La
zona costera, diversa, compleja, dinámica y de
anchura variable, que bordea los continentes, los mares
interiores y los grandes lagos marinos, corresponde a
una franja de convergencia y transición entre la
tierra firme y el espacio oceánico adyacente; está
compuesta por un mosaico de subregiones que poseen características
propias, en las cuales se desarrollan con gran intensidad
los procesos geológicos, biológicos, humanos
y el uso del suelo, que afectan directamente la ecología
del medio oceánico y la del continental.
El litoral es el punto de encuentro entre los dominios
terrestres y los marinos; es una estrecha franja que además
de estar enriquecida por estos dos elementos, desarrolla
formas de vida únicas y singulares. Más
que una frontera es, en muchos aspectos, una clave ecológica
y fisiográfica fundamental para descifrar los procesos
de desarrollo de los seres vivos sobre el planeta.
Estos dos elementos —océano y tierra—
están vinculados a la historia del planeta, puesto
que dan testimonio de la forma como se ha repartido el
espacio vital; son el punto de unión donde se han
llevado a cabo los procesos de interacción entre
los fondos marinos y su dinámica ecológica,
con el clima, la geomorfología y la hidrología
continental, lo cual ha dado como resultado un mosaico
de ambientes como plataformas continentales, marismas,
estuarios, playas, dunas, acantilados, ramblas, lagunas
intermareales, aluviones, aguas interiores y ciénagas,
entre muchos otros, caracterizados por su alta productividad
primaria, que genera eslabones importantes en la cadena
trófica, especialmente en lo que se refiere a la
producción de energía para los organismos
vivientes.
Aunque las costas y los litorales son dos conceptos diferentes
desde el punto de vista de sus características
—el litoral está dentro de la franja costera—,
muchas veces se asumen como sinónimos.
MODELAMIENTO DE LAS COSTAS
Son muchos los elementos y procesos que intervienen en
el modelamiento de las costas, pero las entrantes y salientes
o la sinuosidad de un litoral sobre la línea de
interacción mar–tierra, dependen fundamentalmente
de la composición y estructura del suelo continental
y de la acción del agua oceánica o marítima
en períodos de tiempo definidos. Esta interacción
es un evento persistente, en el que la energía
que actúa proviene en gran parte del movimiento
del agua producido por las mareas, por las olas formadas
por el viento y en menor proporción por tsunamis
o marejadas, producto de temblores y sismos oceánicos.
En términos generales, las costas se pueden clasificar
en dos grandes conjuntos: emergentes y sumergentes, lo
cual depende de que el nivel del mar haya bajado o subido
en relación con la masa terrestre. Los rasgos principales
de cada costa son atribuibles a la erosión, a los
depósitos de origen glacial, a los depósitos
de otros materiales y a la acción del agua.
La refracción o el cambio de dirección de
las olas y las corrientes costeras son elementos vitales
en el proceso de erosión. Aunque la mayoría
de las olas avanza oblicuamente hacia la costa, la influencia
del fondo del mar tiende a redireccionarlas, hasta que
se acercan a ella casi de frente; cuando una ola rompe,
no toda la energía se consume en erosionarla; una
cierta cantidad del agua empujada hacia adelante se desvía
y se mueve paralelamente a la franja costera. Parte de
la energía del movimiento del agua se gasta en
la fricción a lo largo del fondo y parte se emplea
en el transporte del material; la refracción también
ayuda a explicar por qué en una costa irregular,
la mayor parte de la energía se concentra sobre
las puntas o las salientes y en menor proporción
a lo largo de las bahías.
El perfil del litoral cambia continuamente; durante las
grandes tormentas la resaca puede batir en forma directa
contra el acantilado, erosionándolo hacia atrás
y raspando al mismo tiempo los depósitos de la
playa. Cuando la tormenta y en consecuencia la energía
disponible se calman, se forman nuevos depósitos
en el litoral, frente al acantilado. El material que las
olas quitan de las puntas o promontorios y los depósitos
que arrastran los ríos desde las zonas interiores,
generalmente tienen volúmenes que compensan las
alteraciones que se presentan en las costas. Así,
el perfil de la costa, en un momento dado, no es más
que la expresión de la energía actuante,
por lo cual varía cuando la energía cambia.
La forma de la franja costera-litoral en todos los cuerpos
continentales e insulares existentes en el mundo, no sólo
está relacionada con la interacción océano-tierra,
sino también con la acción del hombre que,
con la construcción de espolones, diques y barreras
artificiales ha modificado su aspecto original. A lo largo
de los 595.814 km de litoral con que cuenta el planeta,
más de la mitad de la población mundial
—aproximadamente 3.700 millones— vive a menos
de 100 km de las costas, que son áreas utilizadas
para la pesca, la acuicultura, la extracción de
minerales, el desarrollo industrial, la producción
de energía, el turismo y también para la
acumulación de residuos. Se estima que esta franja
geográfica es la responsable de por lo menos el
30% del desarrollo económico, productivo y social
del orbe y que para el año 2040, se ubicará
allí el 80% de la población mundial, de
acuerdo con las proyecciones realizadas durante la Cumbre
de Río de Janeiro en 1992.
MORFOLOGÍA DE LAS COSTAS
La dinámica de la interacción entre el mar
y la tierra es muy compleja, puesto que su relación
continua y diversa, asegura no sólo el equilibrio
entre los dos frentes, sino también la sucesión
de procesos vitales para una gran cantidad de organismos
que viven exclusivamente en esta franja. Los litorales
y las costas están íntimamente relacionados
con la morfología oceánica, la geomorfología
de los continentes y quizás con todas las fuerzas
que alrededor del planeta intervienen en el equilibrio
entre los grandes cuerpos de agua y las masas continentales.
La morfología de las costas depende, entre otros
muchos factores, de la tectónica de placas —choque
entre las placas continentales y oceánicas—
y de ciertos procesos geomorfológicos y climáticos
que han generado accidentes costeros como rías,
fiordos, islas de barrera y lagoon, arenas de playas estabilizadas,
llanuras de marea, deltas, arrecifes y acantilados.
Las costas son de ría, cuando un valle fluvial
queda inundado por el mar; se conocen también como
costas de inmersión, debido a que su configuración
tiene que ver con procesos de compensación tectoisostática
—fuerzas de equilibrio que generan las capas terrestres
cuando chocan entre sí—, como se ve en algunas
áreas de la costa Irlandesa y en Pontevedra, España.
Las de fiordo son similares a las anteriores, pero poseen
una notable canalización de aguas marinas que penetran
por valles glaciares; se conocen también como costas
de emersión por compensación glacioisostática,
es decir, cuando el peso de las lenguas glaciares dejaron
expuestas las capas terrestres, tal como ocurre en las
costas de Noruega.
Son de isla barrera y lagoon, cuando la línea de
ribera se antepone a un recinto acuoso o humedal amplio,
cerrado o semicerrado por una barrera o alineación
arenosa de acreción marina, como se ve a gran escala
en las costas mexicanas, en las albuferas
de Túnez —lagunas junto al mar— o en
la isla de Salamanca en Colombia. Son arenosas o de playas
estabilizadas, cuando la línea de ribera y la de
costa coinciden y se convierten en una franja mixta emergida–sumergida,
de perfil tendido hacia el mar, que produce movilización
continua de material y deja en la zona terrestre abundantes
formas dunares, como las que se observan en algunas costas
de Andalucía, España y en la Alta Guajira
en Colombia.
Las de llanura de marea son costas con fisionomía
muy plana y grandes áreas de zona intermareal;
se relacionan a veces con humedales y con una abundante
cobertura vegetal circundante y se identifican por el
carácter mixto de sus aguas —continentales
y marítimas—, tal como ocurre en algunas
costas del Mar del Norte, La Florida, Tierra de Fuego
y en el Chocó, en Colombia. Las de delta son costas
con abundantes aguas continentales, que al invadir el
dominio marino dan lugar a un paisaje de abanico o estructura
cónica, como los deltas del Amazonas, del Orinoco
o la desembocadura del Nilo.
Las costas arrecifales son consideradas biogénicas
—derivadas de la actividad de organismos vivos—
y emergen a la superficie formando barreras que en algunos
casos constituyen atolones —barreras anulares—,
como los que se aprecian en las islas del Pacífico
Central o en el archipiélago de San Andrés
y Providencia en el Caribe colombiano.
Las costas de acantilados o tectónicas suelen crearse
por una actividad endógena reciente —tectónica
o volcánica— y se consideran escarpes o escalonamientos
abruptos hacia el mar, que cambian permanentemente debido
a la acción directa de las aguas marinas, razón
por la cual se denominan también costas vivas;
algunas veces estos escarpes pueden quedar abandonados
tras una playa o rasa marina, cuando el nivel del mar
se retira de una región o cuando los escarpes quedan
expuestos por encima del nivel del mar, tal como ocurrió
en Barú, en el Caribe colombiano y en algunos frentes
de costa en islas de tipo coralino.
ECOSISTEMAS DE LA ZONA COSTERA Y LITORAL
En la costa y el litoral hay una gran variedad de ecosistemas
que se caracterizan por su singularidad ecológica,
su extrema fragilidad y por ofrecer una multitud de recursos
aprovechables. En la plataforma continental se encuentran
algunos de los medios con mayor productividad biológica
del planeta, que son asiento de complejas y abundantes
redes tróficas o conjuntos de eslabones que forman
parte de cadenas alimentarias, a través de las
cuales se transmite la energía.
Los ecosistemas acuáticos más productivos
son aquellos en los que se registran altas concentraciones
de nutrientes que sostienen una elevada producción
primaria —algas bentónicas, fitoplancton—
y secundaria —zooplancton y animales fitófagos
en general—; estas condiciones se presentan en la
plataforma continental y en las marismas y los estuarios.
En la costa y el litoral influyen variables que originan
una gran diversidad de formas de vida, como el clima,
la geología y geomorfología de las costas,
la hidrología continental, la profundidad de los
fondos marinos y la dinámica marina —olas,
corrientes y mareas—. Todo ello da lugar a diferentes
unidades ambientales como playas y dunas, marismas y estuarios,
acantilados y plataformas continentales.
PLAYAS Y DUNAS
Las formaciones arenosas como las playas y las dunas son
dos de los ambientes costeros más característicos.
Los principales factores que condicionan su formación
son: la acción erosiva del mar, la calidad de los
materiales que en ellas se acumulan —más
finos o más gruesos—, las características
de las corrientes, mareas y olas y el régimen de
vientos.
Las playas tienen un límite espacial y temporal,
puesto que se trata de sistemas muy dinámicos que
abarcan desde la superficie afectada por las olas, hasta
la parte sumergida donde incide el oleaje; la dinámica
de las corrientes, del viento y de la energía de
las mareas y las olas, hace variar su forma y su tamaño.
Los sistemas dunares son resultado de la acumulación
de materiales finos y sueltos transportados por los vientos
dominantes, que se ubican en una ancha zona que bordea
la línea de máxima marea y que puede extenderse
hasta los 10 km hacia el interior. Son también
sistemas muy dinámicos y frágiles, que en
su ciclo de avance hacia el interior van degradándose
en su morfología ondulada hasta dar lugar a formaciones
de arenales costeros. Según su grado de estabilidad
y evolución se clasifican en dunas móviles
o vivas, dunas rampantes que aprovechan un relieve para
ascender, dunas fijas, cuando han sido colonizadas por
vegetación que ha frenado su movimiento y dunas
fósiles, cuando quedan sólo como formaciones
superficiales del relieve.
Las dunas desempeñan una función clave en
la costa puesto que absorben las fuerzas del mar, protegen
las zonas interiores y sirven de reserva de arena a las
playas. Además, constituyen importantes acuiferos
subterráneos debido a la porosidad y permeabilidad
de sus materiales y desarrollan en su seno una variada
vida animal y vegetal, con especies adaptadas al ambiente
marino y a las difíciles condiciones del sustrato
arenoso.
MARISMAS Y ESTUARIOS
Otra unidad ambiental, constituida por marismas y estuarios,
se define como zona de contacto entre aguas continentales
y marinas. Son los lugares donde se alcanza la mayor productividad
del ecosistema costero, debido a la confluencia de una
serie de factores como escasa profundidad, presencia de
luz, semiconfinamiento, mezcla de aguas dulce y salada
y circulación constante de las aguas impulsadas
por la energía mareal; se constituyen en la base
alimenticia de los organismos vivos del medio marino al
concentrar la mayor cantidad de nutrientes. Por su diversidad
paisajística y por la cantidad de hábitats
diferentes, se pueden distinguir tres grandes zonas en
marismas y estuarios: la de fondos con fangos y arenas
siempre sumergidos, la zona intermareal y la zona supramareal.
Como los ríos aportan la mayor cantidad de sedimento
que llega al océano, uno de los factores de mayor
incidencia en el volumen de éste, es la lluvia,
que regula el caudal de los ríos y erosiona los
suelos que generan el material transportado —gran-des
ríos arrastran una cantidad mayor de sedimento—;
en el trópico, la diferencia de caudal entre la
época de sequía y la de invierno es notoria.
El sedimento arrastrado hacia el mar no es distribuido
de manera uniforme; la mayoría de las partículas
arrastradas por el río se asientan al llegar al
final del recorrido del agua dulce y su entrada al mar
depende en gran medida de la morfología del estuario,
de las corrientes marinas y del oleaje. El flujo de materiales
por el estuario determinará la cantidad de sedimentos
aportados a la plataforma continental adyacente. Los materiales
se localizan delante de las costas bajas y presentan diferencias
según las modalidades de generación de partículas
y las condiciones del medio que los acoge.
ACANTILADOS
Algunos de los ambientes producidos por la acción
del agua marina en la costa son los acantilados; al moldearlos,
las olas que los golpean directamente, utilizan la mayor
parte de su energía en erosionar el terreno; dicha
acción empuja de modo constante el cantil cortado
por las olas hacia atrás, lo que produce a su pie
una terraza o plataforma; en un acantilado, las olas pueden
formar cavidades o cavernas marinas. Si la erosión
corta a través de una punta —saliente de
costa— origina un arco marino y si su cúspide
se cae posteriormente, es posible que conforme un farallón.
Los ejemplos más conocidos en el mundo son los
de las costas bálticas y las del norte de Europa
—Escocia, Noruega, Gran Bretaña y Francia—.
PLATAFORMA CONTINENTAL
La plataforma continental es la prolongación del
continente sumergida en el océano, dentro de la
cual hay un cambio de pendiente que recibe el nombre de
talud continental. Su función básica es
la conservación de recursos vivos —concentra
el 90% de las especies de peces—, cuya abundancia
de formas de vida está en directa relación
con la poca profundidad, la presencia de luz y la acumulación
de nutrientes. Es también una franja rica en recursos
minerales: magnesio, potasio, boro y hierro entre otros
y en rocas sedimentarias de importancia industrial o energética
como petróleo, gas, sulfuro y fosfatos.
ZONIFICACIÓN DE LA FRANJA COSTERA
De acuerdo con la legislación internacional, la
franja costera se ha dividido en costa afuera, lugar de
transición y tierra adentro.
En la zona de costa afuera, se encuentran las aguas interiores;
es decir, las que están dentro de los límites
sobre los cuales un Estado ejerce derechos de soberanía
absoluta; el mar territorial se extiende más allá
de las aguas interiores, hasta una anchura de 12 millas
náuticas o 22 km, para la gran mayoría de
los países; la plataforma continental es el área
que va desde la línea de más baja marea
hasta donde existe un pronunciado aumento de pendiente
marina; este sitio se conoce con el nombre de margen continental
o isóbata y por lo general llega hasta donde se
presentan los 200 m de profundidad.
La costa de transición está compuesta por
la línea de costa o línea de base normal,
que es el límite entre agua y tierra para el momento
de más baja marea, o el contorno terrestre para
la aplicación del ámbito político
marítimo en cada uno de los países con costas;
los terrenos de bajamar son los que se encuentran cubiertos
por la máxima marea y quedan al descubierto cuando
ésta baja, por lo que se pueden definir como zona
intermareal; la playa marítima, conocida como la
zona de material no consolidado, se extiende hacia tierra
desde la más baja marea hasta el lugar donde se
encuentra marcado el cambio de material o hasta donde
se inicia la línea de vegetación permanente;
por lo general es el límite efectivo de las olas
de temporal; las lagunas costeras consideradas como la
depresión de la zona costera por debajo del promedio
mayor de las mareas más altas, tienen una comunicación
permanente o efímera con el mar, pero están
protegidas de éste por algún tipo de barrera.
Dichas lagunas se diferencian de los estuarios —también
parte integrante de las zonas de transición—
únicamente por el carácter geomorfológico,
ya que desde el punto de vista ecológico constituyen
unidades muy similares; el término laguna es aplicado
a las depresiones marinas marginales que están
protegidas del mar por una barrera, mientras que el estuario
es considerado comúnmente como la boca de un río,
donde se forma un cuerpo de agua extenso y semicerrado,
con una conexión libre con el mar, dentro de la
cual el agua marina se diluye en el agua dulce que proviene
del drenaje terrestre; sin embargo, las características
y funciones ecológicas de los dos son muy parecidas.
Existe un elemento especialmente importante en la zona
de transición: el litoral propiamente dicho. Éste
es una parte de la zona de transición de la costa
y se define como la franja delimitada en su parte superior
por el nivel máximo de pleamar y va hasta los 200
m de profundidad. Se subdivide en un área de mesolitoral
que comprende la parte que sólo está sumergida
durante la pleamar, cuya extensión depende de la
variación del nivel del agua con las mareas y la
pendiente del suelo; el supralitoral que comprende la
parte inmediatamente superior a la orilla de la más
alta marea, pero bajo la acción directa del oleaje
y el infralitoral donde las aguas siempre se encuentran
por encima y por lo tanto está sumergido y sometido
al trabajo continuo del oleaje. El litoral hace parte
de aquella franja de playas sumergidas y no sumergidas
que están bajo la acción de las aguas marinas
delimitadas por la vegetación terrestre.
El ambiente costero de tierra adentro está constituido
por ecosistemas que siempre se encuentran emergidos, como
costas, playones, playas fluviales, playones desecados
artificialmente, playones comunales y aluviones. Desde
el punto de vista de los aspectos ecológicos y
naturales, se incluyen los asociados a la costa, que tienen
particularidades específicas de acuerdo con las
características propias de cada región geográfica
o natural del planeta, como manglares, bosques y dunas,
entre otros.
FORMAS COSTERAS
La morfología de las costas depende de la interrelación
entre los macro componentes del globo terráqueo
—desde la atmósfera hasta la litosfera y
la biosfera—; en términos generales, estas
formas pueden ser: golfos, bahías, ensenadas, islas,
cayos, islotes, archipiélagos, deltas, penínsulas
y cabos, entre otras.
Todos los procesos que se llevan a cabo en la interface
tierra-océano son activos, interactuantes y dinámicos.
La forma de las costas y los litorales no es aislada ni
caprichosa; obedece a complejas variables entre el modelado
de los continentes y los procesos dinámicos que
se desarrollan en ellos y los igualmente complejos del
océano, además de los nuevos procesos que
resultan de la interrelación de los dos.
El análisis geomorfológico puede distinguir
diversas situaciones que explican la relación entre
el relieve y la forma. Unas responden a acciones morfogenéticas
presentes y evolucionan con ellas —formas vivas
o funcionales—; otras, en cambio, están estabilizadas
y tienden a desaparecer bajo la acción de los procesos
actuales —formas heredadas o relictas—. Son
éstas las que nos proporcionan información
sobre la historia del relieve y las condiciones bioclimáticas
existentes cuando se formaron; las podemos considerar
como parte fundamental de la geomorfología histórica.
La importancia relativa de los paleomodelados o procesos
antiguos de modelamiento de la línea costera y
de los modelados actuales varía mucho de acuerdo
con la región.
LA EVOLUCIÓN ACTUAL DE LAS COSTAS Y LOS
LITORALES
El último ascenso importante del mar tuvo lugar
hace muy poco tiempo —entre 4.000 y 2.000 años—;
se considera que hace sólo 2.000 años el
nivel del mar se estabilizó en su nivel máximo
actual, lo que explica la existencia de sitios que muestran
la sumersión de los relieves continentales con
formas que inician el modelado, como las rías y
los fiordos; en regiones cuyas condiciones son favorables,
las formas están más evolucionadas y tienden
a una regularización. En la actualidad estamos
entrando, por razones diferentes, a una nueva época
de aumento del nivel del mar; prueba de esto es la abundancia
de depósitos continentales en la misma línea
de costa.
La erosión marina tiende a suprimir las irregularidades
de la costa, como los cabos y a rellenar los golfos; tras
una regularización, la costa retrocedería
de manera uniforme, formando una plataforma de abrasión
continua, que llegaría sólo hasta el lugar
donde la fuerza de las olas fuera nula. Debido a la estabilización
reciente del nivel del mar, esta situación de abrasión
permanente continúa en ciertas costas de rocas
blandas y mares agitados, como los del norte de Europa
y de América. La tendencia a este proceso de aparente
equilibrio se orienta en la dirección de simplificación,
que en principio, es la del oleaje dominante, pero al
ser éste localmente cambiante, se orienta en la
dirección de las corrientes y de los vientos que
las generan; en caso de que no coincida la trayectoria
de las olas con la de los vientos, la simplificación
es la que genera el vector intermedio.
Cuando la acción marina se ejerce sobre rocas que
presentan diferente resistencia a la erosión, comienza
un proceso de irregularización de la línea
de costa. Las irregularidades tienen sus mejores condiciones
en las costas contrapuestas —aquellas que se encuentran
frente a frente—, donde los depósitos sedimentarios
ofrecen menos resistencia que la roca del litoral; esta
situación es frecuente en litorales glaciares,
cuyos abundantes depósitos sedimentarios han fosilizado
la línea de costa primitiva y han emergido los
suelos continentales, que han quedado expuestos a una
erosión rápida. Un caso particular y contrario
es el de las costas de modelado glaciar que hoy se encuentran
en regiones subpolares, gracias al ascenso del nivel glacial
—glacioisostático—; se trata de costas
emergidas no afectadas por la erosión marina, que
debido a la interrupción del aporte de clastos,
forman costas siempre jóvenes con el perfil definido
por las formas iniciales.
FORMACIÓN DE LOS LITORALES
La mayoría de los restos de formas heredadas de
antiguas costas que hoy conocemos, no se remontan más
allá del Plioceno
—hace 15 millones de años—, puesto
que el litoral
es uno de los ámbitos más activos de erosión
y acumulación. Desde esta época, el trazado
general de las costas ha variado muy poco; más
por las variaciones del nivel del mar —transgresiones
y regresiones marinas— que por cambios sustanciales
en el litoral.
Aunque es muy difícil determinar su edad, la mayoría
de las formas heredadas, bien conservadas, son del Cuaternario
—entre 5 millones de años y el momento actual—,
pues se trata de formas que han quedado fuera del alcance
de la erosión marina; desde que nuestro continente
inició la deriva continental, 100 millones de años
atrás, han sido muchas las modificaciones que ha
tenido su litoral,
hasta el punto de que sólo los macromodelados de
la costa oriental de Suramérica se mantienen coherentes
en el encaje con parte de la costa occidental de África,
particularmente las formaciones del Escudo Brasileño
y el Escudo Guyanés, por ser estructuras no sólo
muy antiguas, sino principalmente de tipo ígneo
y por lo tanto suficientemente duras como para resistir
los embates del tiempo.
La mayoría de los litorales mantienen vestigios
de líneas costeras heredadas; en todas las costas
del mundo se aprecian terrazas marinas situadas detrás
de la línea costera y ligeramente elevadas. No
siempre es fácil identificarlas, pues no basta
medir la pendiente y la uniformidad, sino que es necesario
identificar las huellas del modelado de las plataformas
de abrasión litoral, así como la existencia
de acantilados muertos, que en algunos casos pueden estar
enterrados por depósitos continentales y suelen
estar retocados por los procesos morfogenéticos
actuales; sin embargo, aún se pueden observar grutas
y muescas que indican el nivel alcanzado por la marea.
Los depósitos típicamente marinos y de animales
marinos también ayudan a identificar las antiguas
líneas costeras.
Es posible observar estas herencias en costas con rocas
sedimentarias y compactas. Es típico el caso de
las costas en las que el litoral más viejo presenta
renovación y desgaste por los procesos de ablación,
especialmente los causados por el hielo de los glaciales
en proceso de fusión. Estos depósitos suelen
ser de carácter continental, lo que implica una
regresión de la línea de costa que ha permitido
la acumulación de depósitos continentales
y posteriormente una transgresión que ha vuelto
a exhumar la línea costera. También las
rasas o los fondos de valles escarpados, son el resultado
de antiguas líneas costeras que se constituyen
en plataformas de ablación, moldeadas por la acción
de grandes masas de hielo, que han quedado elevadas sobre
el nivel del mar actual; su retoque final se debe a procesos
morfogenéticos continentales recientes.
Otra de las formas heredadas es la generada por los depósitos
o materiales de acumulación; estas han tenido pésimas
condiciones de conservación en la gran mayoría
de los casos, aunque es posible observar cordones fosilizados
de arena y guijarros que indican la posición de
viejas playas, los cuales suelen estar muy por encima
del nivel de las mareas más altas; no hay que confundirlas
con las crestas de playa modernas, dejadas por las pleamares
durante las tormentas, puesto que se trata de playas fosilizadas,
en las que predominan gravas y cantos.
Es más difícil interpretar cuáles
son los niveles marinos a los que corresponden las terrazas
fluviales prehistóricas que aparecen en los estuarios.
Antiguas formaciones producidas por la actividad biológica,
muestran huellas de líneas de costa fosilizadas
en los mares cálidos. Colonias calcáreas
parecidas al coral, revelan arcaicas zonas de ruptura
de las olas y de crestas de estructuras biogénicas,
justo en el nivel de anteriores bajamares.
Gracias al estudio estratigráfico realizado en
varios lugares del mundo, a través de perforaciones
geológicas, tenemos una valiosa información
acerca de los procesos de acumulación en litorales
actuales que han tenido una compleja formación.
En ellas se encuentran depósitos de origen marino
y continental que dan testimonio de diferentes procesos
morfogenéticos y de diversos niveles marinos. Este
estudio es particularmente interesante en los deltas que
han sido estables durante todo el Cuaternario y en ocasiones
durante la última parte del Terciario —entre
los 10 millones de años y el momento actual—.
Los depósitos de dunas en el litoral han tenido
una formación por etapas y en sus acumulaciones
se observan las características de cada época;
en las dunas interiores más viejas aparecen conchas,
suelo de turba y zonas endurecidas de gres, que en medios
templados pueden ser observados con concreciones de hierro
o con materia orgánica. También los arrecifes
coralinos se han formado por etapas; estos edificios muestran
niveles sucesivos de construcciones biológicas
y depósitos arenosos en los que han predominado
los procesos de ablación; se pueden encontrar arrecifes
coralinos por encima del nivel del mar actual —corales
fósiles y expuestos—, testigos de épocas
del Pleistoceno, hace 3 y 4 millones de años, cuando
el nivel del mar estuvo más alto que en la actualidad.
La interpretación de las herencias costeras depende,
en parte, del análisis de la morfología
litoral y espacial de las costas; en tal sentido, las
terrazas marinas y fluviales, además de las formas
y los depósitos heredados, confirman la existencia
de numerosos cambios del nivel medio del mar a lo largo
del Cuaternario, así como la deformación
de los continentes.
CAMBIOS EN EL NIVEL MARINO
Los cambios y variaciones en el nivel del mar están
determinados por un fenómeno que conocemos con
el nombre de eustatismo. El nivel eustático a lo
largo de la historia ha variado debido a tres grandes
fenómenos: los movimientos tectónicos, la
sedimentación y el clima.
El eustatismo diastrófico es aquel que, sin variar
la cantidad global de agua, cambia el nivel del fondo
oceánico debido a la acumulación de depósitos
—espirogénesis— o a la forma de las
cuencas oceánicas —tectogénesis—.
La acumulación de sedimentos no es causa para provocar
un descenso en el nivel del mar, pero su acumulación
puede comprimir los fondos marinos y eventualmente iniciar
fenómenos de subsidencia de las placas continentales
debajo del océano.
Se llama glacioeustatismo el fenómeno que explica
el ascenso y descenso del nivel del mar durante las distintas
glaciaciones del Cuaternario. La acumulación del
agua en grandes inlandsis —masas de hielo compactado—
provocó un descenso global del nivel de las aguas
del mar y su fusión durante los períodos
interglaciares, su ascenso; la última gran transgresión
tuvo lugar tras la desaparición del inlandsis escandinavo
y canadiense durante el período conocido como Flandriense
—hace 300 años—. Debido a este fenómeno,
desde los años treinta, del siglo XX, se viene
observando un ascenso continuo del mar de 1,2 milímetros
al año, y una fusión progresiva de los inlandsis.
Las terrazas marinas y fluviales marcan el ritmo de las
transgresiones y regresiones. Aunque las variaciones intermedias
de menor amplitud y menos persistentes, sólo permiten
crear terrazas en las partes bajas, la existencia de depósitos
periglaciares sumergidos en la plataforma continental,
indica que el ascenso del mar, tras la última glaciación,
ha sido de unos 100 m aproximadamente, con lo cual las
modificaciones en el contorno y el delineamiento de las
costas y los litorales es evidente.
MODIFICACIONES EN LA LÍNEA COSTERA DE LOS
CONTINENTES
Entre las muchas causas que pueden modificar la línea
costera continental e insular, se encuentra el desplazamiento
de las placas tectónicas
que causan terremotos y volcanes. Diversas mediciones
de precisión comprueban que la mayor parte del
desequilibrio ocasionado por esos movimientos tiende a
ser contrarrestado, lo cual explica el levantamiento de
algunas playas, así como la flexión continental;
este fenómeno también ha generado transgresiones
y regresiones marinas.
Los desequilibrios isostáticos, aquellos que se
efectúan en el interior de la corteza terrestre,
pueden ser provocados por la erosión de un continente,
cuyos materiales se depositan en una placa tectónica
diferente, descargando así, sobre la otra placa,
parte de su peso, fenómeno conocido también
como descarga detrítica de los continentes. También
las capas de la corteza pueden quedar expuestas, debido
al desplazamiento de un glacial, hecho que evidencian
las huellas dejadas en algunas playas por la fricción
del hielo.
En el momento de la desaparición de un gran inlandsis,
el nivel local del mar puede aumentar a un ritmo de 6
m año. Dicha desaparición implica dos fenómenos
contrapuestos: el ascenso del nivel global del mar y el
ascenso del continente que es más rápido
que la transgresión marina correspondiente, ya
que el agua debe dispersarse por todo el globo y el ascenso
continental perdura tras la desaparición total
del hielo. Sin embargo, en un primer momento, la transgresión
marina predomina sobre el ascenso glacioisostático.
GOLFOS Y BAHÍAS
Si se trazara una línea paralela al eje costero,
se podría ver que muchos de los accidentes y formas
geográficas de la estructura terrestre son salientes
del perfil medio —cabos y penínsulas—;
por el contrario, existen formaciones que se adentran
en mayor o menor porción sobre el eje costero —golfos,
bahías, ensenadas, estuarios y radas—.
Los golfos se consideran una porción de mar, de
gran extensión, que se interna en el litoral entre
dos cabos. Cuando su extensión es menor se denomina
bahía. Ésta, a su vez, es una entrada de
mar en la costa, de extensión considerable y fondo
apropiado para la entrada de grandes embarcaciones y tiene
mayor tamaño que una ensenada o una caleta, pero
siempre es inferior a un golfo.
Según la Convención Internacional del Derecho
del Mar, bahía es toda escotadura bien determinada,
cuya penetración tierra adentro, en relación
con la anchura de la boca es tal, que contiene aguas cercadas
por las costas y constituye algo más que una simple
inflexión de ésta. Sin embargo, la escotadura
no se considera una bahía, si su superficie no
es igual o superior a la de un semicírculo que
tenga por diámetro la boca de dicha entrada.
En concordancia con lo anterior, hay una serie de relaciones
muy estrechas entre golfo, bahía y ensenada, tanto
que algunas, catalogadas dentro de las dos últimas,
podrían estar incluidas entre los golfos más
grandes del planeta; lo que es claro es que se trata de
entradas de mar en la costa.
Los ríos también determinan las formas costeras.
Los estuarios corresponden a golfos profundos formados
por las desembocaduras de los más grandes; tienen
forma de embudo y permiten el ingreso del mar durante
las mareas altas. En el sur de Chile y en otras partes
del mundo son sinónimos de fiordo. Los deltas corresponden
a desembocaduras que se ramifican de forma triangular,
dejando zonas de tierra entre los distintos cursos, producto
de la acumulación de los sedimentos acarreados
por los ríos, como sucede en el delta del río
Nilo.
En términos costeros, uno de los accidentes geográficos
y morfológicos del litoral,
que tiene mayor importancia por contener otros accidentes,
es el golfo, que en algunos casos incorpora estuarios,
deltas, acantilados, albuferas,
y por supuesto, bahías. Estas últimas pueden
ser alargadas, en cuyo caso suelen ser profundas y penetran
tierra adentro en forma de calas estrechas, o pueden ser
dentadas o redondeadas, si aparecen a lo largo de los
litorales acantilados, pero especialmente en aquellas
áreas costeras donde existen montañas con
formas palmeadas.
EL HOMBRE EN LOS GOLFOS Y LAS BAHÍAS
Las franjas costeras de los mares del mundo, desde la
orilla hasta es límite de la zona económica
exclusiva —12 millas náuticas—, ocupan
un área equivalente a un quinto de la superficie
oceánica mundial; sin embargo, nuestro conocimiento
de los procesos físicos y biológicos que
ocurren en esta franja son extremadamente limitados. Con
algunas excepciones, los modelos de los procesos físicos
que caracterizan las plataformas continentales son primitivos
y nuestras posibilidades para predecir los cambios en
los recursos vivientes de estas zonas, pese a su alta
productividad biológica, son casi inexistentes.
El 65% de las ciudades con poblaciones de más de
2,5 millones está situado en las costas, a menudo
en zonas de estuarios o deltas; varios de estos centros
de población están al nivel actual del mar
o por debajo de éste. En todos los casos, los asentamientos
humanos están localizados en función de
la geomorfología de la costa y la mayoría
resguardados por golfos y bahías.
Se estima que la mayor parte de la tierra productiva que
se está cultivando en la actualidad está
situada en zonas costeras y de bajo nivel. Por lo tanto,
se puede esperar que en el futuro inmediato aumenten las
presiones y conflictos resultantes de las diferentes necesidades
en el uso del suelo. Esto se complementa con el hecho
de que un 85 a 90% de la pesca mundial procede de la zona
económica exclusiva y la mayor parte de ella se
captura a menos de 9 km de la costa. Entre el 5 y el 10%
de la producción mundial total de alimentos procede
del medio marino y en los países tropicales y subtropicales
la población humana depende de las proteínas
procedentes del pescado. Buena parte de los pescadores
artesanales del mundo circunscriben su subsistencia, su
economía y el radio espacial de acción para
su desarrollo, a la franja litoral y de los golfos y las
bahías donde se asientan.
Además de su importancia como fuente de recursos
alimenticios y de ser apropiadas para los asentamientos
humanos, las zonas costeras y en particular los golfos
y las bahías, son utilizados para la agricultura,
la silvicultura y la piscicultura, así como base
para el establecimiento de complejos industriales, comerciales
y de transportes y, especialmente para el turismo.
Estas áreas, de gran importancia estratégica
para la mayoría de las naciones, requieren una
planificación y una administración óptimas
para lograr un desarrollo sostenible. El cuidado de los
litorales es una tarea compleja, tanto que en muchos países,
a los programas de «Gestión integrada
de las zonas costeras» se les da un enfoque
particular, porque se considera cada costa como una entidad
funcional única.