En
el Terciario,
hace 65 millones de años, antes de que terminara
el levantamiento de la cordillera Central, existía
un mar interior que desaguaba hacia el océano Pacífico
por la Hoz de Minamá, un profundo cañón
seco que permite el paso del río Patía por
la cordillera Occidental; en el valle del Patía,
a 600 m de altitud se han encontrado restos fósiles
de artrópodos, conchas, caracoles y vegetales que
fueron depositados por las aguas cuando dicho mar era
una bahía del gran océano.
Más tarde quedaron definidos dos grandes conjuntos
del relieve en el sur del país: el Macizo Colombiano,
con el altiplano de Popayán, en la vertiente occidental
y varias planicies pequeñas localizadas a diferentes
altitudes en los dos flancos de la cordillera y el Nudo
de los Pastos, con el eje de altiplanos
laguna de La Cocha~Pasto~Túquerres~Ipiales. Los
dos conjuntos están ubicados sobre la formación
geológica Popayán y corresponden a las zonas
volcánicas más anchas de Los Andes colombianos,
cuya topografía está dominada por volcanes,
coladas de lava, lahares y sobre todo, por capas de ceniza
muy espesas que recubren los conos fluviovolcánicos
y generan suelos muy fértiles en las dos regiones
y en toda la cordillera Central.
ALTIPLANOS DEL MACIZO COLOMBIANO
El Macizo Colombiano, Nudo de Almaguer o páramo
de Las Papas, donde se bifurcan la cordillera Central
y la Oriental, recibe el calificativo de estrella fluvial
colombiana, debido a que allí nacen los ríos
Cauca, Magdalena, Caquetá y Patía. En esta
formación se destaca la sierra de Los Coconucos,
un eje con ocho estructuras volcánicas entre las
cuales sólo hay un cráter activo, el volcán
Puracé, con 4.550 msnm, el más cercano al
altiplano de Popayán.
Los picos volcánicos de Los Coconucos actualmente
están por debajo del límite inferior de
las nieves perpetuas —4.600 msnm— y solamente
se ven nevados durante las temporadas más frías;
los últimos glaciares, Pan de Azúcar y Puracé,
se extinguieron entre 1940 y 1960. La investigación
que adelanta Antonio Flores en Colombia, muestra que además
de la desaparición en las últimas cinco
décadas de ocho nevados, los que quedan están
perdiendo cobertura a un ritmo superior al 1% anual; los
nevados que cuentan con mayor información —Ruiz,
Santa Isabel y Sierra Nevada del Cocuy— pierden
2 y 3 m de espesor al año, mientras que sus lenguas
glaciares retroceden 10 m. Esta situación, probablemente
relacionada con el cambio climático global, hará
que las reservas hídricas se reduzcan y en el mediano
y largo plazo se producirán profundos cambios y
reajustes en los ecosistemas, el clima regional y los
cinturones de vegetación.
En esta región se encuentra una de las reservas
más importantes del país, El Parque Nacional
Natural Puracé, que conserva en sus 8.300 ha, ecosistemas
de páramo y selvas andinas en tan buen estado que
han permitido el mantenimiento de poblaciones de fauna
de grandes mamíferos, algunos ya extintos en otras
regiones del país, como dantas de páramo,
venados soche, venados conejo, osos de anteojos, lobos,
pumas y tigrillos.
En la alta montaña paramuna del Macizo Colombiano,
cuyos paisajes son el resultado del modelado glaciar y
de la actividad volcánica, se formaron cubetas
lacustres que hoy presentan algunos pequeños altiplanos.
ALTIPLANO DE LA LAGUNA LA MAGDALENA
Esta laguna, localizada a 3.350 msnm, cuya superficie
de 7,2 ha ocupa una antigua caldera volcánica,
da origen al río Magdalena; sus aguas cristalinas
dejan ver en el fondo arenoso varias especies de plantas
acuáticas sumergidas, de los géneros Tillaea,
Ranunculus, Callitriche, así como pequeños
juncos y musgos acuáticos. En los sectores pantanosos
está rodeada por una vegetación de chuscales
y hacia las áreas más abiertas del borde
de la laguna se presentan pequeñas plantas en forma
de cojín. En los suelos de la planicie bien drenada
y en las laderas volcánicas abundan comunidades
del pajonal frailejonal y en las pequeñas cañadas,
matorrales con arbustos bajos dominados por encenillos
y otras especies. Se pueden observar algunos disturbios
causados por el pastoreo y la erosión relacionada
con el camino de acceso a la laguna.
ALTIPLANO DE LA LAGUNA DE SAN RAFAEL
Al nororiente del volcán Puracé, en una
región muy húmeda, con precipitación
media anual de 2.200 mm, se encuentra el páramo
de San Rafael —3.400 msnm—, una extensa planicie
lacustre de sedimentos y cenizas recientes, formada sobre
un sustrato de ignimbritas; en su parte occidental está
la laguna de San Rafael, con una superficie de 26,5 ha.
El drenaje principal se realiza por el río Bedón,
que antes de salir de la planicie hacia la vertiente del
Magdalena forma un monumental salto. Su vegetación
presenta algunas diferencias con la del área paramuna
del macizo, como achupallales del género Puya,
helechales y pajonales altos de cortaderas sobre suelos
turbosos mal drenados; según los estudios de Andrés
Duque y Orlando Rangel, se puede constatar que la región
es pobre florísticamente, tal vez a causa de la
inestabilidad que generan los volcanes activos. A corta
distancia del altiplano, siguiendo el valle del río
Bedón, sobre un relieve de ignimbritas y toba volcánica
profundamente disectado, se desarrollan frondosos bosques
altoandinos.
ALTIPLANO DE LA LAGUNA DE CUYISACO
Este angosto valle circundado por los cerros que hay entre
Almaguer y San Sebastián, localizado a 3.150 msnm
y modelado por antiguos flujos fluviovolcánicos
y lahares, alberga la singular laguna de Cusiyaco, cuya
superficie de 6,2 ha tiene forma de conejo. La principal
característica de esta pequeña planicie
es la existencia de un páramo azonal dominado por
el pajonal frailejonal; en dos de sus flancos y sobre
las laderas de los cerros que encajonan el valle se desarrollan
densos bosques altoandinos con encenillos, gaques, cedrillos,
mortiños, cucharos y pegamosco, entre otros.
ALTIPLANO DEL VALLE DE LAS PAPAS
Al descender por el camino que va de la laguna de la Magdalena
desde el páramo de El Letrero hacia la población
de Valencia, se observa el extenso valle de Las Papas.
Este fértil altiplano localizado a 3.000 msnm,
se formó por la sedimentación de un antiguo
lago. Sus profundos suelos negros y orgánicos,
en la actualidad son utilizados para el cultivo de papa
y para ganadería; de los ricos bosques originales
que antes poblaban la planicie y las laderas con pino
colombiano o chaquiro —árboles de más
de 20 m de altura— mezclados con motilones, quinas,
aguacatillos y cedros, sólo se conservan algunos
parches muy reducidos. El chaquiro es una especie de gran
valor para ebanistería y talla de madera; desafortunadamente
los últimos árboles, de los que aún
se puede salvar la semilla, están envejecidos y
rodeados de cultivos; en estas condiciones las semillas
se pierden fácilmente, porque el disturbio a su
alrededor las hace más vulnerable al ataque de
insectos y pequeños coleópteros perforadores.
Los árboles aislados pueden aprovecharse como fuente
de semillas para propagarlas adecuadamente en viveros;
lo mismo se puede hacer con otras especies maderables
de gran importancia en la región.
Los bosques de las rondas de los ríos Patía,
Caquetá Magdalena y Cauca también sufren
un proceso acelerado de deforestación y degradación,
desde sus cuencas altas hasta los 3.000 m de altitud,
por lo que necesariamente se disminuirá el potencial
hídrico de la región. Estos procesos son
el resultado de la compleja tenencia de la tierra y de
los conflictos sociales de las comunidades nativas.
ALTIPLANO DE PALETARÁ
El altiplano de Paletará se encuentra hacia el
suroccidente de la sierra de Los Coconucos, a una altitud
de 2.800 msnm. La planicie se formó en el interior
de una antigua caldera volcánica conocida como
El Canelo, que se deprimió tectónicamente
y más tarde, sedimentos fluviovolcánicos
rellenaron su lago interior. En la actualidad es drenada
por el río Cauca y las fértiles tierras
de su interior son utilizadas principalmente para ganadería.
La vegetación de bosques nativos de encenillos
y chuscales se conserva en pequeños fragmentos;
siguiendo el curso del río y en algunos sectores
de la planicie subsisten parches de vegetación
paramuna azonal con pajonales y frailejones. Las laderas
o paredes del cráter aún tienen buena cobertura
de bosques altoandinos.
ALTIPLANO DE POPAYÁN
Este altiplano, asentado sobre rocas volcánicas
de la formación geológica Popayán,
presenta un modelado plano generado por los materiales
que fueron transportados a través del valle del
río Cauca; espesas
tobas de ceniza de eventos volcánicos sucesivos
suavizaron el paisaje y crearon una fértil planicie
donde sobresale el cerro La Tetilla.
En las estribaciones del Puracé hay varias fuentes
termales y se presenta una vegetación especialmente
adaptada a las condiciones del lugar; sorprenden los grandes
parches de achupalla chiquita, bromeliácea del
género Puya, en las laderas y barrancos
y el crecimiento exuberante de helechos del género
Blechnum. Cerca de las fuentes se forman cojines
de musgos y macollas de gramíneas y sobre pequeños
afloramientos rocosos crece una diminuta orquídea
de flores blancas, del género Epidendrum.
Alrededor de estos refugios térmicos se desarrolla
una exuberante selva nublada altoandina. En su visita
al volcán, en 1801, Humboldt anotó las características
del pequeño altiplano de Puracé o Llano
del Corazón, por donde pasa el río Vinagre:
«los habitantes de Popayán desearían
que el río, en vez de juntarse con el Cauca, muriese
en algún abismo, porque durante cuatro leguas carece
el Cauca de peces, por razón de la mezcla de sus
aguas con las del Vinagre, que a la vez se compone de
óxido de hierro y ácido sulfúrico
y muriático».
La posición del altiplano de Popayán, a
1.730 msnm, le proporciona un clima templado-cálido
y húmedo —19 °C y 2.200 mm de precipitación
media anual—. La primera temporada de lluvias ocurre
entre marzo y mayo y la segunda entre octubre y diciembre;
en julio y agosto se presentan los meses de máximo
verano. El naturalista payanés Francisco José
de Caldas observó que la época de aguas
coincide con los equinoccios y el verano o tiempo seco
se relaciona con los solsticios.
La vegetación original del altiplano estaba constituida
por grandes bosques de roble, una rica formación
vegetal con gran diversidad de fauna y flora características
de las selvas montanas de la cordillera Central. Las primeras
intervenciones humanas que redujeron significativamente
la selva subandina de esta región, fueron orientadas
hacia la extracción de la corteza de quina; algunos
cabildos indígenas de la época arrendaron
los bosques con el único propósito de extraer
quinas; la población de Silvia se convirtió
en uno de los principales centros de acopio y otras como
Pitayó dieron el nombre a variedades de corteza
de quina reconocidas en el mercado mundial. La bonanza
de los quineros o cascarilleros terminó hacia 1850,
debido a que los bosques estaban agotados. Posteriormente
los terrenos se adaptaron para la ganadería y la
agricultura de trigales.
En 1536 se fundó en el altiplano la ciudad de Popayán,
que rápidamente se convirtió en un importante
centro administrativo, comercial, social y eclesiástico
del suroccidente del país. La ciudad colonial creció
al lado del poderoso y explosivo volcán Puracé,
que mostró su peligrosidad desde la erupción
de 1816. En sus alrededores, aún hay pequeños
fragmentos de bosques riparios, cada vez más reducidos
y fragmentados.
Algunas poblaciones de ardillas y pequeños mamíferos
se ven afectadas por carencia de la cobertura de bosques
de roble. Especies de aves de bello colorido, como el
barranquero o guarda barranco, que se refugia en el bosque
y se queda casi estático en los árboles
cerca de los ríos o quebradas donde se alimenta
de ranas, lagartijas, lombrices e insectos, tiene amenazado
su hábitat; esta ave deposita sus huevos en el
talud de los barrancos, donde excava un profundo túnel
de 4 m de longitud y 8 a 12 cm de diámetro aproximadamente.
Otra ave de particular comportamiento en las quebradas
torrentosas y bien conservadas es el mirlo acuático
que se alimenta de los pequeños invertebrados que
viven sobre las rocas cubiertas de musgos. La tala del
bosque ripario deja desprotegido el fondo de las quebradas
y las nuevas condiciones de luz alteran las comunidades
de musgos acuáticos hasta dejar las rocas desnudas,
con lo que también se afectan las poblaciones de
invertebrados asociados, alimento del mirlo acuático;
la falta de vegetación causa la inestabilidad de
los barrancos, por lo que también se afecta el
barranquero y así sucesivamente; el disturbio puede
generar una cascada de efectos, algunos de los cuales
no se perciben hasta que ya es demasiado tarde.
ALTIPLANO DE SAN JOSÉ DE ISNOS
El altiplano de San José de Isnos, uno de los sitios
arqueológicos más importantes de Colombia,
esta localizado al sur del departamento del Huila, a 1.740
m de altitud. Se formó sobre ignimbritas o rocas
de toba
volcánica, por los flujos de lava a elevadas temperaturas
y con poca viscosidad que se desplazaron por la vertiente
oriental del Macizo Colombiano. Al llegar al piedemonte,
muy cerca del valle del río Magdalena, la toba—una
especie de ceniza volcánica endurecida—,
formó pequeñas llanuras con un relieve plano~ondulado.
Las sucesivas erupciones, el transporte de material fluviovolcánico
y la lluvia de ceniza volcánica, junto con los
procesos erosivos, contribuyeron a modelar el paisaje
actual. Los procesos posteriores de disección profunda
del río Mazamorras al sur y la quebrada Bordones,
al norte, dividieron la planicie por profundos cañones;
el salto de Bordones muestra en su perfil vertical, el
gran espesor del sustrato volcánico.
El mayor hito arqueológico de Isnos es el Alto
de los Ídolos, que parece ser una explanada artificial
en forma de herradura sobre la cual existió un
enorme asentamiento precolombino. La primera noticia acerca
de la cultura agustiniana aparece en la obra Maravillas
de la Naturaleza, de Fray Juan de Santa Gertrudis, quien
visitó esos lugares en 1756. De acuerdo con las
investigaciones arqueológicas y la interpretación
del poblamiento indígena en el sur del Huila, realizado
por el IGAC, los grupos humanos que dieron origen a la
cultura de San Agustín se establecieron en las
estribaciones orientales del Macizo Colombiano, en varios
sitios cercanos a los ríos Magdalena, Sombrerillos,
Granates y Quinchana, área de transición
entre los pisos térmicos frío y templado.
La ocupación del territorio se desarrolló
en largos y continuos períodos durante los cuales
se presentaron cambios socioculturales, económicos
y tecnológicos, que se reflejan en los estilos
de la alfarería y del arte lítico. Las investigaciones
arqueológicas de Jorge Llanos revelan que durante
el esplendor del período clásico regional,
las necrópolis agustinianas fueron el eje principal
para el establecimiento de las viviendas y los campos
de cultivo, sobre un paisaje de terrazas, lomas y valles.
Las monumentales obras, labradas en piedra volcánica,
están dispersas en un área de 500 km2,
donde se encuentran el Parque Arqueológico de San
Agustín, el Alto de Los Ídolos y el Alto
de Isnos, entre otros lugares. Los indígenas que
habitaron estas planicies de ignimbritas, fueron artistas,
agricultores, cazadores y pescadores, cuyas creencias
quedaron plasmadas en esculturas con imágenes de
dioses, hombres y animales maravillosamente trabajadas
y en la singular fuente del Lavapatas. Según la
datación obtenida por el procedimiento del carbono
14, la fecha más antigua de la ocupación
de este pueblo, tomada en el Alto de Lavapatas, en un
depósito que contenía vestigios de un sarcófago
de madera, se remonta al siglo VI a.C. y la datación
para las últimas fases de esta cultura, llega al
siglo XII d.C.
En el lapso de cerca de dos mil años de existencia,
este pueblo profundamente religioso, dejó, en los
diversos tipos de enterramientos y en las impresionantes
esculturas, uno de los más valiosos testimonios
estéticos y culturales de la América precolombina.
En cuanto a las causas que llevaron a desaparecer de la
historia a este pueblo que alcanzó tan alto grado
de desarrollo y a lo que ocurrió posteriormente
con ellos, no se ha encontrado una explicación
definitiva.
RIQUEZA ÉTNICA Y CULTURAL
Las altiplanices se han caracterizado por tener tierras
altamente productivas ideales para el desarrollo de la
agricultura y la ganadería y por ser lugares estratégicos
para fundar asentamientos urbanos; los altiplanos
del Macizo Colombiano, que han sido objeto de codicia
desde la época de la conquista y la colonia, hasta
los tiempos actuales, albergan una gran riqueza étnica
y cultural.
Las poblaciones indígenas que ocuparon estas tierras
en tiempos prehispánicos, después del sometimiento
a la dominación española, quedaron reducidas
y su identidad cultural llegó casi al colapso.
Actualmente, según el censo del Consejo Regional
Indígena del Cauca, este departamento alberga la
mayor población indígena del país,
que sobrepasa las 180.000 personas pertenecientes a siete
grupos étnicos, establecidos en 26 de los 39 municipios
del Cauca.
En el Macizo Colombiano se destacan los paeces, que constituyen
el mayor grupo étnico, con más de 120.000
habitantes. Se dice que su cuna ancestral se encuentra
en la zona de Tierradentro, sobre la cuenca del río
Páez y actualmente ocupan las vertientes occidental
y oriental de la cordillera Central; conservan su propio
idioma, Nasa Yuwe, que se enseña en las escuelas
y es hablado por un alto porcentaje de la población.
En 1994 un sismo y los consecuentes desbordamientos de
los ríos Páez y Moras ocasionaron la emigración
de las comunidades de Tierradentro hacia diversos puntos
de Cauca y Huila.
Otros grupos asentados en la cordillera Central luchan
por conservar su identidad. Los guambianos habitan la
zona oriental del Cauca, principalmente el municipio de
Silvia y debido a lo reducido de su territorio se han
movilizado al nororiente y occidente del departamento.
Suman más de 16.000 personas que conservan su propio
idioma, Namuy wam. Los kokonuko —Coconuco—,
con una población próxima a los 7.000 habitantes,
se encuentran en el centro del departamento, principalmente
en los municipios de Puracé y Popayán. Debido
al impacto colonial perdieron su lengua. Los yanacona,
ubicados en el sur del departamento, sobre el Macizo Colombiano,
son más de 25.000 indígenas que han conservado
buena parte de sus tradiciones; sin embargo perdieron
su lengua original, que posiblemente era el quechua. El
grupo de los totoró está compuesto por casi
5.000 habitantes localizados en el municipio de Totoró,
sobre la vertiente oriental de la cordillera Central;
en los últimos años se han preocupado por
recuperar sus tradiciones y su propio idioma, el Namoi
Namtrik.
El conflicto que vive actualmente Colombia hace muy vulnerable
la estructura social, económica y cultural de estas
comunidades indígenas.
USO DE LA TIERRA Y SISTEMAS DE PRODUCCIÓN
El café, la caña panelera y el maíz
constituyen los principales cultivos en la economía
campesina de la región, pero también se
cosechan trigo, cebolla, arveja, haba y ajo en pequeñas
parcelas; el agroecosistema se complementa con la cría
de animales domésticos como ovejas, cerdos, gallinas,
conejos y cuyes. Recientemente han surgido alternativas
diferentes: la apicultura y los cultivos perennes como
los espárragos verdes, producto que alcanza buenos
niveles de exportación y que en el altiplano de
Popayán tiene cerca de 1.000 ha sembradas.
La planicie de Popayán se encuentra en el límite
superior de la zona productiva de café, el cual
se cosecha con sombrío de guamos, árboles
maderables, plátano y frutales para consumo doméstico.
La caña panelera tiene su mayor desarrollo en Cajibío
y El Tambo —1.500 a 1.800 msnm—, municipios
que producen el 80% de la caña de toda la región;
sin embargo su rendimiento es muy bajo, alrededor de 3,5
toneladas por hectárea. En las parcelas pequeñas
se mezcla caña de variedades amarillas, blancas
y rojas, lo que permite la conservación de un germoplasma
valioso que ha desaparecido debido al dominio de variedades
más comerciales y productivas y los trapiches tradicionales
aún utilizan la corteza del guásimo para
clarear los jugos y obtener mejor calidad de panela.
EL AGROECOSISTEMA DEL FIQUE
Las evidencias arqueológicas muestran que las culturas
precolombinas habían alcanzado un alto nivel técnico
en la utilización de la fibra del fique para la
elaboración de telas y para uso funerario; además,
utilizaban determinadas partes de la hoja como medicamento
e incluso como alimento.
El fique o maguey es una planta de grandes hojas arrosetadas,
del género Furcraea; de estas hojas o
pencas se extrae la fibra como fique o cabuya. Las condiciones
ambientales de los altiplanos
del sur del país, especialmente los de clima templado
a cálido, son ideales para el cultivo del fique,
por lo cual en algunas regiones se ha intensificado su
producción hasta convertirla en un monocultivo;
por esta razón se han dejado de sembrar productos
tradicionales para el consumo doméstico como maíz,
fríjol, arracacha, haba, arveja, yuca. Los altos
costos de producción, las fluctuaciones del mercado
y los bajos precios ocasionan frecuentes problemas socioeconómicos
críticos; a pesar de esto, el fique tuvo una gran
demanda durante los años 50 a 70, para la elaboración
de costales, lazos y otros productos; a finales de 1970,
el sector fiquero entró en una grave crisis debido
a los cambios tecnológicos que introdujeron fibras
sintéticas de polipropileno para fabricar empaques.
Las entidades del Estado y el Ministerio de Agricultura
y Desarrollo Rural formularon un plan para lograr un mayor
alcance del agroecosistema fiquero. En la actualidad se
ha descubierto que los subproductos de la fibra tienen
usos como relleno para colchones, musgo ecológico,
aglomerados, material para fibro~reforzados, aislantes
térmicos, y elaboración de papel, entre
otros; los jugos de las hojas se pueden utilizar para
la obtención de etanol, saponinas, hecogeninas,
tigogeninas, proteínas y celulosa, insumos con
los que se pueden producir alcoholes, detergentes, funguicidas,
insecticidas, cortisona, esteroides, hormonas y fertilizantes.
Simultáneamente se trabaja en la tecnificación
de los cultivos para mejorar la productividad y se demostró
que los subproductos que antes eran residuos contaminantes
de las fuentes de agua, tienen un enorme potencial económico.
Otros estudios también están orientados
hacia el diseño de productos artesanales, utilitarios
y decorativos; a mejorar las técnicas de coloración
y a conservar las plantas que proporcionan los materiales
tintóreos requeridos.