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CAPÍTULO 1

LA GRAN CUENCA DEL ORINOCO

 

«A nuestro alrededor la llanura parecía extenderse hasta el cielo;
esta profunda e ilimitada soledad daba la impresión
de ser un océano cubierto de algas».


ALEXANDER VON HUMBOLDT, EN EL ORINOCO.

En la carta que dirigió el almirante Cristóbal Colón a los Reyes Católicos, para darles la noticia de los descubrimientos hechos en su tercer viaje, después de dar una serie de razones, derivadas del imaginario mítico religioso de la época, dice: «Grandes indicios son éstos del Paraíso Terrenal […] que yo jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese así dentro e vecina con la salada; y en ello ayuda asimismo la suavísima temperancia. Y si de allí del Paraíso no sale, parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo».

En relación con las suposiciones de Colón, fray Bartolomé de las Casas escribió en su Historia de las Indias, obra que quedó inacabada y sólo se pudo imprimir en 1875: «Tornando al Almirante, no podía quitar de su imaginación la grandeza de aquella agua dulce que halló y vido en aquel Golfo de la Ballena, entre la tierra firme y la isla de la Trinidad, …y hallando sus razones, viene a parar en opinión que hacia aquella parte debía estar el Paraíso Terrenal […]. Otra razón es la multitud y grandeza desta agua dulce del Golfo de la Ballena, que tiene 48 leguas della, la cual parece que podía venir de la fuente del Paraíso Terrenal y descender a este golfo…».

La obra del eclesiástico Juan Rivero, Historia de las misiones en los llanos del Casanare y de los ríos Orinoco y Meta y la del sacerdote Jesuita José Gumilla, El Orinoco Ilustrado —publicada en 1741—, entre otras, despertaron el interés de la comunidad científica europea de mediados del Siglo XVIII, por el estudio de la gran cuenca del río Orinoco, cuya desembocadura describe Gumilla: «La isla de la Trinidad de Barlovento puso la Providencia Divina como antemural de peña viva, para quebrantar en parte la soberbia de los Raudales del río Orinoco enfrente de la mayor parte de sus bocas. […] y a la verdad, si Colón discurrió viendo tal amenidad en las costas de Orinoco en el mes de agosto, que había encontrado el Paraíso Terrenal, por los mismos motivos le daría el mismo elogio a esta fértil y amena isla…».

Trescientos años después de que Cristóbal Colón llegara a la desembocadura del Orinoco, el afán investigador de Alejandro de Humboldt lo llevó al Nuevo Mundo, para emprender una de las más grandes expediciones científicas de la época y dar respuesta al interrogante geográfico de la unión del río Orinoco con el Amazonas, a través de un enigmático canal natural llamado Casiquiare.

Con su compañero de viaje el médico francés Aimé Bonpland, partieron de San Fernando de Apure el 27 de abril de 1800 y recorrieron el río durante un poco más de un mes hasta llegar al Alto Orinoco; pasaron por los peligrosos y turbulentos raudales de Atures y Maipures y tras el penoso ascenso a través de una región infestada de fieras, jaguares, caimanes, boas y nubes de mosquitos, arribaron al misterioso canal Casiquiare, donde fijaron sus coordenadas geográficas con precisión, lo que les permitió confirmar la veracidad de lo que se había creído un error geográfico monstruoso. Las observaciones realizadas por Humboldt y Bonpland fueron sorprendentes, descubrieron cientos de plantas y animales y realizaron ilustraciones y descripciones del paisaje, la flora, la fauna y las costumbres de las tribus indígenas que habitaban las orillas del río; así, buena parte de la naturaleza de la cuenca del Orinoco quedó detallada en su obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.


LA CUENCA DEL RÍO ORINOCO

El río Orinoco, en el norte del continente suramericano, forma una de las cuencas hidrográficas de mayor extensión del planeta, con 1’110.000 km2, de los cuales el 34% corresponde a Colombia y el 66% a Venezuela. Considerado el tercer río del mundo en extensión, tiene una longitud cercana a los 2.300 km. Su caudal descarga al océano Atlántico 36.000 m3 de agua por segundo.

A lo largo de su canal principal, se forma una planicie de inundación, de aproximadamente 7.000 km2, de los cuales cerca del 80% está cubierto por selvas lluviosas tropicales de tierras bajas. Esta llanura de inundación se forma a los lados del río en las áreas que tienen una pendiente muy baja o casi plana, lo que permite que las crecidas durante la estación lluviosa inunden las tierras adyacentes. Debido a este fenómeno estacional, se forman diferentes tipos de ecosistemas pantanosos como selvas inundables, morichales, sabanas pantanosas y esteros que albergan una gran diversidad de fauna acuática y terrestre. El nivel del agua alcanza varios metros de altura sobre la superficie del suelo y al bajar deja una marca o anillo de barro fino en los tallos de los árboles y las hojas quedan cubiertas de limos .

La inundación por desborde de los ríos hace que muchas de las madreviejas o meandros abandonados, lagunas y esteros de la planicie de inundación, renueven la fauna agotada durante la estación de verano o de sequía. Peces como los bagres y valentones, entre otras especies, inician procesos migratorios desde el bajo Orinoco para reproducirse en las partes altas de los ríos Meta, Arauca y Guaviare y los grandes mamíferos acuáticos como el manatí y los delfines de agua dulce encuentran, en este justo momento, la oportunidad para migrar a nuevos territorios del río y escapar con facilidad de sus predadores naturales.

Debido a la conexión de las cuencas del Orinoco y el Amazonas, a través del brazo Casiquiare, sus planicies de inundación comparten muchos de los géneros y especies de plantas y animales, por lo cual son áreas claves para la conservación de la biodiversidad. Según recientes investigaciones del proyecto Corredor Ribereño del Orinoco, se calcula que tiene aproximadamente 1.000 especies de peces, mientras que la diversidad de plantas, aún no investigada suficientemente, puede superar las 10.000 especies.

Esta gran cuenca también ha sido importante para el desarrollo de centros urbanos que actúan como polos regionales de desarrollo. A lo largo del Orinoco y de muchos de sus afluentes se han establecido grandes ciudades que están cambiando aceleradamente el paisaje y el funcionamiento de los ecosistemas llaneros. En Venezuela se encuentran, entre muchas otras poblaciones, Ciudad Guayana y Ciudad Bolívar y en Colombia, las infinitas posibilidades de producción que tiene la vasta llanura de la Orinoquia, han promovido el crecimiento de capitales como Villavicencio y Arauca.

Cuatro estructuras geográficas conforman esta vasta región: el Macizo Guayanés que delimita la cuenca por el oriente y el suroriente; el sistema de la cordillera Andina, la más reciente en la historia geológica, que marca su límite occidental y noroccidental; la planicie Orinoquense, denominada también Llanos del Orinoco, que se localiza entre las montañas del macizo de las Guayanas y las de la cordillera de los Andes y la subregión costera del delta del Orinoco, en la desembocadura del río en el océano Atlántico. Cada una de estas subregiones presenta un origen, una organización espacial, una historia ecológica y unos rasgos propios que la caracterizan.


REGIÓN DEL MACIZO GUAYANÉS

El macizo Guayanés o escudo de Guayanas, la formación geológica más antigua de la Tierra, cuyo origen se remonta al Precámbrico, hace unos 2 mil millones de años, cuando la superficie terrestre estaba constituida por un solo continente llamado Pangea, está conformado por rocas ígneas graníticas y es el basamento del continente suramericano. Forma parte del territorio de seis países: Colombia en su región oriental, Venezuela hacia el centro y sur, el norte de Brasil y gran parte del sur de Guyana, Surinam y Guayana Francesa. El conjunto ocupa una superficie de más de un millón de kilómeros cuadrados desde la Guayana Francesa, hasta la sierra de La Macarena en Colombia, pero después de prolongados procesos de fractura, disección y erosión, solamente subsiste un 20 a 25% de su área original compuesta por pequeños fragmentos con forma de cerros y mesetas aisladas. En Colombia ocupa cerca de 250.000 km2 y se extiende por los departamentos de Guainía, Vichada, Vaupés, Guaviare y Caquetá, donde está la mayor parte.

La región de la vertiente oriental del río Orinoco se desarrolla a lo largo de un trayecto de 1.900 km desde su nacimiento en el cerro Delgado Chalbaud, localizado a 1.047 msnm en la sierra Parima, hasta la zona plana del litoral. Tiene aproximadamente cien afluentes principales que descienden del macizo; los más caudalosos son el Caura, el Cuchivero, el Ventuari y el Paragua. La cuenca de la Guayana alcanza 425.000 km2 y es considerada como una de las mayores reservas de agua del mundo.


LOS TEPUYES, CUNA DE NUEVAS ESPECIES

En la vertiente se destacan las extraordinarias formaciones geológicas del macizo Guayanés denominadas tepuyes, gigantescas masas graníticas de paredes casi verticales, que durante millones de años se han erosionado y formado mesas que sobresalen en el paisaje.

Los tepuyes se han convertido en cuna para la evolución de multitud de especies vegetales; las plantas que los habitan están especialmente adaptadas a los suelos desnudos sobre rocas cristalinas, extremadamente ácidos y pobres en nutrientes y a condiciones ambientales de exposición permanente a fuertes vientos desecantes, bajas temperaturas y altas tasas de evaporación, acompañadas de una intensa radiación, lo que ha generado una flora cuya aspecto rústico y achaparrado, de tallos tortuosos con hojas muy resistentes, duras y gruesas, es capaz de tolerar largos períodos de estrés por sequía y falta de nutrientes.

Los estudios de reconocidos botánicos como Julian Steyermak, revelan que la riqueza extraordinaria de cada meseta está relacionada con su tamaño, la altitud y la diversidad de hábitats que posee. El tepuy Roraima, en Venezuela, con 2.810 msnm, fue uno de los primeros en ser explorados y su flora presentó un 54% de endemismos; algunos investigadores estiman que de las 8.000 especies vegetales que tiene la Guayana, aproximadamente 2.000 están en las mesas de los tepuyes y de éstas, cerca del 90% podrían ser endémicas.

Entre los principales factores que dieron origen a este espectacular fenómeno florístico y geológico, se encuentran los siguientes:

  • Un largo proceso geológico, cuya aparición ocurrió muy temprano en la historia del planeta, probablemente desde el Cretáceo tardío, hace más de 70 millones de años.
  • El aislamiento de los tepuyes por procesos de erosión en diferentes intervalos de tiempo.
  • La combinación de condiciones edáficas y climáticas particulares.
  • La conexión con elementos florísticos de los refugios amazónicos y de los Andes, antes y después de los cambios climáticos del Pleistoceno , hace 10.000 años, así como la antiquísima relación con la flora austral de Malasia.

Estos elementos ayudan a comprender las singulares características de la región. Se estima que de 460 géneros de plantas que la habitan, 39 son endémicas de las cimas de los tepuyes, es decir, cerca del 8,5%; algunos de los géneros se conocen por el nombre del tepuy donde se encuentran, como el Chimantaea (Asterácea) del tepuy Chimantá, el Duidaea (Asterácea) del tepuy Duida, el Neblinaea (Asterácea) del tepuy Neblina —el más alto del macizo Guayanés hacia la vertiente amazónica, con 3.014 msnm—. Otros grupos de especial interés en estos hábitats son las Bromeliáceas y las plantas insectívoras del género Drosera.

Las elevadas mesas de los tepuyes también han dado origen a impresionantes caídas de agua como la del Salto del Ángel cuya altura se acerca a los 980 m —la más alta del mundo—. La Guayana genera un gran potencial hidroeléctrico que abastece el 50% de la demanda de Venezuela. Esta región posee una enorme riqueza minera representada en diamantes, oro, bauxita (aluminio), hierro, manganeso y titanio, pero su explotación a gran escala y a nivel artesanal, realizada por aventureros y garimpeiros, ha generado un fuerte impacto ambiental en los ecosistemas del Orinoco.

El escudo Guayanés también emerge en Colombia, donde forma un conjunto de mesas y serranías dispersas por toda la Orinoquia, como los cerros de Mavicure, las serranías de Tunahí, del Naquén y de La Lindosa y la sierra de la Macarena, esta última, ubicada en el extremo suroccidental de la cuenca Orinoquense, a corta distancia de los Andes, entre los ríos Güéjar y Guayabero.


REGIÓN DE LAS CORDILLERAS ANDINAS

En el flanco occidental y noroccidental de la cuenca del Orinoco se levanta la cordillera de los Andes, cuya influencia en el sentido occidente–oriente es tan fuerte que incide en los cambios del clima de la región, marca los pulsos estacionales y genera la dinámica hidrológica de las fuentes de agua que allí nacen. Al detener los vientos húmedos procedentes del Atlántico, la enorme barrera montañosa produce abundantes lluvias, lo que permite la existencia de formaciones vegetales como la selva andina y el páramo.

Esta subregión, constituida por la vertiente oriental de la cordillera Oriental de Colombia y su prolongación en Venezuela, como la cordillera de Mérida o cordillera de La Costa, forma un gran arco montañoso de casi 1.800 km de longitud a partir de los páramos del sur del Sumapaz —4.000 msnm— hasta el extremo norte de la Sierra Nevada del Cocuy, donde la divisoria de aguas de la cuenca hidrográfica alcanza cerca de 5.000 m de altitud. Los principales afluentes del Orinoco que nacen en la cordillera son, de sur a norte, el Guayabero, el Guaviare, el Meta y el Arauca.

La barrera montañosa de la cordillera de La Costa, que va desde Cúcuta, en Colombia, hasta el extremo oriental de la península de Paria en Venezuela, ejerce una marcada influencia en sentido norte–sur, sobre la cuenca del Orinoco, puesto que detiene los vientos Alisios provenientes del Caribe y genera un ambiente seco en la vertiente llanera.


REGIÓN DE LA PLANICIE ORINOQUENSE

Esta inmensa región fue una antigua fosa geológica —el geosinclinal llanero— que se rellenó con los sedimentos transportados y depositados por ríos torrenciales que descendían desde las regiones montañosas. Representa la mayor extensión del bioma de sabanas del norte del continente suramericano, cuya vegetación predominante se compone de gramíneas o pastos y hierbas. Colombia y Venezuela comparten este gran ambiente de sabanas que alcanzan casi un millón de kilómetros cuadrados.

La zona que corresponde a las sabanas comprendidas entre los ríos Meta y Apure, se conoce como el bajo llano inundable; son terrenos que generalmente están por debajo de la cota de los 100 m de altitud y dan origen a sabanas húmedas o hiperestacionales y a grandes esteros o sabanas que permanecen inundados la mayor parte del año y actualmente se consideran como humedales. Estos ambientes actúan localmente como sistemas de descarga de las crecientes de los grandes ríos y generan una alta disponibilidad de recursos durante largos períodos, lo que les permite sostener una gran diversidad de fauna acuática y terrestre, entre la que se destacan infinidad de garzas y aves acuáticas y el chigüiro o capibara, el roedor más grande del mundo, característico del paisaje llanero.

Hay otro tipo de sabanas conocidas como secas o estacionales, en las que las lluvias se concentran en una estación al año que se puede prolongar de seis a nueve meses; durante el resto del año la precipitación es mínima o nula, lo que genera dos estaciones contrastantes: un período de sequía seguido de una estación de lluvias. En cada uno de estos ambientes se desarrollan conjuntos de plantas especialmente adaptadas, como el pasto rabo de zorro y una gramínea que tolera muy bien las condiciones de sabanas inundadas, en tanto que la paja lisa crece en los ambientes secos y bien drenados.


EL DELTA DEL ORINOCO

Los depósitos de barro, limo, arena o grava originados por un río cuando desemboca en una masa tranquila de agua, se conocen con el nombre de deltas, como el del Nilo, cuyo parecido a la letra griega «delta», dio el nombre a este tipo de formaciones con numerosos canales de distribución que se esparcen de un modo radial. El depósito de materiales es motivado por la rápida reducción de velocidad que experimenta la corriente al penetrar en la masa de agua; las partículas gruesas se estancan primero, mientras que las arcillas y otros materiales finos siguen en suspensión hasta que caen en aguas profundas. Estos procesos son los responsables de los cambios permanentes del relieve en los deltas.

El tramo final del río Orinoco corresponde a la zona costera del delta en Venezuela, que se extiende entre el golfo de Paria, al norte y el río Amacuro, al sur. Durante miles de años el Orinoco ha depositado millones de toneladas de sedimentos procedentes de los Andes y del llano, hasta formar uno de los deltas más grandes del planeta, con una extensión aproximada de 30.000 km2.

El primer español que llegó a la desembocadura del Orinoco fue el mismo Cristóbal Colón en el año de 1498; en 1535 el español Diego de Ordaz y más tarde muchos otros expedicionarios se enfrentaron a la fuerza del Orinoco cuando iban en busca del mítico Dorado. El jesuita José Gumilla describió los profundos y torrentosos canales o hileros formados por las bocas de Orinoco, que causaron muchos naufragios y pérdida de hombres.

El delta se inicia frente a la población de Barrancas, como una llanura deltaica plana, en cuyo interior se han modelado diferentes canales y caños de salida al mar, como el Tucupita, nombre de la capital del estado Delta Amacuro; el caño Araguao y el brazo del río Boca Grande, entre otros; pero este gran delta también presenta otras formas de relieve como barras, bancos de arena, marismas y estuarios . Las crecientes del Orinoco cambian constantemente la topografía de este sistema pantanoso cubierto de selvas y manglares, que deposita anualmente cerca de cien millones de metros cúbicos de sedimentos en el Atlántico.

Las numerosas corrientes fluviales de la cuenca del Orinoco ejercen un trabajo de erosión y transporte de sedimentos, desde las tierras altas de los Andes y del macizo Guayanés hasta su llegada al océano. El material transportado por las aguas cambia periódicamente el cauce de los canales por donde el río desemboca, debido a que se acumula sobre su lecho, en la planicie de inundación o en el fondo de las masas de aguas tranquilas como los grandes lagos o pantanos; entonces la corriente debe buscar un nuevo canal por donde fluir.

 
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