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CAPÍTULO 5

ALTIPLANOS DEL SUR

 

En el Terciario, hace 65 millones de años, antes de que terminara el levantamiento de la cordillera Central, existía un mar interior que desaguaba hacia el océano Pacífico por la Hoz de Minamá, un profundo cañón seco que permite el paso del río Patía por la cordillera Occidental; en el valle del Patía, a 600 m de altitud se han encontrado restos fósiles de artrópodos, conchas, caracoles y vegetales que fueron depositados por las aguas cuando dicho mar era una bahía del gran océano.

Más tarde quedaron definidos dos grandes conjuntos del relieve en el sur del país: el Macizo Colombiano, con el altiplano de Popayán, en la vertiente occidental y varias planicies pequeñas localizadas a diferentes altitudes en los dos flancos de la cordillera y el Nudo de los Pastos, con el eje de altiplanos laguna de La Cocha~Pasto~Túquerres~Ipiales. Los dos conjuntos están ubicados sobre la formación geológica Popayán y corresponden a las zonas volcánicas más anchas de Los Andes colombianos, cuya topografía está dominada por volcanes, coladas de lava, lahares y sobre todo, por capas de ceniza muy espesas que recubren los conos fluviovolcánicos y generan suelos muy fértiles en las dos regiones y en toda la cordillera Central.

ALTIPLANOS DEL MACIZO COLOMBIANO

El Macizo Colombiano, Nudo de Almaguer o páramo de Las Papas, donde se bifurcan la cordillera Central y la Oriental, recibe el calificativo de estrella fluvial colombiana, debido a que allí nacen los ríos Cauca, Magdalena, Caquetá y Patía. En esta formación se destaca la sierra de Los Coconucos, un eje con ocho estructuras volcánicas entre las cuales sólo hay un cráter activo, el volcán Puracé, con 4.550 msnm, el más cercano al altiplano de Popayán.

Los picos volcánicos de Los Coconucos actualmente están por debajo del límite inferior de las nieves perpetuas —4.600 msnm— y solamente se ven nevados durante las temporadas más frías; los últimos glaciares, Pan de Azúcar y Puracé, se extinguieron entre 1940 y 1960. La investigación que adelanta Antonio Flores en Colombia, muestra que además de la desaparición en las últimas cinco décadas de ocho nevados, los que quedan están perdiendo cobertura a un ritmo superior al 1% anual; los nevados que cuentan con mayor información —Ruiz, Santa Isabel y Sierra Nevada del Cocuy— pierden 2 y 3 m de espesor al año, mientras que sus lenguas glaciares retroceden 10 m. Esta situación, probablemente relacionada con el cambio climático global, hará que las reservas hídricas se reduzcan y en el mediano y largo plazo se producirán profundos cambios y reajustes en los ecosistemas, el clima regional y los cinturones de vegetación.

En esta región se encuentra una de las reservas más importantes del país, El Parque Nacional Natural Puracé, que conserva en sus 8.300 ha, ecosistemas de páramo y selvas andinas en tan buen estado que han permitido el mantenimiento de poblaciones de fauna de grandes mamíferos, algunos ya extintos en otras regiones del país, como dantas de páramo, venados soche, venados conejo, osos de anteojos, lobos, pumas y tigrillos.

En la alta montaña paramuna del Macizo Colombiano, cuyos paisajes son el resultado del modelado glaciar y de la actividad volcánica, se formaron cubetas lacustres que hoy presentan algunos pequeños altiplanos.

ALTIPLANO DE LA LAGUNA LA MAGDALENA

Esta laguna, localizada a 3.350 msnm, cuya superficie de 7,2 ha ocupa una antigua caldera volcánica, da origen al río Magdalena; sus aguas cristalinas dejan ver en el fondo arenoso varias especies de plantas acuáticas sumergidas, de los géneros Tillaea, Ranunculus, Callitriche, así como pequeños juncos y musgos acuáticos. En los sectores pantanosos está rodeada por una vegetación de chuscales y hacia las áreas más abiertas del borde de la laguna se presentan pequeñas plantas en forma de cojín. En los suelos de la planicie bien drenada y en las laderas volcánicas abundan comunidades del pajonal frailejonal y en las pequeñas cañadas, matorrales con arbustos bajos dominados por encenillos y otras especies. Se pueden observar algunos disturbios causados por el pastoreo y la erosión relacionada con el camino de acceso a la laguna.

ALTIPLANO DE LA LAGUNA DE SAN RAFAEL

Al nororiente del volcán Puracé, en una región muy húmeda, con precipitación media anual de 2.200 mm, se encuentra el páramo de San Rafael —3.400 msnm—, una extensa planicie lacustre de sedimentos y cenizas recientes, formada sobre un sustrato de ignimbritas; en su parte occidental está la laguna de San Rafael, con una superficie de 26,5 ha. El drenaje principal se realiza por el río Bedón, que antes de salir de la planicie hacia la vertiente del Magdalena forma un monumental salto. Su vegetación presenta algunas diferencias con la del área paramuna del macizo, como achupallales del género Puya, helechales y pajonales altos de cortaderas sobre suelos turbosos mal drenados; según los estudios de Andrés Duque y Orlando Rangel, se puede constatar que la región es pobre florísticamente, tal vez a causa de la inestabilidad que generan los volcanes activos. A corta distancia del altiplano, siguiendo el valle del río Bedón, sobre un relieve de ignimbritas y toba volcánica profundamente disectado, se desarrollan frondosos bosques altoandinos.

ALTIPLANO DE LA LAGUNA DE CUYISACO

Este angosto valle circundado por los cerros que hay entre Almaguer y San Sebastián, localizado a 3.150 msnm y modelado por antiguos flujos fluviovolcánicos y lahares, alberga la singular laguna de Cusiyaco, cuya superficie de 6,2 ha tiene forma de conejo. La principal característica de esta pequeña planicie es la existencia de un páramo azonal dominado por el pajonal frailejonal; en dos de sus flancos y sobre las laderas de los cerros que encajonan el valle se desarrollan densos bosques altoandinos con encenillos, gaques, cedrillos, mortiños, cucharos y pegamosco, entre otros.

ALTIPLANO DEL VALLE DE LAS PAPAS

Al descender por el camino que va de la laguna de la Magdalena desde el páramo de El Letrero hacia la población de Valencia, se observa el extenso valle de Las Papas. Este fértil altiplano localizado a 3.000 msnm, se formó por la sedimentación de un antiguo lago. Sus profundos suelos negros y orgánicos, en la actualidad son utilizados para el cultivo de papa y para ganadería; de los ricos bosques originales que antes poblaban la planicie y las laderas con pino colombiano o chaquiro —árboles de más de 20 m de altura— mezclados con motilones, quinas, aguacatillos y cedros, sólo se conservan algunos parches muy reducidos. El chaquiro es una especie de gran valor para ebanistería y talla de madera; desafortunadamente los últimos árboles, de los que aún se puede salvar la semilla, están envejecidos y rodeados de cultivos; en estas condiciones las semillas se pierden fácilmente, porque el disturbio a su alrededor las hace más vulnerable al ataque de insectos y pequeños coleópteros perforadores. Los árboles aislados pueden aprovecharse como fuente de semillas para propagarlas adecuadamente en viveros; lo mismo se puede hacer con otras especies maderables de gran importancia en la región.

Los bosques de las rondas de los ríos Patía, Caquetá Magdalena y Cauca también sufren un proceso acelerado de deforestación y degradación, desde sus cuencas altas hasta los 3.000 m de altitud, por lo que necesariamente se disminuirá el potencial hídrico de la región. Estos procesos son el resultado de la compleja tenencia de la tierra y de los conflictos sociales de las comunidades nativas.

ALTIPLANO DE PALETARÁ

El altiplano de Paletará se encuentra hacia el suroccidente de la sierra de Los Coconucos, a una altitud de 2.800 msnm. La planicie se formó en el interior de una antigua caldera volcánica conocida como El Canelo, que se deprimió tectónicamente y más tarde, sedimentos fluviovolcánicos rellenaron su lago interior. En la actualidad es drenada por el río Cauca y las fértiles tierras de su interior son utilizadas principalmente para ganadería. La vegetación de bosques nativos de encenillos y chuscales se conserva en pequeños fragmentos; siguiendo el curso del río y en algunos sectores de la planicie subsisten parches de vegetación paramuna azonal con pajonales y frailejones. Las laderas o paredes del cráter aún tienen buena cobertura de bosques altoandinos.

ALTIPLANO DE POPAYÁN

Este altiplano, asentado sobre rocas volcánicas de la formación geológica Popayán, presenta un modelado plano generado por los materiales que fueron transportados a través del valle del río Cauca; espesas tobas de ceniza de eventos volcánicos sucesivos suavizaron el paisaje y crearon una fértil planicie donde sobresale el cerro La Tetilla.

En las estribaciones del Puracé hay varias fuentes termales y se presenta una vegetación especialmente adaptada a las condiciones del lugar; sorprenden los grandes parches de achupalla chiquita, bromeliácea del género Puya, en las laderas y barrancos y el crecimiento exuberante de helechos del género Blechnum. Cerca de las fuentes se forman cojines de musgos y macollas de gramíneas y sobre pequeños afloramientos rocosos crece una diminuta orquídea de flores blancas, del género Epidendrum. Alrededor de estos refugios térmicos se desarrolla una exuberante selva nublada altoandina. En su visita al volcán, en 1801, Humboldt anotó las características del pequeño altiplano de Puracé o Llano del Corazón, por donde pasa el río Vinagre: «los habitantes de Popayán desearían que el río, en vez de juntarse con el Cauca, muriese en algún abismo, porque durante cuatro leguas carece el Cauca de peces, por razón de la mezcla de sus aguas con las del Vinagre, que a la vez se compone de óxido de hierro y ácido sulfúrico y muriático».

La posición del altiplano de Popayán, a 1.730 msnm, le proporciona un clima templado-cálido y húmedo —19 °C y 2.200 mm de precipitación media anual—. La primera temporada de lluvias ocurre entre marzo y mayo y la segunda entre octubre y diciembre; en julio y agosto se presentan los meses de máximo verano. El naturalista payanés Francisco José de Caldas observó que la época de aguas coincide con los equinoccios y el verano o tiempo seco se relaciona con los solsticios.

La vegetación original del altiplano estaba constituida por grandes bosques de roble, una rica formación vegetal con gran diversidad de fauna y flora características de las selvas montanas de la cordillera Central. Las primeras intervenciones humanas que redujeron significativamente la selva subandina de esta región, fueron orientadas hacia la extracción de la corteza de quina; algunos cabildos indígenas de la época arrendaron los bosques con el único propósito de extraer quinas; la población de Silvia se convirtió en uno de los principales centros de acopio y otras como Pitayó dieron el nombre a variedades de corteza de quina reconocidas en el mercado mundial. La bonanza de los quineros o cascarilleros terminó hacia 1850, debido a que los bosques estaban agotados. Posteriormente los terrenos se adaptaron para la ganadería y la agricultura de trigales.

En 1536 se fundó en el altiplano la ciudad de Popayán, que rápidamente se convirtió en un importante centro administrativo, comercial, social y eclesiástico del suroccidente del país. La ciudad colonial creció al lado del poderoso y explosivo volcán Puracé, que mostró su peligrosidad desde la erupción de 1816. En sus alrededores, aún hay pequeños fragmentos de bosques riparios, cada vez más reducidos y fragmentados.

Algunas poblaciones de ardillas y pequeños mamíferos se ven afectadas por carencia de la cobertura de bosques de roble. Especies de aves de bello colorido, como el barranquero o guarda barranco, que se refugia en el bosque y se queda casi estático en los árboles cerca de los ríos o quebradas donde se alimenta de ranas, lagartijas, lombrices e insectos, tiene amenazado su hábitat; esta ave deposita sus huevos en el talud de los barrancos, donde excava un profundo túnel de 4 m de longitud y 8 a 12 cm de diámetro aproximadamente.

Otra ave de particular comportamiento en las quebradas torrentosas y bien conservadas es el mirlo acuático que se alimenta de los pequeños invertebrados que viven sobre las rocas cubiertas de musgos. La tala del bosque ripario deja desprotegido el fondo de las quebradas y las nuevas condiciones de luz alteran las comunidades de musgos acuáticos hasta dejar las rocas desnudas, con lo que también se afectan las poblaciones de invertebrados asociados, alimento del mirlo acuático; la falta de vegetación causa la inestabilidad de los barrancos, por lo que también se afecta el barranquero y así sucesivamente; el disturbio puede generar una cascada de efectos, algunos de los cuales no se perciben hasta que ya es demasiado tarde.

ALTIPLANO DE SAN JOSÉ DE ISNOS

El altiplano de San José de Isnos, uno de los sitios arqueológicos más importantes de Colombia, esta localizado al sur del departamento del Huila, a 1.740 m de altitud. Se formó sobre ignimbritas o rocas de toba volcánica, por los flujos de lava a elevadas temperaturas y con poca viscosidad que se desplazaron por la vertiente oriental del Macizo Colombiano. Al llegar al piedemonte, muy cerca del valle del río Magdalena, la toba—una especie de ceniza volcánica endurecida—, formó pequeñas llanuras con un relieve plano~ondulado. Las sucesivas erupciones, el transporte de material fluviovolcánico y la lluvia de ceniza volcánica, junto con los procesos erosivos, contribuyeron a modelar el paisaje actual. Los procesos posteriores de disección profunda del río Mazamorras al sur y la quebrada Bordones, al norte, dividieron la planicie por profundos cañones; el salto de Bordones muestra en su perfil vertical, el gran espesor del sustrato volcánico.

El mayor hito arqueológico de Isnos es el Alto de los Ídolos, que parece ser una explanada artificial en forma de herradura sobre la cual existió un enorme asentamiento precolombino. La primera noticia acerca de la cultura agustiniana aparece en la obra Maravillas de la Naturaleza, de Fray Juan de Santa Gertrudis, quien visitó esos lugares en 1756. De acuerdo con las investigaciones arqueológicas y la interpretación del poblamiento indígena en el sur del Huila, realizado por el IGAC, los grupos humanos que dieron origen a la cultura de San Agustín se establecieron en las estribaciones orientales del Macizo Colombiano, en varios sitios cercanos a los ríos Magdalena, Sombrerillos, Granates y Quinchana, área de transición entre los pisos térmicos frío y templado.

La ocupación del territorio se desarrolló en largos y continuos períodos durante los cuales se presentaron cambios socioculturales, económicos y tecnológicos, que se reflejan en los estilos de la alfarería y del arte lítico. Las investigaciones arqueológicas de Jorge Llanos revelan que durante el esplendor del período clásico regional, las necrópolis agustinianas fueron el eje principal para el establecimiento de las viviendas y los campos de cultivo, sobre un paisaje de terrazas, lomas y valles.

Las monumentales obras, labradas en piedra volcánica, están dispersas en un área de 500 km2, donde se encuentran el Parque Arqueológico de San Agustín, el Alto de Los Ídolos y el Alto de Isnos, entre otros lugares. Los indígenas que habitaron estas planicies de ignimbritas, fueron artistas, agricultores, cazadores y pescadores, cuyas creencias quedaron plasmadas en esculturas con imágenes de dioses, hombres y animales maravillosamente trabajadas y en la singular fuente del Lavapatas. Según la datación obtenida por el procedimiento del carbono 14, la fecha más antigua de la ocupación de este pueblo, tomada en el Alto de Lavapatas, en un depósito que contenía vestigios de un sarcófago de madera, se remonta al siglo VI a.C. y la datación para las últimas fases de esta cultura, llega al siglo XII d.C.

En el lapso de cerca de dos mil años de existencia, este pueblo profundamente religioso, dejó, en los diversos tipos de enterramientos y en las impresionantes esculturas, uno de los más valiosos testimonios estéticos y culturales de la América precolombina. En cuanto a las causas que llevaron a desaparecer de la historia a este pueblo que alcanzó tan alto grado de desarrollo y a lo que ocurrió posteriormente con ellos, no se ha encontrado una explicación definitiva.

RIQUEZA ÉTNICA Y CULTURAL

Las altiplanices se han caracterizado por tener tierras altamente productivas ideales para el desarrollo de la agricultura y la ganadería y por ser lugares estratégicos para fundar asentamientos urbanos; los altiplanos del Macizo Colombiano, que han sido objeto de codicia desde la época de la conquista y la colonia, hasta los tiempos actuales, albergan una gran riqueza étnica y cultural.

Las poblaciones indígenas que ocuparon estas tierras en tiempos prehispánicos, después del sometimiento a la dominación española, quedaron reducidas y su identidad cultural llegó casi al colapso. Actualmente, según el censo del Consejo Regional Indígena del Cauca, este departamento alberga la mayor población indígena del país, que sobrepasa las 180.000 personas pertenecientes a siete grupos étnicos, establecidos en 26 de los 39 municipios del Cauca.

En el Macizo Colombiano se destacan los paeces, que constituyen el mayor grupo étnico, con más de 120.000 habitantes. Se dice que su cuna ancestral se encuentra en la zona de Tierradentro, sobre la cuenca del río Páez y actualmente ocupan las vertientes occidental y oriental de la cordillera Central; conservan su propio idioma, Nasa Yuwe, que se enseña en las escuelas y es hablado por un alto porcentaje de la población. En 1994 un sismo y los consecuentes desbordamientos de los ríos Páez y Moras ocasionaron la emigración de las comunidades de Tierradentro hacia diversos puntos de Cauca y Huila.

Otros grupos asentados en la cordillera Central luchan por conservar su identidad. Los guambianos habitan la zona oriental del Cauca, principalmente el municipio de Silvia y debido a lo reducido de su territorio se han movilizado al nororiente y occidente del departamento. Suman más de 16.000 personas que conservan su propio idioma, Namuy wam. Los kokonuko —Coconuco—, con una población próxima a los 7.000 habitantes, se encuentran en el centro del departamento, principalmente en los municipios de Puracé y Popayán. Debido al impacto colonial perdieron su lengua. Los yanacona, ubicados en el sur del departamento, sobre el Macizo Colombiano, son más de 25.000 indígenas que han conservado buena parte de sus tradiciones; sin embargo perdieron su lengua original, que posiblemente era el quechua. El grupo de los totoró está compuesto por casi 5.000 habitantes localizados en el municipio de Totoró, sobre la vertiente oriental de la cordillera Central; en los últimos años se han preocupado por recuperar sus tradiciones y su propio idioma, el Namoi Namtrik.

El conflicto que vive actualmente Colombia hace muy vulnerable la estructura social, económica y cultural de estas comunidades indígenas.

USO DE LA TIERRA Y SISTEMAS DE PRODUCCIÓN

El café, la caña panelera y el maíz constituyen los principales cultivos en la economía campesina de la región, pero también se cosechan trigo, cebolla, arveja, haba y ajo en pequeñas parcelas; el agroecosistema se complementa con la cría de animales domésticos como ovejas, cerdos, gallinas, conejos y cuyes. Recientemente han surgido alternativas diferentes: la apicultura y los cultivos perennes como los espárragos verdes, producto que alcanza buenos niveles de exportación y que en el altiplano de Popayán tiene cerca de 1.000 ha sembradas.

La planicie de Popayán se encuentra en el límite superior de la zona productiva de café, el cual se cosecha con sombrío de guamos, árboles maderables, plátano y frutales para consumo doméstico. La caña panelera tiene su mayor desarrollo en Cajibío y El Tambo —1.500 a 1.800 msnm—, municipios que producen el 80% de la caña de toda la región; sin embargo su rendimiento es muy bajo, alrededor de 3,5 toneladas por hectárea. En las parcelas pequeñas se mezcla caña de variedades amarillas, blancas y rojas, lo que permite la conservación de un germoplasma valioso que ha desaparecido debido al dominio de variedades más comerciales y productivas y los trapiches tradicionales aún utilizan la corteza del guásimo para clarear los jugos y obtener mejor calidad de panela.

EL AGROECOSISTEMA DEL FIQUE

Las evidencias arqueológicas muestran que las culturas precolombinas habían alcanzado un alto nivel técnico en la utilización de la fibra del fique para la elaboración de telas y para uso funerario; además, utilizaban determinadas partes de la hoja como medicamento e incluso como alimento.

El fique o maguey es una planta de grandes hojas arrosetadas, del género Furcraea; de estas hojas o pencas se extrae la fibra como fique o cabuya. Las condiciones ambientales de los altiplanos del sur del país, especialmente los de clima templado a cálido, son ideales para el cultivo del fique, por lo cual en algunas regiones se ha intensificado su producción hasta convertirla en un monocultivo; por esta razón se han dejado de sembrar productos tradicionales para el consumo doméstico como maíz, fríjol, arracacha, haba, arveja, yuca. Los altos costos de producción, las fluctuaciones del mercado y los bajos precios ocasionan frecuentes problemas socioeconómicos críticos; a pesar de esto, el fique tuvo una gran demanda durante los años 50 a 70, para la elaboración de costales, lazos y otros productos; a finales de 1970, el sector fiquero entró en una grave crisis debido a los cambios tecnológicos que introdujeron fibras sintéticas de polipropileno para fabricar empaques.

Las entidades del Estado y el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural formularon un plan para lograr un mayor alcance del agroecosistema fiquero. En la actualidad se ha descubierto que los subproductos de la fibra tienen usos como relleno para colchones, musgo ecológico, aglomerados, material para fibro~reforzados, aislantes térmicos, y elaboración de papel, entre otros; los jugos de las hojas se pueden utilizar para la obtención de etanol, saponinas, hecogeninas, tigogeninas, proteínas y celulosa, insumos con los que se pueden producir alcoholes, detergentes, funguicidas, insecticidas, cortisona, esteroides, hormonas y fertilizantes. Simultáneamente se trabaja en la tecnificación de los cultivos para mejorar la productividad y se demostró que los subproductos que antes eran residuos contaminantes de las fuentes de agua, tienen un enorme potencial económico. Otros estudios también están orientados hacia el diseño de productos artesanales, utilitarios y decorativos; a mejorar las técnicas de coloración y a conservar las plantas que proporcionan los materiales tintóreos requeridos.

 
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