantos
rodados. En este hábitat es frecuente encontrar
el liquen errante del género Tamnolia,
que forma cortos filamentos blancos; en algunos sectores
de extensos pedregales y suelo cascajoso prosperan algunas
especies de licopodios, pastos y helechos de hojas muy
reducidas. A 4.100 m de altura, los derrubios rocosos
formados por la acumulación de bloques de rocas
en el pie de los escarpes, constituyen el último
refugio para los bosques de siete cáscaras o coloradito,
Polylepis quadrijuga.
En esta franja, en las depresiones producidas por la excavación
glaciar o entre los arcos modelados por las morrenas,
se forman pequeñas lagunas que lentamente son colonizadas
por algas y algunas plantas características del
medio acuático, las cuales, con el tiempo, la sedimentación
y el crecimiento de la vegetación, se convertirán
en turberas.
EL PÁRAMO
La verdadera franja del páramo de la vertiente
andina de la Orinoquia se localiza a partir de los 3.500
m de altitud y alcanza los 4.200 m. El paisaje se caracteriza
por la gran diversidad de formas moldeadas por las glaciaciones
del Pleistoceno , con grandes valles de topografía
suave y ondulada y pisos más estables. Los suelos
tienen un horizonte orgánico denso que limita la
erosión hídrica superficial; sin embargo,
se presenta erosión subterránea ocasionada
por pequeños riachuelos que forman cárcavas.
Entre las principales formas de relieve se destacan profundos
valles en forma de U, cubetas de socavamiento ocupadas
por lagunas, turberas y pantanos, gigantescas morrenas
—depósitos de materiales acarreados por los
glaciares— y bloques rocosos de considerable tamaño
dispersos en el paisaje.
En el páramo se presentan bajas temperaturas —6
a 11 ºC—, intensa radiación solar durante
el día, en contraste con noches muy frías
y heladas frecuentes; los suelos están más
o menos bien estructurados, son más profundos que
los del superpáramo, ricos en materia orgánica,
muy ácidos y con baja disponibilidad de nitrógeno,
aspectos que limitan el desarrollo de la vegetación
forestal y la agricultura, principalmente en la franja
alta, donde el número de días con heladas
es mayor.
De acuerdo con la bióloga Maximina Monasterio,
las heladas, que siguen un ritmo diurno y no estacional,
determinan y delimitan los patrones y formas de ocupación
de la tierra, tanto de los hombres, como de las distintas
formaciones vegetales. Un factor adverso para la fotosíntesis
de las plantas del páramo es el carácter
pulsante de la insolación y la radiación;
durante un día se presentan horas o instantes de
alta luminosidad que alternan con momentos muy nublados
y fríos; la intermitencia tiene efecto en el metabolismo
y crecimiento de las plantas que han desarrollado formas
especialmente adaptadas a estas condiciones y han formado
diferentes tipos de vegetación, como el pajonal
frailejonal, los chuscales y los matorrales con muchas
especies arbustivas, entre otros.
Las condiciones ambientales también han permitido
el desarrollo de una gran cantidad de hábitats,
lo cual posibilita la existencia de interesantes cadenas
tróficas, entre las que se destacan la de los grandes
herbívoros como el venado, la danta de páramo,
el oso andino, los borugos, conejos y otros roedores que
son el sustento de predadores como el puma, el tigrillo,
los zorros, los perros cimarrones y el águila real,
entre otros. Hay una gran diversidad de artópodos
que viven de las plantas y la hojarasca muerta y que a
su vez son consumidos por coatíes.
TIPOS DE VEGETACIÓN
DEL PÁRAMO
La vegetación paramuna de la cordillera Oriental
presenta numerosas comunidades vegetales y sus especies
dominantes definen seis tipos diferentes fisonómicos
de vegetación.
La principal característica del páramo es
la vegetación abierta de pajonal frailejonal, compuesta
por macollas de la paja ratona, hasta de 80 cm de alta,
mezcladas con frailejones Espeletia grandiflora
y asociadas con otras formas de roseta, como los cardones
de la familia de las Bromeliáceas, alimento favorito
del oso andino; se destaca por su gran tamaño la
Puya goudotiana, de rosetas de 2 m de diámetro,
cuya inflorescencia de 3 m de larga emerge como una columna
en el centro; su floración constituye una fuente
abundante de alimentación para los colibríes.
En los páramos húmedos hay diversos musgos
que cubren el suelo y en ocasiones forman una capa densa
entrelazada con las plantas.
En el chuscal paramuno de vertientes húmedas domina
una gramínea denominada chusque o cañuela,
que presenta tallos amarillos y cañas duras como
el bambú; en condiciones óptimas de humedad
y de suelo, forma una vegetación tupida y en laderas
escarpadas y suelos superficiales presenta poco desarrollo.
El matorral formado por el crecimiento denso de varias
especies de arbustos entremezclados, presenta en sus estratos
bajos gran riqueza de hierbas como gramíneas, cortaderas
y una rica composición de musgos, hepáticas
y líquenes epífitos; en condiciones óptimas
de suelo, humedad y protección del viento y las
heladas, los rodales casi puros de chilco y el cargarrocío,
pueden alcanzar hasta 4 m de altura. En el páramo
los matorrales extensos son escasos, es más frecuente
observar pequeños parches o arbustos dispersos
de uvillos, de varias especies de pinito de flor o de
la AsteráceaDiplostephium phylicoides.
En las partes mal drenadas o en suelos encharcados se
observan los matorrales de romero de páramo, que
algunos autores denominan bosque enano. En ciertos sectores
de los páramos de Sumapaz y Cruz Verde, este tipo
de vegetación tiende a desaparecer porque se aprovecha
indebidamente para leña.
En las diferentes fases del avance y el retroceso, los
glaciares formaron en el fondo de los valles morrenas
frontales que actuaron como diques naturales y represaron
el agua. Durante miles de años, en los valles y
en algunas lagunas de los páramos se acumuló
la materia orgánica y se formaron turberas o zonas
pantanosas conocidas como tembladares o alfombrales, sistemas
que almacenan grandes cantidades de agua; entre las comunidades
vegetales que los habitan, se destacan las plantas en
forma de cojines gigantes de Distichia muscoides
y Plantago rigida, especies que en la Sierra
Nevada del Cocuy, a 4.300 m, son comunes en el sitio denominado
los verdes.
Los pastizales y prados cortos o rasantes de una pequeña
hierba Rosácea de hojas orbiculares, Lachemilla
orbiculata, se vuelven dominantes en lugares de suelos
húmedos con intenso pastoreo del ganado y crecen
asociados con otras especies. También se presentan
prados rasantes espinosos de Aciahne pulvinata,
cuyas diminutas semillas tienen una arista espinosa que
al clavarse en la piel de los conejos de páramo
o en pequeños roedores como los ratones de monte,
dispersa sus semillas a larga distancia.
Extensos bosques bajos de coloradito se formaron hace
más de 20.000 años en las zonas del páramo
y la puna y se constituyeron en refugios de aves durante
el Pleistoceno , ambiente que les permitió especializarse
en este hábitat de altura. Al cambiar el clima,
el bosque de coloradito quedó reducido a pequeños
fragmentos en laderas y taludes que tienen grandes bloques
de rocas, lo que les proporcionó condiciones ambientales
más favorables. Actualmente se presentan a partir
de los 3.000 m de altitud y en El Cocuy se observan pequeñas
islas a 4.100 m de altitud.
EL SUBPÁRAMO
El subpáramo o páramo bajo se puede considerar
como una zona de transición entre el bosque altoandino
y el páramo. En las zonas húmedas de la
vertiente oriental de la cordillera Oriental se observa
un cambio suave en el tamaño de la vegetación,
en la estratificación y en la mezcla de especies,
pero también se dan situaciones en las que el bosque
presenta un borde abrupto a partir del cual se inicia
el chuscal o pajonal con frailejones, fenómeno
que no está claramente explicado; para algunos
investigadores la causa radica en la temperatura media
anual de 10 °C y en la ocurrencia de heladas hasta
determinada altitud; otros consideran que se debe a la
disponibilidad de nutrientes del suelo y a la alta tasa
de transpiración y fluctuaciones constantes de
temperatura, luminosidad y radiación.
Una situación de especial interés se presenta
en el páramo de Chingaza; en la zona de transición
del bosque al chuscal coexisten árboles de encenillo
de gran porte, mezclados con frailejones de 10 a 12 m
de altura que en ocasiones emergen sobre el dosel del
bosque; se trata del frailejón Espeletia uribei,
especie endémica de Chingaza, cuyo elevado tamaño
se relaciona con la protección que le proporciona
el bosque. Algunas características de este tipo
de hábitat son similares a las que presentan en
Venezuela sus ancestros más primitivos de frailejones
ramificados denominados bosques parameros, que se localizan
entre 2.700 y 3.400 msnm.
En esta franja paramuna la actividad agropecuaria se ha
intensificado debido a que las condiciones climáticas
son más favorables, es menor el número de
días con heladas y los suelos son mejor estructurados
y ricos en materia orgánica. Esto ha favorecido
el establecimiento de cultivos de papa y pastizales para
ganadería, así como extensas plantaciones
de pinos, factores que alteran los limites de la franja
superior del bosque altoandino y el límite del
páramo bajo. Esta franja también es muy
sensible al disturbio ocasionado por incendios o deforestaciones,
lo que induce un proceso de paramización a partir
de 3.000 msnm; sin embargo, los 3.200 msnm marcan el límite
inferior del subpáramo y los 3.500 el límite
superior.
TIPOS DE VEGETACIÓN
DEL SUBPÁRAMO
Debido a la gran heterogeneidad de condiciones ambientales
y fisiográficas, a factores locales de temperatura,
humedad, suelos y precipitación y a su contacto
con el bosque altoandino, en el subpáramo se desarrollan
variados tipos de vegetación. Los bosques enanos
se componen principalmente de arbolitos de tallos bajos
y retorcidos de rodamonte, que forman pequeños
parches en lugares muy húmedos o en los fondos
de cañadas; en algunos casos se entremezclan con
encenillos del bosque andino y chusques o bambúes.
Cuando crecen en contacto con el bosque alcanzan alturas
de 8 m, pero en áreas abiertas de páramo
no llegan a los 4 m y su follaje adquiere un forma aparasolada;
en ambientes pantanosos pueden formar pequeños
bosque enanos con altura de 1 a 2 m y presentan un estrato
rasante de musgos en el piso.
En el subpáramo, los matorrales son muchos más
densos que en el páramo y se componen de plantas
arbustivas pequeñas, que forman coberturas densas
de 1 a 5 m de altura, con tallos muy ramificados desde
la base. Se destaca la presencia de comunidades con Ericáceas,
pequeños arbustos de hojas reducidas y coriáceas
conocidos como uvos de monte, agraces o uvas caimaronas
y reventaderas. Hay algunas rosetas de helechos con tallos
cortos y en lugares bien drenados y expuesto al viento,
comunidades de frailejones; en condiciones contrastantes
de suelos mal drenados se encuentran el amargoso y el
chusque.
En el subpáramo, el chuscal halla las condiciones
óptimas para su desarrollo y forma extensas coberturas
hasta de 4 m de altura, con algunas hierbas en su interior
y un estrato rasante de diversidad de musgos. Se encuentra
en el límite superior del bosque y en zonas donde
el suelo tiende a deslizarse; también forma densas
coberturas en los claros del bosque o en cañadas
muy húmedas con luz abundante y en áreas
abiertas puede asociarse con varias especies de frailejones.
En el páramo de Chingaza, considerado uno de los
más húmedos, se registra una precipitación
cercana a los 3.000 mm. Bajo estas condiciones, el paisaje
vegetal adquiere una fisonomía con características
especiales en las que predominan los chuscales. La humedad
también ha favorecido el desarrollo de grandes
cojines y tapetes de varias especies de musgos y ha permitido
el ascenso de la selva andina, hasta mezclarse con la
vegetación abierta de páramo para crear
pequeños parches o islas de vegetación forestal,
rodeados de chuscales o de pajonales frailejonales.
El subpáramo y la franja baja del páramo
propiamente dicho, son la franja paramuna más fuertemente
intervenida por el establecimiento de cultivos de papa
y pastizales para ganadería, principalmente de
pastos exóticos introducidos al país como
el pasto oloroso y la falsa poa. De esta actividad antrópica
se deriva una vegetación arvense secundaria de
plantas colonizadoras tolerantes al disturbio, compuesta
de pequeños arbustos del género Hypericum,
del cual hay numerosas especies, conocidas como chite
o cargarrocío, asociado con algunas hierbas en
forma de roseta de la especie Acaena cylindristachia
entremezclada con pastos. A los tres años de descanso
de la tierra de cultivo, forman parches de matorrales
bastante homogéneos.
LA MEDIA
MONTAÑA HÚMEDA
En la media montaña húmeda de la vertiente
orinoquense de la cordillera Oriental, entre los 2.000
y 3.200 msnm, se levantan gigantescas formaciones de sedimentos
marinos cuyo originen se remonta al Cretáceo, hace
entre 135 y 70 millones de años, principalmente
de los grupos Cáqueza y Villeta, que posteriormente
fueron plegadas y falladas durante el levantamiento de
los Andes, que comenzó hace 25 millones de años
y terminó hace entre tres y cinco millones de años.
Con el transcurrir del tiempo los procesos erosivos disectaron
profundamente las laderas montañosas de la vertiente
oriental, de tal manera que en sus cañones se puede
observar el afloramiento de depósitos del Cuaternario
—2 a 3 millones de años— seguido por
areniscas duras, originadas hace unos 80 millones de años,
de las formaciones Guaduas y Guadalupe, a las que corresponden
los picos y crestas más sobresalientes que bordean
la cuenca.
A mayor profundidad se encuentran sedimentos de las formaciones
Chipaque, Une y Fómeque, la más baja del
Grupo Villeta, cuyas arcillas duras, que le imprimen su
color al río Negro, al hidratarse generan constantes
deslizamientos; a través del profundo cañón
de este río se pueden observar formaciones del
Paleozoico —400 millones de años—,
en la región del macizo de Quetame y en los farallones
de Medina. Hacia el Norte de la vertiente surge el macizo
de Santander, donde afloran rocas del Precámbrico
—700 millones de años— y rocas metamórficas
generadas por la enorme presión y las altas temperaturas
que ocurrieron durante los procesos tectónicos
y de plegamiento de la cordillera.
Una característica del relieve de la montaña
media es la disposición estratificada, con poco
plegamiento de areniscas que forman anticlinales y estructuras
tabulares continuas; la inclinación moderada de
estas laderas permitió en el pasado la acumulación
de cenizas volcánicas transportadas por el viento
desde la cordillera Central, lo que generó suelos
profundos y bien estructurados, en los que predominan
los procesos de movimientos en masa y los deslizamientos.
En el flanco oriental de los anticlinales, la pendiente
es abrupta y forma escarpes rocosos que fácilmente
alcanzan 800 m o más de altura. Estas empinadas
cumbres, como los cerros Guayacundo y Güinto, cerca
de Ubaque, que se elevan desde los 2.000 hasta los 2.900
msnm, fueron considerados sitios sagrados por los indígenas.
Los yacimientos geológicos de la vertiente andina
de la Orinoquia son de gran riqueza; se destacan las esmeraldas
de Somondoco y Almeida en Boyacá —reconocidas
desde tiempos prehispánicos—, asociadas con
afloramientos de cuarzo, pirita, albita y calcita. También
se observan mantos de caliza en el macizo de Chingaza,
de carbón en la formación Guaduas y de sal
en Gachetá, Chámeza, Recetor y a menor altitud
en los farallones de Medina a lo largo del río
Upín. Hay otros depósitos menores de yeso,
azufre, caolinita, hierro, cobre, plomo y zinc.
En general, el paisaje de la vertiente andina tiene una
alta heterogeneidad geomorfológica —diferentes
pendientes, tipos de drenaje y características
de los suelos— que alberga una gran diversidad biológica,
puesto que proporciona variados nichos espaciales para
plantas y animales.
LOS BOSQUES
ANDINOS
La vertiente orinoquense presenta tres franjas selváticas
que van cambiando gradualmente de acuerdo con su altitud
sobre el nivel del mar: el bosque altoandino, la selva
andina y la selva subandina; sin embargo, hay algunas
características generales fisonómicas, florísticas
y ecológicas que son comunes:
A mayor altitud disminuyen el tamaño de los árboles
y el área foliar; en general, en zonas altas
las hojas son micrófilas y nanófilas,
con superficies menores de 1 cm2, aunque hay algunas
de mayor tamaño —notófilas—
que corresponden a palmas, como la colepato.
Las
plantas epífitas son abundantes y ocupan todos
los estratos del bosque; se destacan los musgos, líquenes,
helechos, orquídeas y los quiches o Bromeliáceas.
Algunas especies de Ericáceas como las uvas caimaronas
tienen adaptaciones especiales en su tallo para actuar
como órganos de reserva y crecen como plantas
epífitas.
Llaman especialmente la atención las orquídeas
epífitas, por el grado de miniaturización
extrema de sus flores, de apenas unos pocos milímetros.
Otro grupo de interés es el de los matorrales
de tagua de páramo, arbustos de las Lorantáceas
de follaje verde y rojizo, que parasitan en las raíces
de otros arbustos y se propagan vegetativamente.
La diversidad de los árboles también disminuye
con la altitud; en 21 tipos de bosques andinos el científico
Alwyn Gentry estudió las plantas con diámetro
del tallo superior a 2,5 cm y encontró entre
los 1.500 y 1.700 msnm 135 especies, de 1.700 a 2.000
msnm 128 especies, de 2.000 a 2.400 msnm 101 especies,
de 2.400 a 3.000 msnm 74 especies y por encima de los
3.000 msnm 35 especies.
En la selva andina, a diferencia de lo que ocurre en
las de menor altitud, los árboles no tienen raíces
tabulares ni flores en su tallo —cauliflorescentes—
y son muy escasos los árboles con raíces
en forma de zancos.
La temperatura disminuye aproximadamente 0,6 ºC
por cada 100 m de elevación. En la franja de
la selva andina es donde se presentan la mayor nubosidad
y precipitación, por lo cual se le da el nombre
de selva nublada.
Los suelos profundos y bien diferenciados son ricos
en cenizas volcánicas; al aproximarse a los climas
templado y cálido cambian sus características
y evolucionan hacia suelos pardos y empobrecidos.
EL
BOSQUE ALTOANDINO
El
límite superior de la media montaña andina
—3.500 a 3.200 msnm— se caracteriza por sus
bajas temperaturas —6 a 10 ºC—, frecuentes
nieblas y elevada humedad con precipitaciones cercanas
a los 1.200 mm, lo que genera suelos hidromórficos,
ricos en materia orgánica. Hasta esta franja llega
el bosque altoandino, cuya vegetación está
compuesta por matorrales densos de Ericáceas y
árboles achaparrados de tallos retorcidos, que
forman una cobertura de poca altura, copas esféricas
compactas, hojas bastante reducidas y de consistencia
dura.
En
el interior del bosque una cobertura abundante de musgos
tapiza el suelo; proliferan musgos epífitos sobre
las ramas de los árboles y es notoria la presencia
de rosetas gigantes del helecho Blechnum, que
en zonas de disturbio por deslizamiento de suelos forma
pequeños claros paramunos acompañados de
algunos frailejones y pajonales. La alta humedad permite
que los chuscales se desarrollen entremezclados con árboles
de encenillo, mortiño, cucharo, ají o canelo
de páramo, cedrillo, raque y charne o saltón,
una Melastomatácea de flores muy vistosas. Poco
a poco al descender a los 3.200 msnm, donde el bosque
toma fuerza, aparecen otras especies de bambú como
Chusquea scandens, característica del
subpiso andino.
En
la Sierra Nevada del Cocuy y en Norte de Santander, la
franja altoandina tiene relaciones florísticas
con la de la cordillera de Mérida; en sus bosques,
en particular en los de las montañas del Parque
Nacional de Tamá, hay frailejones ramificados y
frailejones arborescentes, que por su altura y porte se
confunden con otros árboles de la selva andina.
LA
SELVA ANDINA
La
formación vegetal de selva andina se desarrolla
a partir de los 2.300 m de altitud y llega hasta los 3.200
m, en un paisaje de laderas con fuertes pendientes y alta
humedad, lo que genera gran inestabilidad en los suelos
y frecuentes deslizamientos de tierra.
Debido
a la infiltración y a la fuerte pendiente, bajo
la densa cobertura de la selva andina ocurren procesos
geomorfológicos que modelan la vertiente; el agua
y la gravedad producen movimientos de tierra, derrumbes,
y desplomes que cambian el paisaje, dejan grandes claros
en la vegetación y causan cicatrices en las laderas.
El impacto de estos movimientos depende de la estabilidad
del sustrato, la pendiente, el tipo del material transportado,
su contenido de agua, la longitud del recorrido y el abanico
de distribución de los detritos. Este fenómeno
se ha incrementado recientemente por la deforestación
causada para crear pastizales para ganadería, lo
que produce aterrazamiento, erosión y formación
de surcos y cárcavas que dejan largos corredores
de suelo desnudo y en muchos casos afloramientos del sustrato
rocoso.
En
la laguna de Chingaza, rodeada por grandes parches de
bosque andino, se registra una temperatura media anual
de 8,7 ºC y de -8 ºC en la noches, con heladas;
la nubosidad es casi permanente y sólo durante
el corto verano, de diciembre a enero, se registran cuatro
horas de brillo solar al día. Debido al abrigo
que le produce la serranía de Los Órganos,
la precipitación media no alcanza los 1.850 mm;
sin embargo, del lado abierto a los vientos húmedos
de la vertiente del río Guatiquía, alcanza
de 3.000 a 4.000 mm. La alta pluviosidad del sector y
el complejo sistema de captación del embalse de
Chuza, con capacidad para almacenar 250 millones de m3
de agua, hacen que esta región sea estratégica
para el abastecimiento de la capital del país —aproximadamente
14 m3 por segundo—.
TIPOS
DE VEGETACIÓN DE LA SELVA
ANDINA
Estos
bosques poseen varios estratos: un dosel alto —de
10 a 18 m— formado por árboles de copas aparasoladas;
le sigue un estrato subarbóreo con palmas colepato
y lianas escasas y delgadas y finalmente un estrato herbáceo
y arbustivo con abundantes plantas de hojas grandes como
los anturios y las bromelias. En general, las familias
vegetales más representativas son las Melastomatáceas,
las Lauráceas, las Asteráceas, las Rubiáceas
y los helechos herbáceos y arborescentes.
Entre
los principales tipos de vegetación de la selva
andina se destacan los bosques ricos en especies de encenillos
y de canelos o ajíes de páramo, abundantes
en todo el piso frío de la vertiente. En algunos
de estos bosques dominan árboles de gaque asociados
con encenillos, cedrillos y tunos.
Las
zonas donde se perdió el bosque son colonizadas
por densos matorrales de chusques mezclados con plantas
Asteráceas trepadoras y varios bejucos, como el
colorado, la Dioscorea que forma grandes raíces
tuberculoides y la uñegato, uno de los pocos bejucos
espinosos de la selva andina, junto con las moras de monte.
UN
UNIVERSO DE MUSGOS
Una
de las características más notorias en el
funcionamiento de los bosques nublados andinos es la abundancia
de musgos, hepáticas, líquenes y helechos
que cubren completamente el estrato rasante de la selva
y los tallos y las ramas de los árboles; durante
años de crecimiento, se acumula una capa de musgos
sobre los troncos de los árboles dominantes y forma
una masa epifítica de materia orgánica,
tan gruesa, que no permite observar la corteza. Sobre
estos musgos crecen plantas epífitas vasculares
como orquídeas y Gesneriáceas, entre otras.
Algunos árboles como el yuco y el gaque, presentan
en su fase de plántula especiales adaptaciones
como un tallo engrosado que les sirve de órgano
de reserva para tolerar épocas secas sobre el sustrato
musgoso.
Para
tener una idea del alcance de estas diminutas plantas,
el biólogo Jan Wolf, analizó, en una selva
andina de la cordillera Central, a 2.550 msnm, un solo
árbol de encenillo y encontró en él
120 especies de epífitas; en la base del tronco
había 10 especies de hepáticas y tres de
musgos; en una pequeña superficie de 112 cm2 del
tronco medio encontró 21 especies de epífitas
y a 16 m del suelo, la cantidad subía a 31 especies.
En las ramas, a más de 18 m de altura, halló
el mayor número de líquenes foliosos de
seis especies distintas. En las ramas exteriores y delgadas
de la copa a 25 m de altura, dominaban los líquenes
ramificados del género Usnea, así
como algunas especies de hepáticas adaptadas a
estas condiciones, como Colura tenuicornis, que
almacena agua en diminutas bolsas.
Durante
las lluvias, el peso acumulado de estas masas musgosas
es tan grande que puede causar daños al árbol
anfitrión por partidura de sus ramas o caída
de sus troncos. Se estima que el peso seco total del material
epifítico, incluyendo el humus, puede llegar a
44 toneladas por hectárea, lo que equivale a un
11% del peso de la biomasa del bosque. La caída
de este material al piso, que se descompone muy lentamente
debido a las bajas temperaturas, genera parches en el
bosque y permite reciclar nutrientes, con lo que se inician
procesos relacionados con la dinámica y regeneración
de los árboles y la germinación de las semillas
de los suelos. Estos parches son aprovechados por algunos
árboles de rápido crecimiento como el cedrillo,
el granizo, el trompeto y el charne o saltón, una
Melastomatácea de corteza foliosa.
Las
masas de musgos constituyen un rico hábitat que
proporciona refugio y alimento a pequeños vertebrados,
aves, anfibios y a una gran diversidad de artrópodos,
con lo que se genera una compleja relación trófica.
OTROS
TIPOS DE BOSQUES
A
medida que desciende la altitud, la tendencia es a desarrollar
bosques cada vez más heterogéneos o mixtos,
pero en tierra fría se encuentran algunos rodales
en los que prevalece una especie dominante, razón
por la que a algunos parches de selva se les conoce como
alisales, encenillales, sietecuerales y otros más.
Los
bosques riparios de alisos forman pequeños parches
de vegetación que siguen el curso de quebradas
y ríos y ocasionalmente se presentan en áreas
de mayor extensión sobre laderas muy húmedas;
la especie dominante es el aliso, asociado con árboles
de menor porte como arrayanes, garrochos, chefleras y
mano de oso, entre otros. En áreas bien conservadas
el aliso puede alcanzar alturas hasta de 15 a 20 m y tallos
de 50 a 80 cm de diámetro.
Los
bosques de amarillos y laureles actualmente muy alterados,
por la extracción de las maderas finas, se encuentran
en la franja inferior del piso andino, pero alcanzan pleno
desarrollo en la franja de la selva. El grupo de las Lauráceas,
entre el que se encuentran especies como el aguacatillo
de páramo del género Persea y los
laureles y amarillos de los géneros Ocotea
y Nectandra, tienen frutos en forma de pequeños
aguacates que son una fuente importante de alimento para
la fauna silvestre, en especial para las pavas de monte;
en algunos sectores están asociados con el cariseco
y los pinos colombianos de la familia de las Podocarpáceas.
Los
bosques de sietecueros, especie que hace parte de un grupo
de árboles de las Melastomatáceas, se destacan
en el paisaje por la floración simultánea
y masiva de los individuos, con flores muy vistosas de
tonalidades de rojo y morado. Su nombre se debe a que
su corteza se desprende en capas. Se presenta generalmente
por encima de los 2.500 m de altitud, sobre suelos húmedos
con afloramientos rocosos.
La
selva andina pierde cada vez más terreno frente
a la adecuación de tierras para la ganadería,
con lo que se genera un paisaje homogenizado en el que
predominan grandes extensiones de pastizales de kikuyo,
un pasto de origen africano que después de introducido
al país se distribuyó ampliamente por toda
la región andina; el óptimo desarrollo de
esta selva parece estar entre los 2.800 y 2.000 m de altitud.
LA
BAJA MONTAÑA
ANDINA CÁLIDA
La
principal formación vegetal de la baja montaña
ecuatorial es la selva . Su posición altitudinal
varía de acuerdo con las condiciones del terreno;
en algunos lugares la franja superior se presenta a los
2.300 msnm y en otros a los 2.000 y la franja inferior
está entre los 1.100 y los 700 msnm.
LA
SELVA SUBANDINA
Este
ecosistema que tradicionalmente se conoce como la tierra
de clima templado, con temperaturas medias de 16 a 23
ºC y precipitaciones entre 2.000 a 4.000 mm al año,
está localizado entre 1.100 y 2.300 m de altitud
y es realmente una franja de transición entre las
selvas de los climas cálidos de la baja montaña
ecuatorial y los bosques nublados altoandinos, así
como en la zona donde se encuentran las faunas de clima
cálido y las del piso frío.
El
paisaje tiene un modelado de disección, generado
por quebradas profundas y numerosas sierras o cerros escarpados;
los cañones son amplios y presentan temperaturas
elevadas y mayor contraste climático entre la estación
seca y la de lluvias. Estos factores climáticos
modifican los suelos de las pendientes medianas a fuertes,
con escasos contenidos de cenizas volcánicas, que
gradualmente se hacen más arcillosos y de color
pardo a ferruginoso. Entre los 1.500 y 2.000 m de altitud,
los valles se intercalan con grandes terrazas aluviales
que se formaron durante las glaciaciones del Pleistoceno
—entre 600.000 y 10.000 años—, período
en el que se incrementó el transporte de materiales
desde la alta montaña paramuna hasta el piedemonte
de la Orinoquia. El piso subandino se considera potencialmente
muy inestable, debido a que la alta humedad de esta vertiente
genera procesos hidro–gravitatorios que culminan
con deslizamientos profundos y desprendimiento de material
rocoso.
De
acuerdo con los estudios de los investigadores José
Cuatrecasas y más recientemente con los de Orlando
Rangel y otros investigadores, se reconoce que la selva
presenta marcadas diferencias fisonómicas, florísticas
y ecológicas con la selva ecuatorial del límite
inferior de la vertiente y con el bosque altoandino en
el límite superior. El arbolado puede alcanzar
entre 25 y 35 m de altura con individuos frondosos de
gran porte y diámetro considerable en los que predominan
las hojas de tamaño mediano a grande; los helechos
arborescentes y las palmas son muy comunes. Muchas especies
producen raíces fúlcreas que sirven de apoyo
al tronco y es alta la proporción de epífitas
y trepadoras de tallos gruesos.
Los
bosques tienden a la heterogeneidad, con una gran mezcla
de especies de palmas, Rubiáceas, Moráceas,
Meliáceas, Sapotáceas, Euforbiáceas
y Melastomatáceas, entre otras; sin embargo, en
el límite superior con el bosque subandino se pueden
apreciar algunas comunidades de laureles, de gaques, principalmente
con especies de Clusia y de cedro de montaña,
en tanto que en el límite inferior los árboles
de leguminosas como los guamos y las palmas son más
abundantes. Entre las plantas trepadoras son comunes el
bejuco de agua del género Cissus y el
bejuco de amarrar. En la selva crece uno de los árboles
que alcanzaron gran importancia durante la Colonia: la
quina, Rubiácea del género Cinchona
que ayudó a surgir poblaciones en la selvática
vertiente llanera, como La Uribe.
La
fisonomía y composición de la baja montaña
andina cálida, actualmente está muy relacionada
con el disturbio causado por las quemas y el pastoreo;
la selva ha sido fuertemente intervenida y fragmentada
por las actividades agropecuarias que se realizan entre
500 y 2.000 m de altitud, lugares donde se establecen
extensos pastizales de chupín o yaraguá,
que según el botánico Enrique Pérez
Arbeláez fue introducido a Colombia en 1906 procedente
de África.
LA
FAUNA DE LA MONTAÑA
La
formación del norte de la cordillera de Los Andes
duró varios millones de años; en el Cretácico
—hace 100 millones de años— había
unas pocas cúspides de baja altitud y la flora
que las poblaba era la misma de las selvas húmedas
de tierras bajas. En el Mioceno —hace 20 millones
de años— las montañas se elevaron
a más de 2.000 msnm, surgió un clima más
fresco y apareció la selva subandina, pero el cambio
más significativo ocurrió hace unos 2.5
millones de años, cuando las cumbres andinas superaron
los 3.200 m y se creó el páramo. Durante
este largo período, tanto la fauna suramericana
—rica en mamíferos marsupiales—, como
la que invadió el continente a través del
istmo de Panamá, hace cuatro y medio millones de
años, encontraron las condiciones óptimas
para evolucionar.
A
pesar de su tamaño —490.000 km2—, el
norte de los Andes alberga casi la misma diversidad que
la cuenca Amazónica —6´900.000 km2—;
incluye 45.000 especies de plantas; más de 1.400
de aves —15% del total mundial—, de éstas
878 se encuentran en la cordillera Oriental y 18 son endémicas;
más de 500 de ranas —cerca del 80% del total
de Colombia—, de las cuales 169 viven en la cordillera
Oriental, con 32 endémicas y 177 de mamíferos,
entre los que cabe destacar los murciélagos y los
roedores.
El
número de especies disminuye con la altitud; en
la franjan entre los 1.000 y 2.500 msnm, en la llamada
tierra templada, donde se presenta la transición
entre el clima cálido y el frío, existe
la mayor diversidad de plantas y animales, mientras que
en las partes altas disminuye notablemente. Algunos investigadores
tratan de explicar este fenómeno mediante las siguientes
hipótesis:
El hábitat de montaña es mucho más
reciente que el de tierras bajas y por lo tanto la fauna,
en su proceso evolutivo, no ha tenido suficiente tiempo
para adaptarse a las cordilleras y producir la cantidad
de especies que ecológicamente podrían
existir.
Las
bajas temperaturas se constituyen en una barrera fisiológica
que sólo es superada por los organismos homeotermos
—con capacidad para autorregular su temperatura—,
como ocurre con varias especies de aves y mamíferos;
es por esto que el oso de anteojos, el puma, el tigrillo,
el zorro y el venado, entre otros, se encuentran en
un amplio gradiente altitudinal.
Las
bajas temperaturas también son una fuerte limitante
para los organismos de «sangre fría»,
como anfibios y reptiles, que dependen de la temperatura
del medio para estar activos; por esta razón
tuvieron que desarrollar estrategias adaptativas y reproductivas
para subsistir; algunas de las ranas de la cordillera
Oriental se adaptaron a ambientes terrestres, no requieren
del agua para depositar sus huevos y en casos extremos
los transportan en un saco especial sobre el dorso.
Comparada
con las tierras bajas, la superficie cubierta por las
montañas es mucho menor, efecto que se acentúa
con la altura.
La
altitud hace que disminuyan la complejidad, estructura
y composición de los bosques montanos; algunos
tienden a ser bastante homogéneos como los bosques
altoandinos de encenillos y de coloraditos.
Las
bajas temperaturas causadas por el descenso en la intensidad
de luz debido a la nubosidad y a la elevada humedad
que predomina en los bosques nublados, hacen que se
reduzca la productividad primaria.
Se
cree que la combinación de estos factores produce
una disminución en la oferta de alimento para la
fauna, lo que hace imposible sostener una densidad de
población similar a la que se encuentra en las
tierras bajas.
AFINIDADES
CON LA FAUNA ANDINA
Aunque
hay diferencias entre el norte y el sur de la vertiente,
la fauna del flanco oriental de la cordillera Oriental,
entre los 1.000 y 2.000 msnm, posee fuertes afinidades
con la de la cuenca del Amazonas y en menor grado con
la del Orinoco. Actualmente se encuentran grupos de fauna
de tierras bajas similares a los de alta montaña,
por ejemplo, la danta negra de ambiente amazónico
tiene su equivalente en la danta de páramo o danta
conga de la alta montaña. Estas afinidades también
ocurren entre grupos de pequeños mamíferos
de la selva que tuvieron una amplia diversificación
y colonizaron ambientes de los bosques nublados y los
páramos, a pesar de lo inhóspito del ambiente,
como las diminutas musarañas de apenas 5 a 7 cm,
que consumen permanentemente orugas y gusanos para compensar
el gasto de energía que implica mantener la temperatura
adecuada. En general, al incluir otras especies de mayor
tamaño como borugos, lapas, curíes y ardillas,
el grupo de los roedores es el más numeroso de
los mamíferos de la selva andina —57%—,
lo que revela una exitosa diversificación en la
montaña andina.
Otro
grupo que alcanzó alta diversidad en la cordillera
fue el de los colibríes, entre los que se cuentan
cerca de 30 especies de alta montaña; este medio
les ofrece abundantes recursos durante las épocas
de floración de los frailejones, las Bromeliáceas
y las Ericáceas, especies ricas en néctar.
En torno a las flores de los cardones es fácil
observar varios colibríes disputándose el
néctar; el de mayor tamaño es Patagona
gigas, de 23 cm y el de menor, Ancestrura
sp., de apenas 6 cm. Algunos colibríes, como el
pico de sable, desarrollaron picos de hasta 12 cm de largo
para obtener su alimento en las flores de corolas tubulares
profundas de las Pasifloras. Para sobrevivir en las bajas
temperaturas, estas aves entran en un profundo estado
de adormecimiento con el fin de ahorrar energía.
Los reptiles tuvieron poco éxito para colonizar
la montaña fría; su mayor diversidad se
presenta a baja altitud, entre los 0 y los 1.200 msnm,
con 277 especies, de las cuales 127 son serpientes. Entre
los lagartos se destaca el camaleón de páramo,
que sorprende por su alto grado de especialización
con movimientos lentos y cola prensil para aferrarse a
los arbustos; en ambientes rocosos y pedregosos habitan
el lagarto collarejo y otras dos especies que viven entre
los pajonales.
Libros
de la Colección Ecológica del Banco de Occidente: