Después
de la formación de la planicie amazónica
ocurrida durante el Terciario y el Cuaternario —hace
entre 70 millones y 10.000 años—, sobre el
antiguo Escudo Guayanés, una de las formaciones
más antiguas y duras del mundo, se depositaron
grandes aluviones de sedimentos procedentes de la cordillera
de los Andes. En el Pleistoceno —10.000 a 1.000
años antes del presente— la extensa llanura
estuvo sujeta a fuertes variaciones climáticas,
con alternancia de climas secos y húmedos con otros
cálidos y lluviosos, las cuales iniciaron un proceso
de degradación de los suelos que transformaron
su morfología inicial. En la periferia de los tepuyes
y afloramientos superficiales que emergen en algunos sectores
de la Amazonia, los sedimentos se fueron disectando lentamente,
durante miles de años, lo cual generó diversidad
de paisajes como lomeríos o superficies colinadas,
mesas y vegas que continúan erosionándose,
sobre todo por la acción de los ríos que
forman una intrincada red de drenaje.
La gran planicie selvática quedó compuesta,
fundamentalmente, por dos grandes tipos de ambientes que
presentan diferencias en su estructura, fundamentalmente
causadas por su altitud con respecto al nivel de los ríos,
que en temporadas de lluvia anegan grandes zonas: la Amazonia
de tierra firme y la Amazonia de inundación o llanura
aluvial inundable.
Este tipo de paisaje llamado técnicamente superficie
de denudación, es conocido localmente como tierra
firme, serranía, banqueta o lomerío, nombres
que reflejan un relieve ondulado o quebrado, cuyos suelos
no están sujetos a inundaciones. Con excepción
de las formaciones del Escudo Guayanés, éstas
son las unidades morfológicas más altas,
más antiguas y más extensas de la Amazonia
colombiana, que cubren aproximadamente el 90% del área.
Por su elevación presentan diferentes grados de
ondulación; los más altos generalmente son
fuertemente ondulados y los bajos tienen ondulaciones
suaves.
Las superficies de denudación están constituidas
principalmente por materiales arcillosos cuando son de
origen sedimentario y arenosos si provienen de materiales
ígneo–metamórficos
del Escudo Guayanés, en cuyo caso el relieve es
más aplanado. Los suelos arcillosos de la superficie
sedimentaria están sometidos a un constante proceso
de renovación y por lo tanto, a pesar de estar
formados por materiales antiguos y muy meteorizados, no
llegan a un estado de pobreza en nutrientes tan alto como
el de las áreas más estables cercanas a
las terrazas antiguas; mientras que los suelos sedimentarios
presentan tendencia a movimientos en masa, compactación
y formación de horizontes endurecidos o costras,
los de origen ígneo–metamórfico,
son de texturas más gruesas —arenas—
más lavados, estériles desde el punto de
vista químico y no forman costras tan fácilmente.
La selva con grandes árboles y bien desarrollada
no se presenta en toda la Amazonia. En un estudio detallado
de los tipos de cobertura vegetal, el PRORADAM —Proyecto
Radargramétrico del Amazonas—, identificó
en 1979 tres grandes regiones fitogeográficas sobre
una planicie de 382.000 km2: la selva densa
de los interfluvios de los ríos Amazonas, Putumayo,
Caquetá y Apaporis; la selva densa con sabanas
de las colinas altas del Vaupés y los bosques y
sabanas de la región del Guainía.
La primera región fitogeográfica localizada
en la parte sur de la Amazonia, comprende aproximadamente
160.000 km2—42% del total— y limita
al norte con los ríos Taraira, Apaporis, Cuñaré
y Yarí; al oriente con Brasil, al sur con los ríos
Putumayo y Amazonas y al occidente con la parte media
de los ríos Caguán y Orteguaza. Estas selvas
son las más desarrolladas, con grandes árboles
emergentes del dosel que alcanzan más de 50 m de
altura y diámetros del tallo superiores a 40 cm.
En el estrato superior, las familias dominantes son Lecitidáceas,
Cesalpináceas, Mimosáceas, Papilionáceas
y Miristicáceas. La masa boscosa, compuesta principalmente
por especies como cabo de hacha, amarillo, comino real,
sangretoro, guamo y siringa es heterogénea, aunque
ocasionalmente se encuentran áreas en las que predominan
palmas características de los sitios mal drenados,
como la canangucha.
La segunda región está formada por la selva
densa y por las sabanas de terrazas, superficies de erosión
y colinas altas del Vaupés. Cubre una superficie
de 149.000 km2 y limita por el norte con los
ríos Guaviare y Lozada, al oriente con la tercera
región fitogeográfica, al sur con la parte
media de los ríos Apaporis y Yarí y al occidente
con un sector de la cordillera Oriental. La masa boscosa
es menos densa que la de la primera región, a pesar
de que florísticamente es similar; en algunos sitios
con suelos arenosos aparece una vegetación achaparrada,
característica de bosques de transición
a sabana. Las especies arbóreas más abundantes
son cabo de hacha, dormilón, caimarón y
capinurí, entre otras.
La tercera región corresponde a selva mixta de
bosques y sabanas de la región del Guainía.
Comprende una superficie de 68.000 km2 y sus
límites son: por el norte con la parte baja del
río Guaviare; por el oriente, con los límites
con Venezuela y Brasil; por el sur, con los ríos
Pira Paraná y Taraira y parte de la serranía
de Jirijirimo y por el occidente con la segunda región
fitogeográfica. La fisonomía de la vegetación
es variable y está particularmente relacionada
con las características del suelo; las principales
especies son: comino real, carguero, arenillo y la palma
chiquichiqui, de gran utilidad para la elaboración
de artersanías. El sustrato geológico corresponde
a rocas cristalinas del Escudo Guayanés y el paisaje
predominante es el de terrazas altas, con superficies
de erosión ligeramente disectadas y en su mayor
parte libres de inundación.
ESTRUCTURA DE LA SELVA
Bajo el primer cinturón de nubes ecuatoriales ligeramente
difusas por la atmósfera húmeda, la selva
de tierra firme se extiende hasta donde alcanza la vista,
como un denso y homogéneo tapete verde. Más
de cerca se pueden apreciar infinidad de tonalidades y
uno que otro árbol colorido y una superficie irregular
y ondulante formada por las copas de árboles emergentes,
como ceibas, copaibas, algarrobos y juan socos, que constituye
el primer filtro para interceptar la energía lumínica
y la entrada de la lluvia hacia los estratos inferiores.
Bajo el estrato superior de árboles emergentes
que alcanzan hasta 50 o más metros de altura, se
encuentran varios estratos verticales, difíciles
de identificar, puesto que la estructura en su conjunto
es muy compleja y varía de un lugar a otro.
EL DOSEL
El techo de la selva, hasta hace poco tiempo desconocido,
está formado por las copas de los grandes árboles
que emergen sobre el resto de la vegetación; es
un estrato donde predominan condiciones ambientales contrastantes,
como mayor temperatura e insolación y menor humedad
debido a los vientos desecantes que se encargan de evaporar
grandes cantidades de agua. Hacia abajo, en el sotobosque,
las plantas reciben menos energía y la intensidad
de luz disminuye gradualmente; en el nivel medio se reduce
al 10% y en los estratos bajos a menos del 1%, lo cual
produce condiciones ambientales umbrías, donde
la energía se convierte en un factor limitante,
puesto que la luz penetra escasamente por pequeños
espacios, como destellos y de manera inconstante, lo que
demanda de las plantas estrategias de adaptación
propias de las umbrófilas, como mayor tamaño
de hojas y pigmentos más eficientes para captar
hasta el más tenue destello de luz que les permita
una fotosíntesis adecuada para invertir en su crecimiento
y reproducción.
El nivel emergente de los árboles está formado
por unas pocas especies que alcanzan 40 a 50 m de altura.
Se destaca la ceiba, que para sostenerse desarrolla enormes
aletones o raíces gambas; el diámetro del
tallo alcanza 2 m o más y su extensa copa puede
tener hasta 50 m de diámetro; desde esa altura
puede dispersar a cientos de metros sus semillas, envueltas
en suaves hilos —kapok— que transporta el
viento. También forman parte de los árboles
emergentes el caobo, el achapo blanco y el acapú,
entre otros; estos gigantes de la selva amazónica
son comparables con algunas especies de Dipterocarpáceas
del dosel en selvas tropicales del sudeste asiático,
que alcanzan hasta 60 m de altura. Algunas especies de
higuerones o matapalo del género Ficus,
llegan a ser tan altos y sus copas tan amplias, porque
crecen desde el dosel hacia abajo, inicialmente como plantas
epifitas; la semilla depositada por aves frugívoras
germina en alguna oquedad de las altas ramas de un árbol
gigante y la planta joven, muy resistente a la sequía,
sobrevive con los nutrientes que bajan por la corteza
del árbol hospedero; con el tiempo lanza largas
raíces que hacen contacto con el suelo y posteriormente
se engrosan y abrazan dando muerte al árbol que
les sirvió de soporte y dejan una trama o red de
tallos robustos que sirve de hábitat para muchos
animales; estos árboles estranguladores ofrecen
diversos frutos de gran valor nutritivo, muy apreciados
por mamíferos y aves.
La altura promedio del dosel de las selvas de tierra firme
es de 30 a 40 m, con algunas variaciones que dependen
del lugar donde crece. Son frecuentes los árboles
de anime, el copal negro, reconocible por su corteza resinífera
suavemente olorosa y los grandes árboles de cortezas
de exudado lechoso como el juan soco, de enormes raíces
tabloides, el vaco, el sangretoro, la virola y la siringa,
de la cual se extrae el caucho. Las palmas son abundantes
y en el estrato, cuya altura está entre 10 y 20
m, se destacan la milpesos, de múltiples usos y
frutos comestibles productores de aceite; la zancona de
enormes raíces; la chambira de tallo fuertemente
armado y de importante uso para extracción de fibras
y la asaí cuyo fruto es utilizado como colorante
y endulzante. Un caso único es el de la palma trepadora,
que se ayuda de garfios en los extremos de sus hojas para
llegar hasta el dosel. Otros grandes bejucos alcanzan
las copas de los árboles donde florecen; es el
caso de la poderosa planta venenosa de curare, usada por
los indígenas para impregnar con ella los dardos
con que cazan, o el bejuco escalera, del género
Bauhinia, que representa para los nativos la constelación
de Orión. En el estrato arbóreo abundan
epifitas trepadoras como el bejuco yaré y se forman
grandes rosetones o agregados de plantas Bromeliáceas,
Gesneriáceas, Cactáceas, Aráceas
y Orquidáceas, que en conjunto constituyen un hábitat
especial y único para algunas especies de anfibios
y reptiles arborícolas.
En la selva amazónica venezolana, el ecólogo
José Ibrahim Hernández–Rosas encontró
que en el estrato emergente del bosque no hay epifitas
vasculares; estas plantas presentan dos patrones de distribución:
las que se desarrollan como individuos o como colonias
en árboles del estrato medio a superior, cuyo perímetro
a la altura del pecho supera los 80 cm, en los cuales
se han encontrado 32 especies de las familias Orquidáceas,
Bromeliáceas, Piperáceas, Aráceas,
Gesneriáceas, Aspleniáceas, Vitariáceas,
Polipodiáceas, Himenofiláceas y las que
se desarrollan en árboles del estrato superior,
medio o inferior, cuyos perímetros son inferiores
a 30 cm, en los que las epifitas vasculares se encuentran
relacionadas con hormigas que forman nidos o jardines,
generalmente a menos de 20 m de altura del suelo. La herbivoría
o consumo de hojas por los insectos del dosel tiene gran
importancia para el crecimiento de la selva, puesto que
contribuye a la fertilidad del suelo e incluso puede modificar
la calidad química del agua que pasa a través
del dosel, enriqueciéndola.
La vida en el dosel de las selvas tropicales requirió
miles de años de evolución, durante los
cuales las especies se adaptaron perfectamente a las exigencias
de este ambiente. Los mamíferos arborícolas,
como los micos o monos, desarrollaron un quinto miembro
—cola prensil—, que aumentó enormemente
su habilidad para moverse entre las ramas de los árboles.
Otros mamíferos como el tamandúa, una especie
de oso hormiguero arborícola, el angelito, el más
pequeño de los osos hormigueros de 15 a 20 cm,
el kinkayú u oso mielero, el coendú o puercoespín
trepador y las zarigüeyas, también desarrollaron
una cola prensil.
La espesa vegetación compuesta por infinidad de
árboles, palmas, hierbas, plantas epifitas, hemiepifitas
y diferentes bejucos o lianas, junto con gran diversidad
de habitantes, como mamíferos, aves, anfibios,
reptiles, forman una comunidad ecológica que interactúa
de muchas maneras y regula sus poblaciones. Con tantas
especies que comparten el territorio para alimentarse,
reproducirse, mantener un tamaño poblacional adecuado
o evadir depredadores u otros individuos de su propia
especie, las estrategias de sobrevivencia se orientan
a evitar o reducir la competencia entre ellos. Algunos
son de hábitos diurnos, otros nocturnos, algunos
crepusculares y muchos presentan marcadas diferencias
en sus dietas; los hay insectívoros, frugívoros,
carnívoros o nectarívoros, como también
especies que consumen todo tipo de alimentos.
Sin embargo, obtener alimento en el dosel no es fácil,
porque las plantas prefieren contar con buenos polinizadores
y dispersores de semillas y evitan a sus depredadores,
para lo cual han desarrollado sus propias estrategias
de defensa. Investigaciones realizadas en el Parque Nacional
Natural Tinigua, demuestran que en muchos lugares de la
Amazonia la oferta de recursos es muy variable y en ocasiones
estacional; la mayor producción de frutos carnosos
ocurre entre la temporada seca y la mitad del período
lluvioso y la producción de semillas, dispersadas
por el viento, el agua o mecánicamente, ocurre
en la estación seca. La floración suele
presentarse en dos picos, uno al final del período
lluvioso y otro en la estación seca, cuando los
días son cálidos y las noches frías
y hay abundancia de insectos polinizadores.
Los monos de gran tamaño como el mono araña,
el churuco y el cotudo se alimentan de una amplia variedad
de frutos, hojas, flores y pequeños insectos. Tropas
de monos aulladores o araguatos, de 10 a 20 individuos,
despliegan su actividad diurna de forrajeo en el dosel;
prefieren el nivel medio a superior del bosque, aunque
también se aventuran en niveles más bajos
y en ocasiones descienden hasta el suelo en ciertos puntos
de salados amazónicos, para reaprovisionarse de
sales minerales; ocupan un amplio territorio que dan a
conocer a través de fuertes aullidos, que son escuchados
a la distancia y a lo largo de sus rutas dispersan en
sus heces gran cantidad de semillas.
En la noche, el dosel es visitado por otras especies como
el tutamono, primate que además de frutos, incluye
en su dieta pequeños invertebrados. Otros destacados
mamíferos del dosel son el perezoso de tres dedos
y el de dos dedos, cuya estrategia de supervivencia es
la quietud, puesto que el metabolismo lento les ayuda
a conservar la energía; duermen la mayor parte
del tiempo y permanecen en las ramas, colgados boca arriba;
su actividad es principalmente nocturna, se alimentan
de hojas y retoños jóvenes y presentan una
extraña interacción simbiótica: en
su pelaje crecen diminutas algas que los pigmentan de
verde, mejorando así su camuflaje.
Además de contar con sitios adecuados para anidar
entre el dosel y el subdosel, las aves aprovechan la gran
oferta de follaje, flores, frutos, semillas y variedad
de insectos; entre las más comunes se pueden mencionar
algunas especies de águilas, loros, tucanes, carpinteros,
cotingas y arrendajos. La guacamaya azul y amarillo, la
roja, la verde y la vistosa guacamaya bandera, conforman
el grupo de la familia de los Pscitácidos, uno
de los más espectaculares de la Amazonia; parece
que no hay semilla o nuez que se resista a su poderoso
pico ganchudo; consumen además flores, frutos verdes
y maduros y hojas tiernas de diversidad de especies. Para
neutralizar la cantidad de toxinas que acompañan
su dieta, visitan en bandadas barrancos o afloramientos
de suelos arcillosos ricos en sales. En este grupo también
se destacan las grandes loras amazónicas, como
la real y la cariamarilla.
Las grandes rosetas de Bromeliáceas constituyen
todo un microecosistema, puesto que son como un estanque
que almacena agua, acumula la hojarasca y la materia orgánica
que cae del dosel y al descomponerse se transforma en
un rico caldo de nutrientes que aprovecha la planta por
unas células especializadas que se localizan en
la base de sus hojas. Pero lo más importante es
que este hábitat sostiene una compleja red de organismos
como bacterias, hongos, protozoos, larvas de mosquitos,
diminutos caracoles, varias especies de artrópodos,
salamandras y anfibios y en algunos casos serpientes arborícolas,
micos y aves, como los colibríes —encargados
de polinizarlas—, que aprovechan el recurso disponible.
EL SOTOBOSQUE
Bajo las copas de los árboles crecen muchas plantas
jóvenes, en especial palmas y lianas y en el nivel
más bajo aparecen los arbustos y diversidad de
plantas herbáceas, algunas como el tarriago, que
con sus grandes hojas de platanillo y una inflorescencia
erecta de 2 m, alcanza hasta 12 m de altura. El estrato
arbustivo puede tener entre 2 y 6 m de altura y en selvas
no intervenidas es bastante ralo o espaciado; allí
se encuentran diversos árboles juveniles y arbustos,
entre los que se destacan algunas especies de Rubiáceas
o de Anonáceas que producen frutos de colores amarillos,
rojos y morados, entre otros. En este estrato son frecuentes
la pringamoza del género Urera que es
urticante y produce grandes hojas; algunos cacaos de monte
del género Herrania, de vistosas flores
moradas; palmas de pequeño porte como la yarina
y la de pui o caraná, indispensable para el techado
de viviendas.
El estrato herbáceo es de altura variable, aunque
puede alcanzar uno o más metros, como ocurre con
los cordoncillos, algunas especies de Piperáceas,
o las hojas discretas de la abenca, planta considerada
como fósil vegetal viviente del género Zamia.
La espectacular mata culebra o papa de monte es una extraña
Arácea que produce una única hoja en un
tallo de 3 m de alto, cuya piel tiene la apariencia de
culebra. Entre la diversidad de helechos y plantas afines,
muchas de uso medicinal, se encuentran 22 familias que
incluyen 56 géneros y 160 especies, lo que representa
el 13% de las especies y el 46% de los géneros
que hay en el país y aproximadamente el 82% de
los helechos que crecen en la Amazonia colombiana.
En algunos lugares el estrato herbáceo puede alcanzar
los 5 m de altura o más si se desarrollan grandes
platanillos del género Heliconia, canillas
de tente, una Marantácea de grandes hojas, matandreas
o caña agria, entre otras. Los estratos herbáceos
exuberantes y enmarañados, casi impenetrables,
como los describen los exploradores, son el resultado
de disturbios anteriores por caída de árboles
o apertura de claros que permiten el desarrollo de una
vegetación pionera de rápido crecimiento,
con arbustos espinosos y muchas lianas que posteriormente
alcanzarán el dosel.
Muchos animales del dosel bajan al nivel medio de la selva
para encontrar otras fuentes de alimento; en especial
llegan los pequeños micos maiceros, los titíes
o monos ardilla, el diablillo, y el leoncito, el más
pequeño de todos, que cabe en la palma de la mano
y se alimenta del exudado del tallo de algunos árboles.
Otros animales buscan refugio en los árboles de
altura media y baja, como los pequeños tigrillos
arborícolas, amenazados de extinción, que
están especialmente adaptados con sus largas colas
que les ayudan en el equilibrio, para cazar en los árboles.
En los estratos bajos también se observan algunas
serpientes y pequeñas boas.
EL PISO
DE LA SELVA
A diferencia del dosel donde brilla el sol y se escucha
la constante algarabía de los pájaros, donde
el viento lleva el aroma de las flores y la vida animal
es exuberante, a nivel del suelo hay otro mundo en el
que se siente el olor de la hojarasca húmeda y
las sombras ocultan variadas formas de vida, algunas camufladas
entre las hojas secas y otras inmóviles entre el
follaje o en las oquedades de los grandes aletones de
las raíces zancos de árboles y palmas.
El piso del interior de la selva no inundable adopta diferentes
formas del relieve: planicies cortas o largas, colinas
suaves a escarpadas y valles angostos o amplios y la red
de drenaje, muy ramificada, que en muchos casos es visible
sólo durante las crecidas de caudal. La diferencia
de altura que hay entre el fondo del valle y la cima de
la colina suele ser de 50 a 80 m; el suelo predominantemente
arcilloso de coloración pardo amarillenta, a veces
presenta una trama delgada de raicillas finas entre la
superficie y la hojarasca en descomposición. Pequeñas
plantas como el orejinegro y algunos helechos y pastos
cubren la superficie de forma dispersa. Los musgos están
ausentes o son escasos, pero hay una gran diversidad de
hongos que ocupan casi todos los sustratos; algunos como
el velo de novia tienen formas extraordinarias; su cuerpo
principal, de forma fálica, mide aproximadamente
de 10 a 15 cm y está rodeado por una campana de
fino velo blanco que culmina en una pequeña caperuza
oscura que despide un olor fétido, cuyo propósito
es el de atraer moscas o abejas estercoleras, para así
dispersar sus esporas.
El estrato bajo impresiona por su exuberancia y diversidad
y por las complejas interacciones entre sus habitantes,
las cuales mantienen un frágil equilibrio a través
de mecanismos como la depredación, el herbivorismo,
la simbiosis, el mimetismo y el parasitismo, entre muchos
otros. En este ambiente se observan, desde la actividad
depredadora de los grandes jaguares, hasta los microbívoros
especialistas, como los que se encuentran en el estómago
de las termitas, que son una asociación de bacterias
y protozoos que les permiten degradar la celulosa de la
madera que consumen.
En las depresiones mal drenadas del suelo húmedo,
se marcan las huellas de muchos animales; las de grandes
dedos hundidos delatan al mayor de los mamíferos
de la selva amazónica, la danta o tapir, cuyo pelaje
gris oscuro la oculta bien entre el follaje compuesto
por grandes hojas de cordoncillos, helechos y otros retoños,
que consume silenciosamente con la ayuda de su labio superior
alargado; acostumbra seguir los mismos senderos, algunos
de los cuales conducen a los salados, donde complementa
su dieta al consumir sales minerales ricas en sodio. Su
cuerpo robusto puede llegar hasta 1,10 m de alzada, 2
m de largo y en su madurez puede pesar hasta 300 kilogramos;
tiene una sola cría que después de un largo
ciclo de gestación de 13 meses, nace perfectamente
camuflada, gracias a su color amarillo oscuro con rayas
y manchas blancas. La danta, una de las especies que se
conservan desde el Pleistoceno, con su corta probóscide
emite un silbido agudo y fuerte para comunicarse con la
pareja en la época de apareamiento; es buena nadadora
y buceadora y prefiere estar cerca de los ríos
donde se escabulle cuando es perseguida por depredadores
como el jaguar, el puma o el hombre. En el pasado, sus
poblaciones se extendían hasta las laderas del
piedemonte andino amazónico, donde encontraban
otros tipos de frutos y forrajes; actualmente está
en peligro de extinción debido a la cacería
excesiva. Individuos reproducidos en cautiverio muestran
el enorme potencial para el manejo sostenible de esta
especie.
Los saínos hacen parte de la fauna holártica
del Pleistoceno, que migró hacia Suramérica
a través del istmo de Panamá; tras ellos
llegaron sus depredadores y desde entonces la selva tropical
les ofreció abundante alimento. Las palmas desarrollaron
estrategias para proteger sus semillas cubriéndolas
con una pulpa olorosa y aceitosa y dotándolas con
nueces extremadamente duras; los frutos de algunas palmas
tienden a madurar al final de la estación seca,
cuando el ambiente favorece su desecación y facilidad
para abrirse y dar salida a las semillas, mientras que
los frutos húmedos y carnosos maduran en su mayoría
durante la estación lluviosa; las manadas de saínos
aprovechan estos patrones de cosechas y mastican y destruyen
algunas de las semillas y otras son dispersadas a largas
distancias a través de las heces. En el piso de
la selva se evidencian las relaciones de los habitantes
del dosel con los de tierra firme; cuando los micos y
los loros se alimentan, arrojan fragmentos de hojas, ramas
y frutos parcialmente comidos, que otros mamíferos
aprovechan.
Dos enormes felinos casi invisibles por su camuflaje,
el jaguar o tigre mariposo y el puma, siguen el rastro
de los saínos, que a su paso dejan el suelo removido
y el aire saturado de un fuerte olor a almizcle. Las manadas
tienen un líder y su principal defensa frente a
los depredadores es la acción agresiva del grupo.
En la investigación ecológica sobre la interacción
de estos dos felinos, el ecólogo Paul Haemig, destacó
los siguientes aspectos: la principal presa de ambos son
los mamíferos, pero cada uno tiene su preferencia
por cierto tipo de animales y por presas de diferente
tamaño; el puma se alimenta con mayor frecuencia
de venados y el jaguar, de saínos o pecaríes;
los reptiles grandes que tienen coraza, como tortugas
y caimanes pequeños, constituyen una parte significativa
de la dieta del jaguar, pero no lo es para el puma; el
jaguar suele alimentarse de armadillos y monos, cosa que
no es común en los tigres; el jaguar frecuenta
hábitats cercanos al agua con más frecuencia
que el puma.
Las interacciones depredador–presa, son estrechas
y frágiles y determinan la sobrevivencia de ambos.
En épocas de sequía crítica, la disponibilidad
de alimento que las manadas de saínos encuentran
en la selva regula la dinámica de su población
y ésta a su vez afecta la de sus depredadores;
esta circunstancia demanda áreas lo suficientemente
grandes para satisfacer sus necesidades.
CAZADORES DE INSECTOS
Las selvas tropicales son el ecosistema con mayor diversidad
de insectos del planeta. Unos son fitófagos —se
alimentan de material vegetal—, otros carnívoros,
muchos son saprófagos —se alimentan de material
en descomposición— y algunos son omnívoros.
Entre los grupos extremadamente ricos en especies, se
destacan los coleópteros —cucarrones, escarabajos
o gorgojos—, los lepidópteros —mariposas—,
los dípteros —moscas y mosquitos— y
los himenópteros —hormigas, abejas, avispas—.
Los más antiguos, las hormigas, con más
de 100 millones de años sobre la Tierra y las cucarachas,
con algo más de 300 millones, se han adaptado perfectamente
para ocupar todos los estratos de la selva: bajo el nivel
del suelo, sobre él, entre el follaje e incluso
en las copas de los árboles. Los insectos representan
una importante fuente de proteína para diversos
grupos de mamíferos, aves, anfibios, reptiles e
incluso, otros insectos que desarrollaron estrategias
especializadas para cazarlos.
Entre los mamíferos se encuentran los cazadores
más grandes; sorprende por su aspecto acorazado
y corpulento el ocarro o armadillo gigante, un poderoso
excavador cuyo cuerpo robusto mide un metro de largo y
50 cm de cola y puede llegar a pesar 60 kilogramos; sus
enormes garras con uñas gruesas y curvas hasta
de 20 cm de longitud le permiten hacer grandes cuevas
y excavar hormigueros y termiteros donde encuentra su
alimento predilecto. Una vez abandonadas las cuevas del
ocarro, son ocupadas por otras especies de armadillos
de menor tamaño, por reptiles o por la boruga o
lapa y el guatín o ñeque. Estos dos últimos
roedores de tamaño mediano, cumplen una función
importante en la dispersión a distancia de semillas
grandes y duras como la castaña del Brasil, algarrobos,
algunas palmas, los cacaos de monte y frutos de leguminosas,
entre otras, puesto que generalmente consumen el mesocarpio
del fruto y trasladan la semilla a su madriguera. La desaparición
de estos dispersores por exceso de caza, puede tener un
efecto sobre la estructura y composición del tipo
de selva que se desarrolla en determinado lugar.
Otro gran comedor de hormigas y termitas, estrictamente
terrestre, es el oso hormiguero —aunque no es oso—,
también conocido como oso bandera, oso caballuno
u oso palmero, debido a su enorme cola festoneada que
cubre su cuerpo cuando descansa en el suelo. Con el hocico
y la lengua altamente especializada, captura su presa
sin destruir los nidos o colonias; los soldados de termitas
defienden la colonia lanzando por su cabeza puntiaguda
una secreción química pegajosa, blanca,
muy repelente y de sabor desagradable y las hormigas se
defienden con sus picaduras que inyectan el irritante
ácido fórmico.
Entre los arbustos y sobre el suelo, una diversidad de
aves insectívoras compiten con los mamíferos
por el preciado alimento; se destacan los activos pájaros
hojarasqueros, los trepatroncos y las batarás,
entre muchos otros.
MAMÍFEROS VOLADORES
En los estratos bajos de la selva, aprovechando los grandes
troncos ahuecados y en las cuevas viven los murciélagos,
mamíferos voladores, representados por muchas especies
y gremios; los hay insectívoros, frugívoros,
polinívoros, nectarívoros, hematófagos
y carnívoros. Los frugívoros son buenos
dispersores de semillas puesto que, luego de consumir
el pericarpo de los frutos del higuerón o los del
vaco o lechero, dejan caer las semillas, que al llegar
al suelo forman pequeños montoncitos que más
tarde se convierten en almácigos naturales y forman
densos parches de plántulas.
En el sur de la serranía de Chiribiquete, Caquetá,
los ecólogos Olga Montenegro y Milton Romero, realizaron
un estudio sobre la composición de las especies
de murciélagos. Los frugívoros e insectívoros
fueron los más comunes, con el 40,5% cada uno.
Los frugívoros —17 especies— predominan
en abundancia de individuos en el bosque de altillanura.
En el bosque inundable sólo se encontraron tres
especies frugívoras. Los polinívoros y los
nectarívoros —4 especies—, se hallaron
únicamente en los hábitats de sabana. Los
hematófagos solamente en el bosque de altillanura
y dos especies de carnívoros, tanto en bosque como
en sabana.
LAS HORMIGAS
Y EL DOSEL
Encontrar una hoja intacta en algún estrato de
la selva sólo es posible si la planta tiene poderosas
defensas contra los herbívoros, ya sean químicas
—repelentes, gomas, resinas o exudados—, mecánicas
—pelos, epidermis dura, rugosidades o envolturas—,
o sencillamente si tiene quién la defienda. En
este caso, el ejemplo más común es el de
la asociación entre las diminutas y agresivas hormigas
azteca y los árboles de yarumo, especie vegetal
que es importante para la regeneración de los claros
de la selva.
El yarumo tiene un tallo hueco, dividido en tabiques y
desde muy joven es colonizado por las hormigas azteca,
que para establecerse hacen una pequeña perforación
en lugares especialmente delgados del tallo y ya en el
interior de la cámara crían y cuidan las
larvas. Las hojas jóvenes del yarumo producen,
en una almohadilla de la base del pecíolo, unos
diminutos puntos blancos llamados corpúsculos de
Müller, ricos en nutrientes, proteínas y azúcares,
que son cosechados para su alimentación por las
hormigas que patrullan constantemente las ramas y hojas
del yarumo y atacan a cuanto insecto fitófago o
herbívoro se pose sobre su árbol protegido;
la defensa también incluye liberar el yarumo de
plantas invasoras trepadoras, a las cuales les muerden
agresivamente los tallos o zarcillos hasta secarlos o
desprenderlos. Un árbol adulto puede alojar en
las cámaras de sus tallos miles de hormigas que
frente a cualquier vibración o mensaje químico,
atacan masivamente al agresor. A las hormigas cortadoras
de hojas —arrieras—, les gustan las nutritivas
hojas del yarumo, de modo que el árbol que no esté
debidamente protegido puede perder todo su follaje en
una sola noche; al quedar sin defensa, son invadidos rápidamente
por plantas trepadoras o por los diferentes insectos herbívoros
que le causan un gran daño a su follaje. Los yarumos
producen permanentemente frutos que alimentan una gran
diversidad de aves y sus inflorescencias de color blanco,
con forma de largos dedos, son polinizadas por murciélagos.
El perezoso también se alimenta de las hojas del
yarumo pero no es atacado por las hormigas azteca.
En la selva amazónica las hormigas se asocian con
muchas otras plantas. Bajo algunas de las Rubiáceas
como el soliman, quedan en el suelo áreas completamente
libres de cualquier tipo de hierba, en un espacio conocido
como jardines del diablo; el soliman tiene en las puntas
de sus ramas un cuerpo engrosado y redondo llamado domacio,
en el que se alojan pequeñas hormigas del género
Myrmelachista, por lo que algunos investigadores
han creído que el claro bajo el árbol es
producido por las hormigas, cuando en realidad se debe
a las defensas químicas que ejerce la planta sobre
el piso, para evitar que germinen otras plantas —alelopatía.
Esta especie, que cuenta con poderosos alcaloides para
su defensa, es utilizada por los indígenas de las
orillas del río Vaupés para forzar a los
peces a subir a la superficie en busca de oxígeno
y también con fines ceremoniales; como las bandas
de la corteza fresca son cáusticas, al amarrárselas
en las extremidades producen quemaduras superficiales
que dejan unas marcas de coloración azul negruzca,
que permanecen por varios días, como dibujos simbólicos.
Otro caso interesante ocurre con el árbol de las
Poligonáceas llamado vara santa o palo santo, especialmente
visible cuando entra en floración, porque al cubrirse
de tonos rojos, blancos y rosados, miles de insectos polinizadores
lo visitan, en especial las abejas del género Trigona
y algunas mariposas. Este árbol de bordes del bosque
aloja en sus tallos huecos grandes hormigas del género
Pseudomyrmex, que además de defenderlo,
realizan la limpieza del suelo a su alrededor. Los indígenas
castigaban a los que cometían faltas graves, amarrándolos
al tronco para que sufrieran las dolorosas picaduras.
INTERACCIÓN PLANTA–POLINIZADOR
Los insectos juegan un papel determinante en las relaciones
mutualistas entre las plantas y sus polinizadores; grandes
aglomeraciones de abejas, avispas, moscas, cucarrones
y escarabajos, producen ensordecedores zumbidos alrededor
de algún árbol o palma en su máximo
estado de floración, cuando además éste
secreta fuertes aromas.
En árboles de gaque o cucharos, los polinizadores
aprovechan las flores para obtener abundante resina que
por sus propiedades antimicrobianas, es utilizada en la
construcción de sus nidos. En la recolección
de resinas, algunas abejas sin aguijón, conocidas
como meliponinos, dispersan pequeñas semillas que
llevan adheridas a la resina. En la Amazonia central de
Brasil, las obreras de las abejas sin aguijón cargan
con semillas del árbol conocido como angelim rajado,
una leguminosa que por su dureza tiene gran demanda en
la industria maderera y para múltiples usos en
la construcción y en la ebanistería.
Las palmas no pasan inadvertidas, pues su largo tiempo
de floración y sus enormes racimos de flores que
emanan fuertes aromas en las noches y al amanecer, atraen
miles de insectos, algunos de los cuales visitan las flores,
otros son verdaderos polinizadores y unos cuantos, oportunistas
a la caza de sus presas. Un estudio detallado de la biología
reproductiva y de la ecología de la polinización
de la palma milpesos, demostró la complejidad de
las interacciones que pueden presentarse en las palmas;
la apertura de las flores ocurre en la noche, produce
aromas y aumento en la temperatura de las inflorescencias
hasta de 5,8 ºC, mayor que la temperatura ambiental
y las flores son visitadas por varias especies de artrópodos,
principalmente por coleópteros; las inflorescencias
en fase masculina son visitadas en busca de alimento —polen,
tejidos vegetales, presa— y lugar para el apareamiento;
las flores femeninas no ofrecen recompensas, pero atraen
a los polinizadores con sus aromas, para orientar a las
especies polinizadoras.